Las sitiadas, exposición del artista José Luis Cano.

Para quien conozca la trayectoria profesional de Cano, experto ilustrador de la vidas y andanzas de numerosos personajes históricos aragoneses, no resultará extraño ni ajeno este nuevo capítulo que se añade a una larga lista de atractivos trabajos precedentes. Cano es un artista licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona y componente del ya histórico grupo Azuda 40 creado en 1972, además de profesor de la Escuela de Artes de Zaragoza, crítico de arte y colaborador diario en la prensa local con sus viñetas publicadas en el Heraldo de Aragón, desde donde se asoma a la realidad de una manera que no deja de asombrar a sus lectores por su perspicacia, su ironía y su humor, pero, sobre todo y no menos importante, por su humanidad. En esta ocasión el artista nos muestra en esta exposición los 21 dibujos que, centrados en las mujeres que protagonizaron episodios heroicos en Zaragoza durante la guerra de la Independencia, ilustran el libro Las Sitiadas editado por Xordica, en la misma colección en la que Cano ha publicado e ilustrado ya la vida de aragoneses célebres como Goya (a quien el artista llama cariñosamente‘Paquico’), Marcial, Buñuel, Sender, Ramón y Cajal, entre otros.
En el caso de Cano, no hay fronteras ni jerarquías entre la ilustración y la pintura, no es más importante la una que la otra. Como él mismo expresa, ha ilustrado historias desde que empezó a escribir cuentos en su infancia, y vive cómodo y feliz en esta confusión de géneros. Probablemente somos los críticos e historiadores quienes hemos minusvalorado (al menos en el pasado), a los ilustradores, si bien de la fructífera y estrecha relación entre texto e imagen han nacido desde la Antigüedad obras que dejan sin aliento por su belleza y complejidad.
Volviendo a Cano, la confusión de géneros en realidad debe interpretarse como libertad creativa del artista, tanto de técnica como de composición. Como punto de partida, frente al predominio de la línea como recurso habitual en la ilustración (lo que podríamos pensar los profanos que suele ser habitual en este tipo de obras), recurso que Cano había utilizado en las biografías precedentes, el artista opta ahora por la mancha de color y en una técnica que no se asocia generalmente al dibujo, sino que es más propia de la pintura: el óleo sobre lienzo. Este tipo de pintura, con trazos gestuales muy marcados, le sirve para acentuar la violencia y dramatismo de lo narrado. En ello también incide (y no es menos importante) la selección de la gama cromática, estrictamente reducida a ocres, azules, el negro y el blanco, utilizando este color en particular como un efectivo recurso en la composición de algunas de las obras donde elementos en blanco cobran gran importancia sobre fondos de un azul intenso. En las composiciones, simplificadas al máximo en algunos casos, reducidas a la representación de estas heroínas en el momento álgido de su historia, Cano se inclina por las diagonales que imprimen fuerza y movimiento a la escena. Resulta obvia y fascinante la comparación con Goya y sus grabados, atracción e influencia confesada por el propio artista y evidente en el tratamiento emotivo de las escenas y la simplificación de los espacios y escenarios de las mismas. El resultado, en mi opinión, es magnífico y hace de esta pequeña exposición un placer para la vista, sin olvidar que los sencillos textos redactados por Cano (¡indispensable la lectura del libro editado por Xordica!), ponen rostro humano a estas figuras sin cara, símbolo de la tragedia de una guerra, de cualquier guerra.
Por último, esta exposición ha sido organizada por la Fundación Zaragoza 2008, el Ayuntamiento de Zaragoza, la editorial Xordica, la Universidad de Zaragoza y con la colaboración del Instituto Aragonés de la Mujer del Gobierno de Aragón; y forma parte de los numerosos eventos realizados en nuestra ciudad con motivo de la celebración del Bicentenario de los Sitios de Zaragoza. ¡Vaya por delante que soy alérgica como tantos otros a conmemoraciones y centenarios, y más aún de episodios bélicos que nos deberían inducir a reflexionar sobre otros aspectos a veces conscientemente eludidos en estas ceremonias como son la autocrítica hacia el heroísmo inútil, las masacres y el daño infligido a la población civil por los errores políticos!, pero me alegro de que Cano haya abordado este tema, porque con el libro y las obras hoy expuestas que son su punto de partida, ha dado vida de manera emotiva e impactante a las mujeres, muchas de ellas anónimas y olvidadas por la historia oficial, que protagonizaron algunos de los momentos más dramáticos de los Sitios.
 
 


Pablo Serrano: ‘Las huellas del caminante’

Mi vocación por la escultura pudo nacer de cuando mi primo Pedro y yo éramos monaguillos y quitábamos la cera de las velas de misa para hacer figuras [1]
 
Pablo Serrano, 1985.
 
Pablo Serrano. Las huellas del caminante” es el título elegido para la exposición que puede contemplarse en el Museo Provincial de Teruel del4 de marzo al 13 de abril, consta de 32 esculturas, 9 dibujos y 5 cuadernos, además de una proyección audiovisual. El pretexto, de esta muestra itinerante, es la conmemoración del centenario del nacimiento del artista.
 
El arte puede ser útil a la sociedad si sus enseñanzas pueden crear nuevas conciencias entre los jóvenes [2]
 
Siendo yo alumno, en la naciente Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca, allá por la década de los 80, tuve la oportunidad de escuchar la conferencia, de un gran hombre, con grandes preocupaciones, el escultor turolense Pablo Serrano, uno de los artistas españoles más importantes de la segunda mitad del siglo XX. En ella mostraba su preocupación y pesimismo “sobre la eficacia que ejerce el arte en nuestra sociedad”, estas preocupaciones estaban en la mente del maestro. Pablo Serrano, era un “escultor de los de antes”: un trabajador constante, de mucho oficio, que no dejaba un día sin trabajar, al igual que hacía otro gran Pablo: Picasso. Serrano, fue un escultor expresionista que también destaco en el campo de la escultura no figurativa, heredero de la escultura cubista, y amante del vacío. Le preocupaba el espacio, que él dramatizaba con el tema de su <<ausencia>>. Además, era un artista comprometido, mezcladeespiritualidad y de compromiso social, que constituyeron el eje de su obra y de su vida. El hombre fue uno de los denominadores comunes en su trabajo. Pablo, decía: “por un lado me interesa razonar, plantearme problemas plásticos; por otro lado la vida, el hombre, su misterio. Conocer que somos y por qué existimos. Si me desvío y no continúo con mis planteamientos abstractos, si los toco o los dejo, hay una razón, EL HOMBRE: me inquieta no conocerle y solamente adivinarlo, me rebelo también conmigo mismo. El pesimismo alienta mi deseo de conocimiento y me empuja a darme contra la pared, contra el muro”
 
En este punto me tienta dar unos “trazos” biográficos: Pablo Serrano Aguilar, nació en Crivillén (Teruel) en 1908, pronto se traslado a Zaragoza, a casa de su abuelo paterno (era carpintero) y en 1917 ingresa como aprendiz en el taller del escultor José Bueno. En 1920 se desplaza a Barcelona donde realiza sus estudios de arte en las Escuelas Profesionales Salesianas de Sarriá (talla y modelado). Entre 1929 y 1930 se instala de manera definitiva en Argentina (Rosario de Santa Fe), y en Uruguay en Montevideo, donde formó parte de la Agrupación Paul Cezanne (1942), integrada por jóvenes, que pretendían romper con las rutinas tradicionales. De 1946 datan sus primeras experiencias con el arte abstracto logrando importantes premios. En 1956 viaja por Europa, se interesa por el postcubismo y la obra de Julio González y Alberto Giacometi, comienza sus experiencias de “Quema del objeto”, y otros trabajos de gran valor abstracto, así como, sus obras con hierros viejos y objetos de desecho “Bóvedas para el hombre”. Al año siguiente se establece de forma definitiva en Madrid, y participa en la fundación del grupo “el Paso”[3] que pretendía romper con la abstracción geométrica dominante. Durante los años 1957 y 1958 surgen sus preocupaciones por los ritmos: Ritmos en el espacio, Ritmos dinámicos. Triunfa en Europa, y en 1959, por primera vez expone Quema de un objeto (desocupación de un espacio o presencia de una ausencia), en Milán (Gallería Disegno). En la década de los sesenta, triunfa en E.E.U.U., y realiza sus obras Bóveda para el Hombre (un conjunto de 23 obras con las que representa a España en la Bienal de Venecia de 1962) de concepción monumental y cósmica. De 1967 datan sus Hombres con puertas (Museo Guggenheim de Nueva York), que en la década de los años setenta culminaran en formas contorsionadas con rostros humanos los Hombres Bóveda; y la gran bóveda de Aldeadávila de la Rivera (Salamanca), obra en la que respeta fragmentos de la naturaleza circundante, incluyendo herramientas de alto contenido simbólico (palas, trozos de maquinaria, planchas perforadoras, etc.). Entre los años 1968 y 1970 realizó varias obras monumentales de fuerte carácter expresionista: monumento a D. Miguel de Unamuno en Salamanca, relieve monumental para la fachada del templo del Pilar de Zaragoza, monumento a Benito Pérez Galdos, en las Palmas de Gran Canaria, monumento a Gregorio Marañón, en la Ciudad Universitaria de Madrid, etc. En los años 70 sigue triunfando por todo el mundo: París, Bélgica, Londres, Houston, etc. Y en 1976 realiza el monumento Homenaje a la Labradora, en Teruel, esta ubicada en los jardines del Parque de Los Fueros, y como curiosidad es la única escultura dedicada a la mujer en la ciudad. Siguen sus reconocimientos nacionales (Medalla de oro de las Bellas Artes, Premio Príncipe de Asturias de las Artes, 1982) e internacionales (Miembro de la Société Europée de Cultura, de la Real Academia de Letras y Artes de Flandes (Bélgica), y Caballero de las artes y las Letras por el Gobierno francés). Y el 26 de noviembre de 1985 muere en Madrid.    
 
   Centrémonos en la muestra actual, realizada con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento. Esta exposición se plantea como un recorrido que ayude a comprender la obra de Serrano, ordenada cronológicamente nos permite disfrutar de sus series: Ordenación del caos, Drama y quema del objeto, Ritmos en el espacio, Bóvedas para el hombre, Lumínicas, Unidades-yunta y Retratos.
Ordenación del caos presentadas por primera vez en 1957, el conjunto esta constituido por chatarras, hierros y chapas soldadas, junto con piedras y clavos, tienen un fuerte carácter abstracto pero con referencias, aún, figurativas (como en sus títulos “Polifemo”) que se irán perdiendo. Esta serie tiene un claro paralelismo con Objetos hallados[4] del escultor madrileño Ángel Ferrant (1890-1961).Pablo Serrano explicaba: “Un día subí a pie al Vesubio y sentí el deseo de recoger escoria volcánica para aplicarla en mi trabajo. Había recorrido antes Pompeya, Herculano y Stabia. Un día anduve por un campo que parecía un osario prehistórico, por la forma de sus piedras; algunas de ellas estaban horadadas. Un día entré en una chatarrería y observé clavos de derribo y chapas de hierro. Sentí el deseo de agrupar todos estos elementos y ordenarlos. Trabajé intensamente hasta lograr imprimirles la emoción sentida y me encontré cómodo. Eso es todo”.[5]
El “drama y quema del objeto proceden del año 1956 (y las expone por primera vez en 1959), la finalidad era la búsqueda del vacío y en ambas la estructura es la misma, una obra constituida por elementos metálicos, espigas alambres, etc. Rectas y curvas formando una estructura abierta que bordea, delimita y encierra normalmente un cubo, primero de metal y en las segundas de un material perecedero (generalmente madera). En las primeras el objeto central esta predestinado a ser roto o sufrir la furia de la destrucción, en las segundas, este elemento central terminará por desaparecer quedando su vacío o la presencia de su ausencia. La inspiración para estos trabajos la encontró, según el propio artista, de la observación del natural, como por ejemplo, de la huella dejada sobre las rocas por las tumbas ibéricas, sobre ellas residieron unos cuerpos que nos han dejado latente la “presencia de su ausencia”. En palabras de Pablo Serrano: "cuando he configurado o extendido las características de un cuerpo sólido y éste lo quemo después, en el vació queda presente su ausencia"[6]
            La abstracción irá ganando terreno En su trabajo y como continuación lógica de estas primeras experiencias, aparece Ritmos en el Espacio serie de dibujos y esculturas en acero inoxidable que datan de 1959, se presentaron en La Sala Neblí de Madrid, son formas colgantes inestables (rubricas en el espacio) o experimentos caligráficos, a modo de garabatos suspendidos, expresan una autentica liberación espacial. El primero en buscar esta liberación del suelo había sido Alexander Calder (1898- 1976), a partir de 1930, había inventado el concepto de escultura suspendida o en equilibrio, sus primeros móviles[7], bajo la clara influencia del constructivismo, principalmente de los inventos cinéticos de László Moholí-Nagy (1895–1946). También, en España y en este mismo sentido es interesante resaltar las obras de Leandre Cristòfol (1908-1998) que entre 1957 y 1967 realizo sus series, Ralentis, Ordenaciones, Ritmos, Volumetrías también en la órbita del arte cinético. 
En la serie Bóvedas para el hombre. Su fuente de inspiración son los refugios naturales del hombre, son como una continuación lógica de la “presencia de la ausencia”. Sus primeras obras de esta serie datan de 1960. El vacío que había logrado con la quema del objeto se ha convertido ahora en el refugio del hombre, un hombre ausente. En estas bóvedas el ausente es el cuerpo humano, (de nuevo nos remite a las tumbas ibéricas). Suele emplear ladrillos y materiales de construcción, pero con una lógica diferente, en forma de aluvión volcánico más que una construcción racional parece una construcción natural: una gruta, una caverna. Algunas de estas piezas se fundieron en bronce. Como dice Rafols: ”Ha realizado retratos expresionistas, definitivos, y trabajado en formas poderosas y monumentales: Hombres-bóveda las ha llamado, en las cuales, como en sus posteriores exploraciones en el interior del bloque, procede a abrir, con una última intención realista y un vigor extraordinario, el propio interior del hombre, para darnos de él una imagen más fidedigna[8].
 
Siguiendo la evolución del maestro llegamos a la serie Lumínica (1963) que tienen su origen en el hombre bóveda son formas esféricas o cilíndricas, concavidades pulimentadas y perforadas. En ellas encontramos la perforación de la materia en busca de la luz interior. Los constructivistas fueron los primeros en ver el interior de las piezas como un elemento más, configurador de la obra, este camino fue seguido por Serrano, pero también, por otros autores como Henry Moore (1898–1986), que utilizó la perforación y la incorporación del espacio a los cuerpos sólidos. De nuevo esta perforación busca el vacío, la ausencia, Serrano quiere quedarse con la esencia.
 
Un agujero puede tener en sí tanto significado como una masa sólida…” [9].
 
Los Hombres con puerta datan de 1965. Son grandes masas de bronce de configuración expresionista, con algún que otro elemento figurativo (muñones, manos, torsos, etc.) en el exterior. Frente a esta apariencia externa, su interior, al que podemos acceder á través de bisagras (puertas) es brillante, pulido, luminoso, como si de un tesoro se tratara, frente a un exterior basto, tosco, pétreo, a modo de corteza. Creo que para terminar de entender estas piezas no hay nada más esclarecedor que las propias palabras de Serrano: “afirmé que el hombre, contemplado en el aspecto material externo, bien poco comunica, pero abierto, comunicativo, inteligente, es contrariamente diverso (…). En resumen, para los hombres es necesaria la comunicación ente sí, el diálogo y el conocimiento. Mientras el hombre no se abre, no abre su puerta, no es nada”. [10] En este año, y a la vez, realiza la serie de pequeños bronces, de los fajaditos.  
 
En sus esculturas unidades-yunta se percibe la unidad desgajada de dos fragmentos que se separan, pero que a la vez se atraen. Las primeras piezas datan de 1966 y las últimas de 1973. Dos piezas formando un bloque, una unidad, hace la conjunción del positivo y el negativo, del yin y el yang, del hombre y la mujer, pero desde una concepción espiritual, una fusión de dos seres.
 
 Con sus “retratos y sus interpretaciones” del retrato, Serrano, como buen expresionista, plantea los problemas del alma, no se detiene en el exterior, en su piel, sino que intenta penetrar en lo más profundo de la persona, en su espíritu. Un buen ejemplo de estas obras es su Monumento a Miguel de Unamuno de Salamanca (1967-1968), en él “el alma angustiada se escapa por los prominentes ojos y se agita en el mar encrespado de su vestido” [11] En la muestra podemos contempla 6 retratos: el más antiguo es el de Gaya Nuño (1962), José Luis López Aranguren (1963), Alberto Portera (1967), Michel Tapié (1973), Eduardo Westerdahl (1969) y el retrato monumental de Antonio Machado (1966). 
Quiero terminar estas líneas, diciendo que por curiosidades de la vida, 25 años después de aquel primer contacto, y más o menos por las mismas fechas, estoy terminando de escribir este artículo, en la naciente Licenciatura de Bellas Artes de la Universidad de Zaragoza en el Campus de Teruel, y en un aula, que a partir del próximo curso pasará a denominarse espacio Pablo Serrano”.
Yo si creo que el arte ejerce un valor positivo en la vida, o por lo menos algunos intentamos que así sea. Seguimos con tus preocupaciones Pablo…


[1] “Pablo Serrano: De monaguillo a escultor universal”, Heraldo de Aragón , 25 de agosto de 1985.
[2] Con este título se publico un artículo sobre la conferencia que Pablo Serrano impartió en el aula Salinas de la Universidad de Salamanca. En ella el escultor: “mostró su pesimismo sobre la eficacia que ejerce el arte en nuestra sociedad ante un mundo que prima la violencia y la tecnología, los avances científicos, frente a un humanismo casi perdido en la actualidad”. Cf. “Pesimismo de Pablo Serrano sobre la eficacia que ejerce el arte en nuestra sociedad”,  La Gaceta, 25 de abril de 1984.
[3]La primera aparición pública tuvo lugar en la Librería Bucholtz, en abril. Los fundadores fueron los pintores Rafael Canogar, Luis Feito, Juana Francés, Manuel Millares, Antonio Saura, Manuel Rivera y Antonio Suárez. El escultor Pablo Serrano, con los críticos José Ayllón y Manuel Conde. A ellos se unieron más tarde el pintor José Manuel Viola y el escultor Martín Chirino, mientras otros lo abandonaban.
[4] Sus Objetos hallados de 1945, son ensamblajes de objetos naturales (piedras, palos, conchas), ocasionalmente también restos “encontrados” (de aparejos de pesca) que quedaban sin manipular en la escultura, salvo por lo que afecta, claro esta, a las uniones que entre ellas hace el autor. En el Catálogo de la exposición Ángel Ferrant en la colección de arte contemporáneo, en el Museo Pablo Gargallo, (Diciembre 1997- marzo 1998), Zaragoza, p. 15.
[5] WESTERDAHL, Eduardo: La escultura de Pablo Serrano, Ediciones Polígrafa, S.A. Barcelona, 1984, página 74.
[6] WESTERDAHL, Opus. cit.,  p. 98.
[7] En 1954, la segunda edición del Webster´s New International Diccionary recoge la siguiente definición de Mobile: "Construcción o escultura equilibrada con sensibilidad, del tipo que desarrolló Alexander Calder a partir de 1930; consta por regla general de piezas móviles que se ponen en movimiento con una corriente de aire o con un motor". 
[8] RAFOLS, J. F.: Historia del Arte, Editorial Óptima. Barcelona, 2000.  p. 419.
[9] VVAA: Conceptos fundamentales del lenguaje escultórico, Akal Bellas Artes, Madrid, 2006, p. 19.
[10] WESTERDHAL, Opus cit., p. 182.
[11] MARTÍN GONZALEZ, J. J.: Historia del arte. Tomo II, Editorial Gredos. Madrid, 1982, p. 520.


Barreras Subjetivas, por Guillermo Guillemi

Sabe mucho sobre barreras el artista argentino afincado en Zaragoza Guillermo Daniel Moriconi Guillemi, afectado desde niño por una paraplejia que no le ha impedido llevar una vida intensamente viajera y una carrera expositiva brillante por Argentina, Estados Unidos de América y España. Es muy impresionante su instalación multimedia del Espacio Tránsito, a base de pinturas combinadas con imágenes escaneadas y programas de tratamiento de imágenes transferidas a impresión digital. Con estos medios ha evocado un bloque de viviendas, en cuyos muros hay tres pantallas de plasma que simulan ventanales donde nos da a ver escenas de interiores domésticos, me lo he encontrado tan alto y serio en su silla de ruedas, que me han venido a la mente escenas protagonizadas por James Stewart en la película “La ventana indiscreta” dirigida por Alfred Hitchcock. Otra pantalla proyecta a la izquieda un rostro parlante sobre un maniquí incrustado en una escalera, como en muchos montajes del videoartista Tony Oursler, pero que aquí imagino que tendrá un significado muy distinto, alusivo quizá a la incomunicación de los individuos en el siglo XXI, más acostumbrados a hablarnos a través de una web cam que cara a cara: por lo visto es un alter ego del propio artista, que ha escrito el monólogo de este "personaje atrapado" en la escalera, cuyas reflexiones en voz alta suscribe el propio Guillemi, cuando reconoce que su principal barrera no es la escalera, sino su incapacidad de comunicar sus sentimientos más profundos.  Por último, en la pared lateral nos presenta la imagen de un mulato desnudo que pega sus manos, su cara y sus genitales contra un cristal, otra barrera física y metafórica. En el folleto explicativo que ha editado el Centro de Historia, un texto de Joan Lluis Montané, de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, interpreta este montaje en clave surrealista y un tanto existencialista. Yo más bien percibo una enérgica llamada a nuestra conciencia social; aunque es posible que mi percepción esté “contaminada” por la visita a la impresionante exposición Zaragoza Rebelde, de la que tendremos que tratar en el siguiente número de esta revista, pues aún ha de inaugurarse su otra sede, en el Cuarto Espacio. En todo caso, es una feliz coincidencia que este excelente montaje de Guillemi, que se nos presenta nada más terminar las actividades dedicadas a Buenos Aires dentro del ciclo “Zaragoza Latina”, haya coincidido con una gran exposición sobre el activismo social en nuestra ciudad. A ella llegó en 1994 este inquieto artista para montar una exposición individual en la Galería Fondo de Arte Contemporáneo (ya desaparecida) y aquí se quedó, formando parte de nuestro paisanaje. Enhorabuena, ilustre conciudadano: ojalá vayas encontrando entre nosotros menos barreras arquitectónicas ni subjetivas.


La Línea, exposición de Fernando Martín Godoy.

La Sala CAI- Luzán acoge desde el cuatro de marzo y hasta el uno de abril la exposición de Fernando Martín Godoy, La Línea.
Penetro en la sala y mi cabeza se llena de nociones y de sensaciones. Me invade el objeto, la sombra, el contraste, la geometría y el volumen…pero sobretodo el blanco. Es un blanco matizado en ocres el que utiliza este creador aragonés, un blanco lleno de conceptos, un blanco muy rotundo, con exceso de poder en la composición, y que se convierte en luz. Voy buscando esa maestría del color en todos los cuadros, uno a uno. Indago en cada obra cómo es su técnica, cómo perfecciona el tratamiento de las gamas de tonos. Descubro las contraposiciones entre los negros, los grises y hallo el imperio de la luz, de su blanco y de ese blanco matizado que ya he valorado. Necesito la luz del blanco en cada una de las pinturas, porque la oscuridad y el silencio que evocan sus obras no pueden superarla. Mis ojos buscan ese contraste de color, esa intensidad de lo oscuro, de lo gris que convive con la luminosidad. Blanco esperanza de mis ojos. A la vez, siento que mis pupilas también buscan la geometría del color en el volumen, tan característica de este artista. Compruebo que Fernando Martín Godoy me regala un espacio volumétrico, vacío de humanidad pero lleno de reflexión. El creador afirma que La Línea, el conjunto de estos lienzos, hace referencia a la delicada frontera que separa lo banal de lo transcendental. Él, ha inmortalizado la basura, los contenedores y las cajas de desechos, en volúmenes rigurosos, puros, intensos, arquitectónicos. Sintetizo su vacío de individuo en esas intelectualizadas formas, porque siento esas tensiones humanas que plantea desde sus figuras y desde los volúmenes.
Maestría de color, maestría de volumen y rotundidad espacial. Pero sobretodo destaco el gran poderío de la luz, el acto de la contemplación y la profunda  reflexión que nos regala este pintor al aprehender en sus composiciones la desnudez espacial, al observar las basuras, los contenedores, las bolsas y las cajas que se definen lentamente en el vacío. No son retratos de una realidad cotidiana. No hay suciedad.
Intuimos nuestra soledad, la ausencia de seres humanos pero al mismo tiempo, la necesidad intrínseca de la presencia del individuo en cada cuadro. Buscamos con nuestros ojos, sentimos, pensamos y llegamos a entender que la desmaterialización que Martín Godoy hace de las basuras necesita del raciocinio, de la credibilidad y de las ideas de cada uno de nosotros como humanos.
Creo además, que en cada una de sus imágenes se encuentran todas las demás, convertidas en fragmentos de una idea, convertidas en extractos del ser único, del silencio, de la ciudad. Por último, afirmo que es un gran ejercicio de “intelectualización” del tratamiento visual.

Ana REVILLA

Fernando Martín Godoy (Zaragoza, 1975) estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, ciudad en la cual reside actualmente. Tras varias exposiciones y premios vuelve de nuevo a Zaragoza, en este caso nos presenta, en la  Sala CAI Luzán  “La línea”, título que hace alusión a la separación entre lo banal y lo trascendental y que  acompaña al visitante por esta muestra.

Una serie de once acrílicos cuyo leit motiv sigue siendo las escenas urbanas. Un pequeño acrílico del año 2005 titulado “basura”, nos da la bienvenida y es presentado a modo de origen de toda la serie, en él, se aprecian sus anteriores representaciones de edificios y coches. En esta ocasión estos motivos pasan a un segundo plano para dejar paso a sus nuevos protagonistas. Basura, escombros y cajas encontradas en contenedores urbanos, desechos que están a punto de desaparecer, solo esperan la llegada del camión de la basura, son encontrados y rescatados por la mirada del artista cobrando una nueva identidad pictórica.

El proceso de creación adquiere gran protagonismo en las obras de Fernando, destacando la complejidad y meticulosidad, para llegar a una perfección técnica más cercana a la impresión mecánica y digital que al pincel. El proceso creativo parte de la realización de numerosas instantáneas fotográficas a modo de trabajo de campo sobre la ciudad. El artista elige algunas de ellas que pasarán a sus lienzos. Las fotografías no son modificadas ni en estructura, ni encuadre ni en su perspectiva original. Son tomadas a horas de mucha luz y posteriormente, utilizando programas de tratamientos de imagen, va eliminado los aspectos de la composición que cree prescindibles, quedándose solo con lo esencial. En este comento comienza el proceso de la creación de las líneas de dibujo y la superposición de los colores en el lienzo. Primero un gris neutro invade la tela, después va añadiendo las sombras a base de los negros absolutos, a continuación la elaboración de las veladuras tan particulares  a base de acrílico muy diluido consigue esos matices tan especiales en el fondo plano. Por ultimo, la incidencia de la  potente luz  de  los colores más claros dan  la materialidad  y la  profundidad característica las obras de esta serie. Tras este proceso, los contenedores objetos-desecho, traducidos a luz, sombra, planos y volúmenes simplificados, se transforman y adquieren una categoría superior.

Su lenguaje parte de una figuración muy personal ,se agarra a la realidad, bebiendo de muchas tanto contemporáneas como históricas. No se puede entender la obra la Fernando sin el diseño gráfico, el cómic, la fotografía digital; los lenguajes asociados a la abstracción geométrica, como por ejemplo Pablo Palazuelo, reconocido como abstracto idealista, vinculado a corrientes de espiritualidad y a una concepción con tintes sagrados entre el artista y su obra. Los grandes maestros del renacimiento y, con más énfasis, en el tenebrismo barroco que con la luz sobrenatural y teatral incide en los objetos, Caravagio, Velázquez, Rivera, Zurbaran. La naturaleza muerta, género considerado menor que representan objetos inanimados, generalmente cotidianos y asociados simbólicamente a la fugacidad de la vida, a modo de mensaje moralizante de lo efímero y de los placeres de los sentidos.

La obra de Fernando Martín Godoy muestra lo anodino y nos traslada a una ciudad misteriosa y silenciosa entre lo real y lo imaginado,  lo figurativo y lo abstracto, la noche y el día. Espacios urbanos condenados al abandono. Una reflexión entre lo efímero y lo eterno.

Patricia SANCHÓN


Marcelo Fuentes en Galería Finestra Estudio, Zaragoza.

Un día, y probablemente pronto, será preciso entender qué es lo que, ante todo, falta a nuestras ciudades: lugares tranquilos, amplios y extensos donde meditar, lugares con largas y espaciosas arcadas para el mal tiempo o para el tiempo demasiado soleado, donde no llegue el estrépito de los vehículos y el de los pregoneros y donde una etiqueta más sutil hasta prohibiría al sacerdote orar en voz alta: edificios y construcciones que en su conjunto expresan la sublimidad de la reflexión y el retiro.
Nietzsche, La Gaya ciencia

Marcelo Fuentes, (Valencia 1955) pintor de formación autodidacta vuelve a Zaragoza, en este caso a la Galería Finestra Estudio.

 Su pintura, generalmente de pequeño formato, se caracteriza por un gusto recurrente por la representación urbana, composiciones equilibradas, carbones, dibujos óleos, cargados de sustancia pictórica y degradados tonales que proporcionan materialidad. Detalles de grandes y diferentes ciudades como Valencia, Madrid o New York, son sus protagonistas pero, todas ellas tienen algo en común: la quietud, el sosiego y la melancolía. Los edificios desdibujados de Marcelo Fuentes, como las marquesinas años cincuenta de Madrid o los bloques de apartamentos de Nueva York, construcciones que nos hacen recordar otros tiempos que no vivimos, son reflejo de su mirada intima, personal y discreta del mundo. Igual que el escritor se nutre de sus experiencias y las plasma en el papel, Marcelo pasea por las distintas ciudades observando y anotando en su cuaderno de viaje la síntesis de imágenes evocadoras, siempre solitarias y sin un ápice de vida ni movimiento, que plasma en sus lienzos con esa discreción que le caracteriza.

Marcelo Fuentes siente gran atracción por la arquitectura, la poesía y la fotografía, Ha trabajado con distintos creadores como el fotógrafo Bernard Plossu,          ("Bernard Plossu y Marcelo Fuentes. Ciudades y Paisajes" Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad), y con el escritor Carlos Pérez entre otros. Sus escenas evocan entre otros a maestros como el italiano Giorgio Morandi, Edward Hooper y la representación cotidiana norteamericana de mediados del S XX.

Marcelo Fuentes vuelve a mostrarnos una vez más su capacidad de transformar esos ambientes con toques decrépitos, que ante las prisas pasan desapercibidos, en autenticas poesías y metáforas visuales  


Toda una lección de Historia

Durante cuatro meses, vamos a poder disfrutar de una importante exposición donde se recordará cómo se encontraba Zaragoza durante aquellos meses de asedio, así cómo a sus protagonistas, de uno y otro bando. Si en la primera gran exposición sobre los Sitios, La Zaragoza de los Sitios, clausurada a mediados del pasado año en el Centro de Historia, se mostraba la ciudad, antes, durante y después del asedio, en esta exposición, veremos los hechos que cambiaron la Historia de Aragón, y con ella la Guerra de la Independencia, y de cómo Zaragoza se convirtió en mito. A lo largo de esta exposición veremos el final de la sociedad feudal, la crisis de una monarquía débil, la de Carlos IV. La unión del pueblo ante un invasor, con muestras de heroísmo, gloria, miseria y arrojo, que culminará con el absolutismo llevado por Fernando VII “el deseado”, que  terminará con el  liberalismo creado por la Constitución de Cádiz de 1812. Todo esto se ve, a través de una irrepetible selección de trescientas ochenta y ocho piezas, entre pinturas, esculturas, grabados, armas, escritos, libros, monedas, medallas y diversos objetos repartidos entre dos espacios: la lonja y el Palacio de Sástago.
 

Orange, Maurice. Salida de los Defensores de Zaragoza (1893). Museo Thomas Henry Cheburgo. (Francia).
 
PALACIO DE SÁSTAGO:
   En estas salas se presta mayor atención a la acción militar, a las dos fuerzas enfrentadas, francesas y españolas. De este modo, en esta parte de la muestra se exponen retratos de algunos de los militares de ambos bandos, así cómo algunas escenas de distintas batallas que ponen de manifiesto, por un lado, la insistencia por parte de los franceses de tomar la ciudad, y por el otro, el noble intento de defender la ciudad cueste lo que cueste. Se completa la planta baja con la serie completa de los Desastres de la Guerra, de Goya, que, curiosamente, también se pueden observar en la exposición Miradas sobre la Guerra de la Independencia, que estos días puede verse en las salas del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, cuyos dibujos, ya sean vistos en una u otra muestra, reflejan acontecimientos próximos y presagios de otros venideros. Por otro lado, la planta alta del patio, acoge la llamada Memoria de los Sitios, una estupenda selección de objetos, medallas y condecoraciones, así cómo una selección bibliográfica de lo mucho que sobre los Sitios se publicó, desde  el mismo siglo XIX hasta nuestros días.
 
LA LONJA:
 En este espacio, encontramos cuatro apartados. El primero, empieza fuerte, con los retratos de los poderosos del momento tanto en España como en Francia, realizados por Goya. En los siguientes ámbitos, se  nos describen los sucesos acaecidos en los dos sitios, a través de lienzos de tema histórico y retratos históricos, que forman parte de las colecciones del Ayuntamiento de Zaragoza y de la Diputación Provincial, ambos dos responsables de la muestra. Entre los retratos históricos, podríamos citar el de Agustina de Aragón, Pedro María Ric, de Bayeu, José I cómo rey de España, de F. Gérard. Así mismo, podremos ver varios retratos de Palafox, en especial, el realizado por Unceta. También deberemos recordar la colección Ruinas de Zaragoza de Juan Gálvez y Fernando Brambila. Todo un “reportaje” en vivo, en donde la miseria y pobreza, se intensifican con el heroísmo, tanto de conocidos cómo anónimos. En estas, un apartado especial recuerda a las heroínas, parte imprescindible, sobretodo en el primer sitio. Las mismas que podremos ver en la exposición del dibujante José Luis Cano, titulado Las Sitiadas, ubicada también en el Paraninfo de la Universidad, “Cano, con su toque de humor inteligente, y siguiendo el ejemplo de Goya, coloca las figuras, elegantes e imponentes, limitando los espacios urbanos a meras sugerencias arquitectónicas, dándoles a las figuras un tratamiento más emocional y expresivo”. En cuanto a los lienzos de tema históricos, destacaremos los dos de César Álvarez Dumont titulados Heroica Defensa de la torre de San Agustín de Zaragoza en la Guerra de la Independencia y Combate heroico en el púlpito de San Agustín de Zaragoza en el segundo sitio en 1809, de 1884 y 1887 respectivamente, que han sido restaurados y limpiados expresamente para esta exposición. El último bloque de la muestra, es la capitulación, con dos objetos importantes, por un lado, el manuscrito original de la Capitulación de Zaragoza, firmada entre el mariscal Lannes y Pedro María Ric el 20 de febrero de 1809, conservado en los Archivos Nacionales de París, por otro, el impresionante lienzo de Maurice Orange, pintado en 1893 titulado Los defensores de Zaragoza saliendo de la ciudad el día 21 de febrero de 1809, que refleja la capitulación y entrega de las armas en la puerta del Portillo al ejército francés que rinde honores a los rendidos, y que no había salido de su lugar de origen, el Museo de Arte Thomas Henry de Cherbourg-Octeville desde los años treinta del pasado siglo XX. Con respecto al catálogo-libro, bien dirigido por Wifredo Rincón, aparecen un conjunto de estudios, redactados por destacados especialistas, que analizan distintos aspectos de los Sitios, todos ellos de notable interés completado con la parte correspondiente al catálogo, con las fichas de todas y cada una de las piezas integradas en la muestra con su correspondiente reproducción fotográfica. Esta muestra podría “completarse” con la que en estos momentos se encuentra en Cajalón Genius Loci: Visiones artísticas de una ciudad. Zaragoza 1908-2008, en donde a través de un recorrido artístico pictórico se ve la evolución de la ciudad desde la conmemoración de la Exposición Hispano-Francesa de 1908, hasta nuestros días.
 
 
 
 
PARA SABER MÁS:
Los Sitios de Zaragoza:
Palacio de la Lonja: 20/02-17/05/08
Palacio de Sástago: 20/02-24//05/08
Miradas sobre la Guerra de la Independencia
24/02-10/05/08
José Luis Cano. Las Sitiadas
26/02-15/04/08
Genius Loci: Visiones artísticas de una ciudad. Zaragoza 1908-2008
26/02-17/04/08


El desvanecimiento de las fronteras del arte

 Este artículo es parte de una investigación en la que se estudia un tipo de arquitecturas que, situándose fuera de los cauces del arte ortodoxo, están realizadas a partir de enunciados de gran potencial visual que interpelan estéticamente e implican intensamente. La aproximación a un arte desconocido es el principal objetivo de esta investigación. La creación plástica contemporánea está muy definida por parámetros institucionales y obedece, en el caso de la arquitectura, a encargos muy precisos. Pero existen también, de modo paralelo, otras actividades, generalmente artistas espontáneos que desean materializar sus sueños privados ejecutando obras que nadie les ha encargado y que surgen al margen de las instancias que rigen en la actividad artística ordinaria. La pasión subjetiva y el capricho personal son en esos casos las pulsiones dominantes. En semejante dominio prevalece la fantasía más desaforada, y los ecos del surrealismo parecen mezclarse con los del folklore y el pop art. Como consecuencia de esta aproximación a un arte desconocido se plantean otras cuestiones como la sistematización de modelos.
 En la localidad turolense de Cedrillas a unos 35 kms de la capital, se sitúa el popularmente conocido “partenón” de Antonio Jarque, denominado por su creador como el “Jartenón”. Antonio Jarque Gómezes un hombre afable y educado que te muestra y guía por cada uno de los rincones de su peculiar vivienda de verano con la paciencia y las explicaciones oportunas que sólo los muchos años de una vida dedicada a la práctica docente aportan.
Este maestro jubilado vive a caballo entre Castellón, donde pasa los meses de invierno y Cedrillas, localidad natal de su difunta esposa, donde se refugia en su templo lejos del caluroso verano levantino.
Tras ese hombre culto, se esconde una persona sensible y en ocasiones sentimental, al que de vez en cuando, al compartir recuerdos, afloran a sus ojos lágrimas de nostalgia, pena y tristeza por la pérdida de su mujer. Incluso, en ocasiones, se puede observar a un Antonio desanimado, quizá desilusionado con la vida, por haberle arrebatado lo que más quería y por haberlo dejado sin motivación para continuar con la vida. Pero, nuevamente, resurge ese Antonio luchador y aferrado a un sueño, sueño por y para el que vive, construir su propio “templo”.
Este “templo griego” se alza sobre un terreno de 10 hectáreas, que era de su suegro, situado a las afues de la población y rodeado por una valla perimetral a fin de separarlo del “mundo profano”. Al igual que en la antigua Grecia los requisitos básicos a la hora de elegir el lugar para la edificación de un templo eran la presencia de un río o manantial[1], una adecuada orientacióncon respecto al sol, siendo la fachada principal la oriental y una hermosa vista panorámica capaz de provocar una emoción reverente.
Como “dios-creador” ha construido su morada divina, donde da rienda suelta a sus fantasías, donde está rodeado por sus sueños, miedos, recuerdos, sentimientos… Al igual que las polis griegas, Antonio ha construido su sueño, de tal modo que le proporciona seguridad y felicidad.
Este sueño clásico comenzó hace casi 40 años, concretamente en 1970. Siempre le interesó el arte, el arte griego en particular y concretamente el Partenón. Si a esto se le añade el múltiple y variado arte mudéjar diseminado por el territorio aragonés, el resultado es el “Jartenón”.
Exteriormente, su estética nos evoca al templo de la Acrópolis de Atenas dedicado a la diosa Atenea. En el interior, la profusión decorativa es asfixiante. Todas las estancias de la vivienda, el pórtico perimetral del edificio y los techos de los templetes exteriores, están recubiertos con artesonados de madera policromada. Artesonados que el propio autor denomina de estilo “mudéjar-aragonés adaptado”. Este tipo de decoración se ha convertido en casi una obsesión para Antonio, que lleva más de 23 años de trabajo dedicado a ello. Para realizarlos ha necesitado aprender ebanistería y comprarse máquinas especializadas para este tipo de trabajo. 
Una de las grandes aficiones de Jarque es la fotografía, afición que se palpa y se hace presente en la decoración, con múltiples ejemplares que se extienden a lo largo y ancho de los muros. Además ha dedicado un pequeño espacio, a modo de laboratorio fotográfico, en la parte abuhardillada.
Otra de sus aficiones es la música, música que te acompaña de manera constante e incansable a lo largo de la visita. En el interior hilo musical, en el exterior altavoces. Notas que flotan de manera continua en el ambiente, creando, incluso, una sensación de agobio. Todo está abarrotado de decoración; artesonados, espejos, fotografías y… música.
Una verde y cuidada pradera se extiende ante los ojos al salir al exterior. La vista descansa después de observar el recargado espacio interior.
Únicamente un árbol y dos templetes[2] acompañan, sin ensombrecer, el perfil que se recorta en el horizonte de este “templo” octástilo. Sendos lagos completan la composición exterior, aportando al conjunto serenidad y equilibrio.
Tras el recorrido por su construcción, Antonio te acompaña amigablemente hasta la puerta de acceso de la finca, donde te desea un buen viaje. Sus vivos y curiosos ojos, parapetados tras las gafas, te observan hasta que te pierden de vista.
El edificio ha sido construido a base de hormigón, ladrillo y mortero de cemento, con revestimiento interior y parcialmente exterior de artesonados de madera lacados con diferentes colores.
Se trata de una construcción estructurada en tres alturas, cuyo aspecto recuerda a un templo griego.
Se accede a la finca a través de sendas puertas de forja que representan a Edipo y la Esfinge; las miserias humanas.
La fachada principal está compuesta por basamento liso, sobre el que se apoyan 8 pilares lisos rematados por falsos capiteles en forma de paralepípedos sin decoración, con arquitrabe liso y friso dividido en metopas y triglifos, cornisa sin decoración y tímpano decorado con imágenes realizadas con varilla de hierro pintadas en negro cuyo tema es “un mundo feliz”.
Cubierta a dos aguas realizada con chapa que cubre a la original de teja de barro cocido debido a las filtraciones de agua que se producían.
La primera planta se sitúa a pie del terreno, se trata de un espacio diáfano utilizado como cochera, taller y almacén, en él se pueden observar las diferentes columnas de hormigón de la estructura del edificio. Exteriormente realiza la función de basamento para elevar en altura al “partenón” y así poder ser visto sin que ningún otro elemento, tanto constructivo como paisajístico, le haga sombra. En la fachada principal se abre la puerta de acceso a dicho espacio. En las fachadas laterales se abren gran cantidad de ventanas rectangulares y de idénticas medidas.
La segunda planta es la vivienda propiamente dicha. Esta distribuida sobre una planta rectangular, rodeada por un pórtico totalmente decorado con 23 artesonados geométricos y de múltiples colores, los cuales se corresponden en la parte opuesta del pórtico con su simétrico en negativo. El pórtico está sustentado por pilares cuadrados, 8 en la fachada principal y 10 en las laterales. A excepción de la fachada trasera, las otras tres están recorridas al interior por amplias y abundantes cristaleras, aportando gran luminosidad a la vivienda. En la parte superior de las ventanas aparece decoración de casetones, sin decoración en el interior.
A esta planta se puede acceder, tanto por una escalera interior que comunica todas las plantas, como desde el exterior a través una puerta de forja que representa Hércules y Atenea; la inteligencia y el trabajo.
El interior se distribuye en recibidor, tres habitaciones, un salón, dos baños, cocina y una salita de estar. Todo ello con gran profusión decorativa.
El hall se encuentra completamente decorado con espejos y artesonados de madera en paredes y techo, cuyo motivo es una estrella de cuatro puntas enblanco y negro. Desde él se accede a las tres habitaciones, cada una de ellas es de un color y tiene decoración dedicada a una temática concreta
La habitación azul está dedicada a las artes. Composiciones de madera rectangulares de grupos de cuatro imágenes, en las que aparece una pintura, una escultura, una arquitectura y una fotografía, recorren el perímetro superior de la estancia. La decoración se completa con artesonados de madera en el techo con motivos cuadrados policromados en azul y de madera barnizada. El cabecero de la cama y las mesillas, realizadas en madera reproducen la forma exterior de la construcción.
La habitación verde o habitación “de los viajes”, está decorada con una cenefa de madera barnizada con hexágonos irregulares entrelazados entre sí, en cuyo interior aparecen fotografías de los distintos lugares visitados en viajes realizados por el autor y su esposa. El techo está decorado con artesonados con el mismo motivo hexagonal policromados en verde y blanco y con añadidos de rombos y cuadrados.
La tercera habitación está dedicada a “cosas alegres” como la fiesta, la infancia, el costumbrismo, y el erotismo. En cada una de las cuatro paredes se vuelve a repetir la estructura de la fachada y en las “metopas” de cada una de ellas aparecen fotografías relacionadas con el tema de la habitación. La decoración del techo es una composición realizada con octógonos de diferentes tamaños de madera y tonos rojizos. Esta misma composición, con alguna variación cromática se repite en el interior de la cama con dosel que preside la habitación.
A través del pasillo también con abundante decoración, se accede al salón. Una gran mesa ocupa la mayor parte de este espacio. En cada uno de los espacios destinados a los comensales aparece una imagen de un cuadro impresionista dedicado a los diferentes placeres (el placer de comer, el de beber, el de la lectura, el de construir, etc.), esta misma imagen se corresponde con la que aparece en la parte posterior de las sillas. El interior del salón hace también referencia al esquema estructural exterior de edificio. Dos de las paredes están recorridas por falsas columnas cuadradas adosadas a la pared con fuste estriado y rematadas en una especie de capiteles rectangulares. En la parte superior y bordeando toda la estancia, aparecen colocadas láminas que representan las divinidades del Olimpo en una composición similar a la división del friso en metopas y triglifos.
En los espacios entre las columnas hay pequeñas vidrieras estrelladas de diferentes tipos. La decoración se complementa con artesonado en el techo a base de cuadrados de diferentes tamaños en tonos rojo y negro.
La salita de estar está dedicada al trabajo, observándose en el perímetro de la habitación, fotografías relacionadas con este tema, situadas en el interior de formas hexagonales rojas que a su vez se encuentran dentro de rectángulos negros.
La tercera planta, es un espacio abuhardillado que queda bajo la cubierta.
 

   

Alrededor del edificio principal se encuentran dos templetes cuadrados con cubierta adintelada, con estructura y decoración similar a la del edificio. Dos lagos artificiales con formas orgánicas e irregulares realizados con hormigón completan la construcción.

Es difícil calificar o adjetivizar a este tipo de constructores y a sus construcciones. Son obras fuertemente individuales, mezcla de muchas corrientes. El que estas obras sean invisibles para el sistema del arte no quiere decir que no existan, o que carezcan de una complejidad y de los matices propios del Arte (con mayúscula), son obras que no entran en los circuitos o hacen caso omiso de las corrientes dominantes. Puede que estos productos pasen desapercibidos para el sistema del arte, pero no dejan de llamar la atención por su singularidad y pocas veces dejan indiferentes a espectadores de cualquier nivel social o cultural.
Estos creadores son artistas verdaderos, y así es como ellos se ven a sí mismos con frecuencia. Es artificiosa la separación tajante de sus obras con las del arte “reconocido”. La extravagancia y la diferencia no están sólo en las formas sino también en la atención que prestan a los procesos.
No hay distinción entre proyecto y materialización, ni entre constructor y usuario.
Es un proceso vivo y las formas evolucionan más o menos sobre la marcha. Es frecuente encontrar variedad de estilos porque la obra obedece a un gusto subjetivo que se plasma mediante la mezcla de muchas ideas y el uso de diferentes lenguajes artísticos, por lo tanto suelen ser edificios muy eclécticos en la mayor parte de los casos.
Buena parte de las realizaciones del arte excéntrico, marginal, espontáneo o como queramos definir este complejo conglomerado de realizaciones “fuera del arte”, se encuentra basado en una inquebrantable moral de trabajo, en una acumulación minuciosa, a veces maniática, de la fuerza de almacenamiento del hacer manual. El mérito del esfuerzo individual, la condición de trabajador infatigable que consigue vencer las dificultades con poco más que sus manos.
Se trata de trabajos colosales, únicamente justificados por la ilusión y el reto dado a sí mismo por materializar un deseo, proclamando a su vez una voluntad creativa.
En el “arte marginal” lo característico no es ni la experimentación rigurosa ni el destello repentino de la inspiración, sino más bien el lento y amoroso acumularse del trabajo repetitivo, la disciplina diaria antes que la iluminación instantánea del creador.
Se trata de construcciones con una inventiva demostrada por una imaginación desbordante en la cual el sentido ornamental alcanza cotas de verdadero horror vacui.
La combinación heterogénea de formas y motivos y, sobre todo, la importancia del detalle frente al valor del conjunto aparece como una coordenada esencial.
 La “arquitectura fantástica” es una creación que responde a impulsos y sentimientos complejos, a anhelos de evasión y ensueño que buscan espacios abiertos a la fantasía.
 Se trata, sin duda, de unas obras que pueden implicar una mirada ingenua, creaciones naïf que corren el riesgo de desembocar en el kitsch y perderse incluso en él, pero también pueden ser obras de una fuerte intensidad; creaciones emotivas a través de las cuales se manifiestan las inquietudes y sentimientos profundos de unos espíritus singulares que se vuelcan hacia la creación artística como un modo de afirmación y satisfacción. Estos comportamientos son sólo síntomas aislados, ejemplos que demuestran en los hombres un deseo persistente de materializar sus sueños e, incluso, de vivir en ellos.
 Las “arquitecturas fantásticas” son ajenas a toda claridad y funcionalidad. Son obras de espíritus barrocos que llegan a la expresión artística a través de desconcertantes planteamientos decorativos. La conmoción que provocan, junto a la sinceridad innegable de sus planteamientos, los sitúa fuera de la dialéctica del buen o mal gusto. La belleza es el principio más subjetivo que comparten estos constructores y por supuesto responde a parámetros de belleza que impone su propio autor.
 Pretenden casi siempre rehacer un paraíso perdido, son utopistas románticos. Lo que encontramos dentro de este territorio suele ser una representación completa y coherente (aunque frecuentemente delirante) del mundo y de la vida, de la moral y de la historia: invitaciones al bien, reconvenciones, sueños placenteros, y un sinfín de cosas más en un aparente (des)orden conceptual que desafía nuestros sistemas de clasificación. Estos individuos llegan a entregarse tanto a sus creaciones que éstas acaban convirtiéndose en sus destinos biográficos respectivos. Son performers, muy radicales: la vida es la obra y viceversa.
 Son fruto de deseos y decisiones complejas, cargadas de intenciones, unas explícitas, otras no tanto, pero su realidad extraordinaria posee la virtud insoslayable de los momentos imborrables.
  El hogar es la vivienda individualizada, una expresión de la personalidad y los modos de vida. El hogar es una condición compleja y difusa, que integra memorias, imágenes, deseos, miedos, pasado y presente; comporta un conjunto de rituales, ritmos personales y rutinas cotidianas; constituye el reflejo del habitante, de sus sueños, sus esperanzas, sus tragedias o su memoria. El escenario donde transcurren nuestros días es nuestro autorretrato en tres dimensiones.
  No es un edificio ni un objeto. El hogar es una experiencia intrapsicológica y multidimensional que resulta difícil de describir objetivamente. Habitar implica psique y alma, además de cualidades formales y cuantificables. Parece claro que la experiencia de hogar consiste e integra un increíble abanico de dimensiones mentales.
  La casa es un lugar propio, concreto, personal e íntimo. Este reducto “personal” constituye, a su vez, el dominio donde el habitante tiene la plena potestad para plasmar su propia concepción del mundo. Como dijo Seabrook:“Un hogar en el mundo real es, entre otras cosas, una manera de mantener el mundo fuera de él”[3]. De puertas hacia dentro, son los reyes y señores. Es nuestro reino, nos convertimos en un “dios-creador” capaz de dictaminar nuestras propias leyes y establecer nuestro propio mundo dentro del mundo.
  Por un lado, el espacio doméstico está refiriéndose a una dimensión cercana, humana y, por otro, a una visión cosmológica, divina. Es nuestro pequeño-gran mundo. Es nuestro paraíso. Quizás no podamos cambiar el mundo pero, una vez reconocidos y aceptados nuestros propios límites, el mundo es nuestro. Cualquier espacio cargado de experiencia humana puede contemplarse como un microcosmos, un círculo infinito de energías latentes que invocan una totalidad ulterior.
  Detrás de todas estas construcciones existe siempre un personaje peculiar que desempeña la doble función de creador de la escena y protagonista principal. Personajes idiosincrásicos, tenaces, visionarios, inconformistas, transgresores, marginales, quizás excéntricos, delirantes o extravagantes para algunos. Siempre, y por encima de todo, son personajes cuya creencia en una manera propia de ver el mundo es llevada hasta las últimas consecuencias en la creación de un hogar.
  Son obras evolutivas donde se procede por episodios, se va añadiendo y modificando, coincidiendo con distintas etapas de la vida. En algunas ocasiones consiste en un trabajo cotidiano, día tras día, año tras año. Son verdaderos works in progress.
  Dada la presión que existe en el mundo del arte contemporáneo a estar constantemente presentando cosas nuevas y diferentes, unida a una actitud revisionista según la cual lo que antes se excluyó del canon ahora, en ocasiones, hay que acogerlo con entusiasmo, no ha de sorprender que el arte marginal esté cada día más incorporado al mundo artístico ortodoxo. Las diferencias entre marginal e integrado empiezan a oscurecerse.
  
 
 
 

 

 
[1] En este caso sustituidos por dos lagos artificiales.
 
[2] En honor del fundador de la ciudad fue frecuente, en Grecia, la consagración de un heroom, un templete (naiskos) dedicado a su memoria, o a la señalización del lugar de su posible tumba.
 

[3] SEABROOK, John: “Home on the Net”, The New Yorker, Octubre del 1995.

 



Concha Duclós en Galería Pepe Rebollo, Zaragoza

Con el título “Volver”, esta pintora zaragozana, afincada en Barcelona, retorna a su ciudad y al reencuentro con sus amistades con una muestra de gran soltura compositiva y juventud expresiva, elegante y limpia de trazo.
Con una base muy dibujística y figurativa, a base de rostros y anatomías sumarias, incompletas o mutiladas, recurre también a la mancha cromática, el gesto o la “tache” de signo abstracto e informal o a las representaciones arquitectónicas de sumarios trazos linearistas.
Con un lenguaje entre expresionista y surrealista, recuerda en este último sentido los orígenes de Tàpies o más lejanamente a Joan Ponç, el gran pionero de la vanguardia catalana y semilla de los posteriores informalismos  del grupo “Dau al Set”.
 Destacaría, sobre todo, los papeles, en técnica mixta, se una gran sutileza y exquisitez, en toda esta, delicada exposición.


María Maynar en Aragonesa de Arte

Maynar dedica a su madre esta exposición, “Del engendrar”, delicada, exquisita, rotunda, poética y colorista. Produce un rapto visual en el espectador tal, que en cuanto éste atraviesa el umbral de la Galería, el resto del espacio se desvanece, tal es la energía cromática y textural que despliega María. Digo textural porque es una pintura de texturas textiles y diseños que nos transmiten la dedicación laboral en Barcelona de María Maynar al campo del diseño textil, de manera que los perfiles del dibujo de los diferentes tejidos y su intenso colorido afloran en estas pinturas en acrílico sobre lienzo o vinílicas sobre tabla, con un aire de ensoñación y misterio, aunque partan de lo cotidiano y muy femenino y de ahí su referente materno (“Lo cotidiano y el misterio”, la pieza cumbre de la muestra). Cuánto de conexión con las madres tenemos las mujeres entre telas y agujas, alfileres y costuras, en esa necesidad básica para la humanidad de cubrirse y abrigarse, ya en sus orígenes, tarea asignada a las mujeres, desde las primitivas vestimentas de pieles ablandadas con los dientes y cosidas por agujas de hueso, a los posteriores telares, de simples bastidores en los que colocar la urdimbre y entrecruzar la trama, como los que aún utilizan las mujeres guatemaltecas para manufacturar sus güilpiles. No hay recuerdos americanistas pero sí africanistas como en ese “batik” que aflora en el cuadro titulado “Archivo de formación”, fruto de la “aldea global” en la que ahora habitamos.
No sólo tejidos, también bordados de sobrepuesto o “reposteros” se aluden en obras de Maynar, como en “Soñé que te encontraba”, de un color tan intenso y una voluntad de “ser moderno” que recuerda tapices de LurÇat.   
A veces las referencias a los textiles son todavía más exquisitas y enlazan con los encajes de Brujas: la pareja de cuadros “Binomio ternario”, cuya parte superior recuerda la caja de los hilos de cualquier costurero femenino. O recuerdan los mantelitos de encaje para las paneras que quedan sugeridos en “Otro en uno” o “Sustrato”, precisamente realizados en papel (además de acrílico y sobre tabla), o enlazan con esos efectos: “Contemplación III” (éste ya en acrílico sobre lienzo).
 
Belleza, sensibilidad y femineidad en una exposición que no hay que perderse.


El arte de Oriente en Madrid

Con el título Orientando la mirada se celebra en la Sala de las Bóvedas del Centro Conde Duque de Madrid, del 25 de febrero al 24 de mayo, una extraordinaria exposición con una selección de 150 obras de arte de la India, Tíbet, Nepal, China, Tailandia, Camboya, Java y Japón, que se conservan en distintos museos y colecciones públicas ubicadas en la capital de España. El comisariado de la exposición ha sido realizado por el Grupo de Investigación Asia, dirigido por Carmen-García Ormaechea, coordinado por Mª Jesús Ferre y formado por Matilde Arias, Pilar Cabañas, Isabel Cervera, Cinta Krahe y María Román, todas ellas grandes especialistas en las distintas parcelas del arte oriental que se presenta en la exhibición y, también, autoras de las fichas catalográficas y de los estudios del excelente catálogo editado.

Ciertamente, la exposición es una magnífica ocasión para ver un amplísimo panorama del arte asiático con piezas que habitualmente están muy dispersas o no se exhiben. El montaje, elegante y sobrio, resalta la belleza de obras de arte muy diferentes en cuanto a tamaños, materiales y procedencia. De este modo, hallamos lacas namban, cerámicas chinas y japonesas,  bronces chinos, miniaturas del Imperio Mogol, pinturas chinas y tibetanas, grabados ukiyo-e de Japón, pequeñas tallas en marfil japonesas y esculturas de la India y el sudeste asiático. Todas estas piezas se presentan en un discurso expositivo en tensión entre la elegante presentación de la belleza del arte oriental y una exposición de tesis que aborda la evolución del contacto de Occidente con el arte de Asia oriental desde la Edad Moderna y las distintas lecturas que han tenido estas piezas desde objeto de lujo y exotismo a objeto como manifestación cultural.

Aunque el título Orientando la mirada pudiera asociarse a una voluntad didáctica, la exposición no pretende convertirse en una “introducción al arte oriental”, pues, ni el discurso expositivo, ni la ausencia de textos explicativos en paneles apuntan hacia ese enfoque. Así, las piezas no se agrupan por periodos históricos ni por culturas o religiones. No obstante, los comisarios  han presentado una exhaustiva información sobre las obras expuestas de manera indirecta, mediante el catálogo, las (muy recomendables) visitas guiadas y un servicio gratuito de auto-guía mediante auriculares en las que pueden escucharse los comentarios sobre una selección de las obras más  representativas.

Por nuestra parte, sólo podemos recomendar vivamente esta exposición a todos los amantes del arte oriental, que sin duda disfrutaran ante el detallismo decorativo de un sagrario namban del siglo XVII, la delicadeza de las preciosistas pinceladas de las miniaturas indias, la belleza de las mujeres de los ukiyo-e Utamaro, el vivo colorido de los thangkas tibetanos o la solemnidad de los bronces de Buda.