Número 68 | Septiembre de 2024
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Luis Torres Pastor. Francesc Miralles
Ayuntamiento de Rubielos de Mora, Comarca Gúdar-Javalambre. Teruel, 2024. 71 páginas
 
 

En 2022, la Institució Alfons el Magnànim Centre Valencià d’Estudis i d’Investigació de Valencia, publicaba el libro ROSA TORRES. La construcció d’un llenguatge, en el que su autor, el crítico de arte Francesc Miralles, desgranaba la dilatada trayectoria artística de la pintora Rosa Torres. La publicación era el segundo número de la colección Vides d’Art, dirigida por Martí Domínguez y maquetado por el diseñador Eugenio Simó. Dos años después, este mismo equipo ha abordado la edición de una nueva biografía de artista en esta ocasión sobre su padre, el pintor Luis Torres Pastor (Rubielos de Mora, Teruel, 1913 – Valencia, 2004).

Editado por la Comarca Gúdar-Javalambre y el Ayuntamiento de Rubielos de Mora, la monografía recoge el recorrido vital y profesional de este artista que desarrolló la mayor parte de su trabajo en la localidad alavesa de Laudio, en la que recaló después de sacar las oposiciones de profesor de instituto.

Junto al texto principal de Francesc Miralles y los complementarios de Ricardo García Prats y Martí Domínguez, el libro reproduce las imágenes de más de 50 obras, así como algunas fotografías del artista, junto con la documentación y los testimonios que ha aportado su hija Rosa.

Formado en la especialidad de Escultura en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, Luis Torres desarrolló no obstante la mayor parte de su obra en la disciplina de la pintura.

Miralles, después de ordenar los testimonios y documentos que aporta Rosa Torres sobre la trayectoria de su padre, señala la excelente consideración que tenía en la academia en la disciplina de Escultura, en la que fue distinguido con Matrícula de Honor por su profesor, el prestigioso escultor José Capuz.

Un mérito que cada patente en las esculturas reproducidas en el libro, en especial en la terracota “Muchacho con botijo” (1948), en la que Torres hace gala de su dominio del modelado de la anatomía humana en una impecable y atractiva contorsión praxiteliana.

Miralles subraya la dedicación entusiasta que Torres dedicó a la docencia, que ocupó la mayor parte de su actividad profesional como catedrático de Dibujo, por encima de la creación artística que, a pesar de su especialización y sus dotes para la escultura, encauzó finalmente hacia la pintura.

Luis Torres permaneció en Laudio desde 1952 hasta 1984, año en el que se traslada a Xàtiva para incorporarse al Instituto José Ribera. Durante esos más de 30 años expuso frecuentemente en el País Vasco, sobre todo en Vitoria-Gasteiz y Bilbao, así como en distintas salas de Logroño y Zaragoza casi siempre con la temática del paisaje. En 1955 desarrolló una estancia en la República Dominicana, colaborando en la Feria de La Paz y la Confraternidad.

En 1984, ya incorporado a la Comunidad Valenciana, continuará con su actividad expositiva, especialmente en Xàtiva, su destino docente, y en la capital, Valencia. Ese mismo año gana el Primer Premio en el XI Concurso Nacional de Pintura de Teruel, organizado por la Diputación de Teruel, con su obra “Playa de Puebla de Farnals”, temática que desarrollaría desde entonces: playas y grupos de bañistas frente al mar, sustituyendo a la de los paisajes montañosos y los caseríos de Euskal Herria.

No obstante, tanto en una como en otra temática queda patente su formación escultórica: en el tratamiento de la luz y en los fuertes contrastes de sus composiciones. Un aspecto que es más evidente en sus dibujos de la figura humana, que aborda como si de un modelado se tratara. Más que trabajar con la línea, Torres pone todo el énfasis en los volúmenes, alcanzando resultados de inusitada belleza. Algunos de ellos, realizados entre 1995 y 1997 con lápiz sanguina pueden disfrutarse en este libro.

En cuanto al color, sus referentes van desde Miró hasta Hokusai, en especial la serie de  “Las Cien vistas del Monte Fuji”, del artista japonés.

Sin embargo, la dedicación de su hija Rosa también a la pintura va a generar un curioso efecto de ósmosis entre los dos artistas que puede comprobarse en la publicación. La fragmentación del color en las composiciones de Luis Torres de las décadas de los 70 y 80 tiene su correspondencia en el característico tratamiento cromático de las manchas de color aisladas de la pintura de su hija. Y, por otro lado, la geometrización de los elementos del paisaje, como los árboles o la figura humana, de los cuadros de Rosa Torres, están presentes también en las últimas obras de su padre fechadas en la década de los dos mil. En ellas, el tratamiento matérico de la superficie, junto con la representación de la figura humana con una factura robusta propia de la escultura, constituye tal vez un guiño final del artista a su vocación original.

Diego ARRIBAS
Doctor en Bellas Artes. Miembro de AACA, AECA y AICA

Fecha de Entrega: 29/09/2024
Fecha de Admisión: 30/09/2024


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