Damián Forment, maestro de maestros

“En el año 1515 salió un ingenio peregrino en esta profesión llamado Damián Formento. Fue gran dibujante, gran historiador, sus figuras de magnífica grandeza, muy consideradas sus aptitudes con terrible solución y manejo”. Estas palabras del pintor y teórico Jusepe Martínez, autor de los Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura (1670) demuestran el recuerdo que a finales del siglo XVI se seguía teniendo sobre todo en Zaragoza y Huesca del escultor. La catedrática del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Carmen Morte, acaba de publicar dentro de la Colección Monografías de Arte CAI un completo volumen sobre el escultor Damián Forment. Se trata de la primera monografía seria que se hace sobre uno de los mejores y más influyentes escultores españoles del siglo XVI. La publicación comienza en su etapa valenciana (1495) en donde la autora casi asegura como lugar de nacimiento Valencia, aunque no se sabe exactamente pues todavía no se ha encontrado su partida de nacimiento. Hijo de Pablo Forment, carpintero, maestro de talla e imaginero, descendiente del Bajo Aragón turolense, bien Molinos o Alcorisa y de Beatriz Cabot, de ahí que en los últimos años se pretenda poner como lugar de nacimiento de Forment esta última localidad aragonesa, por la constancia de este apellido desde el siglo XV, de lo que la autora no está completamente de acuerdo pues algunos documentos notariales lo dan natural en Valencia, al margen de afirmarlo el propio Jusepe Martínez, así como la afirmación en algunos contratos de obras en las que aparece como: imaginero natural de la ciudad de Valencia y vecino de Zaragoza. El libro nos llevará rápidamente por tierras de Aragón, donde su triunfo se hace constante inicialmente con el retablo mayor del Pilar de Zaragoza (1509-1518), todo un acontecimiento para los hombres de aquella época, convirtiéndose desde su terminación en el testimonio más alto de calidad y arte en Aragón, emulando a la Seo de Zaragoza, con su monumental retablo, luego llegarían el retablo mayor de la iglesia de San Pablo (1511-1517), primer retablo realizado totalmente en madera conservado en Aragón. El retablo de San Miguel de los Navarros (1519-1521), el primero conservado de traza renacentista y en el que Forment debió reservarse de manera especial la ejecución de la talla del titular, o el retablo mayor de la Catedral de Huesca (1520-1534) segundo retablo realizado en alabastro, realizado a imagen y semejanza del Pilar de Zaragoza, cumpliéndose las expectativas del cabildo oscense. A lo largo del libro, la autora analiza con detalle algunas de las obras contratadas por el escultor, algunas de ellas por primera vez, como el caso del retablo del canónico Martín de Santángel en actitud sedente, en la Catedral del Huesca única obra que se ha conservado realizado por el escultor o el cuerpo y ático del retablo mayor de la iglesia de Santa María Magdalena (1524-1525), que esperemos algún día poder verlo con la conclusión de las obras.     El grupo escultórico masculino de los Santos Mártires de la cripta de Santa Engracia (1529) obra de alta calidad realizada en alabastro, presentando similitud con las esculturas del retablo mayor de la Catedral de Huesca, y aunque los personajes no son fácilmente identificables, destacan de entre todos un posible autorretrato del escultor como el que existe en el sotabanco del anterior retablo citado, y el de otro personaje que recuerda los rasgos del Rey Carlos V, con barba corta, pelo recogido en una cofia debajo de un sombrero y lleva espada, el Sepulcro de Juan de Lanuza para el Castillo de Alcañiz (1537-1538) uno de los pocos ejemplos de monumento funerario plenamente renacentista, y el único realizado por Forment ó las imágenes para la Custodia del asiento de la Seo de Zaragoza (1539-1540) donde Forment se compromete a realizar cuarenta imágenes, mientras que el platero Pedro Lamaisón las montaba, por lo tanto estamos ante un monumento eucarístico realizado por los dos artífices más reconocidos en Aragón dentro de sus diferentes campos.
 Capítulos especiales que destaquen en el libro son los dedicados al retablo del Monasterio Cisterciense de Santa María del Poblet, en Tarragona (1527-1529) y no especialmente porque sea el primer gran retablo de escultura renacentista echo por nuestro autor, ni por ser el monasterio más importante de Cataluña, por ser panteón real sino por el pleito que este retablo ocasionará a Forment, siendo su mayor fracaso profesional. Para este fracaso se unieron varios problemas, entre ellos el exceso de trabajo contratado, las frecuentes ausencias del artista en el proceso de realización del retablo, la caída en desgracia del abad Caixal, y sobre todo el recelo de los escultores que trabajaban en el principado catalán. En junio de 1536 Forment retorna a Zaragoza, a pesar de la edad, los últimos años de su vida, fallece en 1540, no pierde ni su genio ni el entusiasmo por nuevos proyectos como el retablo mayor de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja (1537-1540) obra cumbre de  toda una trayectoria profesional como uno de los grandes maestros de la escultura del Renacimiento.
   El libro se completa con un capítulo dedicado a obras descartadas, así como los nombres de algunos de los profesionales que tuvo Forment en los distintos talleres a su servicio, hasta tres talleres simultáneos llegó a tener entre Zaragoza, Huesca y Poblet- Montblanc, así como un CD con más de quinientos documentos comentados en texto, algunos de ellos inéditos, que permiten saber donde se encontraba Forment durante su vida viajera, a partir de 1520.
PARA SABER MÁS:  
Carmen Morte
Damián Forment, escultor del Renacimiento
Colección Monografías de Arte CAI nº 2
Caja Inmaculada Zaragoza 2009. 445 pags


Quién es quien en el mundo del arte: 501 grandes artistas

En el año 2007, la editorial Grijalbo publicó un milagro editorial que dio por   titulo Las 1001 pinturas que hay que ver antes de morir del cual ya dimos buena cuenta en estas páginas. Ahora, de la mano de la misma editorial y de su coordinador Sthephen Farthing, nos llega lo que se podría considerar la segunda parte, titulada 501 grandes artistas, si en el primer volumen se hacía referencia a la obra y mínimamente  al artista, para esta ocasión se señala obra y artista. A lo largo  de las más de  seiscientas páginas recorreremos la historia del arte universal,desde los muralistas del Renacimiento hasta los pintores impresionistas, desde los versátiles artistas del cubismo hasta los artífices de las instalaciones de vídeo posmodernas en donde una entrada biográfica nos abrirá el apetito para conocer algo más al artista seguido de una lista complementaria de los museos y galerías que exhiben las obras más famosas concluyendo con una cita reveladora del propio creador o de un reputado crítico de arte ofreciendo  una visión más próxima de sus ideas y su obra. La publicación se inicia en la China de hace un milenio y finaliza en Irán, con una artista nacida en 1974.
 Por supuesto entre tanto nombre, la sombra de nuestro universal Goya no podría faltar, siendo uno de los artistas más descritos y estudiados, precursor de la modernidad absoluta 
 501 Grandes artistas no es sólo una amena guía de nombres, fechas y lugares, es un viaje narrativo que describe la evolución del arte ordenado cronológicamente donde sólo los más grandes ocuparán a lo largo de este libro, los únicos asientos libres en ese tren hacia la posteridad que sólo algunos pocos mortales están predestinados a ocupar.
PARA SABER MÁS:   
Stephen Farthing (Coordinador)
501 grandes artistas
Grijalbo editores
640 pags 2010
 
 


Homenaje y memoria al Museo Camón Aznar

Según el ICOM (Consejo Internacional de los Museos) “Un museo es una institución de carácter permanente y no lucrativa al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que exhibe, conserva, investiga, comunica y adquiere con fines de estudio, investigación y disfrute, la evidencia material de la gente y su medio ambiente”. Con motivo de la celebración de la Exposición Internacional Zaragoza 2008, Ibercaja, propietaria del Museo Camón Aznar, hoy MICAZ, planteó un cambio integral y sustantivo de aspecto, concepto y contenido que hoy se ve reflejado en el presente libro. En el se repasa la historia del edificio así como las colecciones actuales, de esta manera, de la mano de Carmen Gómez Urdáñez conoceremos la historia reciente del edificio desde su construcción en la década de 1530 como residencia del infanzón, mercader y pintor Jerónimo Cosida, pasando por la tienda de muebles que en los años setenta del pasado siglo XX regenta la que sería su última dueña, concluyendo con la compra por parte de la entidad financiera del inmueble en 1976, para acabar su reforma en 1979 de la mano del arquitecto zaragozano Regino Borobio Navarro.
   Por su parte Antonio Meléndez Alonso, con sobrada experiencia en montajes como el del Museo de Arte Antiguo de Sigüenza, o el comisariado de  las exposiciones de Las Edades del hombre, nos cuenta las vicisitudes que tuvo que pasar cuando asumió el encargo de remodelar el museo, desde la evacuación completa de todas las obras expuestas hasta la fecha, así como la de la biblioteca del museo, para posteriormente iniciar las obras, que permitieron descubrimientos tan interesantes como la aparición de un antiguo patio de luces de otras edificaciones existentes, pero que por las razones que fueran había sido cegado, esto permitió la posibilidad de abrirlo, pues este echo se apoyaba en el concepto de que el patio de luces tomaba la idea de que Goya era el nudo de la historia que desarrolla el museo, así como del arte español, con los precedentes que bebe, caso de Velázquez, y de las consecuencias que se producirán primero en el siglo XIX, y de una manera no tan evidente en el siglo siguiente, de tal manera que el edificio albergaba un diálogo entre el siglo XVI y el XX. Un gran problema que nos cuenta el autor de la presente parte del libro fue la selección de las obras finalmente expuestas, pues tres problemas había en ello: el excesivo número de obras, la baja calidad de algunas de ellas y las deficientes dataciones e incorrectas atribuciones. El autor consultó tanto al equipo del museo así cómo a un grupo de especialistas, la mayoría profesores de la Universidad de Zaragoza de un total de ciento cincuenta obras, para confirmar que las obras expuestas actualmente en el museo son las que son, de época y autor que se las atribuyen. A continuación, el libro muestra la catalogación completa de lo expuesto actualmente, de la mano de varios especialistas, recorreremos cada una de las salas que componen la colección privada de arte de los siglos XV y XX de un catedrático de universidad buen conocedor del pintura histórica y de la contemporánea que se exponía en Madrid y Barcelona. Camón Aznar era un experto en coleccionismo, sobre todo a partir de 1950 cuando fue nombrado director del Museo y Fundación Lázaro Galdiano, y uno de los organizadores de su importante colección que puede verse en el palacete de Madrid.
    Jesús Criado Mainar nos guiará por la selección de piezas de los siglos XV, XVI y XVII, reuniendo excelentes creaciones de varios centros regionales –Aragón, Castilla, Andalucía y Valencia- así como otras de origen italiano, flamenco y holandés, aportando un atractivo recorrido muy conseguido para el deleite del espectador tanto conocedor como simple interesado. Arturo Ansón nos llevará por la segunda mitad del siglo XVIII y el primer cuarto de la centuria siguiente, es decir desde las primeras obras de Corrado Giaquinto y Antonio González Velázquez, así como la fase academicista de Mengs y los hermanos Bayeu, para concluir como lazo de entre siglos y baluarte de la modernidad que es Goya. Manuel García Guatas, cerrará la última, pero no menos interesantes sección que tiene el libro, la de arte contemporáneo, especialmente representada en los artistas aragoneses, como Manuel Viola, con dos lienzos de manchas aguzadas, con explosiones luminosas de rojo, negro y dorado, o las veintiuna esculturas, casi todas de dos escultores aragoneses y amigos del propio Camón Aznar como son Honorio García Gondoy  y Pablo Serrano.
PARA SABER MÁS:
Museo Ibercaja Camón Aznar. Homenaje y memoria
VV.AA. Ibercaja- Lunwerg Zaragoza 2009 español/inglés 229 páginas       
 
 
 
  


La escultura del barro en estado puro: Barro y terracota en la escultura aragonesa (siglos XIX-XX), Escuela-Taller Cerámica de Muel

     Las salas de exposiciones de la Escuela- Taller de Cerámica de Muel, de la Diputación Provincial de Zaragoza, acogen una nueva exposición, de innegable calidad y sorprendente originalidad. La exposición acoge más de cien obras de unos setenta y cinco artistas que por nacimiento o adopción son aragoneses, cuya cronología abarca desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad.
    Lo que se va a ver no se trata de obra salida de las manos de un artista que utiliza la cerámica como medio de expresión, no. Se trata de la utilización del barro como soporte para diversos materiales habituales, desde la madera, pasando por la piedra o el bronce. A lo largo de los siglos, los escultores han utilizado el barro para modelar sus esculturas, aunque en la mayor parte de los casos, tras su utilización, el modelo era destruido siendo reutilizado su material para el modelado de nuevas obras.
   

Pedro Sanz

 La exposición se articula en dos bloques. En el primero de ellos, titulado Escultura en barro se muestran una serie de obras, de pequeño tamaño, terracotas, de los siglos XVIII al XX, y de autoría diversa, algunas posiblemente aragonesas, que ponen de manifiesto la importancia del barro como material escultórico. El segundo de los bloques Barro y terracota nos ofrece una cuidada selección de más de un centenar de obras, la mayor parte de las cuales nunca han sido expuestas y cuya cronología abarca des el último tercio del siglo XIX, estas obras, fueron concebidas en su mayoría como modelos para esculturas religiosas destinadas a templos o uso devocional, entre los autores destacan Antonio Palao, Jorque Albareda, Cubeles, Carlos Palao, Felipe Coscolla…etc…
 

Carlos Ochoa

 Las últimas décadas del siglo XX están representadas por las obras de autores tan significativos y destacados a nivel nacional e internacional, caso de Acín, García Condoy y Pablo Serrano, junto a ellos, comparten espacio otros artistas cuya actividad artística se centró en España y particularmente en Aragón Lorda, Franco, Blasco, Rallo Lahoz, Martínez Lafuente todos ellos fallecidos y de larga y fecunda trayectoria en la utilización del barro en sus diversos intereses creativos, que compartirán espacio con artistas actuales, que este mismo año 2010, han realizado esculturas es proceso para esta exposición algunas de ellas realizadas en la misma Escuela- Taller.
PARA SABER MÁS:
Escultura en estado puro. Barro y terracota en la escultura aragonesa (siglos XIX-XX)
Escuela-Taller Cerámica de Muel
27/03-30/06/2010 
  


La pasión por coleccionar

Cuando miramos un cuadro, vemos un cúmulo de gestos, la superposición y organización de los materiales, el anhelo de lo inanimado por cobrar vida, pero no vemos la mano de su creador. ¿Y qué es el arte sino un intento de desposeer en la pintura esta dimensión traumática de exorcizar al externarla en la obra de arte?, pregunta Slavoj Zizek, para John Berger la pintura es una afirmación de lo visible que nos rodea y que está continuamente apareciendo y desapareciendo. Para Clement Greenberg los garabatos inconscientes que realizan los pintores producían un parecido esquemático, en contraposición a la opinión freudiana de que el inconsciente, como demostraban los sueños, era una reserva de imágenes, obtenidas de recuerdos reprimidos.
    
  Pero donde mejor se muestra todo esto es sin duda alguna en el coleccionista, para Krzysztof Pomian el coleccionista era un maniático inofensivo que pasa el tiempo clasificando sellos de correo, pinchando mariposas en alfileres o deleitándose en la contemplación de grabados eróticos. O bien, por el contrario, un especulador ladino que, so pretexto de amor al arte, compra a bajo precio obras artísticas para revenderlas haciendo fabulosos beneficios. O, también, un señor de alta sociedad que heredado un castillo y muebles de época y posee una colección de cuadros, los más bellos de los cuales permite reproducir en las páginas satinadas de las revistas de moda.   La Colección Los Bragales, que es un ejemplo claro de pasión por la pintura que no excluye otros géneros como la fotografía contemporánea o la escultura, algunas de las cuales se exponen en el Palacio de Sástago. La exposición  arranca con  piezas de la Escuela de París, donde los recuerdos de aquellas vanguardias picasianas dejaron un importante impacto en artistas como Óscar Domínguez u en otros más informalistas como Saura, Tápies o Rivera. Alfonso Fraile, Juan Barjola o Bonifacio, son ejemplos perfectos de la generación de los setenta, radicalizada en movimientos tan importantes como El Grupo el Paso o Dau al Set. En cambio en los ochenta en España se empieza a producir una pintura de autentico nivel internacional, claros ejemplos de ese periodo son Campano, Alcolea, Manolo Quejido, Carlos Franco, Chema Cobo o Juan Navarro entre otros. Las obras de Patiño, Menchu Lamas y Antón Llamazares nos hacen recordar la post-vanguardia decisiva del arte gallego aquí también representada. La Colección Los Bragales viene dada principalmente, por la adquisición de piezas excelentes en la Galería Miguel Marcos, que como es bien sabido, ha realizado una defensa muy intensa de ese periodo crucial del arte español contemporáneo. La exposición se completa con los creadores postmodernistas más recientes como Juan Uslé, Santiago Serrano, Gorka Mohamed y Manuel Campos.
    En cierto sentido, lo que buscamos en el arte no es otra cosa que el resplandor de lo único. Toda colección tiene algo de gabinete pero también de autorretrato. Sin duda la Colección Los Bragales permite comprender una parte de la historia del gusto contemporáneo facilitando al público a la aproximación a algunas corrientes estéticas de nuestro tiempo.
PARA SABER MÁS:
Gabinete artístico: Colección de Arte Contemporáneo Los Bragales
Palacio de Sástago. Diputación Provincial de Zaragoza
9/03-2/05/2010        


El renacimiento de la pintura moderna

    Durante los últimos años, la investigación llevada a cabo en la historia del arte, ha transformado completamente nuestra percepción, sobretodo la que tiene que ver con los siglos XIX y XX, al mostrar que las vanguardias no habían basado su estructura en la ruptura con el pasado, sino que existía una relación fecunda con su legado. En este periodo, París estaba considerado como el centro del mundo artístico, en el Salón que se celebraba entre mayo y junio bajo el Segundo Imperio y la Tercera República, dentro del marco de la Exposición Universal de 1855. Desde ese momento, sólo era buen pintor el que hubiera sido premiado por el jurado parisino. Con motivo de la restauración del Museo d Orsay, tenemos la oportunidad de ver en España, sólo en Madrid, una selección de obras de las diversas tendencias que coexistieron entre 1860 y 1880 dentro y fuera del Salón, es decir la exposición Impresionismo: Un nuevo renacimiento no trata del Impresionismo en su apogeo, sino de su gestación. Y para gestarse algo, tiene que haber un comienzo, y buena parte del ese comienzo tenemos la culpa los españoles, ciertos acontecimientos, entre ellos la invasión napoleónica, la Guerra de la Independencia o la expedición de los Cien mil hijos de San Luís, permitieron un “redescubrimiento” de un país exótico, anti humanista, su arquitectura morisca, sus gitanas, toreros, bandoleros y la bárbara inquisición condenando a diestro y siniestro, revelaron la riqueza de España y con ella su pintura, prácticamente desconocida en Francia, que a través de los saqueos por parte del ejército napoleónico, ó el envío por parte de Luís Felipe de Orleans de cuatrocientos cuadros   de Zurbarán, Murillo, Velázquez, Ribera, El Greco o Goya entre otros, para inaugurar el llamado Museo Español (1838-1848)dentro del Louvre, que proporcionó a los artistas parisinos lo que tanto anhelaban, una pintura inspirada en la realidad con una sombría composición. De entre los impresionistas que inspiraron su obra en la pintura española destacaremos a Carolus Duran con La dama y el guante, presentado en el Salón de 1869, se trata de un retrato femenino, el de su esposa en realidad, la también pintora Paulina Croizette, la elegante dama aparece recortada su figura sobre un fondo de tonos pardos y grisáceos, donde destaca, a demás de un bello rostro franco y sereno, un guante, convertido inequívocamente en un guiño al cuadro del pintor Velazquez El infante don Carlos que había visitado en el Museo del Prado, ni que decir tiene la comparación del cuadro titulado El pífano, de Manet, presentado a la Exposición Universal de 1867, que fue rechazado por el jurado, con la obra velazqueña es intensa. El retrato del joven músico de la Guardia Imperial aparece acentuado por el contraste de las tonalidades roja, gris y negra del uniforme. Esta obra fue muy polémica ya que para unos críticos la describieron como “una sota de la baraja pegada encima de una puerta” y para otros como Zola, la relacionaban con el arte de la estampa japonesa.

Manet. El Pifano. Museo D Orsay

EL CATÁLOGO:
 Once son los temas en que está dividida la exposición con su magnífico catálogo comisariada por Stéphane Guégan y Alice Thomine-Berrada.
Los estudiosos y apasionados de la pintura de este periodo, estarán de enhorabuena encontrándose, casi de bruces, en las primeras salas, con Un taller en Batignolles de Fatin- Latour, obra que ya pudimos admirar en el Museo Tyssen Bornemisza el pasado año, que designa en el sentido amplio a los artistas que se reunían alrededor de Manet en el café Guerbois. El cuadro impresiona por la actitud solemne e informal de los artistas representados alrededor de Manet. Dos guerras sucesivas, una de ellas civil, el conflicto franco- prusiano, o la rebelión de la Guardia Nacional y de los obreros de París (1871), provocaron el llamado “año terrible”, artistas como Puvis de Chavanne que evocaría el asedio a la capital y el sufrimiento de sus ciudadanos en dos lienzos. En El globo representa a París, simbolizada por una mujer, esta acompaña con un gesto a un globo que sobrevuela el monte Valeriano, destinado a llevar noticias de la ciudad. La mujer aparece apoyada con un fusil con bayoneta y teniendo a sus pies los cañones que bordean las fortificaciones de la ciudad, encarnando a la resistencia y entereza del pueblo parisino, la obra tuvo un enorme éxito, llegándose a tirar 50.000 ejemplares en estampas populares, lo que permitió a su autor completar la obra con La paloma  en donde la ciudad de París es representada de frente recibiendo noticias del exterior por medio de una paloma mensajera. La llegada del realismo, ante la progresiva desaparición del romanticismo, tiene su representación en la figura del pintor Jean- Francois Millet, obras como La iglesia de Créville  ó La siesta se mostrarán a lo largo de la exposición, aunque nos sorprende que no hayan traído la que sin duda alguna es su obra más conocida, y que también se encuentra en dicho museo Orsay como es El ángelus. La pintura de asunto mitológico, histórico, o religioso tendrá cabida en los salones, así pues podremos ver en la exposición representación de estas temáticas William Adolphe Bouguereau con su Nacimiento de Venus (1879) con grandes impregnaciones del Triunfo de la Galatea de Rafael o su Virgen de la consolación (1877), cuyas figuras remiten más bien a un modelo migelangelesco el Sarpédon de Henry Lévy donde reinventa la mitología mostrando a  Hipnos y Tánatos llevando el cuerpo del difunto Sarpédon hacia un Zeus consolador que muestra los rasgos del Padre Eterno, todo ello rodeado de una estética religiosa del barroco italiano y del neoclasicismo. La pintura en femenino queda representada en la obra titulada La cuna de Berthe Morisot, aunque no fuese la única mujer que pintase en esa época, otras cómo Eva Gonzalès, Mary Cassatt y Marie Bracquemond conseguirían triunfar en un mundo dominado por los hombres.
 

Degas. La clase de danza. Museo D Orsay

  Y hablando de eso, de la diferencia entre hombres y mujeres, la  podremos comprobar en el cuadro La clase de danza del inconfundible Degas, en donde el viejo coreógrafo Jules Perrot ocupa un centro vacío en cuyo alrededor se amontonan las mujeres, unas junto a otras, otorgando al profesor, al hombre el papel de domador en una arena poblada de mujeres. Tan sólo una bailarina aparece aislada y de espaldas cuya figura pudiera representar la distancia entre el propio artista con el espectador de la escena. La exposición acaba igual que empezó, con Manet, eje central de toda la muestra. Impagables son los cinco últimos cuadros que se muestran, en una especie de altar o capilla dedicada al autor de Olimpia, entre las obras podemos destacar La evasión de Rochefort, EL bar de Folies Bergére ó Un bote de espárragos, una de las últimas  composiciones de Manet.
   Nombres como el propio Manet, Renoir, Sisley, Degas…etc…desempeñaron un papel capital en la configuración del impresionismo del siglo XIX. Sus iniciativas experimentales introdujeron nuevas prácticas artísticas y comerciales, que junto a una nueva forma de contemplar el mundo y la aceptación por parte de la crítica de la libertad de color, dibujo y pincelada, atestiguaron ese proceso que era realmente arte.
 
 
PARA SABER MÁS:
Impresionismo: Un nuevo Renacimiento
Fundación Mapfre. Paseo de Recoletos, 23. Madrid. Hasta el 22 de abril
 


Los dos polos estilísticos de Gabarrón, en pinturas y esculturas recientes.

Constituye una gran novedad que la Fundación Gabarrón de Valladolid haya dedicado, por fin, una muestra al artista epónimo. Ya es sabido que éste la había construido para mostrar allí una selección de su colección de obras de otros artistas de diferentes épocas y continentes, así como exposiciones temporales de terceros; pero los vallisoletanos tenían mucha curiosidad por ver también la producción reciente de su paisano, que tiene varias esculturas monumentales en la ciudad, pero no se ha prodigado demasiado en salas de exposición o ferias en Castilla-León. Por eso, el artista ha accedido con gusto a que la petición del conservador del museo de la FCG, Julio César García Rodríguez, quien comisaría esta muestra de 19 pinturas y 10 esculturas recientes, que tras darse a conocer al público en Valladolid serán llevadas a Bélgica y otros destinos, por donde está previsto que su itinerancia vaya a “circular”.
No he podido evitar el juego de palabras con el título de la exposición, que se podría prolongar con muchos otros, pues los cuadros son todos ellos de formato circular. Están pintados en técnicas mixtas sobre fibra de vidrio, lo cual les confiere un aire como de imágenes de microscopio ampliadas, sobre todo si nos fijamos en uno que evoca una mosca u otros donde se quieren reconocer otras estructuras biomórficas a tamaño mayor que el natural. Y si con el microscopio se lanza una mirada sobre una superficie horizontal, también es así como ha trabajado estos cuadros Gabarrón, quien dijo en la inauguración que quizá hubiera sido mejor exponerlos como platos sobre unas mesas, para recalcar el experimentalismo del proceso de trabajo, en el que a veces ha ido arañando capas matéricas y otras ha vertido colores. Claro que, así colgados alineadamente en la pared tienen la ventaja de que evocan los ojos de buey de los barcos, que es una manera de expresar que los visitantes nos estamos asomando por estas redondas ventanas al microcosmos del artista: no en vano hay en los títulos nombres como Bueu, o Lapamán, que corresponden a lugares de Galicia donde veranea o pasa temporadas de retiro el resto del año, y desde luego abundan las alusiones al sexo masculino u otros fantasmas íntimos. Pero quiero destacar sobre todo el modo cómo el formato circular ha afectado a la composición, pues hay una prevalente distribución centrípeta del trabajo pictórico y aunque hay algunas figuras descentradas suelen tener una cierta axialidad en su distribución por masas, incluso en el único caso donde queda la parte central vacía (que precisamente ha sido el elegido por el comisario para el folleto que publicita la muestra).
Como complemento a estos grandes cuadros que se han distribuido buscando armonías cromáticas en los grises muros de cemento de esta gran sala de exposiciones del sótano, se han instalado en el centro dos conjuntos de esculturas sobre sendas repisas cuadrangulares (para romper un poco con tanta circularidad). Son estructuras verticales de hierro tratado al ácido, coronadas por masas que se extienden perpendicularmente en múltiples formas, produciendo a menudo una sensación de inestabilidad por su peso visual, pero sobre todo de contraste por el brillo: en unos casos debido a la pulimentación del metal, en otros porque están recubiertas de un trencadís de espejuelos reflectantes. Es el único homenaje detectable aquí a las cerámicas de colores típicas de Cataluña y el Levante, que tanto gustan al colorista Gabarrón, pues en estas esculturas se muestra más bien contenido y ascético, como si para la ocasión hubiera prevalecido en ellas el tópico de los enjutos cuerpos castellanos.
De esta forma, la exposición parece hacerse eco de la dualidad personal del propio artista, nacido en Mula (Murcia) en 1945, pero criado desde los seis años en Valladolid. Un poco de cada sitio hay en su idiosincrasia artística, como él mismo reconoce. Hay una sede de la Fundación Gabarrón en su ciudad natal dedicada a las producciones del propio artista, pero es evidente que la sede de Valladolid también tiene que hacerles hueco, al menos de vez en cuando, como en esta ocasión memorable.  


Una exposición que no pasa desapercibida.

La profesora de la Universidad de Málaga Maite Méndez Baiges, autora de un libro sobre camuflaje y arte del siglo XX publicado en la conocida Biblioteca Azul (serie mínima) de Editorial Siruela, ha sabido dar un nuevo giro de tuerca al tema con esta exposición sobre camuflajes en el arte actual, comisariada por ella y Pedro Pizarro, con la colaboración de Carla Subrizi para la selección de vídeos. ¿Una exposición de tesis? No estoy seguro de que esta haya sido la pretensión. Más que intentar convencernos de algo tratan de hacernos conscientes de hasta qué punto el tema sigue de actualidad en el arte, sobre todo en la fotografía y la videocreación, que son los medios que casi exclusivamente se presentan en esta muestra. A Zaragoza nos ha llegado una selección más restrictiva de obras y artistas que la presentada originalmente en La Casa Encendida de Madrid, o la que a continuación se va a llevar a las salas de exposiciones del MUPAM de Málaga, aunque luego la continuación de la itinerancia en Barcelona u otros destinos volverá a presentar este interesante muestrario internacional adaptado en cada sitio al espacio disponible.
Hay artistas aún poco conocidos y nombres ya consagrados, como Morimura o Joan Fontcuberta, dos de mis artistas favoritos desde hace tiempo en la especialidad de camuflarse como personajes en composiciones llenas de referencias históricas o culturales, y aunque no hayan podido traer fotos de Cindy Sherman, no falta algún ejemplo similar por su discurso feminista, como el caso de Sonia La Mur. Son muchos los retratos donde posa como protagonista el propio artista, lo cual no deja de ser representativo del vomitivo narcisismo de los creadores de hoy; aunque en este caso les redime la ironía, porque no deja de ser divertido que al menos éstos jueguen a despistarnos y pasar desapercibidos en un paisaje urbano o natural, en un interior con las paredes empapeladas con los mismos estampados que sus ropas, etc. Algunos a mí me recuerdan el precedente de los interiores postimpresionistas de Vuillard, incluso por la doble lectura a la que se prestan, pues lo mismo podrían ser considerados inofensivos ejercicios de decorativismo, que agudas reflexiones sobre las contradicciones de la ilusoria representación tridimensional en un medio de carácter bidimensional. Entre todos los que he visto en esta exposición me ha interesado especialmente el norteamericano Harvey Opgenorth, por sus fotos de la serie “Museum Camouflage” fechadas en 1998-2000, en las que posa mimetizando sus ropas con los colores de grandes pinturas famosas cuidando todos los detalles, hasta las sombras que proyecta el cuadro en cuestión en el cubo blanco del Art Institut de Chicago, del Milwaukee Art Museum, del MoMA o el Metropolitan de Nueva York. No sólo hay que reconocerle el mérito del trompe l’oeil visual, sino también la carga corrosiva de su performance y no me extraña que a pesar de su pose seria, tan concentrada, le hayan amonestado algunos vigilantes de sala, pues no sólo no está mirando al cuadro famoso, al que da la espalda, como bien señala Maite Méndez Baiges en el catálogo de esta exposición, sino que tampoco deja verlo bien a los demás, porque se coloca justo en medio y a poca distancia de la pared en la que está colgado… Por tanto, aunque parece rendir homenaje a determinada obra maestra hasta querer confundirse con ella modestamente gracias al camuflaje de sus ropas, en realidad Opgenorth le roba todo el protagonismo visual, porque su cara no está pintada y ocupa el centro de la composición. A mí me ha hecho pensar mucho no sólo sobre la vanidad de los artistas, incluso cuando hacen homenajes a sus pintores preferidos, sino también sobre cómo algunos críticos de arte en lugar de dar a ver las obras que comentan se colocan a sí mismos en el centro de mira. ¿No estaré haciendo eso yo ahora mismo?
Por si acaso, mejor cambio de párrafo y de tema, para hablar de otro de los rincones de la exposición donde también me he quedado un buen rato pensando: las imágenes de video y la gran fotografía (200 x 300 cm) de Laura Marte fechados en 2008 y 2009. Esta joven artista catalana parece haberse inspirado en la idea de algunas empresas de andamiajes que los cubren con una imagen de la fachada del edificio en restauración (mucho mejor que otras iniciativas semejantes, pero en las que se alquila ese cubrimiento a grandes anuncios publicitarios). Ella le ha dado la vuelta a la idea, y ha colocado en vallas publicitarias… imágenes del paisaje de detrás. En un vídeo nos presenta una de estas vallas publicitarias en el típico descampado anodino junto a un cruce de carreteras suburbano, pero de forma que en el gran anuncio apenas se ve un tejado, algunos matorrales y sobre todo un gran firmamento azul. No deja de ser un romántico recordatorio a la belleza natural que nos pasa inadvertida en nuestra civilización urbana, en la que todos circulamos con prisa y sin levantar nunca la mirada hacia el cielo. El recurso es idéntico en su foto-mural titulada Des-Paisajes, pues de nuevo una valla publicitaria luce un cartelón donde se reproduce lo que hay detrás; pero esta vez se trata de un solar en obras, en el que detrás de la grúa-torre vemos la caseta de los obreros, los muros medianeros que han quedado a la vista, y las fachadas de un humilde patio de vecinos. Es decir, que en lugar de ocultar pudorosamente a nuestros ojos la cruda realidad gracias al glamour de la publicidad, la artista quiere hacernos ver las tripas de la ciudad. Un hermoso ejemplo de arte de testimonio que quizá hubiera salido reforzado de haberse colocado junto al monitor con los vídeos de Rogelio López Cuenca insertos entre anuncios publicitarios de la televisión.
No quiero terminar sin alabar, esta vez sí, el clásico diseño del catálogo, pues en Caja Madrid más bien nos tienen acostumbrados a ediciones en las que el protagonismo de la tipografía, los colores chillones, los rótulos sin mayúsculas, las pixelaciones, responden a la estética juvenil de la Club Culture. Pero en este libro lo más llamativo son sus contenidos: unos textos de los responsables de la exposición y de Fernando Castro Flórez maquetados con abundantes márgenes y con excelentes fotografías encartadas. En las cubiertas, muy apropiadamente, en lugar de reproducir una obra desairando a los demás artistas, se ha optado simplemente por imitar un pattern de camuflaje, lo mismo que en el monumental tratado en 2 volúmenes de Hardy Blechman publicado en 2004 bajo el título Disruptive Pattern Material: An Encyclopedia of Camouflage in Nature, Warfare; aunque aquí los diseñadores no se han resistido a evocar pixelaciones a base de quiebros rectangulares que, hay que reconocerlo, casan muy bien con el cuadradito verde y la E del logo de la Casa Encendida.


Mujeres del siglo XX, José Luis Cano

 
            José Luis Cano (Zaragoza, 1948) estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona, para complementar su formación en el Estudio Rabadán y en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. Miembro del Grupo Azuda 40 y del Colectivo Plástico Zaragoza, ha publicado tiras cómicas en El Día, El Periódico de Aragón y, en la actualidad, continúa esta labor en el Heraldo de Aragón.
Con dedicación artesanal, José Luis Cano se entrega a la pintura, el diseño gráfico, la ilustración y el dibujo. A comienzos de los años ochenta del pasado siglo el artista comienza sus viñetas de humor y, desde entonces, ese tono es el que ha marcado la puesta en escena de la representación de numerosos personajes ilustres, tales como Luis Buñuel, Goya, María Moliner, Miguel Servet, Ramón y Cajal o Fernando El Católico, entre un largo etcétera.
Ahora le ha tocado el turno a un nutrido grupo de mujeres contemporáneas sorprendentes, valientes, rupturistas, brillantes. Con motivo de la celebración del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, la Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Zaragoza ha conformado un programa de actividades destinado a reflexionar acerca de los avances obtenidos por las mujeres a lo largo de la historia y a visibilizar aquellos espacios en los que todavía queda un largo camino por recorrer en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Y es dentro de este programa donde se inscribe la muestra Mujeres del siglo XX de José Luis Cano, que podrá verse en la Sala Juana Francés de la Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Zaragoza hasta el 14 de mayo del presente año.
José Luis Cano lleva trabajando en su serie de Mujeres contemporáneas más de quince años, dibujos realizados con carboncillo y pastel sobre papel Arches que, en origen, iban a ser ilustraciones para un libro de Antón Castro que, finalmente, no se pudo materializarse. Su autor presenta en la Sala Juana Francés treinta y cinco ilustraciones de mujeres, seleccionadas entre los más de cincuenta retratos que ha realizado hasta la fecha, que, desde distintos ámbitos de la creación, puesto que pueden verse bailarinas, investigadoras, diseñadoras de moda, pintoras, viajeras, escritoras, actrices, filósofas y activistas, abrieron el camino hacia la igualdad a lo largo del siglo XX. Desde diferentes procedencias culturales, económicas y geográficas estas figuras imprescindibles del pasado siglo superaron los obstáculos de una sociedad patriarcal y crearon nuevos modelos de comportamiento que transformaron su mundo abriendo nuevos caminos a las siguientes generaciones de mujeres.
Con admiración e ironía, José Luis Cano retrata con trazos fuertes y expresivos, en ocasiones próximos a la caricatura, y tonos no siempre realistas, a mujeres de la talla de Marie Curie, Mata Hari, Colette, Rosa Luxemburgo, Virginia Woolf, Peggy Guggenheim, Coco Chanel, Djuna Barnes, María Zambrano, Louise Bourgeois, Pilar Bayona, Frida Kahlo, Lee Miller, Edith Piaf, María de Ávila, Carmen Amaya, Marguerite Duras o Wangari Maathai, por citar sólo algunos nombres. En estos dibujos el artista captura una actitud o rasgo de personalidad de la retratada, su forma de estar y presentarse ante el mundo, la huella que en él ha dejado, sus luces y sus sombras, sus pasiones arrebatadoras o arrebatadas, su superficial amor por el lujo o su profunda devoción por la vida.
Y en el lienzo central de la Sala Juana Francés el mural, a carboncillo y cretas, de Gisèlle Freund (1908-1982), “Fotógrafa alemana (a la que más he copiado), retrató a todos los talentos de su época y dijo: ‘No sé por qué nos cubrimos los genitales cuando lo más desnudo que tenemos es el rostro’”, anota José Luis Cano junto a su dibujo. Gisèlle Freund perpetuó con sus instantáneas la imagen de las mujeres más destacadas del siglo XX logrando una captación psicológica digna de los grandes maestros de la fotografía. Su cámara guía nuestra visita de la exposición y nuestro encuentro con cada una de “las mujeres de Cano”. Su mirada nos introduce en la historia del siglo XX, una historia que existe, que es, que reclama a gritos su lugar en libros y academias, por mucho que algunos se esfuercen en silenciar.
Véanse estos retratos de mujeres del siglo XX como homenaje a la mujer, a su desarrollo intelectual y a sus extensas y destacadas contribuciones al mundo artístico, memoria de rebeldía y de afán de superación. 
 
 


Kumiko Fujimura. Movimiento y silencio.

            Kumiko Fujimura (Osaka, Japón, 1958) reside en España desde 1990 y concretamente en la capital aragonesa desde hace 13 años. Este hecho explica que haya sido en nuestro país donde ha desarrollado su principal labor creativa y que sus obras se hayan expuesto, sobre todo, en ciudades como Zaragoza, Madrid, Barcelona, Teruel, Valencia y Lérida, aunque también han viajado a La Habana, París o, por supuesto, Tokio y Osaka.
En esta ocasión, la Sala CAI Barbasán de Zaragoza acoge un compendio de sus trabajos más recientes y que, en la mayoría de los casos, no han sido mostrados al público anteriormente. En esta muestra, a través de más de una veintena de piezas, Fujimura nos presenta su particular y sensible interpretación del movimiento y el silencio, logrando materializar la abstracción de ambos conceptos por medio de temáticas como la danza y el deporte. De este modo, los protagonistas de sus cuadros son siempre figuras, individuales o dispuestas en grupos, que se comunican únicamente con sus cuerpos, conquistando el espacio y generando simultáneamente un gran dinamismo.
Es precisamente ahí, en el tratamiento del movimiento, donde radica la verdadera originalidad y el profundo valor del trabajo de Fujimura pues su plasmación en el lienzo nace de una simbiosis perfecta entre la cultura de su país de origen y del de adopción: En mi trabajo intento unir la delicadeza de Japón y la fuerza de España – afirma la propia artista.
Así, en su obra encontramos, por un lado, los ecos de la mejor pintura a la tinta china o sumi-e, técnica ancestral que Fujimura conoce profundamente y practica aunque en su caso alejada de cualquier connotación zen o religiosa. Esta influencia se hace palpable en sus creaciones gracias a elementos como la aparente rapidez de ejecución, la controlada intensidad del trazo, el dominio del recorrido del pincel -obtenido a base de la repetición infinita de cada motivo-, la plasmación del instante, la espontaneidad, la búsqueda equilibrada de los espacios vacíos o la eliminación de todo lo innecesario y superfluo. Fujimura lleva hasta sus últimas consecuencias todos estos valores, construyendo unas imágenes leves y sencillas que remiten a un estado de paz interior y de silencio que insinúan más que concretan, que sugirieren más que imponen…
Por otro lado, el tema mismo del movimiento refleja una energía, una vitalidad y una pasión que conecta directamente con su visión de la idiosincrasia española. Así, Fujimura plasma todos esos sentimientos en sus obras, tejiendo una conmovedora intensidad que admite haber hallado y cultivado en nuestro país. De hecho, fue en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid -allí estudió a principios de la década de los noventa-, donde comenzó a trabajar este tema que con múltiples variaciones y sumamente perfeccionado llega hoy en día a la Sala Barbasán.
Igualmente, fue en España donde conoció y empezó a utilizar la técnica del acrílico, empleada como base para todas las obras de la exposición que ahora nos ocupa. Sin embargo, Fujimura lejos de adoptar sin más este procedimiento pictórico, ha sabido combinarlo con la tinta china, adaptándolo a sus necesidades plásticas al permitirle trabajar con gran velocidad y captar con mayor naturalidad los gestos de las figuras, así como también alcanzar un marcado contraste –casi monocromo como sería habitual en el sumi-e– entre las figuras y los fondos, aunque empleando, sobre todo, el lienzo como soporte en lugar del papel.
 Otra de las principales virtudes de esta interesante muestra, es sin duda, el hecho de que Fujimura nos presenta un amplio repertorio de recursos compositivos y temáticos, algo poco habitual en su producción de acrílicos. De este modo, descubrimos, por ejemplo, agrupaciones de diversos personajes cuya presencia se insinúa tan solo mediante delgadas líneas que generan incompletos contornos y suaves manchas de colores. En ellas las figuras se contorsionan, saltan, se tensan, se relajan, se balancean o simplemente permanecen sentadas.
Asimismo, también sorprenden los homenajes que Fujimura rinde a la personal manera de bailar de Michael Jackson, uno de los pocos protagonistas masculinos de sus lienzos, cuyos movimientos capta con pinceladas que se aproximan en su ejecución gestual a la caligrafía oriental. Además, por primera vez, la artista ha logrado abordar un tema tan complejo como la expresión corporal en el deporte a través de la estilizada anatomía de atletas que desafían al viento en su veloz carrera o de nadadoras cuya conexión con el medio acuático se sugiere en sus curvadas siluetas a través del color azul.
No obstante, uno de los capítulos que mayor emoción proporcionan al espectador son las sutiles representaciones individuales de bailarinas. Los delicados cuerpos de estas mujeres parecen mantenerse en la bruma, sus difuminados rostros buscan el anonimato y sus desdibujadas manos nos transmiten sentimientos en apariencia lejanos pero totalmente legibles. Tan solo sus bustos han sido remarcados por expresivos trazos de tinta china, aunque sin perder el efecto vaporoso de los vestidos, consiguiendo sintetizar en escasas pinceladas la esencia, la fluidez y la fuerza de cada giro o desplazamiento.
Sin lugar a dudas, Kumiko Fujimura se trata de una de las artistas más interesantes de la escena artística aragonesa, así como también del panorama de los artistas japoneses que residen en nuestro país. En este sentido, sus obras, tal y como queda patente en esta exposición, hablan por sí mismas. Eso sí, hablan pero sin alzar excesivamente la voz, sin exigir un especial protagonismo y en su discreta existencia se alzan como poemas visuales de la más elevada calidad estética.