Número 14 | Marzo de 2011
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DEPENDENCIAS MUTUAS. Empleadas de hogar y crisis de los cuidados, Elena Fraj, Louisa Holecz, Natalia Iguiñiz, Daniela Ortiz, Martha Rosler, Territori
Sala Juana Francés, Casa de la Mujer, Zaragoza
 
 

 

            El pasado 24 de febrero de inauguró en la Sala Juana Francés de la Casa de la Mujer de Zaragoza la exposición colectiva DEPENDENCIAS MUTUAS. Empleadas de hogar y crisis de los cuidados, previa mesa redonda con la comisaria Esther Moreno y algunas de las artistas participantes en la muestra.

            La mesa redonda, presentada y moderada por Pilar Alcober Lamana, Concejala de Acción Social y Juventud, permitió al público asistente conocer de primera mano las obras que Elena Fraj, Eulàlia Valldosera y Louisa Holecz presentan en la colectiva, la entusiasta lucha de Territorio Doméstico por una mejora de las condiciones laborales de las empleadas de hogar en España y las líneas conceptuales básicas sobre las que la comisaria Esther Moreno ha conformado el armazón de un proyecto que arroja luz sobre la “crisis de los cuidados”. A pesar de la justificada ausencia de Martha Rosler, Natalia Iguiñiz y Daniela Ortiz al estar inmersas en proyectos profesionales en el extranjero, las intervenciones de las integrantes de la mesa redonda y la comisaria suscitaron un interesante y participativo debate que demostró que los temas atribuidos tradicionalmente al llamado “arte de mujeres” agitan más conciencias de lo que las instituciones quieren reconocer, apelando por igual a hombres y mujeres.

            La figura de la empleada de hogar queda registrada en sus diferentes ocupaciones y acepciones en la literatura y el cine, dando el salto al mundo del arte con un destacado antecedente: Tijuana Maid (1975) de Martha Rosler. Más de treinta años después, las artistas que participan en DEPENDENCIAS MUTUAS recogen el testigo de una de las pioneras del arte feminista para explorar la frontera entre lo público y lo privado, el mercado y la casa.

            Europa asiste a la conocida como “crisis de los cuidados”. La creciente incorporación de la mujer al mercado laboral y la voraz sociedad de consumo en la que vivimos han destapado el trabajo que las mujeres han realizado durante siglos como madres, hijas y esposas, atenciones afectivas, materiales y sociales fuertemente especializadas y no remuneradas que han sido naturalizadas como propias del género femenino. Mujeres y hombres debemos tener el derecho a elegir cuidar, no se trata de una obligación ligada a la condición de ser mujer, por lo que resulta acuciante abordar el trabajo de los cuidados como una responsabilidad social. Este tipo de trabajos se transfieren de mujer a mujer, o bien dentro de la misma familia o bien a mujeres que son, en su mayoría, migrantes. Dado que el estado, cimentado en el patriarcado, no asume estas responsabilidades, se crean las cadenas globales de cuidados: la incorporación de la mujer autóctona al mercado laboral fuerza la realidad de que las mujeres migrantes acaben asumiendo estos cuidados en condiciones laborales injustas, dejando su país de origen y renunciando al cuidado de su propia familia en busca de una mejora de su situación económica.

            Homenaje en plural a la obra que Eulàlia Valldosera presenta en la Sala Juana Francés, el título de DEPENDENCIAS MUTUAS alude, como bien explica Esther Moreno en el catálogo de la exposición, a la compleja red de interdependencias en torno al trabajo de los cuidados:

-       Entre el patriarcado y las mujeres.

-       Entre unas mujeres y otras por razones de poder, clase, etnia y lugar de origen.

-       Entre el Arte como institución y las artistas, que son generalmente las menos representadas en galerías, colecciones públicas y ferias de arte y las peor pagadas.

-       Entre el feminismo y las prácticas artísticas que esta colectiva recoge.

Cuando entramos en la Sala Juana Francés nos recibe Home (2011), de Louisa Holecz (Londres, 1971).  Imponente, su tejado proyecta una rotunda sombra sobre una de las paredes de la Sala. Una cubierta conformada por retazos de batas, delantales y la propia bata de pintora de la autora, envuelven un armazón de madera recreando una especie de casita de juegos infantiles. Las costuras son perfectas en la parte exterior, mientras en el interior las telas rasgadas llegan a mostrar el nombre de las diferentes empleadas de hogar que han utilizado la misma bata de trabajo. Aunque la imagen pública de un hogar, de una familia, sea perfecta, esta pretendida realidad se torna máscara dejando en evidencia que las que de verdad crean el sentimiento de hogar son aquellas que cuidan, limpian, protegen, escuchan a aquellos para los que trabajan, a aquellos que no son su familia. Home se inspira en la historia de la madre de Louisa Holecz, quien tuvo que abandonar su Madeira natal para trabajar como “nanny” para una familia inglesa y retoma una de las ramas del arte feminista, la que reclama el arte textil, devaluado por la cultura masculina dominante, como una práctica artística de primer orden.

A continuación, Natalia Iguiñiz y Daniela Ortiz despliegan sus propuestas sobre el muro que queda a nuestra derecha. Natalia Iguiñiz (Lima, 1973) nos ofrece cinco retratos de parejas de empleadora-empleada de la serie de veinticinco retratos titulada La otra (2001). Su propia experiencia como empleadora y la reflexión sobre el hecho de que en Perú el trabajo doméstico sigue teniendo notas serviles en relación con problemas de racismo y sexismo, le llevan a fotografiar con neutralidad y desafectación a empleadoras y empleadas. Frente al sofá de la casa, lugar de encuentro en el ámbito de lo privado, mujeres de la clase media limeña son fotografiadas junto a su empleada. Los títulos de las obras, ceñidos al nombre de pila de ambas, subrayan esta inicial intención de neutralidad, pero los rasgos indígenas y la pose deliberadamente superior de algunas de ellas dejan patente quien es quien. Sin embargo, el objetivo principal de la autora es reflexionar sobre quién es “la otra”, si la empleadora o la empleada, o bien la fotógrafa. Todo depende de quien formule la pregunta y, sobre todo, de la posición social que ocupe. Como apunte final, indicar que Natalia Iguiñiz ha colaborado como cartelista con el sindicato de trabajadoras domésticas de Perú.

La obra de Daniela Ortiz (Cuzco, 1985) siempre gira en torno a las cuestiones de la clase, el género y el origen étnico. En esta ocasión, 97 empleadas domésticas (2010) nos ofrece una selección de treinta imágenes de la serie original compuesta por setenta y siete instantáneas extraídas de la red social Facebook. Escenas de la vida doméstica de la clase alta peruana acaban dirigiendo nuestra atención a lo que está al fondo, fuera del campo de la imagen. Aquello que ha pretendido dejarse fuera del encuadre por considerarse irrelevante es lo que realmente sostiene la feliz vida de las familias retratadas: brazos, manos, cabezas o siluetas levemente intuidas de las empleadas de hogar. Lúcida reflexión acerca de las relaciones de poder y original montaje que obliga a acercarse a las instantáneas, dado que sólo la proximidad a cada una de las fotografías es lo que permite descubrir la otra cara, la cara oculta, del mercado laboral y la sociedad de consumo.

Liuba y una estatua del emperador Claudio presiden, majestuosas, la Sala. Eulàlia Valldosera (Vilafranca del Penedès, 1963) proyecta Dependencia Mutua (2010), dos vídeos protagonizados por Liuba, empleada doméstica de la galerista de la artista catalana en Nápoles. La vídeo-acción muestra una imagen verticalizada. Dos cuerpos en dependencia mutua, uno de frío mármol, símbolo del poder y de la institución museística, y otro humano, femenino, servil, maternal. Eulàlia Valldosera fue invitada por su galerista napolitana a realizar una acción en el Museo Arqueológico Napolitano. Cuando conoció a Liuba, una joven de Chernobil que cuidaba a la hija de la galerista y limpiaba su casa, se identificó con ella: la artista está a la cola de una larga cadena de arte institucionalizado; es mujer, trata temas de la intimidad cotidiana, reducto temático tratado fundamentalmente por mujeres, y emplea para sus instalaciones objetos que necesitan un cuidado específico, delicado, por lo que resultan piezas difícilmente susceptibles de ser incluidas en las colecciones de arte contemporáneo tal y como éstas están concebidas en la actualidad. Sintiéndose, por lo tanto, como la “chica de la limpieza” en el mundo del arte, Eulàlia Valldosera decide que sea Liuba quien ejecute la acción dentro de los muros del museo; ella guiará los pasos de esta particular “conservadora”. En la mesa redonda, la artista dio unas claves fundamentales para comprender este proyecto. Tras la erupción del Vesubio, nació un incipiente coleccionismo que rescató de las sepultadas Pompeya y Herculano muchas de las piezas que hoy se exhiben en el museo marco de la acción. En concreto, la escultura objeto de los cuidados de Liuba es el emperador Claudio, considerado un dios en su época, y pieza que se veneró en un templo, no en un espacio civil. El museo es en nuestros días un templo, una catedral, y las piezas que atesora son los nuevos dioses del hombre y la mujer contemporáneos. Liuba tiene acceso a limpiar la escultura, a conservarla, a acariciarla, contacto directo que se nos  prohíbe al público. El lento y delicado discurrir del paño sobre la figura inerte, el descubrimiento de sus antiguas heridas, de los contornos de su anatomía, dejan al emperador a merced de la cuidadora-madre-amante. Gran sutileza y belleza poética la de una videocreación que se complementa con un vídeo documental en el que Liuba cuenta su proceso migratorio desde Chernobil. La artista da voz a la empleada, la empleadora sólo se intuye a través del testimonio de dependencia mutua que existe entre Liuba y la galerista napolitana. Debe apuntarse que Eulàlia Valldosera es consciente de la posición crítica y ambigua que mantiene con el feminismo. No se considera feminista en cuanto a que su obra no es programática, no asume reivindicaciones colectivas de género, sino que reflexiona sobre cuestiones subjetivas que considera importantes. Parte de una idea y deja que el desarrollo de la misma le sorprenda, aunque sí reconoce que trata temas de su cotidianeidad, de la intimidad humana, que trabajan con mayor frecuencia las mujeres -y yo añadiría que con mayor profundidad, cercanía, naturalidad e, incuestionablemente, con mayor valentía que los artistas masculinos-. Eulàlia Valldosera no crea formas, sino que “forma actitudes”, como ella misma explicó en la mesa redonda, lo que siempre es de agradecer a los y las artistas contemporáneos, en un momento en el que se echa de menos, con demasiada frecuencia, un arte de contenido y decididamente comprometido.

Al fondo de la Sala nos aguardan otros dos trabajos en vídeo. Elena Fraj expone Mémoires d’unes serveuses (2005), Premio Espais a la creación artística en 2005. Presentado en un solo monitor, esta obra se monta de manera que la pantalla queda dividida en dos partes, pudiendo contemplar en ocasiones dos imágenes diferentes simultáneamente. Los testimonios en primera persona de dos familiares directas de la artista y dos amigas de éstas, que vinieron a servir a Zaragoza desde pueblos de Aragón y Soria siendo unas adolescentes, conviven en la pantalla con fotografías y planos del desarrollo de los nuevos barrios de Zaragoza en los años sesenta, imágenes del NODO y extractos de películas que muestran imágenes estereotipadas de la empleada doméstica. La realidad que cuentan estas mujeres -las tareas que realizaban como internas, cómo eran los señores, el uniforme, su tiempo de ocio- contrasta con el prototipo alegre, frívolo, que han transmitido esas películas. Cuando el agente social es la mujer, no se visibilizan sus condiciones reales y no se incluyen dentro de los discursos históricos, pero es indudable que la Zaragoza “desarrollista” de la etapa del franquismo no hubiera vivido una modernización y crecimiento paralelos a los del estado español de no haber sido por el duro y mal remunerado trabajo de estas mujeres. No resulta difícil encontrar en nuestro entorno familiar más o menos cercano -en mi caso una bisabuela- que llegara a la ciudad siendo una niña y asumiera la carga propia de una adulta que suponía el mantenimiento del hogar y el cuidado de los niños de la familia empleadora.

Territorio Doméstico organizó el 28 de marzo de 2010 en Madrid una manifestación bajo el lema ¡Se acabó la esclavitud! El registro en vídeo puede verse en la Sala. Demandando la equiparación del Régimen Especial de empleo de hogar al Régimen General y en defensa de los derechos de las trabajadoras sin papeles, esta movilización formó parte de la exposición Principio Potosí en MNCARS de Madrid, itinerando luego a Berlín y La Paz. Rafaela Pimentel, representante del taller Territorio Doméstico -conformado por las mujeres del SEDOAC (Servicio Doméstico Activo) y el grupo Cita de Mujeres de Lavapiés y la Agencia de Asuntos Precarios participó en la mesa redonda narrando su experiencia personal y trasladándonos la situación y las demandas de sus compañeras.

Cierra la exposición aquella obra que la abriría por su carácter de pionera en el arte feminista en torno a las cuestiones que centran este proyecto: Tijuana Maid (1975) de Martha Rosler (Brooklyn, Nueva York). Destacada artista del panorama americano de los años setenta del pasado siglo, Martha Rosler ha cedido para la ocasión reproducciones digitales de las postales originales que están dentro de la trilogía Service. A Trilogy on colonization, arte postal que se remonta a Fluxus y a los años sesenta, a quien su autora dio el nombre específico de novela postal. En estas tarjetas postales, se cuenta en primera persona la experiencia de una empleada doméstica de Tijuana que marcha a trabajar a San Diego, su bajo salario, los abusos de los que es víctima, etc.

 

Estas obras ponen los cuidados, y no los mercados, en el centro de los análisis sociales, políticos y económicos. Estos procesos especializados e indispensables para el desarrollo de la vida no deberían ser responsabilidad únicamente de las mujeres, sino de hombres y mujeres y, en primera instancia, del estado muchas veces llamado tan injusta e inapropiadamente “de bienestar”. Esperemos que cada vez sean más los artistas hombres que hacen de lo cotidiano, de lo familiar, de la atención al “otro” el eje de su obra.

 

La exposición colectiva DEPENDENCIAS MUTUAS. Empleadas de hogar y crisis de los cuidados forma parte del programa de actividades que la Casa de la Mujer de Zaragoza organiza en torno al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y de la XIV Muestra Internacional de Cine realizado por Mujeres que organizan el Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer de la Universidad de Zaragoza (SIEM) y Odeonia.

 

Paula GONZALO LES
Miembro de AACA y del comité de redacción de AACADigital, Becaria de Investigación en el Dpto. de Hª del Arte, Univ. de Zaragoza

Fecha de Entrega: 07/03/2011
Fecha de Admisión: 07/03/2011


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