Las sitiadas, exposición del artista José Luis Cano.
Pablo Serrano: ‘Las huellas del caminante’
Barreras Subjetivas, por Guillermo Guillemi
Sabe mucho sobre barreras el artista argentino afincado en Zaragoza Guillermo Daniel Moriconi Guillemi, afectado desde niño por una paraplejia que no le ha impedido llevar una vida intensamente viajera y una carrera expositiva brillante por Argentina, Estados Unidos de América y España. Es muy impresionante su instalación multimedia del Espacio Tránsito, a base de pinturas combinadas con imágenes escaneadas y programas de tratamiento de imágenes transferidas a impresión digital. Con estos medios ha evocado un bloque de viviendas, en cuyos muros hay tres pantallas de plasma que simulan ventanales donde nos da a ver escenas de interiores domésticos, me lo he encontrado tan alto y serio en su silla de ruedas, que me han venido a la mente escenas protagonizadas por James Stewart en la película “La ventana indiscreta” dirigida por Alfred Hitchcock. Otra pantalla proyecta a la izquieda un rostro parlante sobre un maniquí incrustado en una escalera, como en muchos montajes del videoartista Tony Oursler, pero que aquí imagino que tendrá un significado muy distinto, alusivo quizá a la incomunicación de los individuos en el siglo XXI, más acostumbrados a hablarnos a través de una web cam que cara a cara: por lo visto es un alter ego del propio artista, que ha escrito el monólogo de este "personaje atrapado" en la escalera, cuyas reflexiones en voz alta suscribe el propio Guillemi, cuando reconoce que su principal barrera no es la escalera, sino su incapacidad de comunicar sus sentimientos más profundos. Por último, en la pared lateral nos presenta la imagen de un mulato desnudo que pega sus manos, su cara y sus genitales contra un cristal, otra barrera física y metafórica. En el folleto explicativo que ha editado el Centro de Historia, un texto de Joan Lluis Montané, de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, interpreta este montaje en clave surrealista y un tanto existencialista. Yo más bien percibo una enérgica llamada a nuestra conciencia social; aunque es posible que mi percepción esté “contaminada” por la visita a la impresionante exposición Zaragoza Rebelde, de la que tendremos que tratar en el siguiente número de esta revista, pues aún ha de inaugurarse su otra sede, en el Cuarto Espacio. En todo caso, es una feliz coincidencia que este excelente montaje de Guillemi, que se nos presenta nada más terminar las actividades dedicadas a Buenos Aires dentro del ciclo “Zaragoza Latina”, haya coincidido con una gran exposición sobre el activismo social en nuestra ciudad. A ella llegó en 1994 este inquieto artista para montar una exposición individual en la Galería Fondo de Arte Contemporáneo (ya desaparecida) y aquí se quedó, formando parte de nuestro paisanaje. Enhorabuena, ilustre conciudadano: ojalá vayas encontrando entre nosotros menos barreras arquitectónicas ni subjetivas.
La Línea, exposición de Fernando Martín Godoy.
La Sala CAI- Luzán acoge desde el cuatro de marzo y hasta el uno de abril la exposición de Fernando Martín Godoy, La Línea.
Penetro en la sala y mi cabeza se llena de nociones y de sensaciones. Me invade el objeto, la sombra, el contraste, la geometría y el volumen…pero sobretodo el blanco. Es un blanco matizado en ocres el que utiliza este creador aragonés, un blanco lleno de conceptos, un blanco muy rotundo, con exceso de poder en la composición, y que se convierte en luz. Voy buscando esa maestría del color en todos los cuadros, uno a uno. Indago en cada obra cómo es su técnica, cómo perfecciona el tratamiento de las gamas de tonos. Descubro las contraposiciones entre los negros, los grises y hallo el imperio de la luz, de su blanco y de ese blanco matizado que ya he valorado. Necesito la luz del blanco en cada una de las pinturas, porque la oscuridad y el silencio que evocan sus obras no pueden superarla. Mis ojos buscan ese contraste de color, esa intensidad de lo oscuro, de lo gris que convive con la luminosidad. Blanco esperanza de mis ojos. A la vez, siento que mis pupilas también buscan la geometría del color en el volumen, tan característica de este artista. Compruebo que Fernando Martín Godoy me regala un espacio volumétrico, vacío de humanidad pero lleno de reflexión. El creador afirma que La Línea, el conjunto de estos lienzos, hace referencia a la delicada frontera que separa lo banal de lo transcendental. Él, ha inmortalizado la basura, los contenedores y las cajas de desechos, en volúmenes rigurosos, puros, intensos, arquitectónicos. Sintetizo su vacío de individuo en esas intelectualizadas formas, porque siento esas tensiones humanas que plantea desde sus figuras y desde los volúmenes.
Maestría de color, maestría de volumen y rotundidad espacial. Pero sobretodo destaco el gran poderío de la luz, el acto de la contemplación y la profunda reflexión que nos regala este pintor al aprehender en sus composiciones la desnudez espacial, al observar las basuras, los contenedores, las bolsas y las cajas que se definen lentamente en el vacío. No son retratos de una realidad cotidiana. No hay suciedad.
Intuimos nuestra soledad, la ausencia de seres humanos pero al mismo tiempo, la necesidad intrínseca de la presencia del individuo en cada cuadro. Buscamos con nuestros ojos, sentimos, pensamos y llegamos a entender que la desmaterialización que Martín Godoy hace de las basuras necesita del raciocinio, de la credibilidad y de las ideas de cada uno de nosotros como humanos.
Creo además, que en cada una de sus imágenes se encuentran todas las demás, convertidas en fragmentos de una idea, convertidas en extractos del ser único, del silencio, de la ciudad. Por último, afirmo que es un gran ejercicio de “intelectualización” del tratamiento visual.
Ana REVILLA
Fernando Martín Godoy (Zaragoza, 1975) estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, ciudad en la cual reside actualmente. Tras varias exposiciones y premios vuelve de nuevo a Zaragoza, en este caso nos presenta, en la Sala CAI Luzán “La línea”, título que hace alusión a la separación entre lo banal y lo trascendental y que acompaña al visitante por esta muestra.
Una serie de once acrílicos cuyo leit motiv sigue siendo las escenas urbanas. Un pequeño acrílico del año 2005 titulado “basura”, nos da la bienvenida y es presentado a modo de origen de toda la serie, en él, se aprecian sus anteriores representaciones de edificios y coches. En esta ocasión estos motivos pasan a un segundo plano para dejar paso a sus nuevos protagonistas. Basura, escombros y cajas encontradas en contenedores urbanos, desechos que están a punto de desaparecer, solo esperan la llegada del camión de la basura, son encontrados y rescatados por la mirada del artista cobrando una nueva identidad pictórica.
El proceso de creación adquiere gran protagonismo en las obras de Fernando, destacando la complejidad y meticulosidad, para llegar a una perfección técnica más cercana a la impresión mecánica y digital que al pincel. El proceso creativo parte de la realización de numerosas instantáneas fotográficas a modo de trabajo de campo sobre la ciudad. El artista elige algunas de ellas que pasarán a sus lienzos. Las fotografías no son modificadas ni en estructura, ni encuadre ni en su perspectiva original. Son tomadas a horas de mucha luz y posteriormente, utilizando programas de tratamientos de imagen, va eliminado los aspectos de la composición que cree prescindibles, quedándose solo con lo esencial. En este comento comienza el proceso de la creación de las líneas de dibujo y la superposición de los colores en el lienzo. Primero un gris neutro invade la tela, después va añadiendo las sombras a base de los negros absolutos, a continuación la elaboración de las veladuras tan particulares a base de acrílico muy diluido consigue esos matices tan especiales en el fondo plano. Por ultimo, la incidencia de la potente luz de los colores más claros dan la materialidad y la profundidad característica las obras de esta serie. Tras este proceso, los contenedores objetos-desecho, traducidos a luz, sombra, planos y volúmenes simplificados, se transforman y adquieren una categoría superior.
Su lenguaje parte de una figuración muy personal ,se agarra a la realidad, bebiendo de muchas tanto contemporáneas como históricas. No se puede entender la obra la Fernando sin el diseño gráfico, el cómic, la fotografía digital; los lenguajes asociados a la abstracción geométrica, como por ejemplo Pablo Palazuelo, reconocido como abstracto idealista, vinculado a corrientes de espiritualidad y a una concepción con tintes sagrados entre el artista y su obra. Los grandes maestros del renacimiento y, con más énfasis, en el tenebrismo barroco que con la luz sobrenatural y teatral incide en los objetos, Caravagio, Velázquez, Rivera, Zurbaran. La naturaleza muerta, género considerado menor que representan objetos inanimados, generalmente cotidianos y asociados simbólicamente a la fugacidad de la vida, a modo de mensaje moralizante de lo efímero y de los placeres de los sentidos.
La obra de Fernando Martín Godoy muestra lo anodino y nos traslada a una ciudad misteriosa y silenciosa entre lo real y lo imaginado, lo figurativo y lo abstracto, la noche y el día. Espacios urbanos condenados al abandono. Una reflexión entre lo efímero y lo eterno.
Patricia SANCHÓN
Marcelo Fuentes en Galería Finestra Estudio, Zaragoza.
Nietzsche, La Gaya ciencia
Marcelo Fuentes, (Valencia 1955) pintor de formación autodidacta vuelve a Zaragoza, en este caso a la Galería Finestra Estudio.
Su pintura, generalmente de pequeño formato, se caracteriza por un gusto recurrente por la representación urbana, composiciones equilibradas, carbones, dibujos óleos, cargados de sustancia pictórica y degradados tonales que proporcionan materialidad. Detalles de grandes y diferentes ciudades como Valencia, Madrid o New York, son sus protagonistas pero, todas ellas tienen algo en común: la quietud, el sosiego y la melancolía. Los edificios desdibujados de Marcelo Fuentes, como las marquesinas años cincuenta de Madrid o los bloques de apartamentos de Nueva York, construcciones que nos hacen recordar otros tiempos que no vivimos, son reflejo de su mirada intima, personal y discreta del mundo. Igual que el escritor se nutre de sus experiencias y las plasma en el papel, Marcelo pasea por las distintas ciudades observando y anotando en su cuaderno de viaje la síntesis de imágenes evocadoras, siempre solitarias y sin un ápice de vida ni movimiento, que plasma en sus lienzos con esa discreción que le caracteriza.
Marcelo Fuentes siente gran atracción por la arquitectura, la poesía y la fotografía, Ha trabajado con distintos creadores como el fotógrafo Bernard Plossu, ("Bernard Plossu y Marcelo Fuentes. Ciudades y Paisajes" Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad), y con el escritor Carlos Pérez entre otros. Sus escenas evocan entre otros a maestros como el italiano Giorgio Morandi, Edward Hooper y la representación cotidiana norteamericana de mediados del S XX.
Marcelo Fuentes vuelve a mostrarnos una vez más su capacidad de transformar esos ambientes con toques decrépitos, que ante las prisas pasan desapercibidos, en autenticas poesías y metáforas visuales
Toda una lección de Historia
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El desvanecimiento de las fronteras del arte
Alrededor del edificio principal se encuentran dos templetes cuadrados con cubierta adintelada, con estructura y decoración similar a la del edificio. Dos lagos artificiales con formas orgánicas e irregulares realizados con hormigón completan la construcción.
[3] SEABROOK, John: “Home on the Net”, The New Yorker, Octubre del 1995.
Concha Duclós en Galería Pepe Rebollo, Zaragoza
Con el título “Volver”, esta pintora zaragozana, afincada en Barcelona, retorna a su ciudad y al reencuentro con sus amistades con una muestra de gran soltura compositiva y juventud expresiva, elegante y limpia de trazo.
Con una base muy dibujística y figurativa, a base de rostros y anatomías sumarias, incompletas o mutiladas, recurre también a la mancha cromática, el gesto o la “tache” de signo abstracto e informal o a las representaciones arquitectónicas de sumarios trazos linearistas.
Con un lenguaje entre expresionista y surrealista, recuerda en este último sentido los orígenes de Tàpies o más lejanamente a Joan Ponç, el gran pionero de la vanguardia catalana y semilla de los posteriores informalismos del grupo “Dau al Set”.
Destacaría, sobre todo, los papeles, en técnica mixta, se una gran sutileza y exquisitez, en toda esta, delicada exposición.
María Maynar en Aragonesa de Arte
Maynar dedica a su madre esta exposición, “Del engendrar”, delicada, exquisita, rotunda, poética y colorista. Produce un rapto visual en el espectador tal, que en cuanto éste atraviesa el umbral de la Galería, el resto del espacio se desvanece, tal es la energía cromática y textural que despliega María. Digo textural porque es una pintura de texturas textiles y diseños que nos transmiten la dedicación laboral en Barcelona de María Maynar al campo del diseño textil, de manera que los perfiles del dibujo de los diferentes tejidos y su intenso colorido afloran en estas pinturas en acrílico sobre lienzo o vinílicas sobre tabla, con un aire de ensoñación y misterio, aunque partan de lo cotidiano y muy femenino y de ahí su referente materno (“Lo cotidiano y el misterio”, la pieza cumbre de la muestra). Cuánto de conexión con las madres tenemos las mujeres entre telas y agujas, alfileres y costuras, en esa necesidad básica para la humanidad de cubrirse y abrigarse, ya en sus orígenes, tarea asignada a las mujeres, desde las primitivas vestimentas de pieles ablandadas con los dientes y cosidas por agujas de hueso, a los posteriores telares, de simples bastidores en los que colocar la urdimbre y entrecruzar la trama, como los que aún utilizan las mujeres guatemaltecas para manufacturar sus güilpiles. No hay recuerdos americanistas pero sí africanistas como en ese “batik” que aflora en el cuadro titulado “Archivo de formación”, fruto de la “aldea global” en la que ahora habitamos.
No sólo tejidos, también bordados de sobrepuesto o “reposteros” se aluden en obras de Maynar, como en “Soñé que te encontraba”, de un color tan intenso y una voluntad de “ser moderno” que recuerda tapices de LurÇat.
A veces las referencias a los textiles son todavía más exquisitas y enlazan con los encajes de Brujas: la pareja de cuadros “Binomio ternario”, cuya parte superior recuerda la caja de los hilos de cualquier costurero femenino. O recuerdan los mantelitos de encaje para las paneras que quedan sugeridos en “Otro en uno” o “Sustrato”, precisamente realizados en papel (además de acrílico y sobre tabla), o enlazan con esos efectos: “Contemplación III” (éste ya en acrílico sobre lienzo).
Belleza, sensibilidad y femineidad en una exposición que no hay que perderse.
El arte de Oriente en Madrid
Con el título Orientando la mirada se celebra en la Sala de las Bóvedas del Centro Conde Duque de Madrid, del 25 de febrero al 24 de mayo, una extraordinaria exposición con una selección de 150 obras de arte de la India, Tíbet, Nepal, China, Tailandia, Camboya, Java y Japón, que se conservan en distintos museos y colecciones públicas ubicadas en la capital de España. El comisariado de la exposición ha sido realizado por el Grupo de Investigación Asia, dirigido por Carmen-García Ormaechea, coordinado por Mª Jesús Ferre y formado por Matilde Arias, Pilar Cabañas, Isabel Cervera, Cinta Krahe y María Román, todas ellas grandes especialistas en las distintas parcelas del arte oriental que se presenta en la exhibición y, también, autoras de las fichas catalográficas y de los estudios del excelente catálogo editado.
Ciertamente, la exposición es una magnífica ocasión para ver un amplísimo panorama del arte asiático con piezas que habitualmente están muy dispersas o no se exhiben. El montaje, elegante y sobrio, resalta la belleza de obras de arte muy diferentes en cuanto a tamaños, materiales y procedencia. De este modo, hallamos lacas namban, cerámicas chinas y japonesas, bronces chinos, miniaturas del Imperio Mogol, pinturas chinas y tibetanas, grabados ukiyo-e de Japón, pequeñas tallas en marfil japonesas y esculturas de la India y el sudeste asiático. Todas estas piezas se presentan en un discurso expositivo en tensión entre la elegante presentación de la belleza del arte oriental y una exposición de tesis que aborda la evolución del contacto de Occidente con el arte de Asia oriental desde la Edad Moderna y las distintas lecturas que han tenido estas piezas desde objeto de lujo y exotismo a objeto como manifestación cultural.
Aunque el título Orientando la mirada pudiera asociarse a una voluntad didáctica, la exposición no pretende convertirse en una “introducción al arte oriental”, pues, ni el discurso expositivo, ni la ausencia de textos explicativos en paneles apuntan hacia ese enfoque. Así, las piezas no se agrupan por periodos históricos ni por culturas o religiones. No obstante, los comisarios han presentado una exhaustiva información sobre las obras expuestas de manera indirecta, mediante el catálogo, las (muy recomendables) visitas guiadas y un servicio gratuito de auto-guía mediante auriculares en las que pueden escucharse los comentarios sobre una selección de las obras más representativas.
Por nuestra parte, sólo podemos recomendar vivamente esta exposición a todos los amantes del arte oriental, que sin duda disfrutaran ante el detallismo decorativo de un sagrario namban del siglo XVII, la delicadeza de las preciosistas pinceladas de las miniaturas indias, la belleza de las mujeres de los ukiyo-e Utamaro, el vivo colorido de los thangkas tibetanos o la solemnidad de los bronces de Buda.
