Arte contra la violencia de género: domestica-das, las tAradas
Sala Juana Francés, Casa de la Mujer, Zaragoza
A finales de la década de los sesenta del pasado siglo los estudios de género, la teoría feminista y la reflexión artística establecieron un nuevo marco conceptual para el cuestionamiento del orden patriarcal establecido. Más allá del peso de la tradición masculina en la pintura y la escultura, los nuevos medios de expresión artística, tales como la fotografía, el vídeo y la performance, propiciaron la participación activa de la mujer en el mundo del arte.
Conscientes de las enormes desigualdades entre hombres y mujeres y tras los primeros análisis de la violencia de género en los textos feministas a partir de los años setenta, las artistas nacionales e internacionales emprendieron la exploración del propio cuerpo, un cuerpo que expresaba libremente su autodeterminación y que se convertía no sólo en herramienta artística, sino en instrumento político.
Este autoconocimiento del cuerpo y de la sexualidad femeninos implicaba también una visibilización de la violencia que dicho orden patriarcal ejercía sobre el cuerpo de la mujer en las más diversas formas, como bien mostraron creadoras como Ana Mendieta, que fue pionera en el estudio y práctica de la apropiación del cuerpo femenino y la visibilización de la violencia de género en obras como Rape Scene (1973), performance en la que ella misma encarnó a la víctima de una violación, la recientemente desaparecida Nancy Spero, quien denunció, desde el activismo político, la violencia que han sufrido las mujeres a lo largo de la Historia en los diferentes conflictos bélicos, como se observa en Torture of Women (1976), además de Yoko Ono, Judy Chicago, Carolee Schneemann o Paula Rego, entre un largo etcétera de mujeres artistas de primer orden.
Lejos de ser una vía agotada, la realidad social de la mujer hace inevitable e imprescindible continuar tratando dichos temas y por ello han recogido el testigo de las artistas de la década de los setenta Cindy Sherman, Nan Goldin, Kiki Smith, Beth Moysés o Eulàlia Valldosera, por citar sólo algunos nombres.
La Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Zaragoza, dentro de su amplia oferta de servicios de atención integral a la mujer, organiza con motivo del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, un programa de sensibilización ciudadana que se ve complementado desde el año 2004 por una muestra dedicada a dicha cuestión en la Sala Juana Francés, espacio expositivo situado en la planta calle de su edificio. La fuerza e inmediatez con las que el arte es capaz de interpelar al espectador y hacerle partícipe de las luchas sociales resultan especialmente eficaces cuando el fin que se persigue es concienciar a la ciudadanía de que la erradicación de la violencia de género es responsabilidad de todos y todas.
A las muestras de diseño gráfico (fotografía, cartelismo, tipografía, ilustración y recursos literarios), en las que han participado artistas consagrados y noveles, se unieron el proyecto fotográfico de Soledad Córdoba, Ingrávida (18 de noviembre de 2005-5 de enero de 2006), en el que el cuerpo de la artista recibía pasivo el maltrato en forma de metafóricas plumas, ramas o ventosas que succionaban su sangre, o el recuerdo a través de la fotografía y el vídeo de la performance Diluidas en agua que Beth Moysés llevó a cabo en el Recinto de Expo Zaragoza 2008 el día 11 de julio (24 de noviembre de 2008-4 de enero de 2009), autora que colabora en sus acciones con víctimas de la violencia de género para recrear un universo femenino en el que transciende la experiencia estética para convertirse su obra en una denuncia de esta lacra social.
El pasado 24 de noviembre, las encargadas de homenajear a las víctimas mortales de la violencia de género en 2009 en la Sala Juana Francés han sido las tAradas, colectivo artístico conformado por Mariaema Soler y Marta Fuertes, con la inauguración del proyecto multidisciplinar domestica-das, que podrá visitarse hasta el 8 de enero de 2010.
El colectivo artístico las tAradas se consolida en 2007 a partir de la colaboración de ambas autoras en sus proyectos individuales, dada la práctica de una estética, técnica y temática comunes. Sus creaciones se inscriben en el marco del arte gráfico, entre lo manufacturado y la atención al detalle propios de la artesanía y la elaboración conceptual del arte contemporáneo. Del mismo modo, el dibujo comparte espacio con los nuevos medios, tales como vídeo, instalación, fotografía o sonido.
El nombre de las tAradas hace referencia a una línea de trabajo distendida y sarcástica que busca, a través de la sutileza y la sencillez, un análisis social que parte siempre de la autocrítica. Reflexionan acerca de los rígidos códigos de comportamiento que impone la sociedad y, para ello, parten del estudio de su propio cuerpo, de su identidad y de su día a día, desmitificando roles y rompiendo la barrera entre el espacio público y el privado al representarse a sí mismas en las situaciones cotidianas más inverosímiles. El sexo, el cuerpo y la intimidad del hogar interpelan a unos/as espectadores/as que llegarán a formar parte fundamental de la obra de arte.
Se entiende como doméstico el espacio del hogar, el microcosmos que habitamos y que nos proporciona seguridad y comodidad. Sin embargo, como bien explicó el proyecto multidisciplinar itinerante Cárcel de amor. Relatos culturales sobre la violencia de género (Sichel y Villaplana, 2005), esa aparente protección puede mutar en aislamiento y coacción y, así, el amor inicial se torna en patológica domesticación femenina que aleja a la mujer del mundo real y convierte el “hogar romántico” en el contexto ideal donde ejercer la violencia de género que, en ocasiones, tiene como resultado un fatal desenlace. Y es que ha de tenerse en cuenta que “doméstico” procede del latín “domus-i”, que no tiene otro significado que “dueño”. El título que las tAradas dan a esta acción-exposición, domestica-das, introduce a través del guión una necesaria pausa para reflexionar acerca de aquellas relaciones destructivas que, en el ámbito de lo privado, acaban con todo atisbo de autoestima y ejercen, a través de la violencia de género, la dominación física, mental y espiritual de la mujer.
El fenómeno de la “domestofobia” o miedo o rechazo al hogar, que Louise Bourgeois encarnó en sus femmes maison, queda recreado en la Sala Juana Francés a través de pinturas murales realizadas con maquillaje que reproducen mujeres reales. Inocentes, resignadas o llenas de dudas, quedan suspendidas en los silencios de su cotidianidad y sus cuerpos se desdibujan en la soledad del hogar, indefensas, paralizadas, alienadas. Han asumido los roles establecidos y, por ello, su identidad propia va diluyéndose como el maquillaje que ha conformado lo que deben ser, la mujer que, en nombre de la tradición y el buen gusto, le han obligado a ser. Sus ojos cerrados indican que se ha producido lo inevitable (o quizá no): su perfecta domesticación.
Sus transparentes siluetas cobijaron el 24 de noviembre la acción homenaje a las mujeres muertas por violencia de género en 2009, cómplices de su sufrimiento. El centro de la Sala, iluminado por la luz de las velas, fue el lugar elegido para que los/as asistentes colaborasen con las artistas en la elaboración de un mural en el que una corona de flores en forma de corazón, funerario símbolo de un “amor” que, en lugar de generar nueva vida, acaba con ella, fue rodeada por unas muñecas en representación de cada una de las víctimas. Dichas muñecas reproducen la imagen de las propias artistas que, de este modo, se ponen en el lugar de las víctimas. La empatía es el mejor homenaje y el mejor instrumento para la toma de conciencia ante la violencia de género. Día a día, las flores naturales van perdiendo su frescura, se secan, en un sutil y evocador recuerdo al amor marchitado, muerto.
Cierre y complemento del proyecto es Segunda piel. La acción de las tAradas registrada en vídeo muestra la difícil lucha de las artistas, dentro de una misma prenda de vestir, como si de una segunda piel se tratara, por continuar sus caminos. Esa prenda les obliga a estar unidas por la espalda de modo que, si la una avanza, la otra es arrastrada irremediablemente, consecuencia de las relaciones de pareja desgastadas. Pero, finalmente, los vínculos dañinos se rompen, como se ve en el vestido desgarrado que pende, frágil, en un lateral de la Sala. Es entonces cuando se puede emprender un camino propio en libertad, llamada a la lucha por la vida, porque empezar de nuevo es posible.
Exposiciones como domestica-das acercan al espacio público una trágica realidad que nunca ha pertenecido al ámbito de lo privado. Con el firme compromiso de toda la sociedad, las mujeres que viven o, mejor dicho, que sobreviven silenciadas en sus hogares abrirán de nuevo sus ojos al mundo que les está esperando. SICHEL, Berta y Virginia VILLAPLANA (2005), Cárcel de amor. Relatos culturales sobre la violencia de género, Madrid: MNCARS, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Paula GONZALO LES
Becaria de Investigación en el Dpto. de Historia del Arte, Univ. de Zaragoza Fecha de Entrega: 19/12/2009 Fecha de Admisión: 23/12/2009 << volver |
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