Colectiva de gran interés

 

En la Sala Lanuza, desde el 21 de diciembre, se presenta una colectiva de gran interés.

Veamos los artistas figurativos. Ángel Pascual Rodrigo presenta un poético paisaje con la presencia del mar y varias islas. Eduardo Laborda tiene una figura alada, una fábrica con dos planos, cielo y tierra, dentro de colores grisáceos y negros. José Manuel Ruiz Monserrat tiene un cuadro de 2020 mediante un paisaje de alta montaña en verdes y figura femenina con cubo y esfera que simboliza a una Musa, tal como figura en el cuadro. También incorpora un  rostro de mujer conectado con el cubo. Manuel Marteles tiene un cuadro de pequeño formato mediante el interior de una habitación con gran jamón, cabeza de vaca y, al parecer, dos tartas. Colores muy entonados. Velásquez-Gómez, en realidad el escultor Arturo Gómez y la pintora Esperanza Velásquez, presentan, sobre fondo blanco, dos círculos blancos y uno marrón. En el lado izquierdo, a lápiz, tenemos un rostro masculino sonriendo con barba. Mariano Claver Lacambra participa con una obra de gran interés. Desde luego muy original, diferente. Sobre fondo blanco tiene en el centro un rectángulo amarillo sobre el que hay un toro y un torero a punto de clavar las banderillas. En ambos casos, torero y toro, hay unas excelente formas geométricas de impactantes colores. 

Veamos los artistas abstractos. Inmaculada Casado participa mediante formas expresivas de impactantes colores de notable variedad. Mariano Viejo Lobera tiene una abstracción con toques expresivos y cambiantes planos en rojos, negros, azules y amarillos. Paco Rallo tiene una intensa abstracción expresionista con pinceladas que imprimen movimiento. Fernando Cortés presenta una abstracción expresionista con rugosidades en la tela para mostrar cierto relieve. Obra muy entonada de color con azules como contraste. Borja Cortés presenta, sobre fondo blanco, una rejilla de metal que sujeta seis estructuras en colores oscuros y expresivos en las formas. Toque misterioso. Mariela García Vives, para concluir, participa con dos abstracciones basadas en esmaltes que son abstracciones de suaves colores y cambiantes formas. Exquisitez sin medida.


Carlos Velilla y María Cusachs. Prado R. Vielsa y Santiago Arranz

El 14 de octubre, en la galería A del Arte, se inauguraba una doble exposición. La de Carlos Velilla Lon, bajo el título Cesura, se presentó con un texto de José Ángel Cilleruelo, que, entre otras consideraciones señalaba: "De lo que se sabe (el color) y al mismo tiempo se ignora (lo coloreado). Un pie que al caminar se posa sobre un suelo que no es capaz de sostener el paso. El hundimiento, la inestabilidad, que los es de visión y de pensamiento, describe el acto de mirar como una fuga hacia su propia intemperie cromática". Estamos ante 15 cuadros de variados tamaños, mediano a grande, al servicio de abstracciones expresionistas móviles que trazan muy variadas formas. Variados colores con predominio de azules.

María Cusachs es una pintora de Barcelona que presentaba la exposición Camino de las Águilas. José Ángel Cilleruelo, en su texto señaló: "A partir de las sugerencias de su entramado, del carácter de los tejidos y de las texturas artesanas, la artista arranca y desarrolla su propia reflexión plástica, donde la estilización, la armonía y la sugerencia conforman los pilares de una poética tan asentada en la tradición como renovadora en imaginería". Estamos ante abstracciones geométricas con zonas expresivas. Si tenemos dos cuadros de gran belleza y toque misterioso, otras obras tienen fondo monocolor alterado por puntos blancos para ofrecer un hermoso contraste. A destacar un cuadro obra de arte en estado puro y bello hasta el aburrimiento, basado en azules y múltiples cuadrados. La exposición se cerraba con cuatro excelentes cuadros mediante muy variadas formas expresionistas. Como contraste a lo indicado tenemos dos esculturas mediante la encaústica. Su ámbito formal es equivalente a dos gorras, una en forma circular y otra ovalada, mientras que los colores son verde y verde oscuro. Muy buena artista. Sin límites.

 

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En la galería A del Arte, desde el 25 de noviembre, se pueden visitar las obras de Prado R. Vielsa y Santiago Arranz. El primero presenta, bajo el título Cartografías de luz III, un total de 27 obras que son acetatos capaces de posibilitar transparencia y flexibilidad. Abstracciones geométricas ondulantes de vivos colores y sublimes por belleza, tan capaces de atrapar cualquier imaginación. Belleza y belleza sin barreras como si un duende potenciara tanta capacidad de ser.

Santiago Arranz titula a su exposición Paisajes pasajeros. Estamos ante el paso de las estaciones mediante numerosos cuadros figurativos de muy pequeño formato. Queda claro el generalizado refinamiento, la dificultad por el formato y la irresistible atracción ante una belleza sin pausa.


Cuadros de Fernando Martín Godoy

En el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, desde el 6 de octubre, se puede visitar la exposición del pintor Fernando Martín Godoy bajo el título Mapa. Catálogo con textos de Luis Francisco Pérez y Chus Tudelilla Laguardia, ambos muy bien escritos y argumentados. Tenemos cuadros tan sublimes como  Alone in the Dark 9 (Paula Modershon-Beecker), 2014, o Alone in the Dark 10 (Picasso), 2014,  realizados mediante un fondo negro y un diminuto cuerpo con el rostro marcado por la mirada hacia un espacio infinito. Lo mismo puede afirmarse sobre otros dos motivos picassianos, con con caras que miran de frente o de perfil. Para el recuerdo quedará Colección, 2015, a base de un círculo blanco y como fondo formas geométricas en negros con diferente intensidad. Obra misteriosa. Mientras, Estudio, 2018, se basa en un fondo oscuro y en un primer plano diferentes papeles de variados tamaños para sugerir el trabajo acumulado.  En la misma línea tenemos Estudio lll, 2018. Por su parte Ciudad, 2007, muestra varios edificios oscuros recortados sobre un fondo blanco, mientras que Basura ll, 2009, plantea varias formas geométricas de notable belleza, sin que se vea con claridad el vínculo entre el título y el ámbito formal. Grupo de investigación, 2011, muestra un fondo oscuro con el perfil de un cuerpo masculino. Como contraste tenemos en un primer plano dos formas geométricas blancas. Obra con matices misteriosos. Arquitecto, 2013, plantea un fondo muy oscuro y una figura masculina que, en teoría, está mirando un tablero. A contar un triángulo blanco para romper tanta oscuridad.  Zaragoza desaparecida, 2021, es un muy hermoso cuadro, puro arte, con dominante fondo oscuro y en tonos más claros numerosos edificios. Ciudad (de ladrillo), 2021, muestra varios edificios de forma parcial. De mayor entidad que la obra anterior es Rastro, 2021, con numerosas formas geométricas en tonos oscuros y un par más claros. Tiene, sin duda, una latente belleza creativa. De 2018, 2019 y 2020 tenemos, para concluir, seis cuadros muy hermosos bajo los títulos Desastre y Gran desastre. Con dominantes tonos oscuros y toques blancos, como es su norma, tenemos muy numerosas formas geométricas que se apilan por doquier para mostrar cambiantes panoramas visuales.

Fernando Martín Godoy es, como artista, una absoluta garantía de calidad. Nunca falla. Produce la impresión de que le guía y protege una gloriosa divinidad venida desde el Olimpo hasta su estudio. Allí, entre ambos, perfilan los avatares de sus cuadros que pinta Martín Godoy y recibe el visto bueno del dios griego. Todo muy hermoso.


Rompepuertas: un proyecto para dinamizar los museos municipales de Zaragoza con jóvenes entre 16 y 21 años

Rompepuertas es un Grupo Joven residente en Museos Municipales dependientes del Servicio de Cultura. El proyecto surge con la intención de promover la participación y el consumo cultural entre el sector joven de la población zaragozana, específicamente entre las personas entre 16 y 21 años. Para lograr este objetivo se ha diseñado un plan de actuación a dos años vista en el que trabajar con un grupo de jóvenes de forma continuada. La intención es generar un grupo de trabajo activo que pueda promover la participación cultural entre sus pares a través de la programación de actividades especificas para su rango de edad.

Rompepuertas se divide en dos etapas. En la primera, que dura desde octubre de 2021 hasta junio de 2022, el equipo de participantes recibirá una formación interdisciplinar en museología, gestión cultural y creación. En la segunda parte, las y los miembros del equipo que así lo deseen pasarán a trabajar en comisiones de trabajo junto con los técnicos responsables del proyecto para promover actividades y acciones comunicativas que tengan un impacto real y que promuevan el consumo cultural entre jóvenes. En este sentido, Rompepuertas es un proyecto formativo y profesionalizador que incide en la participación ciudadana con un impacto tangible en la programación cultural de Zaragoza.

La motivación detrás de Rompepuertas es dinamizar al sector de la población que, de forma generalizada, se siente muy poco atraída por los museos: la gente joven. Esa falta de interés preocupa a los y las profesionales de museos ya que, se hace evidente un cambio drástico en los hábitos de consumo cultural (particularmente en museos) entre la infancia, la adolescencia y la primera juventud. La audiencia infantil visita de forma regular los museos, bien porque realizan visitas escolares o porque acuden a las programaciones familiares fuera del horario escolar. También se da una pequeña alza en el consumo entre las personas a partir de los 20 años, que empiezan a visitar museos por iniciativa personal, además de entrar en el circuito museístico de otras ciudades al hacer turismo de forma independiente. Sin embargo, la franja de edad entre los 15 y los 19 años es la que más acusa una falta de interés y de iniciativa por visitar museos o participar en sus programaciones. Si bien las causas de esta bajada en el consumo cultural están justificadas por múltiples factores propios de esa edad, desde lo museos y salas de exposiciones se valora la importancia que puede tener el arte en el desarrollo de las y los jóvenes. En primer lugar, por el papel fundamental que tiene el arte como herramienta para el desarrollo del pensamiento critico. En segundo lugar, por el bienestar que promueve el acceso y disfrute de la cultura en el corto, medio, y largo plazo. Y en última instancia, por la importancia de desarrollar audiencias adultas activas en el consumo y apreciación del patrimonio cultural e histórico, ya que es un parámetro de una sociedad sana.

Sin embargo, existe la potencialidad de atraer a las y los jóvenes a los museos a través de un cambio en el modelo de captación y fidelización de audiencias. Es decir, se ha de pasar de promover actividades con un carácter de consumo más tradicional, a hacerles participes de forma activa de la experiencia museística. En este sentido, algunos museos hoy día pretenden hacer un viraje en su forma de comprender y desarrollar programas que involucren a los y las jóvenes. Esta transformación ha de darse a través del desarrollo de iniciativas que tengan en cuenta sus ideas, sus gustos, su consumo cultural y sus formas de comunicarse. Este tipo de métodos de trabajo están extendidos a nivel tanto estatal como internacional con programas como son equipo 1517 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía; Cancha Libre en la Sala Rekalde; Teen Creative Agency en Museum of Contemporary Art of Chicago; Room to Rise, proyecto multi-anual entre el Whitney Museum of American Art, the Walker Art Center, the Contemporary Arts Museum Houston, y The Museum of Contemporary Art, Los Angeles, entre otros. La gran variedad y cantidad de propuestas que se llevan desarrollando en esta línea evidencia la necesidad de trabajar con el público joven desde iniciativas más inclusivas y que promuevan la proactividad y la formación entre las y los participantes.

Y desde esta perspectiva surge Rompepuertas. En este primer año el equipo coordinador ha diseñado un programa en el que el grupo de 17 jóvenes itinerará por cada uno de los museos municipales dependientes del Servicio de Cultura. En cada museo se desarrollará una estancia de cuatro sesiones en las que se conocerá la colección de dicho museo, se aprenderán habilidades profesionales del campo de la museología y la gestión cultural de la mano de los técnicos de museos de Zaragoza, y se participará en un taller creativo liderado por artistas de reconocido prestigio.

Asimismo, a cada uno de estos museos se les ha asignado una temática que sirve como hilo conductor para aunar su colección con el presente y que guiará el proceso de aprendizaje y los contenidos de cada taller de artista. Por ejemplo, en el Museo del Foro de Caesaraugusta las y los participantes se centrarán en el foro romano para reflexionar y crear sobre la idea de un foro contemporáneo en nuestra ciudad. Para ello trabajarán de la mano del colectivo Desmusea. Otros artistas invitados son Gejo de Sinope, Sonia Lanuzza, Basurama y Sergio Muro.

Por otro lado, se prevé que el equipo Rompepuertas tenga su propio perfil en una red social y que lo co-gestione junto con el equipo coordinador. Cuando el programa termine en abril 2022 las y los participantes habrán desarrollado herramientas creativas y profesionales para poder trabajar en equipo y diseñas y ejecutar programación cultural de su propia creación, siempre apoyados por el equipo de Zaragoza Museos y de la coordinación del proyecto. En este sentido, se prevé la creación de un festival diseñado por jóvenes y para jóvenes durante junio 2022.


Gonzalo Tena, infatigable pintor abstracto y conceptual

Desde que Gonzalo Tena ganó el Premio Aragón Goya en 2017 el IAACC le debía una gran exposición, retrasada por la pandemia, aunque por lo visto durante el confinamiento el artista redobló su productividad. Nada más entrar a esta antológica de su obra más reciente uno queda inevitablemente impresionado por la cantidad de trabajo que hay allí reunido. Y también por la coherencia global del conjunto que, siendo muy variado, resulta en todo momento muy congruente con la trayectoria previa de este veterano artista, que alcanzó la fama por ser uno de los miembros del grupo Trama en 1973-78. Su colega de entonces José Manuel Broto expuso en este mismo espacio a principios de año y también en aquella muestra quedaba de manifiesto la fidelidad a los planteamientos estéticos del movimiento pintura-pintura, pero en su caso los juegos cromáticos abstractos de concienzuda bidimensionalidad discurrían en cuadros de grandes formatos; en cambio, Tena ha llenado esta enorme sala con infinidad de soportes de reducido tamaño. El efecto envolvente de estética zen sigue siendo el mismo, pero ahora es el resultado de sumar series de estrechas cartulinas que se alargan horizontalmente, como los makimonos japoneses. Por supuesto, los ornamentales arabescos de color evitan contar o evocar ningún tema argumental, pero paradójicamente en esta muestra cobran total protagonismo los grafismos y escrituras, pues si hay un denominador común en la gran variedad de obras aquí presentadas es sobre todo la pasión literaria de Gonzalo Tena. De hecho, se publica un inspirado poema suyo en el catálogo, donde su sobrino Leo Tena, comisario de la exposición, le define como “El lector que pinta” y llega a afirmar que las letras son su vida. Al parecer, los trabajos más antiguos de esta exposición, que datan de 2013, son automatismos expresionistas en homenaje a la narrativa experimental de Gertrude Stein y luego también hay otros títulos que hacen referencia a los escritos de Miguel Servet o a algunos místicos. De ahí no le ha sido difícil al pintor trasladar su admiración a los glifos de la enigmática escritura “rongorongo” propia de la isla de Pascua, o a los ideogramas y fonogramas de la misteriosa escritura maya o a quien la descifró, el erudito ruso Yuri Knórosov. Por otro lado, también ha jugado mucho con nuestro alfabeto, que deriva del abecedario fenicio, inventado a partir de dibujos simbólicos… Desde el punto de vista histórico-artístico se podría relacionar el amplio registro estilístico abarcado en esta exposición con el minimalismo –que algunos críticos norteamiercanos prefirieron denominar “ABC Art”– y con diversas corrientes de tipo conceptual, que van desde los garabatos repetitivos a la manera de Hanne Darboven o de las escrituras emborronadas de Irma Blank a los letreros seriados del japonés On Kawara –es inevitable acordarse de sus calendarios al contemplar la serie diaadia de Tena, en la que cada una de las 69 cartulinas lleva escrito el día de la semana y la fecha correspondiente de 2018. Wittgenstein, Motherwell, Oldenburg, o Magritte son otras referencias a las que alude en el catálogo Alejandro Ratia, a quien gustan particularmente las tautologías y divertidos juegos irónicos que emparentan a este creador turolense con cierta veta somarda aragonesa, como en la serie Pinturas negras –donde cada cartulina lleva rotulada la palabra “negro” con vivos colores– y también le saca mucho partido a la titulada Colores falsos –en la que va escribiendo el nombre de un color que no coincide nunca ni con el cromatismo ni de las letras ni con el del fondo–. En lo que a mí respecta, mis favoritas son las piezas que se distinguen del resto por su soporte y concepción, realizadas con rotulador sobre PVC de formato rectangular canónico: sobre todo la serie que combina sopas de letras e ideogramas, muy apropiadamente titulada Figuras sobre texto. En cada una de ellas me he entretenido tratando de leer mensajes y de reconocer rasgos significativos, emulando al propio Tena en el vídeo documental de 2013-15 Bruegel Oculto, dirigido por José Miguel Iranzo, que es un excelente complemento a esta exposición.


8 x 8. Colección de pintura Cortes de Aragón

Las Cortes de Aragón exponen ocho obras pictóricas de su colección, la selección ha sido realizada por ocho escritores aragoneses o vinculados con Aragón, el modo de efectuarla ha sido mediante una elección personal tras contemplar los fondos que esta Institución ha reunido durante cuarenta años. Muchas veces se les ha pedido a escritores que vuelquen su creatividad y su percepción a través de lo que les evoca una obra de arte, como si se tratase de una mancha de Rorschach, o éstos de modo propio deciden manifestarse a través de las emociones que les produce. Esta coordinación entre escritor y artista por la elección libre del pintor y la obra, puede realizarse a través de un flechazo que posteriormente se convierte en diálogo con la obra, o a través de la convivencia con la obra, como es el caso de la película de Domingo Moreno, Vislumbre, donde tres escritores, Adolfo Ayuso, Soledad Puértolas y Fernando Sanmartín, conviven cada uno con un cuadro del artista Ignacio Fortún y nos cuentan las sensaciones que este vivir diario con la obra les va produciendo.

En la exposición que nos ocupa, Patricia Esteban Erlés ha elegido la obra de Ignacio Fortún Avenida de América (2006), sobre placa de zinc, perteneciente a su serie Tránsito, en la que quedamente cuenta historias de las tristes e impersonales estaciones de autobuses, andenes, salas de espera.. .En el texto, Ida, la autora rememora viajes de fin de semana realizados en otros tiempos, imaginando en la somnolencia de la noche vidas de otros pasajeros. Cuadro nocturno en el que la luz es protagonista como en Vista de Zaragoza al anochecer (2009) de Pepe Cerdá, pintor que domina totalmente las luces, y que inspira a Ignacio Martínez de Pisón, que destaca la atípica vista de la ciudad, ya que no se centra en sus monumentos, sino en una carretera secundaria, con torres de alta tensión y próxima a las vías del tren.

Irene Vallejo, la autora que con tanta sensibilidad nos ha introducido en el mundo clásico, se decanta por Un jardín para Petronila (2016), de Lina Vila, acuarela realizada para la Sala de Doña Petronila en Huesca, en el que a modo de detalle del idílico Jardín del Paraíso, rememora la vida retirada que llevó la reina tras la abdicación en su hijo Alfonso II. Vallejo escribe Paraiso confinado, en el que cuenta los orígenes del jardín como espacio de reclusión para la mujer, tras tratar los espacios y temas vetados a las mujeres pintoras, se refiere a esta obra como la belleza que no se deja domesticar. Otra obra de connotaciones íntimas es el cuadro de María Buil, Cuando se ha vencido el miedo I (1999), un interior, una anciana sentada en un oscuro rincón de una habitación casi vacía, obra en la que encontramos un clásico juego de espejos. Esta obra sugiere a Manuel Vilas Mortal y negro, un relato pesimista sobre la mujer representada que puede ser cualquier mujer, que él podría haber conocido, y a la que la muerte le está acechando.

Julio José Ordovás selecciona El retrato imaginario de José de la Canal (1978), de Antonio Saura, en el que sobre el sobrio fondo clásico representa de forma abstracta expresionista, en blanco y negro, al imaginado retratado, como forma de desacralizar los grandes retratos de personajes históricos. En esta misma línea escribe Ordovás España Sagrada, infinita relación de vocablos eclesiásticos, referencias a un catolicismo rancio, férreo, casi olvidado, de cilicios, purgatorio, y calderas en el infierno. También dentro de la abstracción se encuentra la obra elegida por Soledad Puértolas, Tu y yo (1952) de Fermín Aguayo, de su etapa zaragozana.  En esta obra de tintes cubistas con negros trazos expresionistas, predominan los tonos sombríos tierras, verdes y grises. No es la primera vez que Puértolas escribe, conferencia o habla sobre pintura, y no es tampoco la primera vez que elige un cuadro de este pintor, afirma que la pintura de Aguayo ejerce sobre ella un poder mágico dejándole sensación de melancolía y misterio.

Coche (2006) de Fernando Martín Godoy, inspira Película con coche a Daniel Gascón, que imagina un detallado relato en el que el sol de la tarde y una familia que va de visita son los protagonistas, a la par que el interior de una casa y del coche. El cuadro de Martín Godoy de casi un único color rojo anaranjado lleno de matices, presenta un escenario vacío en el que a la manera de la pintura metafísica hay total ausencia de vida. Igual que vacía esta la España rural que Sergio del Molino, describe en su libro La España vacía, autor que escoge la obra de José Beulas, Desertización de Cuarte (1984), contemplamos un paisaje dominado por pequeños montes de pobre vegetación que limitan la tierra arada de hendiduras casi negras, alternadas con tonos sienas y pajizos. Del Molino ve, al igual que el artista, la belleza de los surcos arañados en la aridez de esta tierra nuestra, y habla de amor al primer zarpazo, de paisajes de gusto adquirido, que exigen una disciplina, un método.

Arte y literatura se unen en fecunda interacción, cada escritor aporta a la obra elegida su propio arte, su mirada única entre las infinitas miradas posibles.


La empresa MURESA y su importante contribución al muralismo cerámico de Zaragoza.

El muralismo cerámico.

Los antecedentes y los primeros ejemplos de muralismo cerámico moderno de Zaragoza fueron desarrollados por el artista ceramista Eduardo Alfonso Cuní por encargo de arquitectos como Teodoro de los Ríos y José de Yarza García para algunos de los nuevos edificios que proyectaron en la década de los 60 en la ciudad. Una de las primeras obras que se conservan data del año 1964 y fue realizada para el Hotel Goya de Zaragoza; posteriormente, en 1966, realiza los murales cerámicos para el conjunto arquitectónico de uso residencial de las calles San Miguel 12 e Isaac Peral 1 y 1 duplicado y, a continuación, los conjuntos cerámicos del antiguo Hotel Corona de Aragón de 1967, en la avenida César Augusto, 13.

Poco a poco, el muralismo cerámico se va integrando de forma más frecuente en los proyectos de los arquitectos de la época debido a sus notables ventajas[1] sobre el muralismo pictórico imperante hasta el momento. La cerámica es un material que ofrece mayor resistencia y durabilidad que las pinturas murales que tienen un mantenimiento más exigente, por lo que facilita su integración mural en fachadas exteriores de los edificios, expuestas a la intemperie como en el caso de los murales del hotel Corona, y en las entradas y zonas de tránsito de los edificios residenciales. Además, el desarrollo y avance técnico de los hornos permite crear murales cerámicos de grandes dimensiones y con un volumen superficial que los aproxima a los altorrelieves en algunos casos, como veremos.

Todo esto estimula la recuperación[2] de la cerámica artística y decorativa para integrarla en aplicaciones murales en los diseños arquitectónicos, desarrollándose una práctica artística singular en esta época: el muralismo cerámico.

Figura 1. Mural cerámico de Ángel Grávalos en Gran Vía, 24 (1972)

Pero, a modo de introducción, conviene definir qué es el muralismo cerámico. Nos referimos al muralismo cerámico para hablar de las manifestaciones y creaciones cerámicas con identidad propia realizadas con el objetivo de ser integradas en la arquitectura como aplicación mural y que tienen un desarrollo narrativo y una intencionalidad artística que las define como obras individualizadas y únicas.

En este contexto tanto técnico como artístico, es, precisamente, cuando se va definiendo el gusto de la época por la cerámica mural y los arquitectos fomentan su integración en los diseños constructivos que están realizando en una ciudad en expansión. Recordemos que, a partir de los años sesenta, Zaragoza se convierte en una ciudad en crecimiento[3] que ve cómo, de forma paulatina, va llegando población migrante procedente, fundamentalmente, de poblaciones rurales limítrofes surgiendo una demanda de zonas urbanas y servicios que acojan esta nueva población. De forma paralela a la expansión de la ciudad y el crecimiento de los barrios con esas nuevas zonas residenciales, se produce un crecimiento económico que genera la creación de nuevos servicios como hoteles, cines, edificios de oficinas, lugares de culto, hospitales, comercios, restaurantes y cafés en los que la presencia de la cerámica decorativa mural se convierte en algo habitual.

Este desarrollo urbanístico de la ciudad y la creciente demanda que se produjo de integrar los murales cerámicos en los diseños arquitectónicos fomentó el desarrollo y producción de esta parte del patrimonio y, en consecuencia, surgieron talleres cerámicos y empresas que vieron en esto una línea de desarrollo creativo desde finales de los años 60 y, sobre todo, durante la década de los 70. Es el caso de la empresa MURESA, Murales y Recubrimientos S.A. y de otros talleres locales como GEOM C y Cerámica Val que desarrollan su actividad dentro del muralismo cerámico. Esta última, la empresa familiar Cerámica Val ya existía desde los años 50, pero es en esta época cuando dedica una parte de su producción al muralismo cerámico, actividad que, en mayor o menor medida, ha mantenido hasta nuestros días gracias a encargos comerciales.

 

La empresa Murales y Recubrimientos S.A. (MURESA)

MURESA fue una empresa creada en 1969 por Andrés Galdeano y Ángel Grávalos dedicada a la producción de cerámica artística con aplicación mural: desde muralismo cerámico de grandes dimensiones y de integración arquitectónica a decoraciones murales cerámicas, pasando por cerámicas y azulejos de carácter artístico y placas cerámicas.

Su aparición en la escena del muralismo cerámico del momento supuso un punto de inflexión ya que, de sus instalaciones, salieron un buen número de los maravillosos murales que todavía hoy conservamos en nuestra ciudad. Pero antes de centrarnos en la factoría cerámica, vamos a dar unas breves pinceladas biográficas[4] sobre sus creadores.

Andrés Sánchez Sanz de Galdeano (Arcos de la Frontera, 1939-Zaragoza, 2004) fue un artista pintor y ceramista autodidacta. En 1959, su familia se traslada a Zaragoza donde fijan su residencia y donde permanecerá hasta su muerte. En 1961 comienza a trabajar la cerámica que le abre nuevas vías de experimentación y se dedica a ella hasta los 80 cuando vuelve a la pintura. Durante estos años, adquiere gran perfección técnica en la cerámica en todas sus aplicaciones.

Ángel Grávalos (Zaragoza, 1944) es un artista con formación en arquitectura técnica. En 1962 fue a Madrid a cursar los estudios de Aparejador[5], como se denominaba en la época los estudios de Arquitectura Técnica, y también realizó tres años de arquitectura. Trabajó como aparejador en la Caja de Ahorros de la Inmaculada y fue fundador de la Sociedad de Tasación de las Cajas de Ahorros –en la actualidad TINSA- además de la empresa MURESA. De forma paralela a su carrera profesional como aparejador, desarrolló una carrera artística que vio en MURESA el lugar perfecto donde dar rienda suelta a su ingenio creativo. A lo largo de su carrera, ha trabajado la cerámica artística tanto exenta como mural, la pintura, la ilustración, la escultura[6], la escritura y, en la actualidad, mantiene una actividad como pintor.

Ahora sí, volvamos a MURESA. Los dos artistas, Andrés Galdeano y Ángel Grávalos que ya se conocían con anterioridad, viendo el desarrollo y éxito que está logrando la cerámica mural, deciden, a finales de los años 60, crear de forma conjunta una empresa especializada en cerámica artística con aplicación mural, en la que se van a producir, como hemos mencionado anteriormente, revestimientos cerámicos, tanto murales cerámicos como decoración mural cerámica. La exigencia de la producción y de la logística necesaria requería de unas infraestructuras y espacios lo suficientemente amplios como para poder instalarse en unas condiciones de calidad. El emplazamiento elegido para acoger la nueva empresa será el polígono industrial Cogullada, en aquel momento a las afueras de la ciudad, donde había naves industriales con espacio suficiente para ubicar todo lo necesario: la zona de taller, de producción, de estirado, de cocción con los hornos y de almacenamiento.

Con MURESA instalada y funcionando, ambos artistas encuentran todo lo necesario para desarrollar su labor profesional y poder realizar una profunda investigación y transitar por nuevas vías de experimentación en la cerámica artística de vanguardia. Y, esa experimentación, va aumentando a medida que aumentan los encargos profesionales en los que van desplegando toda su pulsión creativa. Galdeano[7], con gran experiencia previa en la cerámica, consolida unas vías comerciales y artísticas en las que muy pronto Grávalos va encontrando su propio lugar, a pesar de las naturales influencias que Galdeano produce sobre su obra inicial.

Parece evidente pensar que toda la producción muralista realizada por ambos artistas durante el período de actividad de la empresa esté producida en MURESA. Y así lo atestiguan las inscripciones de la mayor parte de los propios murales encontrados, sobre todo, los producidos por Grávalos. Ángel se muestra más metódico a la hora de dejar la impronta de la empresa y la ciudad –que siempre incluía– junto a su firma. La gran mayoría de los murales documentados que están producidos por él llevan la inscripción: “A. GRAVALOS, MURESA, ZARAGOZA” y en muchos de los casos el año de producción. Pero, no es así en el caso de Galdeano que parece menos riguroso a la hora de marcar los murales realizados en MURESA, ya que únicamente pone su firma (“Galdeano”) y, en todo caso, el año. Son muy pocos los casos en los que añade la marca de la empresa[8] y el nombre de Zaragoza. Así que aunque los trabajemos con cautela, todos los murales realizados durante los años de vida de la empresa, los entenderemos como producidos en ella. En el caso de terceros artistas, sí que suele aparecer la referencia clara de su filiación al taller, véase el caso de murales realizados por Gomballest, Jesús Barranco o Alfredo Díaz, de quienes hablaremos brevemente más adelante como colaboradores.

La mayor parte de la producción muralista de la empresa MURESA estuvo promovida por encargos privados que los arquitectos realizaron para integrarlos en sus proyectos, mayoritariamente, de uso residencial donde se instalaban en las zonas de acceso, zaguanes y patios interiores. Otros provienen de encargos para interiores de bares y edificios de oficinas. Por ello, al estar en espacios interiores, no han sido considerados en estudios previos de arte público o en sus respectivos catálogos[9] así que apenas hay información publicada sobre ellos.

No podemos entrar en detalles y hacer un análisis pormenorizado de cada uno de los murales cerámicos producidos en MURESA que hemos documentado[10] puesto que la enumeración sería muy larga y tampoco es el objeto de esta publicación. Para los murales conocidos, remitimos al “Catálogo de obras de Arte Público de Zaragoza”, resultado de un convenio entre el Ayuntamiento de Zaragoza y la Universidad de Zaragoza y coordinado por los profesores Manuel García Guatas y Jesús Pedro Lorente, donde se incluyen los murales cerámicos instalados en la esfera de lo público. Y, para los murales ubicados en interiores, remitimos a la cuenta @ZaragozaModerna que hemos creado en Instagram y donde difundimos, comunicamos y ponemos en valor toda la producción muralista de esta época.

Pero, aunque no podamos entrar en detalle, sí que queremos destacar la ingente producción cerámica que realizan tanto Grávalos como Galdeano y, más adelante, Gomballest –artista ceramista que incluso llegó a ser socio de la empresa en la última etapa de la misma– y que supuso un importante desarrollo para este tipo de arte aplicado a la arquitectura. Producción que no solo se centró en la creación muralista sino que también produjeron otros tipos de revestimientos cerámicos de menor entidad artística, pero de igual interés, que usaron para aplicaciones murales, en muchas ocasiones, junto a los propios murales o frisos cerámicos[11].

Figura 2. Mural cerámico de Gomballest (1974)

Durante los seis años de intensa actividad que tuvo la empresa, MURESA se convierte en el principal taller creativo local dedicado a la cerámica de vanguardia con aplicación mural. Las obras que salen de sus hornos van instalándose en diferentes ubicaciones[12] de la ciudad, provocando una efervescencia creativa que, al mismo tiempo, van asimilando otros talleres y artistas en esta década aunque, con el paso de los años y el cambio de las modas, parece que esta floreciente actividad comienza a decaer reduciendo el número de talleres.

En 1975, antes de producirse el traslado a las nuevas instalaciones en el polígono industrial de Malpica[13], la empresa MURESA da fin a su actividad artística y profesional poniendo punto y final a una factoría de la que salieron algunos de los murales más importantes y representativos de esta época. A partir de este momento, los artistas que venían realizando sus obras en esta empresa, buscan nuevos talleres cerámicos donde producir sus obras muralistas. Este cambio hacia nuevos talleres es muy significativo y visible, por ejemplo en el entorno urbanístico proyectado por José de Yarza García en la zona delimitada por las calles Vía Univérsitas (4-6) y San Juan Bosco, donde encontramos dos murales cerámicos firmados por Gomballest, uno de ellos de 1975 y producido en MURESA (según firma en el mural) y, el otro, realizado varios meses después y fechado ya en 1976 produciéndose en el taller Cerámica Val (también según firma en el mural).

La factoría MURESA supuso un factor fundamental en el desarrollo del muralismo cerámico de Zaragoza y su aportación es esencial para entender la creación de cerámica artística de la época y para el patrimonio cultural de la ciudad de Zaragoza gracias al legado que dejó. Un legado que debemos poner en valor para su protección y conservación.

 

Los artistas colaboradores de Muresa.

Gomballest, el pseudónimo artístico de José María González Ballesteros (Albacete, 1947) fue uno de los artistas que más producción muralista realizó en la factoría MURESA después, obviamente, de sus creadores, Galdeano y Grávalos. Su colaboración fue intensa y frecuente, de hecho, adquiere tal importancia en la producción de la factoría que, como ya hemos adelantado con anterioridad, entra como socio en la empresa durante su última época trabajando, sobre todo, con Grávalos.

En su obra, es evidente la influencia de Grávalos, tanto a nivel compositivo donde vemos muchos paralelismos en las geometrías de las figuras centrales, como en el trabajo de las texturas y relieves superficiales. Es más, Gomballest incluso llega a realizar la producción de los murales diseñados por Grávalos como hemos documentado en un ejemplo[14]. Pero esto no significa que no desarrolle un estilo personal ni le quita importancia a su producción artística. Hay murales tanto de carácter abstracto como figurativo de Gomballest que son auténticas joyas de esta época; solo basta con visitar los instalados en el interior de la finca ubicada en la calle Joaquín Soler 8 (figura 2) y el que está en el hall de entrada del edificio Aída. En nuestra labor de investigación, hemos documentado seis murales cerámicos firmados por Gomballest en los que aparece la mención expresa a haber sido producidos[15] en MURESA.

Alfredo Díaz "ALDI" (Mendavia, 1945 – Pamplona, 2008) y Jesús Barranco (Zaragoza, 1952) también fueron dos artistas colaboradores frecuentes que trabajaron en MURESA. Comienzan su actividad en la cerámica en esta empresa en 1972, según indica Sonia Arilla (“Catálogo de Arte Público de Zaragoza”) dedicando parte de su actividad a la producción industrial de azulejos y revestimientos cerámicos. Dentro de su producción artística, destacan los murales de grandes dimensiones que realizaron en MURESA de gran calidad artística, como el realizado para el pasaje Sanclemente. Su obra conjunta tiene un carácter simbólico muy representativo y característico al igual que el volumen con el que trabajan los murales que los aproxima a los altorrelieves. El mural que ambos realizaron para la cafetería restaurante Faustino es otro gran ejemplo de su producción conjunta en esta época.

Las obras de MURESA fuera de Zaragoza.

Es muy significativo que la obra muralista de MURESA no se circunscriba únicamente a la ciudad de Zaragoza y alrededores[16], donde estaba asentada y en la que mayor volumen de trabajo desarrollaba para las integraciones murales en los edificios de arquitectos como los Yarza o los Borobio con quiénes colaboraron habitualmente, sino que también exportaron producciones cerámicas a otras comunidades autónomas limítrofes, donde encontramos bellos ejemplos de muralismo cerámico realizados tanto por Grávalos como por Gomballest.

Uno de los ejemplos más conocidos son los murales que Grávalos realiza en 1974 para el edificio "Las Américas" en la calle Muntaner 277 (Figura 3) y que constituyen un excelente conjunto muralista formado por varios frisos cerámicos. Fue, sin duda, uno de los encargos de mayor envergadura que la empresa recibe del exterior de Zaragoza y que representa la proyección artística y solvencia técnica que tanto Grávalos como MURESA estaban alcanzando durante estos años. Ángel Grávalos realiza todo el desarrollo narrativo de los frisos de las cuatro fachadas de dos pabellones interiores dentro del bloque residencial de Las Américas[17] así como en los del edificio principal en los que colabora también Gomballest (como se puede ver en un lateral donde aparece la inscripción "Gomballest 1974". Se trata de un conjunto que puede recordar por su forma y disposición al desarrollado para el friso del edificio del Rectorado de la Universidad de Zaragoza pero con un rico desarrollo cromático con predominancia de tonos azules y marrones sobre los que destacan formas naranjas. La composición es abstracta con predominancia de formas geométricas. Sobre los frisos de todas las fachadas, podemos leer inscripciones con su firma en mayúsculas y, a continuación, MURESA y Zaragoza ("A. GRAVALOS MURESA ZARAGOZA").

 

Figura 3. Frisos cerámicos del edificio Las Américas Figura 4. Detalle del mural. Fotografía: Adrià González

 

Pero, además de esta singular obra de Las Américas en Barcelona, nos encontramos también otro ejemplo de mural cerámico realizado, en este caso, por Gomballest para la desaparecida empresa leridana Construcciones Griñò en el municipio Les Borges Blanques (Lleida). Este negocio estaba ubicado en la calle Marquès d’Olivart, 10 y para decorar la entrada encargaron un mural cerámico a MURESA (figura 4) que todavía a día de hoy se mantiene en su ubicación original, aunque un poco deslucido por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. Esta obra es muy característica de la producción cerámica que MURESA y, en concreto Grávalos y Gomballest, realizan durante estos años que transcurren del 73 al 75. Se trata de un mural con un rico y brillante cromatismo de tonos azules, sobre los que resaltan amarillos y rojos y que está realizado una gran riqueza de texturas superficiales creadas a partir de impresiones de diferentes objetos siguiendo un ritmo geométrico de carácter abstracto. Esta obra tiene muchos puntos en común con la que encontramos en la Urbanización Amelia de Cuarte de Huerva, también realizada por Gomballest.

Seguramente no fueron los únicos encargos que la empresa realiza en Cataluña o, incluso, en otras ciudades como en Madrid, donde Grávalos realizó un mural cerámico para la cafetería Ríofrío[18], en la Plaza de Colón –también producido en MURESA–, aunque no los tengamos documentados por el momento. Esta actividad en el exterior es debida, por una parte, al contexto histórico en el que se desarrolla el muralismo cerámico y las tendencias de integración de la cerámica artística con aplicación mural del momento pero, sin duda, por otro lado, es muy significativo de la importancia que la empresa MURESA había adquirido en este tiempo y que pudo ser equiparable a la de otras empresas de cerámica artística que trabajaban a nivel nacional, como Bono&Novo o la empresa Germinal[19] dedicada al muralismo cerámico industrial y que tanto éxito comercial tuvieron durante los años 70.

 

Las placas cerámicas comerciales de MURESA: muralismo en pequeño formato.

Viendo el éxito de la cerámica con aplicación mural y la popularización que el muralismo cerámico estaba teniendo en estos años, MURESA diseñó una línea de producción cerámica mucho más comercial dirigida, fundamentalmente, para un uso doméstico y para un público mucho más generalista. Se trata de una producción –en ocasiones muy intensiva según palabas[20] del propio Grávalos- en formato de placa cerámica de dimensiones variables –aunque predominan los formatos de 50x50cm– presentada sobre madera, a veces enmarcada con perfil metálico, y que sigue los patrones y diseños compositivos tan característicos de los artistas con unas dimensiones menores lo que hace que sus desarrollos narrativos estén más contenidos, reduciéndose a diseños mucho más simplificados pero manteniendo todo el carácter e intencionalidad artística.

Aunque, si bien siguen siendo productos singulares y de cierta exclusividad, su precio los hace más asequibles obteniendo un éxito comercial en la época. Por ello, hoy en día podemos encontrar placas cerámicas firmadas por Galdeano, Grávalos o bajo la firma genérica MURESA en muchos hogares de la ciudad o, ahora, en algunas tiendas de antigüedades debido a las derivas de las modas y son un buen ejemplo de cerámica artística mural que bien requiere un estudio más detallado y en profundidad.

Figura 5. Placas cerámicas comerciales de MURESA.

 

 



Notas:

[1] Es un tema que ha abordado la principal investigadora sobre el tema, Sonia Arilla Satué (Arilla, 2016).

[2] El uso de la cerámica decorativa con aplicación mural ha estado presente en la tradición arquitectónica desde sus orígenes.

[3] En 1965 Zaragoza es declarada como Polo de Promoción y de Desarrollo Industrial.

[4] La biografía de Galdeano es mucho más conocida y se ha escrito más sobre él, sin embargo, sobre Grávalos hay menos referencias biográficas y artísticas.

[5] En 1968 cambia la denominación a estudios de Arquitectura Técnica.

[6] Una de sus esculturas más célebres es “El zapatero” ubicada en Brea de Aragón. Además, durante varios años diseñó las esculturas conmemorativas del Colegio oficial de aparejadores y arquitectos técnicos de Zaragoza, sede donde, por cierto, hay un mural cerámico suyo.

[7] Galdeano ya conocía el negocio de la cerámica por la tienda que creó junto a su esposa y la Galería Galdeano donde expondrá posteriormente sus obras cerámicas.

[8] Uno de los pocos murales en los que lo añade es en el mural ubicado en la entrada del edificio de viviendas de la calle de la Paz nº 7.

[9] Catálogo de Arte Público del Ayuntamiento de Zaragoza que está compuesto únicamente por las obras en espacios públicos.

[10] Toda la investigación realizada por los autores se publica en el perfil de Instagram @ZaragozaModerna.

[11] Ver el  conjunto de frisos cerámicos realizados por Grávalos en Vicente Berdusán números 40, 42 y 44 donde introducen azulejo artístico junto a los murales.

[12] Se van concentrando en entornos urbanos de forma paralela al crecimiento de la ciudad en esa época, principalmente, en los distritos Centro y Romareda/Universidad aunque también encontramos ejemplos en otras zonas, como en Delicias.

[13] La empresa compró un nuevo edificio en Malpica donde iban a trasladar las instalaciones de MURESA pero cerró antes de producirse el traslado, viéndose obligados a vender el nuevo edificio.

[14] Es el caso del mural ubicado en el número 67 de la avenida de Goya, donde vemos la inscripción “Boceto de A. Grávalos, por Gomballest. MURESA”

[15] Hemos documentado otros murales de Gomballest realizados en las fechas de actividad de MURESA pero en los que no aparecen inscripciones ni referencia específica, por lo que no los incluimos en esta relación.

[16] En la urbanización Amelia de Cuarte de Huerva, en la calle Moreras 15, hay un mural cerámico firmado por Gomballest y producido en MURESA, fechado hacia 1973-74.

[17] El mural cerámico que está en la fachada principal y rotulado con el nombre del edificio “LES AMERIQUES” es obra de Julio Bono realizado en su empresa Bono&Novo.

[18] La cafetería Riofrío fue un lugar emblemático del Madrid de los 60 y 70 que cerró en 2014. En su interior, tenía un mural realizado por Grávalos del que se desconoce su estado y ubicación actual.

[19] La empresa Germinal estuvo ubicada en Corella (Navarra) según información facilitada por el investigador y ceramista Fidel Ferrando.

[20] Según conversaciones mantenidas entre Ángel Grávalos y el propio autor del artículo.


Nicholas Nixon en el Château d’Eau de Toulouse: una ínfima distancia

El Château d’Eau es uno de los centros de exposición de fotografía más prestigiosos de Francia. Fue fundado en 1974 por el fotógrafo occitano Jean Dieuzaide, convirtiéndose en la primera galería pública francesa dedicada a la exposición de fotografía, ubicada en una antigua instalación hidráulica junto al Garona, abandonada y amenazada por una inminente demolición. Desde entonces, importantes artistas franceses y extranjeros han pasado por las salas de esta galería, que cuenta además con una interesante biblioteca especializada en historia de la fotografía.

Nicholas Nixon (Detroit, 1947) es un reconocido fotógrafo norteamericano. Su actividad como creador ha venido acompañada de una labor como docente de fotografía en el Massachusetts College of Art de Boston. Su estilo fotográfico ha sido comparado con la obra de importantes fotoperiodistas como Walker Evans, cuyos célebres trabajos para la Farm Security Administration inmortalizaron la Gran Depresión americana de los años 30. Al igual que Evans, la fotografía de Nixon se ha mostrado comprometida con algunas de las crisis más importantes que ha vivido la humanidad en las últimas décadas como fue la epidemia del SIDA de los años 80 y 90.

Sin embargo, además de esta actividad de testimoniar graves problemáticas sociales, una parte destacada de su carrera fotográfica se ha centrado en el retrato de situaciones y escenas propias de la cotidianidad del artista, como es el caso de su entorno familiar. Al respecto, una de las secciones más celebradas de la exposición en el Château d’Eau de Toulouse es la famosa serie de Nixon sobre las hermanas Brown. Las imágenes de esta serie presentadas en Toulouse pertenecen a la colección de la Maison Européenne de la Photographie de París. En 1970 el fotógrafo conoció a Beverly Brown, familiarmente conocida como Bebe. Al año siguiente contrajeron matrimonio y se instalaron en la localidad de Brooklyne, frente a Boston. Las hermanas de Bebe eran Heather, Mimi y Laurie Brown. Todos los años la familia Brown organizaba en Connecticut una reunión en la casa de los padres de las cuatro hermanas, hacia mediados de agosto. Como forma de paliar el rechazo que Nixon sentía hacia las convenciones y compromisos familiares, propuso a las hermanas realizarles un retrato juntas cada año, para salir del aburrimiento propio de estos encuentros. La fotografía del primer año, en 1974, no satisfizo a las hermanas, y es por este motivo que la serie comienza en 1975. El protocolo de realización de esta fotografía es más complejo de lo que podría parecer. El orden de aparición de las hermanas en la imagen es siempre el mismo y la imagen definitiva es escogida entre ellas, cuestión que siempre suscita abundantes discusiones. Desde 1975 se conserva una imagen de cada año, todas ellas con una impresionante capacidad comunicativa. Las fotografías nos narran, sin palabras, de forma silenciosa, los eventos acaecidos en las vidas de cada una de ellas. El espectador se pregunta qué les llevó a cortarse el pelo en un año en concreto o cuál es el motivo de determinados gestos de tristeza o cansancio. Sin embargo, todo ello forma parte de la intimidad de las hermanas Brown que el artista respeta y no revela al público. La sensación final al contemplar todas las fotografías juntas es la de una gran melancolía pues la serie constituye un importante documento sobre el paso del tiempo en las familias. Como curiosidad, en 2020 y como consecuencia de la pandemia, las hermanas no pudieron reunirse y la fotografía es un montaje de cuatro retratos individuales realizados por Nixon.

El resto de la exposición funciona como complemento perfecto a la potencia visual y conceptual de la serie descrita. Se trata de imágenes de las ciudades norteamericanas en las que, lejos de mostrar una visión triunfalista de la cultura estadounidense, se construye un relato marginal, mostrando las afueras de estas grandes urbes y sus problemas de superpoblación, contaminación y consumo exacerbado.

Otra sección de gran carga y potencia visual es la destinada al retrato de la enfermedad, sobresaliendo la visión captada por el fotógrafo durante los años 80 y 90 de la epidemia del SIDA, creando imágenes atemporales y universales sobre el sufrimiento y la muerte. Cabe destacar la valentía de Nixon al retratar estos asuntos y al poner el objetivo sobre una enfermedad que generaba rechazo, juicios morales y marginación en esa época.

Así, el público tiene la oportunidad de ver hasta el próximo 16 de enero una selección muy destacada de la obra fotográfica de Nixon en la primera exposición monográfica de relevancia que le ha dedicado una institución pública francesa.


Estaciones termales de los Pirineos bearneses

En los últimos años el patrimonio termal ha despertado el interés de las universidades francesas, tal y como demuestra el desarrollo del programa TCV-PYR (Thermalisme Culture Villegiature Pyrénées) liderado por la Université de Toulouse-Jean Jaurès con la colaboración de la Université de Pau et des Pays de l’Adour, l’Université de Perpignan-Via Domitia y los servicios del inventario de las regiones de Occitanie y Nouvelle-Aquitaine. Dicho programa, financiado con fondos FEDER, se destinó a la investigación, inventariado, puesta en valor y difusión del patrimonio termal en la vertiente francesa de los Pirineos. Dicha línea de trabajo ya había sido explorada por autores como Dominique Jarrassé, profesor de la Université de Bordeaux-Montaigne que dedicó su tesis doctoral a finales de los 80 a la arquitectura termal francesa del periodo romántico. Hoy en día, esta vía de investigación sigue abierta, tal y como demuestran encuentros científicos como el celebrado en Pau a comienzos de este mes bajo el título “Patrimoine thermal, de la gloire au péril”, dirigido por Viviane Delpech y en el que se dieron cita especialistas de ambos lados de los Pirineos.

La autora de este libro es investigadora y docente en la citada universidad de Pau, donde trabaja en el seno del Laboratoire ITEM. Sus investigaciones se han centrado sobre la historia de la arquitectura del siglo XIX, abordando el trabajo de Viollet-le-Duc en el château d’Abbadia en Hendaya —su tema de tesis doctoral— y, posteriormente, trabajando en cuestiones como la diáspora vasca o la arquitectura termal en el seno del TCV-PYR. Fruto de estos últimos trabajos surge el libro que aquí reseño, destinado al estudio de la arquitectura termal en la histórica región del Béarn, que forma parte hoy en día del departamento de Pirineos Atlánticos.

A pesar de su breve extensión, el libro aborda la cuestión del patrimonio termal de esta zona de los Pirineos de manera muy transversal. Para ello, primero se analizan en el capítulo titulado “Del culto a las aguas al consumismo termal” algunos temas como el culto y utilización de las aguas termales de las estaciones bearnesas desde la Antigüedad, pasando por periodos gloriosos como el Renacimiento, cuando estos establecimientos eran frecuentados por la corte de los soberanos de Navarra. Sin embargo, casi todo el interés se sitúa en el siglo XIX, verdadera edad dorada del termalismo en Francia, desde el Segundo Imperio y, especialmente, a comienzos de la Tercera República. La autora también ahonda en las transformaciones vividas por el este modelo de turismo termal, incidiendo en la crisis comenzada a finales del siglo XIX y perpetuada en la siguiente centuria, cuando dejaron de ser espacios para el disfrute burgués y se convirtieron en la sede de un turismo sanitario subvencionado por la seguridad social francesa. También aborda la configuración de un modelo arquitectónico y urbanístico en estas estaciones termales, con edificios construidos en un lenguaje clásico y elegante, rodeados de jardines y de instalaciones como casinos, quioscos, capillas y parques.

Los siguientes capítulos se destinan al análisis de las dos estaciones termales más importantes del Béarn: Eaux-Bonnes y Eaux-Chaudes. La primera vivió un gran desarrollo en la segunda mitad del siglo XIX con la llegada de la emperatriz Eugenia de Montijo y de muchos otros miembros de la aristocracia y de la alta burguesía. Situada bajo el macizo del pico de Ger, Eaux-Bonnes se compone de un importante núcleo termal alrededor del cual se sitúa una capilla neogótica con decoraciones Art Decó, un casino, el célebre Grand Hôtel des Princes, un jardín y numerosas villas particulares dispersas entre los paseos que parten del núcleo urbano y se introducen en la naturaleza. Eaux-Chaudes, por su parte, era muy conocida desde el siglo XI, cuando fue frecuentada por Sancho Ramírez, Gastón de Béarn y su esposa Talèse de Aragón. Más adelante, acogería a la corte navarra y viviría una nueva edad dorada en el siglo XIX, cuando se levantaron el núcleo termal, la iglesia de la Sainte-Trinité y construcciones como el Hôtel de France. El último capítulo del libro se dedica a microestaciones como Bains de Secours, Rébénacq, Bains du Broca, Ogeu-les-Bains, Lurbe-Saint-Christau y Fontaines d’Escot.

Además de sus esclarecedores textos sobre los balnearios franceses de esta zona de la cordillera pirenaica, otro de los intereses de este libro es la gran cantidad de material gráfico que aporta. Para cualquier historiador del arte interesado en los viajes de los artistas decimonónicos, esta obra ofrece un rico repertorio de litografías, pinturas y fotografías realizadas en esta época, que nos ofrecen una imagen muy valiosa del turismo termal en el siglo XIX. Además, otro valor añadido son los textos de la etnóloga Mathilde Lamothe, que aporta datos sobre las formas de entretenimiento en los balnearios, las aguas, las plantas curativas o las danzas tradicionales del valle de Ossau.

En definitiva, nos encontramos ante un libro breve pero muy bien documentado, de interés para el estudioso o para el público en general. Ojalá sirva de modelo para futuras publicaciones sobre patrimonio termal en España, un campo todavía poco investigado y difundido en nuestro país.


Kidlat Tahimik. Magallanes, Marilyn, Mickey y fray Dámaso. 500 años de conquistadores RockStars

En 1887 Filipinas todavía era española, no se había producido el desastre del 98 que tan rica generación de decepcionados produjo.  En aquel año, con intención de dar a conocer la cultura de las Islas Filipinas y fomentar el comercio y la artesanía, el Ministerio de Ultramar organiza la Exposición General de las Islas Filipinas en Madrid, a tal fin se construyen en el Retiro dos edificios, el Palacio de la Minería, hoy Palacio de Velázquez y el magnífico Palacio de Cristal con un lago en el que se muestran embarcaciones y utensilios de pesca.  En la actualidad ambos palacios albergan exposiciones del Museo Reina Sofía.  En el Palacio de Cristal se muestra Magallanes, Marilyn, Mickey y Fray Dámaso. 500 años de conquistadores Rock Star, y no es por casualidad, ya que este proyecto está realizado precisamente para este espacio, con el fin de hacer una revisión histórica.

Eric Oteyza de Guia (Baguio, Filipinas, 1942) cambió su nombre por Kidlat Tahimik, que significa relámpago silencioso en tagalo.  Se forma como economista en la Universidad de Filipinas y en Estados Unidos.  Después de trabajar como investigador para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos en París, sabe que no es eso lo que quiere.  Se convierte en un artista multidisciplinar, director de cine y escritor.  Afirma que no es un historiador, pero se define como un artista que juega con la historia oficial. Le preocupan los desequilibrios sociales, pero lo que realmente le importa transmitir con su obra, y lo hace con cierto sentido del humor, es el impacto del colonialismo en su cultura, considera que puede ser positiva la combinación de culturas, siempre que haya un equilibrio con la propia.

Cuando dirige lo hace sin guión, recurriendo a los vecinos o al chamán del pueblo, son personas que no fingen y sus reacciones van a ser más naturales, declara el autor.  Sus instalaciones están hechas por artistas indígenas que utilizan y reutilizan la madera y no emplean clavos, la ensamblan.  Ha querido mostrarnos la esencia de la cultura filipina que identifica con la palabra Kapwa que simboliza la comunidad, el trabajo colectivo y el respeto al prójimo.  Llena el espacio hasta conseguir un efectista horror vacui, podríamos permanecer horas escudriñando cada pequeño detalle.

La muestra se compone de tres conjuntos escultóricos, con los que nos transfiere su personal visión de la colonización de las Islas Filipinas desde hace exactamente 500 años, 1521 fecha en que llega Magallanes, momento representado por un enorme galeón con las figuras de Magallanes y de Enrique de Malaca en su proa, y en cuyo interior atisbando a través de los ojos de buey podemos contemplar pequeños personajes. A su alrededor dragones y monstruos marinos acechan.  Mediante un gran lienzo y figuras realizadas en cuerda y cestería, se representa la muerte de Magallanes a manos de los nativos.

Otra parte se refiere a la exposición de 1887 y las críticas de la misma por el héroe nacional filipino José Rizal, al considerar que se exponía a los nativos como si se tratase de un zoo.  Tahimik, en memoria de aquella exposición, presenta la instalación ataviado con el taparrabos tradicional de estas culturas.  En esta parte encontramos grupos de figuras, muchas de tamaño natural y representaciones de poblados, utensilios domésticos y animales realizados en madera, mimbre y cuerda.

Finalmente el imperialismo cultural está manifestado por todos los iconos del cine norteamericano.   Tahimik afirma que ellos tienen iconografía propia, no necesitan la de Hollywood, y considera que el principal efecto de esta introducción masiva de los mitos extranjeros es que los pueblos se avergüenzan de su propia cultura.  Dos grandes figuras femeninas simbolizan el enfrentamiento entre Marilyn Monroe e Inhabian, diosa del viento, que lo lanza con toda su fuerza para barrer a la artista.

Desde lo más alto, contemplando todo el conjunto, a modo de Dapay, lugar circular donde los ancianos transmiten oralmente sus mitos y costumbres a las siguientes generaciones, un gran anillo repleto de dioses, dirigen sus miradas protectoras hacia lo que representa la batalla para conservar su tradición y cultura.