Desde el día 2 de abril al 5 de mayo, la zaragozana Galería Spectrum Sotos (C/ Concepción Arenal, 19), presenta la exposición Kokoro de Vicky Méndiz (Zaragoza, 1978), artista ya conocida por el público aragonés, que ha destacado en numerosas muestras de arte joven y que alcanza el reconocimiento de la madurez de su trabajo, después de dos exposiciones individuales, con la oportunidad de exhibir sus fotografías en la exigente programación que dirige Julio Álvarez Sotos.
Kokoro es un viaje fotográfico al corazón de Japón, que la autora realizó en el verano de 2007, gracias a una beca de producción artística otorgada por el Ayuntamiento de Zaragoza y la CAI. Esto le ha permitido realizar una estancia en el InterCross Creative Center, en Sapporo, entrar en contacto con varios artistas nipones, como Takashi Serizawa, y reafirmar en su universo personal su afinidad con autores como el escritor Haruki Murakami, la cineasta Naomi Kawase y el fotógrafo Yamamoto Masao.
La trayectoria intimista de series anteriores, como Sinestesia, Diario, Familia o Interiores (que pueden verse en su web, vickymendiz.com) se dirige en Kokoro hacia un escenario aparentemente lejano y exótico, si bien Vicky Méndiz rehuye de la actual imagen del Imperio del Sol Naciente, renuncia a aturdirnos con el Imperio de los Signos y nos acerca, a través del objetivo de su cámara, al corazón y el alma de la cultura tradicional japonesa. Aquí no aparecen las luces de la noche de Shibuya, ni los salones de pachinko, ni retratos de jóvenes víctimas de las modas juveniles: la autora ha penetrado en lo que los japoneses llaman kokoro, una palabra de cuatro simples trazos, que se traduce como corazón, alma o meollo y que ya utilizó en 1896 el escritor Lafcadio Hearn en su libro Kokoro: Hints and echoes of Japanese inner life para referirse a las claves de la vida interior de los japoneses.
Para esta exposición, en fondo y forma, el discurso fotográfico de Vicky Méndiz se apoya en lo japonés desde posicionamientos más próximos al Zenismo que al actual Neojaponismo intrascendente, tecnológico y comercial que invade nuestra cultura visual actual. Kokoro, es, ante todo, una serena mirada hacia la fugaz existencia de las pequeñas cosas desde la comprensión de los sentimientos que produce esta precariedad vital. Las fotografías buscan y logran la simplicidad y la indeterminación, características que también existen en el arte y la poesía japonesa. Muestran la belleza y la verdad de lo efímero; la nostalgia que nos produce su impermanencia. El viaje, como estado anímico y como metáfora de la vida, acentúan aún más la sensibilidad hacia la belleza íntima del mundo, la cual, antes de que se vaya, es capturada por la cámara de la artista. Como en un haiku, todo se produce en un delicado instante. Delicado, como la tela de una araña, el rocío en una brizna de hierba o el tacto de la madera envejecida. La iluminación y el encuadre muestran bien esta inmediatez.
Paseando por las tradicionales calles y los templos y jardines zen de Kioto, lejos de los turistas, en busca de espacios íntimos y pequeños objetos cotidianos, la fotógrafa ha reencarnado el espíritu de una dama del periodo Heian de hace mil años. Aquellas damas describieron el sentimiento de belleza profunda ante todo lo que es frágil en la naturaleza; ahora Vicky Méndiz ha captado lo que los japoneses llaman el mono no aware: la tristeza compasiva y comprensiva de la precariedad de la belleza en el más sencillo de los objetos. La aparente sencillez de las fotografías de Vicky Méndiz y su aproximación a la refinada estética del mono-no-aware no es improvisada y está asentada sobre una ejercitada sensibilidad artística, una valiosa disciplina personal por la práctica del yoga y una sólida formación en el Arte Japonés y la Fotografía. En el primer caso, como licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza, estudió durante un año el arte y la cultura nipona bajo el magisterio de la profesora Elena Barlés. Respecto a la Fotografía, ha estudiado en la Escuela de Artes de Huesca y ha realizado cursos en Spectrum y talleres con fotógrafos que admira, como David Jiménez. Las fotografías de Vicky Méndiz son técnicamente impecables y presentan rasgos de gran originalidad y frescura.