Número 16 | Septiembre de 2011
Paseo María Agustín nº 20 Zaragoza - 50004     Tfno.: 976 28 06 60      asociacionaragcriticosarte@gmail.com Normas/plazos para la propuesta de artículos
(call for papers)
imprimir
 
Pinturas en negro y esculturas conceptuales de Fernando Martín Godoy y Roberto Coromina
En Espacio para el Arte CajaMadrid y A del Arte, Zaragoza (foto gentileza A. del Arte)
 
 

Hasta el 24 de julio pudimos disfrutar esta magnífica exposición de Fernando Martín Godoy en el Espacio para el Arte de Caja Madrid (¿quizá en el futuro pase a denominarse Espacio Bankia?). Fiel a su trayectoria, Fernando ha vuelto a trabajar con gamas de negros, con el concepto de la sombra. La novedad, para los que seguimos atentamente su carrera, es que esta vez nos ha presentado también esculturas: por ejemplo la titulada Capítulo, epónima de la exposición, o las colectivamente tituladas Dobles, todas ellas realizadas con tablero de DM pintado con acrílico y cera. Se trata, respectivamente, de la evocación tridimensional y a escala real de un libro abierto por algún supuesto capítulo, y de otros objetos cotidianos: carpetas, cuadernos, calculadora, cámara, camisa, cuchara, etc. Pero sólo son sombras carentes de color o textura, dobles fantasmagóricos como el Doppelgänger de la cultura tradicional alemana. No es casual que casi todos ellos sean objetos de vivas aristas geométricas, pues a este artista le fascina la tradición artística que va del constructivismo al precisionismo y esto es algo ya muchas veces comentado, pero que él mismo glosa (¿irónicamente?) en algunos hermosos dibujos a tinta china aquí expuestos bajo el título de Constructivismo cotidiano, en los cuales ha silueteado en sombras chinescas, frascos, cajas u otros elementos de uso habitual en la vida de todos los días. Menos atractivos me parecen sus dibujos de personas  que, de forma similar, ha titulado Mecánica social; pero que ya no son siluetas de superficies monócromas en negro o gris, sino aguadas de tinta china centradas en algún detalle circunstancial de cada retrato: una corbata, el pecho, la nuca, un pendiente… Son figuras inertes, mucho menos interesantes que los personajes entrevistos en sombras en su excelente cuadro al acrílico sobre lienzo Grupo de investigación, mi pieza favorita en esta muestra, quizá porque es la que de forma más evidente continúa la trayectoria anterior del artista. Me encanta por lo que tiene de autorreferencial y de homenaje a las Meninas pues parece un espacio oscuro con cuadros al fondo, en el que se percibe alguna silueta humana, pero el centro focal es el papel en el que está trabajando el artista. Este papel, u otros, son los protagonistas de la serie de pequeños trabajos “sobre papel” (en el doble sentido) titulados Holy Papers. Ésta y otras series de pequeños cuadros, los colgó en la pared acumulados encima y debajo de una línea imaginaria, tal como se denominaba en la Inglaterra victoriana una presentación on the line; pero el efecto abigarrado del montaje recuerda más todavía a las quadrerie del barroco italiano. Y no es una referencia que evoco por casualidad, pues otra de las sorpresas de esta exposición era el trampantojo pintado sobre el muro del fondo de la sala inferior, en el que Fernando representó una proyección de la misma sala con tal habilidad que, mirándola desde donde estaba la cartela con el título, Trampa, uno no sabía si habían ampliado el espacio. ¿Será que este artista está entrando en una fase marcada por nuevos juegos conceptuales?

 

Quien desde luego sí lo está es Roberto Coromina, otro de mis artistas aragoneses preferidos, que tiene muchos puntos estéticos en común con Martín Godoy. Uno de los más obvios es su común predilección por las monocromías en negro (por eso ambos figuraban en lugar prominente entre los ejemplos citados en mi ensayo “La sombra contemporánea de Goya: tradición y actualidad de la pintura en negro” Art.es, nº 33, julio 2009, p. 32-38).  La presente exposición de Roberto en A del Arte así nos lo corrobora, incluso por el protagonismo que tanto en la sala como en el catálogo le ha dado al vídeo donde se ven unas manos (¿sus manos?) impregnándose de tinta negra y manchando de negro todo alrededor. Nada sorprendente es eso para quienes recordamos con profunda impresión sus pasadas intervenciones consistentes en pintar de negro libros y objetos culturales reales. Pero en esta ocasión la mayor parte de la galería la ocupan grandes cuadros pintados a base de un entramado de líneas blancas paralelas sobre un fondo negro dominante. Algo tienen de guiño al Op Art y, sobre todo, al arte analítico a la manera de Sempere; de hecho, los dos extremos de la galería los ha dedicado a sendas instalaciones de esculturas geométricas que en cierto modo continúan las investigaciones espaciales del artista e intelectual alicantino. También Roberto es un artista-pensador y, por otra parte, esos cuadros a base de rectilíneos trazos blancos pintados con mucho tiento y un finísimo pincel, parecen seguir el ejemplo de uno de los más respetados representantes del arte conceptual en España Isidoro Valcárcel Medina, que en 2007 pintó con un pequeño pincel del nº 8 un gran muro del MACBA. Como en aquel caso, quizá no importa tanto el resultado como el proceso, la poética del tiempo invertido en un mundo estresante donde todos vamos como locos: aquí, concretamente, el artista ha pintado cada línea de un solo trazo, más grueso al principio cuando acababa de mojar el pincel en pintura, y progresivamente más fino hasta desdibujarse en el negro del fondo a medida que se gastaba el pigmento blanco. Cada línea, por tanto, representa un segmento cronológico-laboral. En general, como bien indica el título de la exposición, Minutos, horas, días, casi toda ella gira en torno al tema del tiempo. Y digo gira no sólo como un modismo, sino también en su sentido literal, pues las esculturas de acero plegadas en formas geométricas que penden del techo colgadas con cuerdas de piano de diferentes longitudes están dispuestas en círculo como un reloj. Miradas desde dentro de la galería, parecen un nuevo guiño más del artista al Op Art e incluso al arte cinético, ya que se mueven con los pasos y las pequeñas corrientes de aire creadas por los volúmenes, peso y aliento de los visitantes; pero vistas desde la calle, funcionan como un reloj solar, porque según las horas del día van dibujando su movimiento con el brillo de sus destellos sobre el color traslúcido del escaparate. Por cierto, el color del filtro adherido no es negro, sino rojo (que de noche, cuando la galería se ilumina como un fanal, la asimila a algunos locales eróticos que hay en el vecindario) y rojo es también, con perfiles negros y bastidores color madera en el reverso, el monocolor liso en el que están pintados los doce cuadros partidos, en alusión a las 24 horas del día, que forman una instalación en el muro más cercano al ingreso: cuando yo entré, me pregunté por un instante si, a partir de sus cancelaciones de libros, Roberto Coromina no habría pasado a romper y pegar libros a la pared, como Alicia Martín… pero estos cuadros/cuadrados rojos tienen más bien una filiación estética suprematista.

Jesús Pedro LORENTE
Director de AACADigital

Fecha de Entrega: 24/09/2011
Fecha de Admisión: 24/09/2011


<< volver imprimir