Panoramas pintados

El paisaje es un género que vuelve a estar de moda en todas partes, y muy especialmente en Aragón, donde el CDAN está haciendo tanto por su estudio y divulgación en diversos medios: el arte público, la fotografía, la pintura… No sería mala idea que volvieran a organizar allí otra gran exposición que diera continuidad a la de Paisajes Esenciales, donde Lola Jiménez-Blanco presentó hace dos años impresionantes panorámicas despobladas de figuras humanas pintadas por algunos grandes pintores españoles de mediados del siglo XX. Habría tantas pinturas recientes para escoger, que hasta se podría abordar el tema con un planteamiento más restringido, bien fuera en lo cronológico (limitándola a los últimos diez o veinte años) o en lo geográfico (centrándola en el paisaje aragonés). Lo que está claro es que, en cualquiera de estas dos opciones, debería figurar representada Pilar Longás, que es ya una figura consagrada, como bien muestra esta exposición titulada Paisajes, visitable del 21 de mayo al 28 de junio de 2009 en la sala Cuarto Espacio de la Diputación de Zaragoza.
En efecto, tal como el título indica, se trata de paisajes sin más, en los cuales no aparecen figuras humanas ni animales. Quizá sea una manera de homenajear a Díaz-Caneja y los demás maestros españoles que hace cincuenta años llevaron el género paisajístico al borde de la abstracción; pero Pilar es joven y lo más probable es que sus referentes sean maestros alemanes contemporáneos como Gerhard Richter, quien por cierto no sólo evita representar figuras, sino que además solía mostrar en sus pinturas y fotografías de paisaje una predilección muy alemana por los formatos panorámicos. Esa es también otra característica a destacar en los cuadros de esta exposición, casi todos muy extendidos en horizontal; por eso yo los llamo panoramas, para hacer referencia a aquellos envolventes paisajes que estuvieron tan de moda en la sociedad decimonónica. No creo que sea correcto, como tantas veces se ha hecho, afirmar que las panorámicas de Richter y los neoexpresionistas derivan del romanticismo alemán, pues lo típico de Caspar David Friedrich u otros maestros paisajistas de lo que Robert Rosemblum denominó The Northern Romantic Tradition fue precisamente contrastar alguna figura con la inmensidad del paisaje. Puestos a buscar precedentes ochocentistas para estas vistas naturales totalmente despobladas, más bien habría que remitir a Church, Courbet, Haes u otros maestros de mediados del siglo XIX, quienes también mostraron una predilección por las orografías alpinas compartida por nuestra Pilar Longás. Pero por otro lado, resulta que con ellos ya nos alejamos de la estética de la exposición aquí comentada, pues los formatos pintados por Longás tienden a ser pequeños o medianos, nunca notablemente grandes y, sobre todo, le encantan los fuertes contrastes cromáticos, tanto dentro del cuadro, como entre los colores dominantes y los marcos, que han sido escogidos cada uno con determinada forma y color específico (¡es lástima que no hayan sido reproducidos estos marcos en el catálogo!).
Presten atención a estos dos últimos puntos, que diferencian por completo estos cuadros de los paisajes de Antonio López o Pepe Cerdá (quienes prefieren cromatismos más entonados) e incluso de los paisajes de formato panorámico que hace poco expuso en Huesca Fernando Alvira (nada partidario de los marcos de lujo), tres paisajistas contemporáneos a quienes más o menos justificadamente se ha podido comparar lo que Pilar Longás nos presenta en esta exposición. El repertorio iconográfico es en ella muy variado, pues lo mismo pinta mares, ríos, mesetas o montañas; pero como buena ejeana se nota que siente con especial emoción las vastas llanuras y somontanos de las Bardenas o de las Cinco Villas, o al menos a mí me han parecido especialmente atractivos, en esta hermosa exposición tan primorosamente presentada.