Boldini y la pintura española decimonónica: relaciones e influencia

“El artista, como el literato, debe pertenecer a su tiempo: solo así pasarán sus obras a la posteridad”, afirmaba el filósofo y político francés Pierre Joseph Proudhon, así lo confirman las obras que pueden verse en la exposición El espíritu de una época. Boldini y la pintura española a finales del siglo XIX, que la Fundación Mapfre, acaba de inaugurar en su madrileña sala Recoletos. Las pinturas reunidas expresan un tiempo que “ya fue”, pero que sin embargo nos resulta tremendamente familiar. Durante su estancia en Florencia, entre 1864 y 1870, Giovanni Boldini frecuenta a la alta burguesía y la nobleza internacional. El espíritu teatral, unido al amor por lo exótico que encarnaba entonces Fortuny, lo lleva a enfrentarse con desenvoltura al pequeño cuadro de género,  no olvidemos que los pintores trataron, en gran medida, de responder a las necesidades del gusto burgués. La nueva clase en alza se deleita coleccionado obras que pueden verse en sus gabinetes, estudios o salones, y que reflejan una condición social y un poder adquisitivo recientemente alcanzado. Durante este período, Boldini trabaja junto con el grupo de los macchiaioli, un conjunto de artistas que practican una pintura de lo verdadero, lo real mediante pinceladas ágiles y sutiles, capaces de subvertir las reglas del género y de dotar a sus figuras de una frescura renovada y unas intensas cualidades expresivas. Son los años en los que Boldini emprende el fundamental camino de renovación de la pintura italiana, un camino repleto de renuncias y tribulaciones, soportadas en nombre de los nuevos principios estéticos y de los fuertes ideales patrióticos; un camino por el que Boldini se deja llevar a su pesar.

En la segunda mitad del siglo XIX, París sustituyó a la capital italiana y se convirtió en la cuna del arte moderno. El desarrollo económico y social de la capital francesa, sus salones literarios, artísticos e institucionales, la importancia de los coleccionistas y del comercio del arte, la atención que prestaba la prensa a los acontecimientos artísticos son algunas de las causas que determinaron su importancia creciente. La capital francesa es para Boldini un punto de llegada, el objetivo por alcanzar; es la capital mundial del lujo y la elegancia como trampolín para conseguir dinero y éxito. París iba señalando a un tiempo nuevos mitos (la moda y el chic), nuevas tipologías de individuos, nuevos estilos de vida, renovando radicalmente su imagen. La ciudad se refleja y reconoce en las pequeñas pinturas vibrantes de figuras y de movimiento que el ferrarés realiza con mano extraordinariamente hábil. Desde principios de los años 1880, Boldini retrata figuras femeninas de media figura, plenas de vida y color, con rostros que denotan un mayor cuidado por la caracterización que por la introspección psicológica. Estos aspectos de su producción demuestran cómo se refuerzan sus vínculos personales con la colonia española activa en París, en particular con Raimundo de Madrazo, Eduardo Zamacois, Joaquín Sorolla, o Mariano Fortuny. Pero ahí no acaba la relación entre el pintor italiano y nuestro país. En septiembre de 1889 Boldini emprendió un viaje a España en compañía de su amigo Edgar Degas. De la visita que ambos realizaron al Museo del Prado y de la admiración que les causaron las obras de Velázquez, dará buena cuenta el artista italiano en sus retratos velazqueños. A finales del año 1898, el pintor ferrarés retrataba en su taller del Boulevard Berthier a la infanta Eulalia de Borbón, hija menor de Isabel II. Este relevante retrato fue expuesto en diversas muestras del pintor, quien lo atesoró en vida. A pesar de ello, esta pieza clave de la relación entre el artista y España no fue reseñada por la prensa, por lo que gozó de escasa fortuna en nuestro país.

La imagen de las distintas clases sociales, y en concreto la de la clase burguesa dominante, adquiere durante el fin de siglo gran popularidad. El retrato, era un modo de reconocimiento social y, para el que lo encargaba, una manera de retratarse a sí mismo. Tanto era así que, si el pintor al que se le hacía el encargo alcanzaba gran notoriedad, su estilo y forma de vida podían llegar a ser similares a los de sus clientes. Todos estos artistas trataron de modernizar un género que, por su propia naturaleza, estaba íntimamente ligado al pasado y realizaron entre todos una galería de retratos, a medio camino entre la tradición y la innovación, que transmite de forma certera el espíritu de una época. En 1897, cuando Giovanni Boldini desembarca en Nueva York para exponer en la filial de la galería francesa Boussod et Valadon, en la Quinta Avenida, ya era conocido por su primera «manera francesa». Su extraordinaria capacidad para captar su época. Más que una capacidad es un don, una virtud congénita que Boldini supo manejar con astucia, acomodándola a sus necesidades vitales y elecciones estéticas que convirtieron sus retratos en extraordinarios, únicos e irrepetibles.


Fotografías de Pilar Irala-Hortal y Gonzalo Arruego

En la galería Spectrum Sotos, el 26 de septiembre, se inaugura la exposición titulada At the Edge of the Upside Down, mediante 11 fotografías del proyecto The Upside Down, en el que animAMusicae trabaja desde 2016. Dicho grupo animAMusicae surge, tal como se indica en el prólogo, de la fotógrafa y escritora Pilar Irala-Hortal, nacida en Castrurdiales el año 1977, y del compositor Gonzalo Arruego, nacido en Zaragoza el año 1974. La intención, según el prólogo, es mostrar la "fusión de la fotografía, la narrativa poética y la música, conformando historias que el espectador debe recorrer y al que se invita a participar con su implicación emocional".

Las fotografías en color tienen muy marcados vínculos temáticos en su conjunto. Tenemos, por tanto, un interior con objetos propios de una casa, de ahí el título Un hogar, interior con puerta, pasillo con luz al fondo, interior con sombras iluminado por la luz solar, interior con espejo, cuarto de baño, espejo que refleja una puerta de ahí el título Busco las puertas o interior solo con una bañera y la luz que ilumina el gran espacio vacío. Las fotografías, sin duda, tienen un toque creativo inundado de belleza y elegancia a la búsqueda de mil sensaciones que brotan por doquier.


Exposición de Víctor Solanas Díaz

En la galería Antonia Puyó el 19 de septiembre se inaugura la exposición de Víctor Solanas-Díaz titulada Out of Neither. Conviene recordar que es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, en el año 2000, y Doctor  en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, en el 2017. Si en el catálogo titulado Neither para su exposición en la Diputación de Valladolid, en 2019, hay un texto del artista con toda clase de comentarios sobre su obra, lo mismo ocurre con el prólogo de Francisco Javier San Martín para Antonia Puyó, de modo que al crítico le queda un muy escaso recorrido por añadir. Estamos ante dos colores, amarillo y negro, que cubren todas las paredes, como si fuera un gran cuadro sobre una estructura arquitectónica. Estamos ante una gran variedad de formas geométricas alimentadas por el equivalente a columnas como posible relación con la arquitectura oculta por el amarillo y el negro. La exposición atrapa por su originalidad y poderío. Dichos colores quedan de maravilla como cuadros, tal como se puede apreciar en dos que se exhiben en la galería pero fuera del espacio principal. Formas que configuran una estrecha relación con la ciencia. Artista, en definitiva, de largo recorrido y muy gran valía.


Obras de Alonso Márquez y Andrés Espinosa

En la galería Cristina Marín el 12 de septiembre se inaugura la exposición de Andrés Espinosa, con cuadros, y de Alonso Márquez, con cuadros y esculturas.

Andrés Espinosa presenta cuadros con paisajes urbanos de Zaragoza, basados en una sólida y minuciosa técnica que desparrama por doquier, pues basta ver las hojas de los árboles, sin olvidar el intachable sentido del color. Dotes con el paisaje que altera mediante una serie de elementos figurativos tipo el pato Donald, la Pantera Rosa, un conejito o un globo, que destruyen el paisaje sin aportar un matiz original por rebuscado. Para otra exposición sugerimos que presente alguna obra con la Pantera Rosa, etc., y los paisajes en estado puro para que sean valoradas con total justicia por su valía.

Sobre Alonso Márquez nos tiene acostumbrados en otras exposiciones con la obra del pasado septiembre. Nada que objetar pues tiene muy definida personalidad. Los cuadros tienen colores ferruginosos muy bien combinados o con azules, verdes y grises e incorporación de figuras filiformes en metal atravesando una pasarela, una caseta con figura sentada  o una estructura geométrica con dos figuras, una de pie y otra de rodillas mirando ambas al horizonte. El conjunto de los cuadros, con mezcla de esculturas, tiene indiscutible atractivo.

En cuanto a las esculturas tenemos varias cabañas con figuras en diversas actitudes, como subiendo una escalera, encima de los tejados, levantando una cabaña y una cabaña que por debajo nace un tronco de árbol con ramas sin hojas.

Exposición muy bien estructurada que avala a un sólido artista capaz de mezclar dispares elementos sin que nada cruja.


XXX Premio de Arte Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal

En el Palacio de Sástago el 5 de julio se inaugura la exposición XXX Premio de Arte Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal. Juan Antonio Sánchez Quero, Presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, enfatiza en su prólogo la importancia de llevar su XXX edición, sin olvidar que llevamos "cuatro consecutivas tras cuatro años de ausencia". Total razón y esperamos que nunca se interrumpa pues da prestigio un más que importante Premio.

Vayamos con un breve comentario de los premiados y los seleccionados. Carla Nicolás Martínez, Gran Premio, presenta una singular instalación basada en un grabado rectangular sobre la pared mediante numerosos círculos y su réplica con numerosos círculos sobre una plataforma. Todo muy conceptual. Estamos ante el indiscutible valor de la maternidad mediante elementos simbólicos. Quizás nos equivoquemos pero dichos círculos evocan a óvulos.

Alejandro Azón Ballarín, Accésit, participa mediante un cuadro con fondo monocolor claro al que incorpora estrechas bandas, tan ágiles, y lo que parece ser una figura femenina expresionista. En el centro destaca una lata de cerveza con la frase ´Nuevo Sabor` y la marca ´Shandy Cruz Campo`. Lata decorada con círculos y bandas más o menos estrechas. En la exposición tenemos varias obras muy por encima del Accésit.

Vayamos con las obras seleccionadas. Laía Argüelles Folch presenta un conjunto, tal como se indica, de "fotografías encontradas y láminas intervenidas con pan de oro". Todo al servicio de viviendas unifamiliares.

Carlos Blanco Artero tiene un óleo con dos planos para el fondo, formas geométricas muy bien encajadas y una mano sujetando cuatro cartas, de ahí el título Poker Face.

El lienzo de Juan Luis Borra López, titulado Solo de trompeta, simboliza la alegría de vivir, basta ver los expresionistas colores, tan bien conjugados, muy enriquecidos por la generalizada geometría mediante suaves cuadrados. A sumar la alegría de un rostro infantil, hay dos, y la seriedad del adulto.

La fotografía de David Cantarero Tomás se basa en tres formas repetidas de diferentes colores sobre formato rectangular y fondo negro. No la captamos como una obra fascinante.

José Manuel Cardiel Pérez titula  a su lienzo, con exageración, Fuentes de sabiduría. Estamos ante un fondo azul y trazos expresionistas móviles, en blanco y negro, que surcan el envolvente espacio matizado por su infinitud dentro de cualquier galaxia. Buena obra.

Silvia Castell Moreno participa con un paisaje basado en una montaña. Ahí se acaba todo. Paisaje muy parecido, por tanta sencillez formal sin encanto, a la instalación de María Teresa Chanobas Sánchez basada en una especie de tres barquitos que ni se sabe si flotarán. En ambas obras los títulos, eso encima, son en inglés.

Francisco Javier de Borja Cortés Soria participa con un excepcional cuadro dividido en cuatro rectángulos, siempre invadidos por un expresionismo abstracto que circula libre dentro de la inmensidad de cualquier galaxia. Todavía recordamos su espléndida exposición en el Palacio de Montemuzo.

La pintora Lorena Domingo Aliaga presenta el lienzo Las raíces del vuelo, dentro de la misma temática para su reciente exposición en el Pablo Serrano. Estamos, tal como hemos comentado en otras ocasiones, ante un rostro de mujer, tan triste como bello, que se enmarca con un fondo de color claro y estrechas bandas geométricas paralelas entre sí. Gran acierto la mezcla de lo figurativo con la abstracción.

El cuadro de María Enfedaque Sancho está dividido en dos planos verticales a la base, sobre los que incorpora suaves colores, planos informales y ramas con hojas. La mancha roja destaca en exceso.

La pintora Louisa Holecz participa con un paisaje repleto de ramas y árboles sin hojas, con predominio del tono oscuro vía misterio. La calidad de siempre.

Jorge Isla Villacampa participa con dos fotografías digitales mediante fondo negro e incorporación de una forma por obra inundada de hondura y misterio.

Andrés Jarabo Moreno tiene un bordado, hilo y cristal, con fondo monocolor y en el centro una especie de rostro deforme rodeado de intrigantes formas. Obra muy atractiva por anómala.

Marta L. Lázaro participa con un video instalación en lo que parece ser un paisaje muy bien resuelto.

José María Llop Adrián participa con la obra Virgen del Pilar en hierro forjado y alabastro. En efecto, estamos ante la Virgen del Pilar sobre la columna y con manto. Eso es todo.

Ahora viene lo que consideramos incomprensible. Desconocemos cómo es posible que el jurado seleccionara la instalación titulada Esquela. Víctor Longas Vicente presenta una esquela, por supuesto con flores, atravesada por un fluorescente. Definición de la obra: originalidad forzada o gratuita. En el próximo Premio quien sea puede presentar cualquier ataúd con un muñeco en su interior y varios focos.

Muy distinta a la anterior obra es el cuadro de Juan Madrigueras titulado El genio de lo viral. Un adecuado fondo en tonos suaves sirve para que nueve figuras masculinas, con expresiones de juerga total, se lo pasen de cine. Toque vital al servicio de una bella sinceridad.

El pintor José Ramón Magallón Sicilia presenta un cuadro en la magnífica línea abstracta geométrica que vimos en la galería Cristina Marín el pasado junio. Tonos oscuros y claros mediante estrechas bandas paralelas entre sí, como ámbito capaz de mostrar un misterio insondable. Cuanta belleza.

Pilar Martínez Carnicer participa con un lienzo que nada dice. Fondo neutro, formas geométricas con flores y la siguiente frase: "Instrucciones para volver a casa: recortar, doblar y pegar".

El conocido expresionismo del pintor José Moñú Soria se pone al servicio de numerosos rostros. Hay atractivo.

En cuanto a la expresiva instalación de Sergio Muro San José se define como el artista de siempre. Estamos ante un cuadro con dos figuras femeninas enseñando los senos en una piscina, una figura masculina sentada contemplando el panorama y un flotador que es un pato repetido en el suelo como escultura. Colores intensos.

La instalación de Fernando Novella Izquierdo es muy buena. Se basa en numerosas esculturas de variadas formas y suaves colores. Sin embargo, como opción, le habría propuesto otro planteamiento de visitar su estudio. En la zona superior lado derecho hay dos escultopinturas en tono amarillo, cuadradas y del mismo tamaño, que, salvo error nuestro, están hechas mediante láminas. Debió exponer ambas esculturas pero con una tamaño de metro y medio cada una por los cuatro lados. Cuanta potencia y refinamiento al servicio del arte.

Desde hace tiempo conocemos los magníficos grabados de Florencio De Pedro Herrera. Participa con una xilografía mediante técnicas mixtas. Estamos ante cuatro cuadrados y un círculo central en tono algo oscuro cual gran eje, que son el aperitivo  de un alto número de conos, con líneas en su interior, que bailan incesantes al servicio de la belleza sin barreras.

Sylvia Pennings participa con un lienzo marca personal. Paisaje frondoso, lleno de verde y árboles sin hojas, con un fondo enriquecido mediante planos blancos como eficaz contraste. Pintora que nunca decepciona.

Pablo Pérez Palacio titula a su lienzo Constructo (III). Así es. Fondo oscuro que articula mediante planos abstractos, los cuales vibran con otros de llamativos colores. Obra intachable, bella, cuajada de arte, que reta a la imaginación para ser otro.

El grafito sobre papel de Santiago Pina Tartón se titula Mi hermana. Buen retrato con dosis convencionales.

Hace tiempo que no veíamos un cuadro de Marisa Royo Martínez, en este caso técnica mixta sobre madera y formato circular. Dos planos paralelos a la base configuran un sutil espacio enriquecido por infinidad de formas geométricas cual cubos, rectángulos, numerosos círculos flotantes, eco de dicho formato, y otras difíciles de precisar. Obra, vista en conjunto, muy atractiva.

María Pilar Sanz Gil titula a su lienzo Cultura española, lo cual significa que en una especie de gruta surca el agua una figura con barca, mientras que en el centro una figura femenina baila flamenco. Eso es todo.

Sarah Shackleton muestra en su lienzo un duro y equilibrado paisaje invernal dividido en dos planos: arriba oscuro, abajo más claro, de modo que destaca el hielo con múltiples formas.

Víctor Solanas Díaz presenta una obra mediante un plano neutro con incorporación de nueve rectángulos en diferentes colores pero siempre con el rojo como protagonista. Obra sencilla en lo formal y eficaz con dosis impactante.

El arquitecto y pintor Aurelio Vallespín Muniesa, muy buen prologuista, presenta Árboles 1, con una compleja técnica basada, tal como se indica en el catálogo, en "pigmentos orgánicos, parafina de alta fusión, cera virgen y cartón de nido de abeja sobre lienzo". Estamos ante una muy compleja técnica, sin duda, al servicio de una poderosa abstracción expresionista con predominio de rojos y negros, sin olvidar las cambiantes texturas siempre atractivas, vibrando sin pausa, tan enriquecidas por formas flotantes que bailan por doquier. Cuadro muy complejo, como si fuera un misterio a descubrir, que avala su categoría artística.

Georges Ward Miguel participa con un videoarte titulado Aenigma. Un recorrido por el tiempo. En el catálogo se reproduce un fondo negro roto por otro con formas que bailan sin descanso y una cucaracha. El videoarte siempre lo hemos relacionado con el cine.

Queda, para concluir, el cuadro abstracto de Francisca Zamorano Navarro titulado Catarsis. Dos planos verticales a la base y el típico fondo neutro sirven para acoger múltiples trazos gestuales en colores negros y algunos suaves, como si estuviéramos ante un ineludible mundo caótico.


Hacia nuevos mares

 

P- ¿Podría hablarnos sobre Berlín?, ¿cómo ha podido influirle la ciudad como artista?

R. Conocí la ciudad en 1983 cuando el Muro aún estaba allí. Berlín Occidental era entonces hostil y oscuro al mismo tiempo. La cultura underground era más bien política y su atmósfera me resultaba interesante, sin ningún tipo de glamour o cultura chic, cara a cara con la dura realidad. Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial eran todavía palpables.

Tuve una de mis primeras muestras en galerías por aquel entonces, durante el periodo de la llamada “pintura salvaje alemana.” Había más pintores en la escena artística de Berlín que en cualquier otra ciudad de Alemania.

En 1989, justo antes de que cayera el Muro, fui invitada a presentar mi obra a los jóvenes estudiantes de la Universidad de Bellas Artes de Berlín como candidata para cubrir una plaza de profesorado. Esta nominación coincidió con la elección de Berlín como capital de Alemania.

Como joven artista, sentí la presión de poder convertirme en la primera mujer profesora, siendo además extranjera en el país. Hasta entonces, la plaza había sido cubierta exclusivamente por artistas varones, quienes eran vistos como una “autoridad” en el mundo del arte. Así que tuve que luchar contra ese frente agreste, masculino y autoritario con tal de desarrollar mi propio lenguaje artístico –una tarea ardua y exigente-. 

 

P- ¿Qué le llevó a explorar otros medios distintos al de la pintura?

R. Las dificultades en la pintura son en ocasiones existenciales, como al estar a solas delante de un lienzo en el que nada funciona. Para escapar de estos conflictos, comencé a realizar obras espontáneas con otros medios como la escultura cerámica o la fotografía –una forma distinta de percibir y estudiar el mundo visual y que no tiene fin.- Cualquier otro medio creativo resultaba útil para distanciarme de aquello a lo que me había dedicado hasta entonces. Así que seguí este deseo hasta caminos desconocidos. Esto me permitió reflexionar y liberarme de la ceguera que puede ocasionar el trabajar constantemente con un medio familiar. Finalmente, todos estos medios terminan por conectarse y enriquecerse los unos con los otros. 

 

P- De entre aquellos elementos que definen su trabajo, ¿cuál cree que es resultado de estancias en países como España o Alemania?

R. De España he llegado a entender el carácter sensual que poseen los materiales. Mi escultura es resultado en gran parte del impacto que genera el tacto y las formas orgánicas del material, vivencias que experimenté durante mi niñez. Fue una etapa anterior a la modernidad. Podía observar las marcas dejadas por el tiempo en los antiguos edificios de la ciudad o el amor contenido en los objetos fabricados.

La cultura japonesa y sus tradiciones, como es el caso de la caligrafía, están presentes en mí –acaso de forma inconsciente,- y están relacionados con medios como el dibujo y la acuarela. Tienen su propia forma de crear espacio a través del efecto que genera el color diluido en papel o sobre la tela.

En Alemania, ¡aprendí a trabajar!, y el aspecto positivo de la intelectualidad me obligó a ser más crítica, a enfrentarme a la sociedad, y a agudizar mi consciencia política.

 

P. -Tanizaki escribió en su famoso ensayo In Praise of Shadows "In making for ourselves a place to live, we first spread a parasol to throw a shadow on the earth, and in the pale light of the shadow we put together a house. (…) And so it has come to be that the beauty of a Japanese room depends on a variation of shadows.” Por favor Leiko, ¿podría explicarnos cómo surgió la idea de su obra titulada Doppelhaus, y de qué manera está relacionada con el cuerpo, no solo al del ser humano sino también al de otros animales?

R. Nuestra fascinación por las sombras en un aspecto importante de la vida y la arquitectura y Tanizaki lo demostró en su libro. Como mencionas, este ensayo influyó en mis pensamientos sobre la concepción del espacio y la percepción de la belleza, la cual no se reduce solo al brillo o a las formas pulidas. La estética en Occidente evolucionó omitiendo la noche y las sombras, así que este libro sirvió para cambiar nuestro punto de vista y nuestra forma de observar.

Las casas son una metáfora del cuerpo. De esta forma, una casa puede ser al mismo tiempo una criatura viviente. Esa es la razón por la que en mis esculturas las casas tienen a veces patas o formas similares a estas partes del cuerpo. Lo que me interesa de la arquitectura es que puede crear espacios y sombras. Mis nuevas construcciones de casas me permiten pensar en el concepto de la casa como una extensión del cuerpo. El drama en definitiva de descubrir diferentes habitaciones a través de las cuales se puedan distinguir el interior y el mundo exterior.    

 

P. -¿Se siente conectada a algún grupo de artistas japoneses? Es una herencia profunda y distinguible. ¿Hubo alguien en sus comienzos que le inspirara o que le animara a convertirse en artista?

R. Principalmente y antes que nada, yo quería ser una artista más allá de nacionalidades y evitar así el encasillamiento de “artista japonés.” Desde no hace mucho tiempo he intentado ser condescendiente conmigo misma para aceptar mis orígenes y estoy muy orgullosa de la tradición, incluso si me rebelo contra estas raíces en cierto grado.

Veo a Sesshū como al Cézanne de Japón. Hokusai es simplemente increíble. Jakuchu me inspiró muchísimo en la pintura. Sus figuras son muy excéntricas. Puedes encontrar esculturas de barro de tiempos remotos que son increíbles y que fueron realizas por artistas desconocidos. También me interesaban los artistas europeos: pintores españoles como Goya, Velázquez, o El Greco, y otros tantos artistas que realizaron encargos de esculturas para iglesias. Siempre he encontrado en Van Gogh una pura dedicación al arte realmente impresionante. 

Alguien podría decir que soy una persona que suele experimentar con temas diferentes con el ánimo de integrar culturas de un modo orgánico, especialmente sin el apoyo de un sistema principalmente patriarcal.   

 

P- A comienzos de los años 80s solía acompañar sus pinturas de haikus y poemas improvisados. Tengo curiosidad, ¿qué relación existe entre las obras y los títulos?, ¿qué principios le llevan a escoger los títulos?, y, ¿son títulos inventados por usted o el resultado de una combinación de otros textos como fuentes de inspiración? 

R.El lenguaje es un medio interesante, y a mí me agrada la posibilidad de usarlo no como una herramienta de comunicación sino por sus propias posibilidades expresivas. Los haikus son poemas cortos compuestos por tres palabras. Estas formas me liberan de los títulos construidos racionalmente. Ni siquiera sigo las sílabas 5-7-5, como suele hacerse en Japón. Los haikus abren puertas a diferentes imágenes y nuestra imaginación nos incita a ser poéticos. Por esto mismo, mis títulos no tienen un sentido literal, sino que más bien nombran de alguna forma a las obras, generalmente a través de una simple y escueta descripción.  

 

P- Observando su pintura titulada Landung (1998/99) “Aterrizaje”, parece que su proceso creativo al igual que los temas escogidos son formas de meditación, ¿me equivoco? De alguna manera, esta pintura parece conectada a la serie Pink Hair Pelo rosa”, en el cual trabajaría diez años más tarde, o en Floating Faces Caras flotantes”.  

R. Me alegra que los veas como una meditación. Después de 1990 mis trabajos cambiaron en sintonía con mi vida privada. Tras pasar cerca de un año en las montañas de Engadin, una especie de retiro de la vida en la ciudad, experimenté otro mundo que me conectaba directamente con la naturaleza. La agresividad en los trabajos de los años 80s reflejaba el lado amargo de la vida, transformado. Comencé a buscar cualidades más espirituales y místicas. Era urgente que encontrara un mundo interior a través del arte en vez de hacer una demostración constante de las habilidades y los contenidos.

Tienes razón –Pink Hairs y Floating Faces están de alguna manera conectadas a la serie de pinturas negras. Fueron creadas en aquel ambiente denso de la existencia. Al mismo tiempo, estas series empezaron a oscilar entre diferentes mundos. 


P- Abordando el tema de la representación del ser humano, y en concreto al momento en que comienza y termina éste, sus figuras en este sentido cuestionan el rol del género humano en la historia del arte. ¿Puede explicarnos de qué manera sus pinturas replantean los orígenes de este relato en la historia del arte?

R. Sí. Este es también un tema relevante –reexaminando lo que significa el género.- Suelo cuestionar en mis obras las convenciones establecidas en la historia del arte en cuanto al canon. Me gustaría poner el acento en un enfoque distinto sobre este asunto, un punto de vista personal que trate al sujeto como algo más que una simple presencia externa. Por ejemplo, la condición y el papel de la mujer es profunda y aún no ha sido explorada lo suficiente, así que intento estudiar su rol a través de la pintura y otros medios artísticos.

Me gustaría deshacer los estereotipos que la historia del arte ha construido acerca de la creatividad de las mujeres. La representación de la mujer, por ejemplo, ha sido construida siempre desde un punto de vista masculino –idealizada o deseada, incluso sexualizada.- Es importante para mí crear un nuevo enfoque, en el cual he estado trabajando recientemente a través de pinturas de gran formato que aluden al “génesis” de la mujer. La vulnerabilidad puede ser una forma de expresión honesta en el ser humano. Cuestiono la representación alegórica que la historia del arte ha erigido en torno a la realidad de la mujer. 

 

P- Existe un concepto de la mitología clásica, conocido como Genius Loci, que vincula de forma animista al lugar con elementos o espíritus que lo protegen de cualquier mal. Este concepto no trata solamente sobre la apariencia física del lugar sino que también aborda factores como el lenguaje, las raíces culturales, la historia, el tiempo, etc. Existe por otro lado un cliché en Japón sobre la relación del ser humano con el territorio –la harmonía que los ciudadanos establecen con el medioambiente y la sublimidad del paisaje a partir de una forma de vida ancestral.- ¿De qué manera ha influido en usted y en su carrera la Prefectura de Mie?

R. Pasé mi niñez en la Prefectura de Mie, muy cerca de Ise, un lugar con profundas raíces en la cultura japonesa. Me siento conectada emocionalmente a este lugar mágico y especial. Soy afortunada por tener estos lazos con mi tierra de origen, que al mismo tiempo constituye mi Shinto emocional. Por otro lado, siento que estos aspectos de inspiración son comunes en cualquier parte del mundo. Se trata más bien de una sensibilidad a la hora de percibir nuestro entorno, incluso en el día a día.

 

P- Última pregunta. Usted fue profesora en la Universidad de Bellas Artes de Berlín durante 20 años pero decidió abandonar la escuela con el deseo de dedicarse por completo al arte. ¿Le gustaría impartir clases en la Universidad de Sevilla de igual manera que lo hizo en Berlín si fuera invitada?

R. ¡Estaría encantada! Sería incluso mejor si pudiera exponer allí obras de gran formato. Mi última colaboración fue en la muestra Hacen Lo Que Quieren, en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, en 1987. Estudié hace años en Sevilla y pasé mi juventud allí, –¡fue la etapa más feliz de mi vida!-.


Trabajar Consumir Morir – Tetsuya Ishida

 

Quiero hacer omnipotente la influencia del clero, porque cuento con él para difundir esa sana filosofía que enseña al hombre que está aquí abajo a sufrir, y no esa otra que, por el contrario, le dice: ¡Disfruta!

Con las palabras del Sr. Thiers, (Adolphe), aludiendo al pensamiento adoctrinario imperante en la Francia de mediados del siglo XIX, hacemos referencia al libro que las acoge, El derecho a la pereza de Paul Lafargue, para abrir la reseña que esta vez nos ocupa. 

Autorretrato de otro es el título de la exposición retrospectiva de uno de los grandes del patrimonio cultural japonés. El MNCARS la ha privilegiado con un amplísimo margen temporal, ya que desde abril al 8 de septiembre la hemos podido visitar en el Palacio Velázquez del Retiro, en Madrid. Compuesta mayoritariamente por pintura, el saturado público occidental no deja de sorprenderse ante su propia capacidad de volver a interesarse por posar los ojos sobre una simple imagen, y es que Ishida alberga la sencillez crítica de quien denuncia con lógicas severas, pero rehuyendo de la pueril persistencia de llamar la atención ante todo. No hay violencia, pero la agresión acude a recibirnos vestida de metáforas. No podemos hablar de secuestro, mas la falta de luz en los ojos de sus retratados, todos idénticos, todos anónimos, delata un silencio que lo dice todo. Tampoco podemos aventurarnos a describir escenas de reclutamiento militar obligatorio, al menos, hasta que nos zambullimos en una de grandes formatos que Ishida nos regala y donde se asevera la gigalítica presión social que legitima un sistema laboral aliado del sistema educativo, mecanizado hasta extremos aterradores. Todo está conectado, es el caso de Convenience Store Mother and Child, o Cinta transportadora de personas, ambas obras del mismo año (1996).

Sin intención de obviar ninguna circunstancia, y dado el carácter testimonial tan personal de la muestra que nos atañe con respecto al contexto del que nace, en contraste con el tiempo en el que ahora se expone, merece la pena pegar un salto a los juicios de valor que últimamente impregnan las exposiciones más internacionales. Es el caso proveniente de señaladas voces de la crítica de arte latinoamericana, que se muestran reticentes ante la utilidad simbólica de “ONG” que el arte va adoptando, cual moda, cuando se presenta con contenido de denuncia. “El arte no es una ONG” dicen. Lo único que puedo alegar al respecto es que mientras el móvil emocional sea sincero, y demuestre una óptima aplicabilidad en su transfiguración artística, da exactamente igual que una obra de arte sea una ONG o un pan con chorizo. Con cada vez mayor frecuencia, los artistas nos vemos implicados en movimientos sociales, porque sencillamente somos parte integrante de su tejido, y compartimos el impacto de las consecuencias de aquellos sucesos que nos perjudican. Si al arte se le cohíbe de reaccionar diciendo que para eso ya están las ONGs, quedaría privado de la libertad de creación que lo caracteriza para este y muchos otros temas más.

El caso de Ishida es una serie crítica, un grito de auxilio que nace en la segunda mitad del siglo XX en respuesta de un inconformismo no-radical hacia la imperancia de estrictos y selectos modos de vida para los japoneses y japonesas. Es la angustia hecha trauma de toda una generación, que vio sus esperanzas de empleabilidad decepcionadas por la crisis que golpeó al país del sol naciente en los 90. Aún a día de hoy, persiste esa confianza de estructurarlo todo en torno al trabajo, haciendo del ocio un mercado, creando pensamientos que inducen al consumo para saciar cualquier necesidad, y promoviendo la dependencia de la tecnología a extremos insospechados. Existe en todo este proceso una deshumanización del sujeto, que proyecta ironías hacia el beneficio común a costa de cualquier sacrificio individual. Heredero del comunismo chino, quien no sigue a las masas y cumple con sus exigencias, es apartado inmediatamente con la normalización del suicidio como vía de escape y en el ensombrecido, pero enorme número de personas sin hogar.

El trabajo de Ishida tuvo una trayectoria corta de diez años, pero es uno de los testimonios históricos más veraces sobre una época concreta en la que las grietas de un sistema perfecto lo surcaron de sur a norte. Algo que no nos deja indiferentes a nosotros los occidentales, confinados en nuestra burbuja europea semiperfecta, confiados de nuestra diferencia como constantes testigos pasivos, consolidados elitistas. 

Con ello, finalizo esta crítica cerrándola en círculo, volviendo al principio, a la Francia del siglo XIX con el Sr. Thiers y teniendo que preguntarme a mi mismo a día de hoy si disfrutar, si escapar a la montaña a respirar algo llamado aire, si trabajar no más de 10 horas diarias, si pasarlo bien sin haber gastado ni un céntimo, si andar sin prisas por la calle, si rechazar ser competitivo con mis amigos, si volcar importancia a los sueños en vez de a los sistemas, si encontrar tiempo para jugar como un niño más en el parque, constituye o no un delito contra la sociedad en la que vivo.


A Manuel Marteles

 

                                                                   Recórtalo en pequeñas estrellas,

                                                                   y la faz del cielo será por él tan embellecida

                                                                   que el mundo se enamorará de la noche.

                                                                   (Shakespeare, Romeo y Julieta, III.ii. 22-24)

 

Afinidad vital, generacional, transgresora, empática simpatía y gusto por la boutade fueron algunas de las tantas coincidencias que en mi primera y larguísima juventud me acercaron al Grupo Forma y, en especial, a Manolo Marteles porque, además, la mutua atracción por el humor y el expresionismo tremendista propició que le pidiera ilustrar mi libro de cuentos, El desastre de nuestra fiestas, y, en diversas ocasiones, un puñado de cosas más, lo que hizo con la pródiga generosidad que le era consustancial.

Manolo, por otra parte era él mismo una ilustración. La ilustración del más cierto de los apotegmas, que es también el principio de la sabiduría hermética: Los extremos se tocan. Tierno y bruto, independiente y amigable, anarquista y comunista, familiar y sexista, ingenioso e ingenuo, clásico y moderno, valiente pero casero… Y así podríamos seguir hasta aburrir al párrafo.

Pero esto va para una revista de arte y sería culpable no tocar aquí lo que fue la pasión de su vida –tuvo muchas otras porque era escéptico y apasionado– y la actividad para la que estaba especialmente dotado. Contemplar una obra de Marteles es alegría y, luego, estupefacción; es risa loca y, después, mueca reflexiva, es percibir la fantasmagoría de la realidad y es sucumbir ante la magia del color que no le cabe en el alma y se expande al entorno. Es, sobre todo, una puesta en solfa de lo que llamamos realidad, del objetivismo, de la apariencia… Nada se salva del amor, del ridículo ni tampoco la mirada del contemplador. El cuestionamiento llega a la entraña del trabajo del artista: ¿qué es más naif decorar una entrada triunfal con un monumental coño abierto, como Marteles y el Vaso Solanas hicieron en su exposición para el paraninfo de la Universidad de Zaragoza, o censurarlo, que es lo que determinó el gobierno socialista de Aragón? Es difícil tomar una postura porque el caso suscita una enrevesada y endemoniada reflexión sin fin.

Sin embargo, su desbordante imaginación precisó de horizontes más amplios que los de la pintura para manifestarse y lo hizo escribiendo con la misma convicción y originalidad con la que se entregaba a los pinceles. Supongo que alguien tendrá el buen ojo y el buen gusto de editar su diversa y desperdigada obra, que casi siempre, él mismo se encargaba de editar artesanal y ricamente ilustrada. Siempre los títulos son fundamentales en el planteamiento de su escritura: Retratos de raza y gentes para una epopeya; Un retablo para Jesús Mingarro por Manuel Marteles, pintor dominguero; Adán Mingarro, patrimonio de la humanidad; Confesiones de un presbítero… En ellos, el mismo humor descabalado de sus dibujos, idéntica visión patética, burlesca y entrañable de ese animal que, por vestirse, se llama a sí  mismo hombre y, por eso mismo, enseña frecuentemente sus vergüenzas. 

Manolo desarrolló  el amor a los caballos porque era un caballo revolcándose en plena naturaleza. Solemos proclamar que la naturaleza es sabia y la naturaleza le atraía más que cualquier otra cosa en el mundo, quizá porque él era sabio y bueno, naturalmente. Esas dos últimas cualidades que, junto a la de santo, las abuelas solían pedir para sus nietos en la ceremonia del bautizo.

El día de su muerte, espontáneamente, pensé en dedicarle un soneto clásico, compuesto únicamente por adjetivos, cosa que, a lo largo de mi vida, sólo he hecho con otros tres amigos artistas. Como una lesión me impedía despedirme de él personalmente, pensé que el soneto tenía que tener algo más. Debía ser acróstico. A él le hubiera gustado el anacronismo del soneto y la obsolescencia del acróstico pero, aunque las catorce letras de Manuel Marteles venían pintiparadas para la estrofa, decidí  añadirle un verso más: convertirlo en soneto con estrambote. Así quedaba más raro y el título aún fungía con mayor propiedad: “A Manuel Marteles”.

                                            Audaz,  heterodoxo, original,                            

                                            Maestro, ingenuo, inconformista,                     

                                            Auténtico, rebelde, gran artista,                       

                                            Natural, gozador y sustancial.                                  

 

                                            Universal, dominguero, vital,

                                            Escéptico, feliz, animalista,

                                            Luminoso, irónico, humorista,

                                            Moderno, independiente y genial.

 

                                           Aprendiz, caballista, transgresor,

                                           Riente, hirsuto, inimitable,

                                           Tranquilo, iconoclasta y escritor.

 

                                           Epicúreo, humano, amigable,

                                           Libre, tierno, raro,  demoledor,

                                           Español, comprensivo y entrañable.

 

                                           Se trata de un jocundo y gran pintor.


Obras de Julia Mooses

 

En la muy refinada tienda de ropa Simbiosis, desde el 3 de julio se puede visitar la exposición de Julia Mooses, nacida en Zaragoza el año 1992 e hija del añorado fotógrafo Rudolf Mooses.

Estamos ante una técnica basada en impresiones digitales. Sobre fondos blancos, azules, rojos, verdes o marrones incorpora una temática basada en rostros de mujer, salvo en un caso que corresponde a un varón. El énfasis expresionista de los rostros, en color o solo en negro, queda evidente como clave para manifestar dispares sentimientos tipo tristeza, ternura y algún toque de fiereza. Los rostros femeninos tienen 1, 2, 3 y 5 ojos, mientras que el masculino tiene 2 ojos, como rasgos singulares que dan un fascinante toque a cada obra. Joven artista que vemos con gran futuro por esa mezcla de expresionismo e imaginación, sin olvidar el impecable uso del color.


Una silenciosa poética a la que puede resultar adictivo asomarse.

Carlos Buró, santanderino de origen aragonés pero formado y establecido en Cataluña, donde ha transcurrido casi toda su carrera artística, es un hombre de cultura internacional, a quien siempre le ha gustado fundir los homenajes eruditos a escuelas pictóricas dispares, especialmente los primitivos flamencos y la pintura renacentista italiana; pero en su larga trayectoria ha creado un universo propio de personajes enigmáticos, bodegones exquisitos, fantasiosas arquitecturas y límpidos paisajes. Maneja con parsimonia el pincel para no dejar ni rastro de su pincelada, con finos toques que se superponen sin relieve, lo que confiere mayor protagonismo a su excelente dibujo, aunque por otro lado es también un gran maestro del color, pues le gustan los cromatismos intensos, buscando a menudo llamativos contrastes de complementarios. Por todos estos referentes técnicos e iconográficos se le podría emparentar con la pittura colta que preconizaba el crítico Italo Mussa en los años ochenta, en pleno apogeo de la moda postmoderna y su gusto manierista por las citas histórico-artísticas. Pero lo suyo no fue flor de un día, pues ya venía de antes y ha seguido fiel a ese lenguaje poético cargado de metáforas con las que cautiva nuestra imaginación a base de silentes argumentos simbolistas, más evocativos que narrativos. Una estética entre historicista y surrealista que a veces parece emparentada con la de nuestro Natalio Bayo, quien es también artista de esta galería, pero en lugar de su triunfante tono épico en este caso se percibe una inspiración freudiana, donde no faltan ciertos pormenores escabrosos que traslucen angustias y pulsiones psicológicas por las que afloran atisbos de crueldad, sexo y violencia. A del Arte nos ha traído una selección muy representativa de lo mejor de Buró, sobre todo cuadros e incluso algún dibujo y grabado. Algunos están por lo demás primorosamente enmarcados. Merece la pena admirar todo detenidamente y, por qué no decirlo, comprar, pues me han llamado la atención sus precios nada excesivos para un artista consagrado y de tan laboriosa técnica. Quizá en ello esté también el peligro latente, pues si yo tuviera una obra de Buróen mi casa podría pasarme horas muertas escrutando cada pequeño detalle… ¡Ars longa, vita brevis!