Número 14 | Marzo de 2011
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Necrológica de Virgilio Albiac:
Sobre el paisaje y un maestro de tal género, junto a otras vertientes.
 
 

Una larga amistad y el profundo afecto que me unió con Virgilio, como el que profeso a su viuda, María Dolores, y a sus hijas, María Dolores y Luisa María, me inclinaban a convertir estas líneas en un cálido testimonio personal, lejos de usos y limitaciones profesionales. Pero no creo que ésta sea la función específica que incumbe al texto, habida cuenta el medio a que se destina. Aunque más procedente, tampoco basta con el recordatorio de una sostenida proximidad de los trabajos que nos unieron. Aunque, sin serlo, no olvide que la apertura de la Galería Albiac, por ejemplo, coincide con el año, 1962, en el que inicié mi actividad como crítico fijo de “Heraldo de Aragón”. Por lo que algunos de mis primeros comentarios estuvieron dedicados a su establecimiento. Todavía más supone la simultánea docencia de ambos en la Escuela de Artes de Zaragoza, donde muchas veces he visto pintar a Virgilio o, si se prefiere, corregir lo hecho por los alumnos. Con tan generosa actitud que con unos cuantos toques -luz y color- convertía el ejercicio en una pequeña obra maestra. Y sin que agote la convivencia en otros espacios añadiré, por último, la Academia de San Luis, donde nadie ha respondido mejor a la plaza de número para la que lo eligieron. Si por pintura entendemos el arte de poner colores con un orden determinado sobre una superficie, como sostenía Maurice Denis, pionero en ponderar tales aspectos por encima de la representación, no cabe duda de que Virgilio Albiac es uno de los más cumplidos pintores con que contamos en nuestra historia reciente.

La referencia nos hace entrar de lleno en el núcleo de la orientación elegida, ya que los receptores del artículo han de ser críticos o afines, con frecuencia ligados a los medios, o bien historiadores del arte contemporáneo, personas que saben, sin duda, de Virgilio Albiac (Fabara, 1912-Zaragoza, 2011). Por eso mismo, debe quedar clara su importancia y nivel. Suma casi tantos premios como presencias en concursos, a partir del que en 1945 le conceden los Acuarelistas de Aragón. En 1953 recibe la medalla de plata del XI Salón de Artistas Aragoneses. Luego, año tras año, se le recompensa en Sevilla con distinciones del Salón de Otoño, así como en los franco-españoles de Talence o en la Exposición Manchega de Artes Plásticas de Valdepeñas. Casi me limito a las que se repiten una y otra vez; pero cabe agregarles otras en Blagnac, Madrid, Játiva, Palamós, Pontevedra, Teruel, Valladolid o Zamora. Citaré en concreto la medalla de plata de la I Bienal “Félix Adelantado” (1970) o el primer premio “Pintores de África” (1971). Este último año logra la medalla de oro en el “San Jorge” de la Diputación de Zaragoza. Culmina con el premio “Aragón-Goya” de pintura,es decir, con la máxima recompensa que concede nuestra Comunidad en este campo, obtenida en la convocatoria de 2001. Del que se sigue la correspondiente antológica en la sede del gobierno aragonés, salas María Moliner y Hermanos Bayeu.

Si postulamos, como arriba se apunta, que antes de ser una representación de la naturaleza, más o menos humanizada, o una batalla o un desnudo, el cuadro es una superficie cubierta de colores, no cabe duda de que la pintura ha servido a muy diversos géneros. Según pudo comprobarse en dicha antológica, Albiac ha cultivado una espectro amplio, que abarca de bodegones a retratos y hasta escenas de batalla. No obstante, vista su trayectoria en conjunto, advertiremos una marcada preferencia. Porque, por encima de excepciones puntuales o de etapas concretas, nos ofrece todo un curso de paisaje, al que no renunciaen las últimas fechas. Hasta el extremo de resultar difícil imaginarlo en facetas muy distintas, como la de uno de los más rigurosos cultivadores del abstracto, opción que ha tenido verdadera importancia en algunas fases de su quehacer. Sabido es que el paisaje se independiza ya en el siglo XIX de la función secundaria como mero escenario. La libertad que propiciaron las vanguardias ensancha sus límites. Para triunfar con los impresionistas, con los factores temporales y las luces transitorias. No faltan en Albiac, desde luego, notas estacionales, casi siempre muy actualizadas por rasgos expresionistas.

Bastantes veces, en acuarelas o en óleos de envergadura, encontraremos motivos arquitectónicos muy expresos. Claro que el caserío reaparece una y otra vez, aunque el proceso global tienda a la simplificación. Poco a poco, como sucede con no pocos de los mejores paisajistas, se queda con unos planos básicos, horizontales, desde el primer término hasta la línea divisoria con el cielo. Aunque no falten serranías o montes, insiste más en las tierras llanas. Dentro de un capítulo diferente de elementos materiales, estamos ante un impacto intenso y vitalista. La sensible y certera crítica de Mercedes Marina subrayaba en 1989 que Albiac “con la espátula en amplios toques empastados describe una naturaleza toda luz y movimiento”. “El pueblo -continúa- se integra en la tierra como surgido de ella. No se sabe muy bien donde termina uno y donde comienza la otra... llanuras inmensas a las que el tiempo cambió el tono azul por el rosado o el amarillo”.

Además de colectivas y síntesis, he comentado sus exposiciones individuales desde los sesenta, atento a los avatares de su evolución en concepto y factura. Resulta imposible desgranar pormenores. Aunque se advierta menos cuando avanza, mostró un gran dominio del dibujo. Que siempre cimentará sus sólidos conocimientos técnicos, sean cuales fueren los vehículos: óleo, acuarela, técnicas mixtas, “collage” o diversos sistemas experimentales, que incluyen la incorporación de estaños, plásticos o urdimbres de saco, junto con aguadas. Nadie como Virgilio Albiac entendió la materia, acorde con los procedimientos y los colores que en ella se encarnan, con certeras pinceladas y empastes cuando procede. Se trata, en fin, de un rotundo pintor, de extensa paleta con notas características como sus luminosos anaranjados. Un indiscutible maestro en la praxis de su oficio y en la enseñanza.

Ángel AZPEITIA
Presidente honorario de AECA

Fecha de Entrega: 30/03/2011
Fecha de Admisión: 30/03/2011


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