Número 9 | Diciembre de 2009
Paseo María Agustín nº 20 Zaragoza - 50004     Tfno.: 976 28 06 60      asociacionaragcriticosarte@gmail.com Normas/plazos para la propuesta de artículos
(call for papers)
imprimir
 
El pintor Pepe Cerdá en la Lonja, Zaragoza
 
 

      EL PINTOR PEPE CERDÁ EN LA LONJA

 

Exposición inaugurada el 8 de octubre, bajo el título Pepe Cerdá. El oficio de pintar, que ya venía anunciada con gran interés entre los ambientes artísticos. En una entrevista de Antón Castro, Heraldo de Aragón, 10 de octubre de 2009, el pintor afirma: por ahora, este es la exposición de mi vida. Aquí está mi memoria de pintor de caballitos de feria, de tiovivos. Aquí está el homenaje a mi padre. Además de alusiones a Marín Bagüés, ecos de Sorolla y la pintura del siglo XIX, tal como indica el entrevistador, su método de trabajo es el siguiente: Yo trabajo siempre del mismo modo: veo los paisajes, a mis vecinos, las naves o un puente. Y le tomo una buena foto con una buena cámara. Luego la llevo al ordenador y la pinto con Photoshop hasta que queda como la he visto al natural. La imprimo en una impresora muy grande, y luego pinto esa prueba al óleo, como si pintase al natural. Yo uso la tecnología y la reivindico, aunque no la exhibo. La ropa interior va por dentro, por fuera solo la lleva Supermán.

La exposición se divide en paisajes, urbanos o no, primeros planos de escaparates, retratos en ambientes concretos y retratos con la persona en un primer plano y medidas parecidas tipo pequeño formato.

El paisaje urbano, centrado en el tema sobre las ferias, tiene la virtud de que no figura el típico ambiente abarrotado de personas. Esta ausencia potencia que se centre en cada tiovivo, lo cual permite cierta profundidad en mostrar el tema. La estallante luz artificial, pese a estar aliviada por el negro del fondo o en un cuadro por diferentes planos, impide una especie de sosiego que posibilite el concepto arte. Todo se queda en un vibrante testimonio de la realidad. El pintor busca atrapar dicha realidad sin personas, con la intención de pretender mostrar un ambiente mágico como tal, en su esencia. Muy diferente es el cuadro Feria, de 2009, con dicho tema mediante un predominio de la noche y cuatro toques, suficiente para multiplicar un espacio mágico desde una palpitante soledad, como si todo un regocijo vivido hace horas se hubiera transformado en un predominio inquietante.

Sobre los cuadros Escaparate I y II, de 2009, nos sentimos incapaces de ser ni objetivos, pues dada nuestra predisposición hacia el equilibrio, que puede estar recargado hasta cierto punto, y el vacío, en ambos casos con infinitas complejidades, sentimos un natural y fuerte rechazo hacia ambas obras, como si fueran antagónicas con nuestro sentido del arte. Dos cuadros tan recargados que el rococó es el paraíso de la nada. Tan recargados, sin duda, que la vista no reposa, no puede ahondar, lo cual impidió que el pintor profundizase en tan cambiantes objetos. Más grave si miras cada cuadro mediante el típico barrido visual para sentir el conjunto, pues el resultado es una especie de borrachera incapaz de captar los dispares aromas emanantes desde el interior, que en una auténtica obra de arte siempre, pero siempre, afloran hacia el exterior para inundar el campo sensible individual.

Los paisajes están resueltos mediante los dos típicos planos paralelos a la base, como norma tierra y cielo, que se enriquecen, en ocasiones, a través de una carretera cual punto de fuga para obtener mayor variedad compositiva y profundidad general. Noche y día, atardecer y amanecer, sol y luna, nubes. Cierta intensidad con dosis espectaculares en algún cuadro. Todo para captar dispares sensaciones emanantes en gran número de cuadros, que poseen una especie de capacidad hipnótica para fijar cada mirada. Ni digamos la soledad, vía belleza circundante, en el cuadro Fumador pequeño, de 2009, con esa figura caminando por una carretera de tierra.

Entre las dos modalidades de retratos cabe sugerir que la correspondiente al entorno del pintor, en Villamayor (Zaragoza), adquiere mayor categoría, quizá porque se ha impregnado del ambiente y lo refleja con natural precisión. Naturalidad es lo que más se ajusta al conjunto de obras. Da lo mismo que el personaje esté en un tractor, que refleje el interior de un técnico en radio y televisión o el serígrafo en su meticuloso trabajo, que visto de perfil, medio oculto, es el maestro serígrafo Pepe Bofarull.

Los retratos de diferentes personajes, muchos amigos, tienen un similar tamaño y se caracterizan por el fondo casi monocolor como recurso para que destaque el retratado. Todos, sin excepción, son muy flojos, elementales. Produce la impresión de que, por las prisas, los ha realizado con demasiada rapidez. Retratos que nunca debió de exponerlos en La Lonja por simple respeto hacia sí mismo y a tan maravilloso espacio, pues son un simple reclamo para las personas desconocedoras del arte con la finalidad de futuros encargos. Dos ejemplos. En el retrato del escritor Félix Romeo ni de lejos ha captado su evidente personalidad, con un peso concreto en el rostro y un aire ¿nostálgico? El retrato Pepe Melero, de 2009, es el colmo de la imprecisión. Basta ver la anchura de la mano y el grosor de la muñeca, todo fuera de escala, que más bien parecen la zarpa de un gorila.

Repetimos que esta exposición, a Pepe Cerdá, se le ha venido encima por el peso de  La Lonja, también que la ha realizado con excesiva rapidez, desde luego los retratos de pequeño formato, como opinión muy personal que ni podemos demostrar, pero que se capta en el resultado de bastantes obras.

 

 

 

 

 

Exposición inaugurada el 8 de octubre, bajo el título Pepe Cerdá. El oficio de pintar, que ya venía anunciada con gran interés entre los ambientes artísticos. En una entrevista de Antón Castro, Heraldo de Aragón, 10 de octubre de 2009, el pintor afirma: por ahora, este es la exposición de mi vida. Aquí está mi memoria de pintor de caballitos de feria, de tiovivos. Aquí está el homenaje a mi padre. Además de alusiones a Marín Bagüés, ecos de Sorolla y la pintura del siglo XIX, tal como indica el entrevistador, su método de trabajo es el siguiente: Yo trabajo siempre del mismo modo: veo los paisajes, a mis vecinos, las naves o un puente. Y le tomo una buena foto con una buena cámara. Luego la llevo al ordenador y la pinto con Photoshop hasta que queda como la he visto al natural. La imprimo en una impresora muy grande, y luego pinto esa prueba al óleo, como si pintase al natural. Yo uso la tecnología y la reivindico, aunque no la exhibo. La ropa interior va por dentro, por fuera solo la lleva Supermán.

 

La exposición se divide en paisajes, urbanos o no, primeros planos de escaparates, retratos en ambientes concretos y retratos con la persona en un primer plano y medidas parecidas tipo pequeño formato.
El paisaje urbano, centrado en el tema sobre las ferias, tiene la virtud de que no figura el típico ambiente abarrotado de personas. Esta ausencia potencia que se centre en cada tiovivo, lo cual permite cierta profundidad en mostrar el tema. La estallante luz artificial, pese a estar aliviada por el negro del fondo o en un cuadro por diferentes planos, impide una especie de sosiego que posibilite el concepto arte. Todo se queda en un vibrante testimonio de la realidad. El pintor busca atrapar dicha realidad sin personas, con la intención de pretender mostrar un ambiente mágico como tal, en su esencia. Muy diferente es el cuadro Feria, de 2009, con dicho tema mediante un predominio de la noche y cuatro toques, suficiente para multiplicar un espacio mágico desde una palpitante soledad, como si todo un regocijo vivido hace horas se hubiera transformado en un predominio inquietante.
Sobre los cuadros Escaparate I y II, de 2009, nos sentimos incapaces de ser ni objetivos, pues dada nuestra predisposición hacia el equilibrio, que puede estar recargado hasta cierto punto, y el vacío, en ambos casos con infinitas complejidades, sentimos un natural y fuerte rechazo hacia ambas obras, como si fueran antagónicas con nuestro sentido del arte. Dos cuadros tan recargados que el rococó es el paraíso de la nada. Tan recargados, sin duda, que la vista no reposa, no puede ahondar, lo cual impidió que el pintor profundizase en tan cambiantes objetos. Más grave si miras cada cuadro mediante el típico barrido visual para sentir el conjunto, pues el resultado es una especie de borrachera incapaz de captar los dispares aromas emanantes desde el interior, que en una auténtica obra de arte siempre, pero siempre, afloran hacia el exterior para inundar el campo sensible individual.
Los paisajes están resueltos mediante los dos típicos planos paralelos a la base, como norma tierra y cielo, que se enriquecen, en ocasiones, a través de una carretera cual punto de fuga para obtener mayor variedad compositiva y profundidad general. Noche y día, atardecer y amanecer, sol y luna, nubes. Cierta intensidad con dosis espectaculares en algún cuadro. Todo para captar dispares sensaciones emanantes en gran número de cuadros, que poseen una especie de capacidad hipnótica para fijar cada mirada. Ni digamos la soledad, vía belleza circundante, en el cuadro Fumador pequeño, de 2009, con esa figura caminando por una carretera de tierra.
Entre las dos modalidades de retratos cabe sugerir que la correspondiente al entorno del pintor, en Villamayor (Zaragoza), adquiere mayor categoría, quizá porque se ha impregnado del ambiente y lo refleja con natural precisión. Naturalidad es lo que más se ajusta al conjunto de obras. Da lo mismo que el personaje esté en un tractor, que refleje el interior de un técnico en radio y televisión o el serígrafo en su meticuloso trabajo, que visto de perfil, medio oculto, es el maestro serígrafo Pepe Bofarull.
Los retratos de diferentes personajes, muchos amigos, tienen un similar tamaño y se caracterizan por el fondo casi monocolor como recurso para que destaque el retratado. Todos, sin excepción, son muy flojos, elementales. Produce la impresión de que, por las prisas, los ha realizado con demasiada rapidez. Retratos que nunca debió de exponer en La Lonja por simple respeto hacia sí mismo y a tan maravilloso espacio, pues son un simple reclamo para las personas desconocedoras del arte con la finalidad de futuros encargos. Dos ejemplos. En el retrato del escritor Félix Romeo ni de lejos ha captado su evidente personalidad, con un peso concreto en el rostro y un aire ¿nostálgico? El retrato Pepe Melero, de 2009, es el colmo de la imprecisión. Basta ver la anchura de la mano y el grosor de la muñeca, todo fuera de escala, que más bien parecen la zarpa de un gorila.
Repetimos que esta exposición, a Pepe Cerdá, se le ha venido encima por el peso de La Lonja, también que la ha realizado con excesiva rapidez, desde luego los retratos de pequeño formato, como opinión muy personal que ni podemos demostrar, pero que se capta en el resultado de bastantes obras.
 
 
 
 
 
 
 

 

Manuel PÉREZ-LIZANO
Miembro de AACA, AECA y AICA

Fecha de Entrega: 20/12/2009
Fecha de Admisión: 30/12/2009


<< volver imprimir