![]() |
|||||||
![]()
Kumiko Fujimura. Movimiento y silencio.
Sala CAI Barbasán, Zaragoza. Del 10 al 25 de marzo de 2010.
Kumiko Fujimura (Osaka, Japón, 1958) reside en España desde 1990 y concretamente en la capital aragonesa desde hace 13 años. Este hecho explica que haya sido en nuestro país donde ha desarrollado su principal labor creativa y que sus obras se hayan expuesto, sobre todo, en ciudades como Zaragoza, Madrid, Barcelona, Teruel, Valencia y Lérida, aunque también han viajado a La Habana, París o, por supuesto, Tokio y Osaka.
En esta ocasión, la Sala CAI Barbasán de Zaragoza acoge un compendio de sus trabajos más recientes y que, en la mayoría de los casos, no han sido mostrados al público anteriormente. En esta muestra, a través de más de una veintena de piezas, Fujimura nos presenta su particular y sensible interpretación del movimiento y el silencio, logrando materializar la abstracción de ambos conceptos por medio de temáticas como la danza y el deporte. De este modo, los protagonistas de sus cuadros son siempre figuras, individuales o dispuestas en grupos, que se comunican únicamente con sus cuerpos, conquistando el espacio y generando simultáneamente un gran dinamismo.
Es precisamente ahí, en el tratamiento del movimiento, donde radica la verdadera originalidad y el profundo valor del trabajo de Fujimura pues su plasmación en el lienzo nace de una simbiosis perfecta entre la cultura de su país de origen y del de adopción: En mi trabajo intento unir la delicadeza de Japón y la fuerza de España – afirma la propia artista.
Así, en su obra encontramos, por un lado, los ecos de la mejor pintura a la tinta china o sumi-e, técnica ancestral que Fujimura conoce profundamente y practica aunque en su caso alejada de cualquier connotación zen o religiosa. Esta influencia se hace palpable en sus creaciones gracias a elementos como la aparente rapidez de ejecución, la controlada intensidad del trazo, el dominio del recorrido del pincel -obtenido a base de la repetición infinita de cada motivo-, la plasmación del instante, la espontaneidad, la búsqueda equilibrada de los espacios vacíos o la eliminación de todo lo innecesario y superfluo. Fujimura lleva hasta sus últimas consecuencias todos estos valores, construyendo unas imágenes leves y sencillas que remiten a un estado de paz interior y de silencio que insinúan más que concretan, que sugirieren más que imponen...
Por otro lado, el tema mismo del movimiento refleja una energía, una vitalidad y una pasión que conecta directamente con su visión de la idiosincrasia española. Así, Fujimura plasma todos esos sentimientos en sus obras, tejiendo una conmovedora intensidad que admite haber hallado y cultivado en nuestro país. De hecho, fue en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid -allí estudió a principios de la década de los noventa-, donde comenzó a trabajar este tema que con múltiples variaciones y sumamente perfeccionado llega hoy en día a la Sala Barbasán.
Igualmente, fue en España donde conoció y empezó a utilizar la técnica del acrílico, empleada como base para todas las obras de la exposición que ahora nos ocupa. Sin embargo, Fujimura lejos de adoptar sin más este procedimiento pictórico, ha sabido combinarlo con la tinta china, adaptándolo a sus necesidades plásticas al permitirle trabajar con gran velocidad y captar con mayor naturalidad los gestos de las figuras, así como también alcanzar un marcado contraste –casi monocromo como sería habitual en el sumi-e- entre las figuras y los fondos, aunque empleando, sobre todo, el lienzo como soporte en lugar del papel.
Otra de las principales virtudes de esta interesante muestra, es sin duda, el hecho de que Fujimura nos presenta un amplio repertorio de recursos compositivos y temáticos, algo poco habitual en su producción de acrílicos. De este modo, descubrimos, por ejemplo, agrupaciones de diversos personajes cuya presencia se insinúa tan solo mediante delgadas líneas que generan incompletos contornos y suaves manchas de colores. En ellas las figuras se contorsionan, saltan, se tensan, se relajan, se balancean o simplemente permanecen sentadas.
Asimismo, también sorprenden los homenajes que Fujimura rinde a la personal manera de bailar de Michael Jackson, uno de los pocos protagonistas masculinos de sus lienzos, cuyos movimientos capta con pinceladas que se aproximan en su ejecución gestual a la caligrafía oriental. Además, por primera vez, la artista ha logrado abordar un tema tan complejo como la expresión corporal en el deporte a través de la estilizada anatomía de atletas que desafían al viento en su veloz carrera o de nadadoras cuya conexión con el medio acuático se sugiere en sus curvadas siluetas a través del color azul.
No obstante, uno de los capítulos que mayor emoción proporcionan al espectador son las sutiles representaciones individuales de bailarinas. Los delicados cuerpos de estas mujeres parecen mantenerse en la bruma, sus difuminados rostros buscan el anonimato y sus desdibujadas manos nos transmiten sentimientos en apariencia lejanos pero totalmente legibles. Tan solo sus bustos han sido remarcados por expresivos trazos de tinta china, aunque sin perder el efecto vaporoso de los vestidos, consiguiendo sintetizar en escasas pinceladas la esencia, la fluidez y la fuerza de cada giro o desplazamiento.
Sin lugar a dudas, Kumiko Fujimura se trata de una de las artistas más interesantes de la escena artística aragonesa, así como también del panorama de los artistas japoneses que residen en nuestro país. En este sentido, sus obras, tal y como queda patente en esta exposición, hablan por sí mismas. Eso sí, hablan pero sin alzar excesivamente la voz, sin exigir un especial protagonismo y en su discreta existencia se alzan como poemas visuales de la más elevada calidad estética.
Laura CLAVERÍA GARCÍA
Becaria de Investigación, Depto. de Hª del Arte, Univ. de Zaragoza Fecha de Entrega: 25/03/2010 Fecha de Admisión: 30/03/2010 << volver ![]() |
|||||||
![]() |