Han transcurrido ochenta y seis años de la muerte de Sorolla y parecen haberse diluido la polémica que enfrentaron su pintura con la de otros artistas españoles que habían triunfado en las Exposiciones Internacionales de comienzos del siglo XX. Recordemos que el artista valenciano cosechó admiración de sus compatriotas sustancialmente a lo largo de su existencia, mientras que el grueso de los ataques a su pintura, aunque se iniciaron en vida, ocurrieron después de muerto. En los últimos años ha comenzado a valorarse cómo uno de los artistas destacados en el seno del movimiento naturalista internacional. Sorolla pertenece a lo que podríamos denominar la tercera generación del renacimiento de la pintura valenciana que había empezado con fuerza en la década de los sesenta del pasado siglo XIX, con artistas cómo Antonio Gisbert, Bernardo Ferrándiz o Joaquín Agrasot entre otros. La temprana muerte de Rosales y Fortuny fue un drama profundamente sentido en el mundo artístico de la época. La historiografía dio primicia durante un tiempo al trío formado por Regoyos Rusiñol y Casas como adalides de la modernidad, sin embargo, con Pinazo y Sala, la pintura valenciana había llegado a un nivel de calidad y madurez indiscutibles, sin el menor asomo de provincianismo. Sorolla tuvo entre sus profesores en la Escuela de Bellas Artes de Valencia a Gonzalo Salvá (1845-1923), excelente paisajista que representa un realismo próximo a Carlos Haes y a Salustiano Asenjo (1834-1897), un agudo caricaturista que ya había sido maestro de la generación anterior. Cabe igualmente recordar al caricaturista Antonio José Estruch (1835-1907), profesor de la Escuela de Artesanos, cuyo estudio frecuentó Sorolla en sus años de aprendizaje.
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Retrato de Santiago Ramón y Cajal. Gobierno de Aragón. Museo de Zaragoza
Sorolla marcha a Roma en 1885 como pensionado, donde inicia una nueva y decisiva fase evolutiva, relacionándose en Italia con la colonia española de artistas, entre ellos nuestro paisano Francisco Pradilla quien influiría de una manera decisiva en el joven artista: Cuando llegué a Roma, me acogió y recogió Pradilla; su amor ciego por la belleza de la línea hube yo de utilizarlo y él supo inculcarlo en mí. Verdaderamente me sirvió de mucho. Como dentro de mí alentaba un espíritu inquieto, revolucionario, impetuoso, necesitaba un regulador, un principio de quietud, un razonamiento que diera por resultado un equilibrio y todo ello lo encontré en Pradilla que templó y enfrentó mi rebelde impetuosidad por aquellos días. No pretendemos en ningún caso hacer una biografía del artista pues para eso ya está el catálogo, sólo dar unas pequeñas pinceladas de la importancia y evolución de su obra.
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Aragón. La jota. The Hispanic Society of América
La excepcional antológica que estos días podremos ver en el Museo del Prado, no hace sino reincidir en la importancia del artista a nivel nacional e internacional. El recorrido de la exposición, fundamentalmente cronológico, se estructura en varios ámbitos que ponen de relieve la importancia que adquirieron las distintas temáticas en cada período de la carrera del artista.En un espacio se han reunido los cuadros de pintura social que le dieron su primera fama en las últimas décadas del siglo XIX. Ejemplos cómo La vuelta de la pesca(1894), procedente del Musée d’Orsay de París; Cosiendo la vela(1896), de la Galleria Internazionale d’Arte Moderna di Ca’Pesaro de Venecia; ¡Triste herencia! (1899) de la Colección Bancaja; Sol de la tarde(1903) de la Hispanic Society of America de Nueva York, obra que regresa por primera vez a España con motivo de esta exposición desde que fuera vendida a Nueva York por el propio artista. A continuación, un amplio conjunto de retratos y un desnudo ponen de manifiesto la profunda influencia de Velázquez en sus composiciones durante los primeros años del siglo XX.El fotógrafo Christian Franzen(1903) de la Colección Lorenzana; o Desnudo de Mujer(1902) y El bote blanco. Jávea(1905). En otro ámbito se exhiben sus mejores escenas de playa, pintadas en 1908 y 1909. ¡Aún dicen que el pescado es caro!(1894) o Chicos en la playa(1909), además de un gran número de obras del Museo Sorolla de Madrid, como El baño del caballo(1909), Paseo a la orilla del mar(1909) o La bata rosa(1916), entre otras. Además de todas las obras citadas, es importante destacar también la presencia del deslumbrante conjunto de los catorce monumentales paneles de las Visiones de Españapintados por Sorolla para la Hispanic Society of America de Nueva York, desde donde han viajado por vez primera en su historia gracias al acuerdo de Bancaja con la Hispanic para su exhibición en España, paneles que no estarían mal que vinieran a Zaragoza. Nuestros responsables culturales municipales deberían hacer un esfuerzo por traer aunque fuera la colección de la Hispanic a un espacio tan perfecto cómo podría ser la lonja.Este espectacular conjunto constituye el más fastuoso proyecto decorativo de la fecundísima carrera Sorolla, además del verdadero epílogo y síntesis de toda su producción. La muestra concluye con la pintura de paisaje.
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Paseando por el mar. Museo Sorolla Madrid
El catálogo de la exposición, pieza imprescindible para cualquier crítico, aspira a ser la primera monografía de referencia del pintor y ha sido concebido con el mismo peso académico que los editados por el Museo de los grandes maestros de su colección. Con más de 500 páginasy profusamente ilustrado a todo color incluye 4 ensayosrealizados por los principales expertos en la obra del artista: “Joaquín Sorolla, pintor”, de José Luis Díez y Javier Barón, comisarios de la muestra; “Sorolla y la pintura española de su época”, de Francisco Javier Pérez Rojas; “Sorolla y la pintura internacional de su tiempo”, de Carlos Reyero; y “La personalidad artística de Sorolla”, de Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor. Además de estos ensayos y de las correspondientes fichas de obra, el catálogo incluirá cuatro apéndices, uno dedicado a “La fortuna crítica de Joaquín Sorolla”, de Felipe Garín y Facundo Tomás, la “Cronología biográfica de Joaquín Sorolla”, también de Blanca Pons-Sorolla, junto con un apéndice bibliográfico y otro en el que se relacionan las exposiciones celebradas en torno al artista.
Visitar la exposición de Sorolla, es viajar por una España llena de alegría, de vitalidad, del goce infantil de niños jugando en la playa; Su pintura, llena de pinceladas rápidas y colores violentos, está formada por la figura humana y la naturaleza, sin cuidarse del resultado decorativo y el carácter de los seres o las cosas. Su insuperable paleta, fue capaz de reproducir todo lo que veía, mostrando siempre ilusión por la vida. Esta exposición antológica en el Prado sanciona, oficialmente lo que, en las calles, ya era reconocido por todo el mundo, y viene a confirma a Sorolla como un pintor de primera fila plenamente adecuado a las exigencias de esta postmodernidad.
PARA SABER MÁS:
Joaquín Sorolla (1863-1923)
26 de mayo – 6 de septiembre de 2009
Museo Nacional del Prado, Edificio Jerónimos


