Infografías de Ángel Fábrega

Antes de comentar un conjunto de obras, con motivo de su exposición en el Espacio de Arte Yus, de Zaragoza, inaugurada el reciente 21 de octubre, parece oportuno señalar la trayectoria de un artista, algo oculto, que comienza exhibiendo en espacios alternativos y que con el tiempo se interesa por la infografía como medio creativo.

Ángel Fábrega, de primer apellido Langarita, nacido en Zaragoza el año 1958, expone sus primeros cuadros en el zaragozano bar Anacoreta el año 1978, hasta que en 1984 abandona el medio y compra su primer ordenador. Con los años, al menos en 1996, sigue definiéndose como pintor, lo que es pero con técnica propia del ordenador. Si en 1985, a raíz de una exposición colectiva, instala un monitor gigante de vídeo conectado al ordenador, su primera exhibición individual de infografía creativa, que el artista define como pintura electrónica, es en 1991, justo en el zaragozano bar Bonanza. El año 1993 titula a su exposición individual Fábrega, Infografías, sala-bar De Kobre, de Zaragoza, mientras que su otra individual, bar Bonanza, de Zaragoza, de 1994, se titula Colección Ángel Fábrega de Pintura Futura, basada en espléndidos paisajes, cercanos a la abstracción, con excepcional e impactante color. Se aprecia, por tanto, un bello proceso del artista sobre la infografía, que siempre vincula, tal como indicábamos, con espíritu pictórico. Un 1993 de indudable importancia pues le seleccionan la obra Qumran en el VII Premio <<Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal>> de Arte, Zaragoza, mientras que en 1996 obtiene el Premio de Fotografía, con el tríptico Ixeia I, II y III, en el X Premio <<Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal>> de Arte, que organiza la Diputación Provincial de Zaragoza. Dos obras, en ambos casos, con técnica propia de la infografía posada en papel fotográfico. Finalista, en dicho Premio de 2002, con la obra Trónica-013, cuando se separan diferentes disciplinas y en dicho año, por primera vez, es sobre fotografía, infografía y grabado, es decir, obra sobre papel con tres técnicas distintas.

El añorado y excepcional Alberto Sánchez Millán entrevista a Fábrega, revista de la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza, Boletín Informativo, septiembre-octubre 1996, Nº. 80, que, entre otras consideraciones, afirma:

En el proceso infográfico se utiliza un ordenador avanzado al que se le aplica un programa de tres dimensiones, a partir de ahí las imágenes se crean digitalmente, con lo que nosotros llamamos una “ploteadora”. También puede partirse de unas imágenes tomadas por una cámara fotográfica especial o a partir del contenido de un disquete.

Cuando Sánchez Millán le pregunta sobre la ventaja de la infografía, el artista comenta que la escena sólo existe virtualmente en mi ordenador y ha sido totalmente creada por mí. Es como pintar con medios electrónicos. Aclaración muy importante, pues despeja dudas sobre si el ordenador sustituye, en la medida que sea, al proceso creativo del artista.

Desde 1999, se diría, todo se acelera y perfecciona vía complejidad, pues crea el CD interactivo de la Asociación Pértiga, de Zaragoza, para las primeras jornadas de Arte Alternativo y al año siguiente crea el museo virtual de dicha Asociación. Tras participar en Con-mutaciones, año 2001, con VIPANAS 3404 en la Sala Moliner, de Zaragoza, en 2002 termina la serie de infografías Nuestra Señora de la Historia, mientras que, en 2004, crea Render 4 como centro virtual de Arte. Desde 2006 explora el arte vivo de los paludarios, que son plantas reales vivas en contacto con el agua. Si en 2007 crea su primera sala virtual en Second Life (Segunda Vida), en 2008 termina la serie infográfica La ciudad del agua, que expone en internet y en Second Life (Segunda Vida). Estamos, como es sabido, ante uno mismo transformado en un muñeco que actúa con otros que son diferentes personas.

Se capta, sin duda, todo un muy complejo proceso que, tras su etapa pictórica, se potencia con fértil  imaginación a través de la infografía, quizá como si el propio artista habitara en el interior de su ordenador y flotara tomando singulares decisiones.

Pero ahora estamos con la citada exposición en el zaragozano Espacio de Arte Yus, aunque antes conviene definir qué es un fractal, del latín fractus, pues la obra de Fábrega está compuesta por fractales. Estamos ante un objeto semigeométrico cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas. Asimismo, un fractal natural es un elemento de la naturaleza que puede ser descrito mediante la geometría fractal. Aunque Gaston Julia fue quien inventó las matemáticas de los fractales, a Benoît Mandelbrot (Polonia, 1924, Estados Unidos, 2010) corresponde su desarrollo mediante ordenador a principio de los setenta. No olvidemos, por tanto, que las obras expuestas por Fábrega son fractales.

Gerardo García, que fuera de la Asociación Pértiga de Zaragoza, como el propio Fábrega, indica sobre este artista:

Es un artista con larga experiencia en el mundo de los ordenadores y con grandes recursos técnicos que emplea para llevar a cabo las ideas que quiere expresar. Así ha utilizado, y en algunos casos modificado, más de una decena de programas “software” de alto nivel, que le han permitido crear, gestionar y retocar cada una de las imágenes, añadiendo cualquier mínima variación a los parámetros para conseguir el resultado idóneo.

Después de crear una estructura base tridimensional, la cubre con una textura de agua. Este elemento, convenientemente iluminado, lo sitúa en el centro de una caja con paredes de espejo. Los reflejos de este objeto se multiplican, a su vez, los unos sobre los otros, prologándose sin final. Es una secuencia infinita dentro de un espacio finito.

En las obras expuestas predominan poderosas gamas verdes teñidas por blancos como contrastes sin pausa que iluminan el campo formal en zonas específicas. Lo que captamos son indescriptibles selvas tropicales que sugieren lo más parecido a muy amenazadoras plantas inventadas, con su espectacular dosis de múltiples enfoques geométricos, que inundan el soporte para crear cambiantes atmósferas repletas de aparentes peligros. Estamos ante un maravilloso y absoluto caos perfectamente articulado, siempre quieto, fulgurante, como si acechara para ser único elemento vivo. En ocasiones incorpora un excepcional y más que bello y atractivo punto de fuga que alcanza dosis infinitas hacia espacios por descubrir,  de modo que en alguna obra lo ubica en un primer plano, mientras que en el segundo, como si fuera el cielo, añade formas móviles que remarcan su absoluto énfasis destructivo cual predominio del azar convulso. Punto de fuga que tiene como variante cuando lo introduce, cual elemento agresor, en medio de la palpitante vegetación inventada, sin duda abriéndose paso para crear otro espacio hacia destinos ignotos. Otra variante es cuando en medio de la vegetación incorpora un cuadrado para romper el entorno, para separarlo, sobre el que se elevan, cual pirámide única, esas impecables formas geométricas, casi como si fueran pétalos unidos, rematadas por una especie de cono para elevarse hacia cualquier ignorado espacio. Obra extraña, sugerente, con una especie de pirámide que lo mismo puede ser una nave espacial, por señalar un lejano parecido, que una flor inventada por Fábrega para representar una especie de nuevo icono formal.

Estamos ante un artista excepcional, diferente, capaz de dominar el campo técnico para hacerlo suyo, de manera que su desbordante imaginación se posa y se vierte con naturalidad para evitar cualquier caos gratuito. El conocimiento de su obra, tras un impecable y largo período exponiendo en espacios alternativos o prodigándose en internet, es un auténtico regalo para el arte.


Rompiendo el silencio. Mujeres artistas y VIH/SIDA

Las manifestaciones artísticas sobre el VIH/SIDA suponen no sólo un acercamiento a la realidad de la epidemia sino que parten de un intento explícito de insertarse en lo social, informando sobre el virus, modificando comportamientos que fomentan el estigma de los portadores y enfermos y constituyéndose como vehículos de transformación social. Así, las distintas interpretaciones que se han producido y se están produciendo sobre este tema conforman un mapa de la cuestión que tiene no sólo un valor puramente artístico sino que suponen la evidencia de una nueva forma de actuar y unos planteamientos plásticos específicos que la crisis del SIDA forzó a principios de los años 80 y que han venido desarrollándose y evolucionando desde entonces. “El SIDA es un punzante dolor en la sintomatología de una sociedad asaltada por múltiples males. Una fractura en el significado de un Absoluto hace tiempo fisurado, un instrumento para pensar la exterioridad, en su compleja red de entramados históricos. El SIDA es lenguaje. Al virus se le ha otorgado carta de naturaleza desbordando su propio marco biológico, penetrando en el tejido social a través de significantes, a los que se han adjuntado una tupida malla de idealectos” (Aliaga, 2007).

La movilización intelectual y artística en torno al tema del SIDA ha tenido la característica de confirmar, de reforzar, de intentar cambiar la moral aportando multitud de soluciones innovadoras para tratar de transformar la situación de estigma social que ha estado unida al VIH desde los primeros momentos. “El trabajo del intelectual no consiste en modelar la voluntad política de los demás; estriba más bien en cuestionar, a través de los análisis que lleva a cabo en terrenos que le son propios, las evidencias y postulados, en sacudir los hábitos, las formas de actuar y de pensar, en disipar las familiaridades admitidas, en retomar la medida de las reglas y de las instituciones y a partir de esta re – problematización (en la que desarrolla su oficio específico de intelectual) participar en la formación de una voluntad política (en la que tiene la posibilidad de desempeñar su papel de ciudadano)” (Foucault, 2005:9).

Es por esto por lo que el mundo del arte se ha convertido en una de las plataformas más eficaces a través de la cuál potenciar posiciones críticas ante una epidemia que hoy afecta a millones de personas. Las connotaciones políticas de las obras sobre el VIH/SIDA son incuestionables, pero si algo las define más allá de su carácter político es su posición activista. “Ahora se puede distinguir entre un arte político que, encerrado en su código retórico, reproduce las representaciones ideológicas (ideología entendida desde una concepción idealista) y, por otro lado, un arte activista que, condicionado por el posicionamiento cultural del pensamiento y de una práctica inscrita en la globalidad social, busca producir una definición de lo político pertinente a la época presente” (Foster, 1884: 17-29). De esa puesta en común de ideas y prácticas artísticas se han obtenido soluciones muy interesantes de las diferentes problemáticas que una enfermedad como el SIDA plantea. “El que en este mar de fondo, de arte y activismo, hay gente que sea miembro de diversos grupos a la vez, es representativo del modo en que estos esfuerzos crean una red de intersecciones de vías alternativas” (Staniszeski, 1989:18).

1. Una epidemia en femenino

El estudio del VIH/SIDA y la mujer conlleva una reflexión sobre la posición del mujer en las sociedades actuales, punto de partida de muchas de las obras que abordan esta temática e invaden el espacio público para denunciar las cuestiones que hacen que la mujer sea más vulnerable a la infección por VIH.

Las falsas creencias de que las mujeres no corrían riesgo de contraer el VIH/SIDA desvió la atención de los problemas de la población femenina en las primeras fases de la epidemia. Hoy en día las mujeres representan la mitad de la población infectada con el VIH y la principal fuente de contagio de dichas infecciones es la vía heterosexual. “Aunque muchos países han empezado a reconocer las cuestiones de género en sus procesos de planificación sobre el VIH, un número sustancial sigue mostrando carencias importantes en cuanto a presupuesto y políticas para afrontar esta problemática” (UNAIDS, 2008:14). Las intervenciones que estén orientadas a la igualdad de género a través de la reflexión crítica son fundamentales. Para Cindy Patton “las mujeres han quedado invisibilizadas en los principales debates e investigaciones sobre la pandemia. No basta con restablecer o restaurar, sencillamente, la visibilidad de las mujeres. Insertar el concepto de “mujer” sin analizar y reflexionar críticamente sobre cómo las identidades y los grupos de “mujeres” se constituyen nos llevaría, y de hecho así sucede, inevitablemente a otro tipo de atrofia visual” (Carrascosa; Vila, 2006: 56).

La historia del SIDA ha puesto de manifiesto que el papel que se le ha otorgado a la mujer dentro de la misma se encuentra bajo el estigma de “vectoras” de la enfermedad, es decir, como posibles portadoras del virus “a otros”(hijos o pareja sexual) tendencia que todavía hoy sigue vigente. No han sido contempladas más allá de su rol reproductivo como sujetos con una sexualidad que transciende al mandato histórico de la reproducción biológica. Este hecho se ve demostrado en las estrategias de prevención que fueron diseñadas en este sentido. Dichas estrategias como la abstinencia sexual, el retraso de la iniciación sexual, la reducción de compañeros/as sexuales, el uso de preservativos o la práctica de la monogamia son cuestiones que no se basan en la realidad. Una realidad que confirma que son estrategias muy difíciles de poner en práctica porque las mujeres carecen del poder social necesario para ello.

Así actualmente “el SIDA asume ciertas características muy definidas: su rostro es cada vez más femenino, más joven y más pobre” (Gómez, 2003: 162). Desde el punto de vista biológico la evidencia de las investigaciones sugiere que el riesgo que corren las mujeres de infectarse con VIH a causa del sexo sin protección es por lo menos dos veces mayor que en el caso de los varones. Pero su vulnerabilidad biológica no es, ni mucho menos, la única en un problema global que tiene que ver, sobre todo, con el poder de la mujer en las distintas sociedades, una posición que les relega y les subordina con respecto al género masculino. “Es la falta de poder de mujeres y niñas en lo que a sus cuerpos y a su vida sexual se refiere, apoyada y reforzada por la desigualdad social y económica, lo que las convierte en un grupo más vulnerable al SIDA en comparación con los hombres. Al mismo tiempo, si las mujeres como grupo son más vulnerables al SIDA que los varones, la vulnerabilidad entre las mismas mujeres es aún más fragmentada por una combinación de factores tales como raza, clase, edad, etnicidad, localización urbana/rural, orientación sexual, religión y cultura” (Gómez, 2002).

La pobreza aumenta también su vulnerabilidad, desde el punto de vista económico – social la pobreza se ha feminizado en todo mundo. La dificultad de acceso a la educación es, así mismo, otro gran problema. El desempleo y los bajos sueldos perpetúan la subordinación económica de mujeres y niños, y en numerosos países, se ven obligadas a la prostitución como única forma para sobrevivir. El consumo de drogas que acompaña frecuentemente estas prácticas aumenta la transmisión de la enfermedad. Las trabajadoras del sexo no pueden asegurar, en la mayoría de los casos, la práctica de sexo seguro lo que las hace víctimas seguras de la enfermedad.

La mujer con SIDA, en muchas partes del mundo, sufre una doble discriminación por el hecho de ser mujer y por ser portadora del VIH. Las mujeres representan las 2/3 partes de todos los cuidadores de personas que viven con VIH en África y las mujeres viudas como consecuencia del VIH corren el riesgo de ostracismo social e indigencia. Dependiendo de factores sociales, un marido puede forzar legalmente a su esposa a suspender o alterar perceptiblemente su vida sexual, pueden prohibirle que tenga hijos. A menudo los maridos abandonan a las mujeres casadas enfermas, sin recursos legales o económicos. En algunos lugares, la viuda de un hombre que muere de SIDA puede ser abandonada por su familia. Para agravar el problema en muchos países las mujeres con VIH tienen poco o ningún acceso a centros de planificación familiar. En muchos casos se ven obligadas a la esterilización o a otros medios de planificación familiar que no han elegido libremente.

Este tipo de vulnerabilidad sexual viene propiciada por el hecho de que en muchas sociedades los derechos sexuales de las mujeres siguen siendo desconocidos o mal entendidos debido sobre todo a valores culturales y religiosos. Las prácticas como la mutilación genital femenina, el matrimonio obligado, la negación de tratamientos disponibles y los abusos y violaciones crean altos riesgos de infección. En la medida en que a las mujeres se les ha negado históricamente la capacidad de decidir sobre su propio cuerpo, su sexualidad y su reproducción, se ven obligadas en muchas ocasiones a mantener relaciones sexuales contra su voluntad. Este tema, de hecho, fue uno de los puntos importantes de la Conferencia Mundial sobre SIDA de Durban (Sudáfrica, 2000). “La victimización sexual temprana también puede dejar a las mujeres con menos habilidades para protegerse a sí mismas, menos seguras de su valor y de sus límites personales, y más aptas para aceptar la victimización como parte de su ser femenino” (Heise, 1994: 24).

El perfil actual de una mujer adulta infectada no es ni mucho menos el de una mujer promiscua, cómo indicaría el prejuicio social, sino el de una joven, pobre, con hijos y compañero estable que la contagió mediante una relación sexual sin protección. Muchas mujeres en Latinoamérica, Asia y África manifiestan que no se atreven a insistir en unas relaciones sexuales más seguras o que no se oponen a las relaciones sexuales dolorosas (sexo en seco) por miedo a ser abandonadas por sus maridos y caer en la indigencia. La tasa de SIDA es más alta cuanto más baja es la consideración de la mujer.

Otro punto fundamental es el peligro que existe de que una mujer infectada transmita la enfermedad a sus hijos. Se considera que cerca del 10% al 15% de casos nuevos de SIDA son niños y estos números continúan incrementándose. La mayoría han sido contagiados por sus madres.

En los últimos tiempos la cantidad de mujeres que se han infectado ha aumentado constantemente. Durante la década pasada los conocimientos sobre las mujeres y el VIH mejoraron en gran medida. El reto de las mujeres frente al SIDA debe ser lograr que haya mayor igualdad entre sexos y una mayor educación e información que potencien la capacidad de libertad y decisión.

2. A flor de piel. Visiones del cuerpo enfermo.

Las obras sobre el SIDA desde la perspectiva de la mujer representan un porcentaje demasiado bajo en el total de las manifestaciones artísticas sobre la epidemia. Su valor reside en que sus planteamientos conceptuales están realizados, en la mayoría de las ocasiones, desde el compromiso social y activo, en algunos casos a partir de un lenguaje directo y explícito, en otros bajo apariencia más intimista no exenta de crudeza, haciendo uso de lo simbólico y lo metafórico. Pero siempre tratando de potenciar la acción y convencer de que implicarse es la única vía para una representación real de la enfermedad. Una de las características comunes es que parten del cuestionamiento como argumento de la creación artística y, a partir de ahí, exploran nuevas formas de representación.

Al igual que en la escena del activismo, la mayoría de autores que reflexionan de forma artística sobre el VIH/SIDA son hombres, aún así, existen mujeres artistas que han tratado de representar otro punto de vista de la epidemia. Ejemplos de cuerpo distintos, que desde su diversidad aluden a cuestiones que intentan acabar con la mirada masculina como origen de su represtación para empezar a habar en otro género.

El interés de Nan Goldín por el VIH/SIDA no sólo se refleja a través de sus fotografías. Durante las décadas de los 80 y 90, Goldin se enfrenta a una lucha personal, muchos de sus amigos íntimos estaban muriendo de SIDA. Tal vez la más importante de todos ellos fue Cookie Mueller (Fig.1), su amiga desde 1976, año en que comenzó a fotografiarla. El seguimiento de los retratos a lo largo del tiempo permite observar cómo la presencia de la enfermedad se hace patente en su mirada, en su pose, en su cuerpo a través de la muerte de sus seres queridos, como su marido muerto igualmente de SIDA tiempo antes, hasta su último retrato, aquel que la presenta en su ataúd el día de su funeral. Goldin explica que se trata de “quince fotografías tomadas a lo largo de 13 años que reflejan la complejidad de una vida, la relaciones con su hijo y con el hombre con quien se casó. La vida ha sido la materia de mi trabajo. Fui durante muchos años activista en Nueva York y he querido enseñar cuáles son las vidas reales de estas gentes que se están muriendo y que así dejan de ser un número en las estadísticas” (Demicheli, 2002).

Con una mirada que dignifica todo aquel que se presenta ante su cámara, Goldin no elude el dolor y la tristeza. Los temores y los miedos son patentes en estas imágenes que configuran una especie de álbum biográfico de Cookie, una especie de tributo a una vida llena de experiencias compartidas, una batalla a la memoria en unas imágenes en las que Cookie, a través de Goldin, deja testigo de su presencia. Durante los siguientes años, Goldin, seguiría fotografiando la disminución de su círculo de amigos. Las declaraciones que efectuó en una de las entrevistas que concedió a propósito del Premio PhotoEspaña en 2002 dejan claro sus prioridades, “quiero mostrar mi rastro en el rastro de la gente a la que quiero”

Por su parte, Rosalía Banet, en su serie “Cómeme, cómeme….” nos presenta unos pasteles que, en distintos soportes de repostería, invitan a ser ingeridos. Bajo una apariencia de dulce postre, Banet nos muestra superficies que no son lo que parecen. Jugando intencionadamente con la mirada rápida del espectador, ofrece una trampa visual que disimula, tras una primera lectura, una reflexión en torno a superficies marcadas por la enfermedad.

Así, unas piezas presentan lesiones que nos recuerdan al sarcoma de kaposi y, otras, pústulas y tumoraciones que responden a enfermedades de la piel. Una vez que somos conscientes de esto, su impacto es tan fuerte, que los pasteles a primera vista apetecibles se convierten en elementos abyectos que provocan, más que inquietud, una especie de repulsión. El cuerpo fragmentado supone, entonces, un acercamiento a la desfiguración y degradación del cuerpo y una constatación de la fragilidad de la existencia. La piel (superficie del postre) actúa como soporte de un relato. Las heridas y manchas son su caligrafía. Sus traumas narrados en forma de herida, los signos más visibles e identificables de la enfermedad nos están contando las historias de aquellos que las sufren. Por otro lado, todos los elementos expuestos están “enfermos”, como si el VIH hubiera ido invadiendo cada uno de estos “cuerpos /pasteles” hasta conquistarlos a todos y acabar con su sistema inmunitario. Parece que se incita al espectador a convertirse en antropófago. Caníbal del cuerpo enfermo, “tupi, or not tupi, that is the question”, como exponía Andrada en su Manifiesto Antropófago. El sujeto enfermo, fragmentado y expuesto para su devoración pública se convierte en el símbolo del simulacro y la presencia constante del mundo artificial, las estrategias de poder que inflingen el estigma del seropositivo y el enfermo de SIDA. Como diría Kristeva en “una alquimia que transforma la pulsión de muerte en un arranque de vida, de nueva significancia” (Kristeva, 1982: 12).

Degradación que también puede observarse en la obra de María Jesús Fariña Busto, “Busto da febre e da alucinación”. Esta artista, hondamente comprometida con el feminismo, fotografía cuerpos de mujeres en descomposición. Dos lecturas se establecen paralelas en esta pieza. Por un lado, las marcas físicas de los torsos representados aluden a los signos que el SIDA va dejando sobre la superficie de los cuerpos enfermos. Por otro, la mirada que conforma el cuerpo enfermo como un desecho, que va acabando con él a fuerza de estigmatizarlo y apartarlo socialmente. “Así, existe una estrecha ligazón entre el cuerpo físico y el social, una relación que únicamente puede ser entendida en el contexto de la construcción social de la realidad. En este sentido, el cuerpo debe ser visto como la expresión mediante la cual nuestra identidad, y la de los otros, son creadas, comparadas y validadas en el seno de una sociedad históricamente determinada” (Cortes, 2006, 131). El cuerpo enfermo en la época del SIDA, sin duda, supera con creces su corporeidad física para adentrarse en lo simbólico y representacional, lleno de condicionamientos.

La mirada del “otro”, esa mirada censuradora y estigmatizadora, devora el cuerpo, lo corrompe hasta hacerlo desaparecer. Fariña Busto, ahonda en este discurso. Reflexiona sobre las consecuencias que tiene una mirada que va contaminando, manchando y oxidando esos cuerpos que se han entendido históricamente como vulnerables o secundarios, el cuerpo enfermo y el cuerpo femenino, consecuencia de esa visión falocéntrica que define nuestra cultura. Cuerpos mutilados por la mirada totalizadora que fija una imagen que lo enajena a sí mismo.

Rebecca Guberman, “Darah Kotor”, 1999

Podríamos destacar, así mismo, una serie de artistas que han investigado desde “sus propios cuerpos”, sobre el VIH. Alejandra Orejas en “Sexo y sida y sexo..” reflexiona sobre la transmisión heterosexual del SIDA. Rebecca Guberman incluye historiales médicos y elementos extraídos del ámbito biosanitario en unas imágenes cargadas de metáforas altamente sugerentes. Pilar Albaracín utiliza uno de los símbolos más conocidos de la lucha contra el SIDA, el lazo rojo, en una perfomance en la que clava el alfiler que sostiene el lazo en su propia carne, implicándose, más si cabe, a través del dolor que esto supone. Según sus propias palabras “ya que los demás no entran en tu dolor, has de mostrarlo tu misma.” (Martinez, 2004).

La forma de enfrentarse al SIDA ha cambiado. Más mujeres nos han acercado a la epidemia, tomando la palabra de unas historias comúnmente narradas en masculino: Rina Banerjee, Alicia Lamarca, Rosalind Solomon, Dona Ann Mcadams, Valerie Caris, Sue Coe, Becky Trotter, Águeda Bañón, Patricia Gómez, Sonia Guisado…etc. Ellas entre otras muchas, nos han acercado a iniciativas artísticas que todavía siguen, al pie del cañón, recordándonos que la carga de simbolismo y estigma que rodea la enfermedad está todavía muy presente. Ésta, desgraciadamente, no ha evolucionado de forma paralela a los avances científicos y el SIDA, a pesar de no constituir una sentencia de muerte, sigue siendo una enfermedad que tiene unos efectos físicos nada desdeñables. Una gran creatividad puesta al servicio del lenguaje artístico y unas ganas tremendas de impedir el ritmo actual de la epidemia, “obras barrera” para una infección que cada día sigue causando estragos.


El encanto de los coloridos y texturas de una gran muralista

 

Es estupendo que una mujer artista ocupe la Lonja con una exposición monográfica, y más tratándose de una figura de trayectoria consolidada, como es el caso de Teresa Ramón, pues en su caso la elección viene a confirmar el prestigio de este espacio, que para muchos artistas aragoneses supone el marchamo de la consagración social en su tierra… y también un reto difícil de encarar. Cuando me enteré de que ella había decidido llenar ese espacio con grandes pinturas realizadas ex profeso durante los últimos dos años pensé que se iba a desaprovechar la gran ocasión de mostrar una retrospectiva, acompañada de un catálogo monumental donde se repasase su carrera artística. Pero he de reconocer que me ha encantado el resultado, pues todo aparece muy bien estudiado, desde el montaje temático, con metáforas paisajísticas a un lado y grandes rostros humanos al otro, a la distribución de los lienzos según sus coloridos, que por cierto entonan muy bien con el escogido como fondo para la pared. He disfrutado mucho con los sutiles efectos matéricos y cromáticos, con coloridos terrosos y añiles muy experimentales, típicos de la inspiración africana que subyace en la puesta en valor de nuestro desierto de los Monegros. Pero me ha encantado sobre todo la coherencia del conjunto, incluso por la manera de presentar algunas grandes pinturas grapadas al muro, para resaltar más si cabe la especialidad de Teresa como muralista: el decorativismo de los colores planos, sin ilusión de modelado ni perspectiva, las grandes superficies de color, la poética contemplativa… Todo me recuerda los grandes lienzos de Puvis de Chavannes, uno de mis artistas favoritos, cuya influencia creo adivinar a través del filtro de otros magisterios modernos, empezando por el sintetismo de Gauguin y continuando con la linealidad caricaturesca de Picasso o Juan Gris, pasando por las doliente figuración del muralista Guayasamín hasta llegar a las grafías y efectos matéricos de Tàpies (pues también Teresa gusta de distribuir abundantemente la t, como signo autorreferencial). Todo ello como vehículo de unas preocupaciones muy de nuestro tiempo: la ecología, la solidaridad con los pueblos de África, la denuncia del sufrimiento de las mujeres… (los “cardenales” a los que alude el título de la exposición no tienen nada que ver con los jerarcas de la iglesia católica). Menos me ha convencido el documental donde contrasta imágenes de los Monegros con otras de Nueva York, a veces emparejadas de forma algo aleatoria, sin que tengan mucho que ver. Pero viene muy bien disfrutar sentado de esos paisajes y de la hermosa música de fondo, para reposar tanto los sentidos como la mente entre tanta intensidad de estímulos. La experiencia se puede culminar también con el catálogo o con una visita a la web de la artista. Ojalá también se publique un día una monografía histórico-artística que revise su trayectoria; pero, efectivamente, esto es algo que aún puede esperar, pues ella goza de buena salud y está en su plenitud. Ha superado con buena nota el reto de la Lonja.


Acta de la reunión de la Junta Directiva de AACA celebrada el 14 de diciembre de 2010

En la sala de becarios del Depto. de Hª del Arte de la Univ. de Zaragoza, se reunió la Junta Directiva de AACA el 14 de diciembre de 2010 a las 18.30h, con el siguiente orden del día y resultados:

-Aprobación, si procede del acta de la reunión anterior de la Junta Directiva del 25 de junio de 2010 (consultable en AACADigital nº 11, sección "noticias de la AACA"). Se aprobó.

-Informe del Presidente. Manuel Pérez-Lizano informó de la reunión a la que había asistido en representación de AACA el 13 de diciembre de 2010 en el antiguo Seminario, convocada por los responsables del Área de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, para participar a las asociaciones culturales de la ciudad los resultados de las actividades culturales en las fiestas del Pilar 2010 y el avance de la candidatura de Zaragoza para la capitalidad cultural en 2016, que fue ocasión de proponer diferentes propuestas de cara al futuro.

-Solicitudes de nuevos miembros. Se aprobaron las solicitudes de ingreso en AACA presentadas por Diego Arribas, Paula Gonzalo Les, Rut Martín y Ernesto Utrillas.

-Ruegos y preguntas.


Premios AACA 2010 fallados por la Asamblea General Ordinaria de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte

El 14 de diciembre de 2010 se celebró en la sala de becarios del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza la asamblea anual de socios de AACA, con el siguiente orden del día y resultados:

-Aprobación, de las actas de las asambleas ordinaria y  extraordinaria del 2 de diciembre de 2009 (consultables en la  revista AACADigital, nº 9, sección "noticias
de la AACA"), de la  asamblea general extraordinaria del 13 de enero de 2010 (consultable  en AACADigital nº 10, sección "noticias de la AACA") y de la reunión  de la Junta Directiva del 25 de junio de 2010 (consultable en  AACADigital nº 11, sección "noticias de la AACA"). Se aprobaron.

-Informe del Presidente. Manuel Pérez-Lizano propuso que a partir del próximo año se añada a los tres premios que anualmente concede la AACA un premio al artista aragonés o residente en Aragón menor de 35 años que haya destacado por su proyección artística y también un premio a la mejor publicación sobre arte contemporáneo de autor o tema aragonés; lo cual se aprobó por unanimidad. Se anunció que este año las cuotas de 2011 se van a cobrar por adelantado, con el fin de disponer de los sellos a primeros de  año, y se aprobó continuar con las mismas cuotas. Se animó a los socios a que se sumasen a la propuesta del Presidente de confeccionar una lista con direcciones y un breve resumen proporcionado por cada asociado, para que sea entregada a las galerías de arte e instituciones con salas de exposición.

-Congreso nacional de AECA sobre historia de la crítica de arte, que va a organizar AACA en Zaragoza y Huesca en noviembre de 2011. Se aprobó que AACA organice dicho congreso entre el 17 y 19 de noviembre de 2011.

-Propuestas, deliberación y fallo de los premios AACA 2010. Se decidieron por votación los siguientes premios:

Premio a la mejor labor de difusión del arte aragonés contemporáneo al Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, por la creciente dedicación a ese tipo de temas en los Coloquios de Arte Aragonés, en la revista Artigrama, y en las demás labores de cara al público tanto iniciativa del Departamento, como de sus grupos de investigación y sus miembros en general.
Premio al mejor espacio expositivo a la Galería Antonia Puyó, por su acrisolada trayectoria como galería de arte contemporáneo pero especialmente por la renovación generacional en su gestión y por su fuerte apuesta en favor de artistas jóvenes y de nuevos medios, como bien prueban sus exposiciones de este año 2010.
Gran premio al más destacado artista aragonés contemporáneo objeto de una gran exposición en 2010 al pintor José María Martínez Tendero, por su gran retrospectiva en el Palacio de Sástago de la Diputación Provincial de Zaragoza entre el 13 de mayo y el 18 de julio de 2010.

-Ruegos y preguntas: Jaime Esaín expresó su malestar por cómo el Gobierno de Aragón viene otorgando los Premios Aragón-Goya y Fernando Alvira expresó que si él no podía estar presente en el jurado como Presidente de AECA, delegaría en algún miembro de AACA, para que esta asociación estuviese representada en el jurado de los premios de la convocatoria de 2011.


Memoria de ficción. La gran novela histórica

 

"¿Qué es la historia? Una sencilla fábula que todos hemos aceptado”.                  (Napoleón Bonaparte)

En la Mediateca del Caixaforum de Barcelona, el 12 de diciembre se inauguró el ciclo de vídeo Memorias de ficción, la gran novela histórica, comisariada por Pilar Cruz.

La novela histórica siempre posee algo de ficción recreada y a su vez, datos ciertos y contrastados que la acercan a la historia que conocemos y le otorgan el grado de verdad. En esta muestra se exponen siete vídeos de artistas diferentes como documentos testimoniales en un ejercicio de reflexión entre lúdico y crítico de lo que la historia oficial, la académica, nos ha contado siempre. Se nos muestran fracciones visuales de historias en primera persona, a modo de reportaje o entrevistas, pero siempre con un afán de contar una historia personal englobada en un hecho real, histórico, contrastado y cierto. Se trata de pequeños fragmentos de historia, de memoria, de relatos narrados desde una perspectiva subjetiva o simplemente narrativa, pero que se engloba en una historia mayor, global.

A lo largo del recorrido videográfico observamos cómo las imágenes nos bombardean de un modo anecdótico y dramático en algunos casos, exponiendo historias a veces con tintes autobiográficos, como ocurre en Manola coge el autobús, dónde se nos narra una historia personal, testimonial, que construye el retrato de una heroína, pero no de las que se hablan en los libros de historia, sino de las que andan por las calles imbuidas en el más absoluto anonimato. En esta misma línea está China Diary, donde se entremezcla la historia personal, los acontecimientos históricos del 11 S y la historia misteriosa de un tercer personaje del que se deja entrever su memoria. Se trata sin duda de la biografía de un momento y de un lugar. Sin embargo en Pedro Marina Cartagena, la historia es construida por la cultura popular, la fábula y la anécdota, configurando la imagen de alguien que forma parte de la historia local, donde la fama de un personaje se entremezcla con la alegoría entre lo religioso y lo militar.

Desde la primera persona también, en El punk triste se narran los acontecimientos históricos de la situación política en Santiago de Chile, desde el prisma del pintor Hugo Cárdenas, se narra otra historia paralela a la que salen en los periódicos.

De un modo más documentalista se nos muestran Eût elle été criminelle  (Aunque hayan sido criminales) y Letzer Tag der Republik (El último día de la República) en el primero de ellos, la cámara capta un desfile militar tras la liberación de París por parte de los aliados quedando reflejado cómo la victoria se vuelve venganza y barbarie contra los vencidos, una cara de la historia estremecedora que no se suele contar, pero que no por ello deja de ser tan cierta como real. Por otro lado, en el vídeo de Reynold Reynolds se observa la demolición del Palacio de la República en Berlín, como símbolo del fin de una etapa política, un hecho más de la censura histórica, sin duda la manipulación del presente para que no se recuerde el pasado.

En esta misma línea testimonial encontramos el video  To krifó Scholió, (La escuela secreta) donde la narración acompaña a una verdad oculta y sospechada pero tan apenas contrastada, donde el sentimiento patriótico y la incitación a la revolución constituyen un hecho en sí mismo. Cabe citar que tanto éste fragmento como Eût elle été criminelle son found footage, lo cual acentúa su carácter de veracidad y existencia en la narración histórica tanto de Grecia como de Francia.

De este modo la excelente dirección curatorial engloba puntos de vista subjetivos que crean fracturas en los relatos oficiales, controversia y especulación. Se trata por tanto de historias contadas desde la memoria, el recuerdo, la construcción de una historia paralela a los hechos históricos registrados en los manuales, algo que anda a caballo entre lo real y la ficción pero que no por eso deja de ser menos cierto.

Programa: 

 

Marina Gioti. To krifó Scholió

Sally y Gabriela Gutiérrez Dewar. Manola coge el autobús.

Fito Conesa. Pedro Marina Cartagena.

Eva Ilona Brzesky. China Diary

Mario Navarro. El punk triste.

Jean Gabriel Périot, Eût elle été criminelle.

Reynold Reynolds. Letzer Tag der Republik.

 

La foto que ilustra este texto procede de  Fito Conesa, "Pedro Marina Cartagena", 2010

 

 


Modernismo y vanguardia bajo el cielo de Montjuic

No podía ser más que el MNAC el que organizara una muestra monográfica de joyas creadas por artistas de la contemporaneidad.  La exclusividad de la exposición ha sido un “reclamo” usado por los medios de difusión del museo:   “la primera de esta temática organizada en nuestro país”. Y es un hecho que, a pesar de que es  muy larga la nómina de creadores que han diseñado o ejecutado piezas de joyería en algún momento de su trayectoria, la joyería artística es una gran desconocida para la investigación.

 La exclusividad de la muestra del MNAC se ve refrendada por la ausencia de bibliografía o de exposiciones monográficas dedicadas a la joyería. Cabe mencionar en este sentido, unas pocas muestras de joyas escultóricas o pictóricas, de gran capacidad narrativa o lírica, que forman parte de colecciones permanentes en museos, como las diseñadas por Dalí en el edificio anexo a la Fundación en Figueras  o las joyas de Julio González que se exhiben en el IVAM. Y desde luego tampoco puede sorprendernos que fuera André Malraux, en 1963, el pionero en concebir una  muestra de piezas de joyería artística diseñadas por George Braque que, de manera itinerante y a nivel internacional, se estrenaba por aquel entonces en el Pabellón Marsan del Museo del Louvre.

Con tan escasos antecedentes debemos acercarnos a “Joyas de artista. Del modernismo a la vanguardia”, muestra en la que se reúnen más de trescientas piezas ejecutadas o diseñadas por joyeros artistas o por artistas de vanguardia. Y es que,  el MNAC ha conseguido reunir joyas que nos ayudan a comprender algunas obsesiones o experimentaciones artísticas  modeladas como confidencias íntimas en materiales preciosos: desde Rodin a Picasso, pasando por Gargallo, Calder,  los Die Brücke, Van de Velde, Hoffmann u Olbrich…

La joyería, en muchos casos, materializa experimentos llevados a cabo  a mayor escala en las producciones plásticas escultóricas. Pero en cualquier caso, en estos coqueteos artísticos con la joyería por parte de los artistas,   pueden leerse, momentos concretos de una trayectoria, obsesiones temáticas que caminan  de la mano de las nuevas fórmulas de expresión que se estaban fraguando en el resto de las artes. Esto se evidencia en el discurso de la exposición, en el que las piezas se muestran de forma cronológica, didáctica, y podemos establecer paralelismos con la arquitectura o con las otras manifestaciones plásticas, ya sea en el uso de nuevos materiales, o en la ruptura de fronteras artísticas que supusieron las vanguardias.

El primer gran espacio expositivo se centra en exhibir fundamentalmente piezas de las primeras décadas del Siglo XX, figuraciones del Art Noveau que recogen experiencias en materiales y esmaltes translúcidos, entre lo real y lo soñado. Son fundamentalmente, artistas joyeros, que se dedicaron en exclusiva a esta faceta de la creación artística. En esta parte del recorrido, las joyas se exhiben en pequeños mostradores de época sobre tapetes aterciopelados en colores suaves. Las pequeñas mesitas  se disponen en fila en mitad de la sala, lo que permite observar los diseños desde la parte de arriba,  de manera  individualizada. En su mayoría son colgantes, peinetas o grandes broches para prender en los vestidos, delicados trabajos del artista joyero René Lalique,  y de su escuela de seguidores en Cataluña con Luis Masriera a la cabeza. También Guimard o Gaillard, o alguna pieza ya con tintes geométricos, anunciado el Art Déco de Boucheron o Cartier.

Pero, a pesar del esfuerzo de contextualización que suponen los mostradores,  echamos de menos en la amplitud de espacio del que disponen las galerías del MNAC,  alguno de los múltiples bocetos en papel de Lalique,  apuntes que podrían completar el proceso de creación de las joyas del que llaman “el  inventor de la joya moderna”. De la misma forma echamos en falta alguna fotografía que mostrara la perfecta colocación de estos fabulosos diseños o algún testimonio de la forma más lujosa en las que las actrices pudieron lucirlas en grandes estrenos como una de sus mejores clientas, la actriz Sara Bernhardt[1]. Estas fuentes habrían enriquecido el discurso, y así han sido recogidas en otras ocasiones, como en la Fundación Gulbenkian, en el Musée Lalique de París o en la maravillosa exposición  que de éste hizo en el año 2007 el Museo de Luxemburgo. A pesar de ello, hay que ser conscientes de la dificultad que supone mostrar piezas tan pequeñas en lugares tan espaciosos y ser capaces de dirigir y centrar la atención del espectador, que está más acostumbrado a exposiciones de grandes lienzos.

En la segunda parte de la exposición  se muestra un quiebro con respecto al primer espacio.  Un audiovisual  de diapositivas prepara al espectador para el cambio escenográfico, de más aparato y teatralidad, a través de imágenes de los creadores en sus talleres. Al traspasar las salas que llevan a exhibir las creaciones de la avant-garde creativa de nuestros artistas del siglo pasado, fundamentalmente escultores, largas cortinas de terciopelo rojo penden del techo, ayudando a  compartimentar el recorrido. Las vitrinas, mucho más neutras y modernas,   en cristal con biseles en negro, se rinden al protagonismo de las piezas. Las joyas se disponen en varias alturas y en vertical, y quizás por cuestión de conservación, por no deshidratar los materiales orgánicos[2],  o bien por hacer de las piezas un retículo de sorpresa, se apagan en intervalos de iluminación que pueden llegar a interrumpir su visión volumétrica, pero que dotan el espacio de mayor misterio y contraste.  En esta parte de la muestra se exhiben compartimentadas pequeñas metáforas del universo particular de cada creador, expresiones plásticas que inhalan la incursión y la ruptura entre los lenguajes artísticos.

Al final de la exhibición, se muestran algunos vestidos –en su mayoría prestados por el Museo del Traje– que  según formula el fantástico catálogo confeccionado por los mejores especialistas de la tradición de joyería catalana, ayudan, junto a algunas fotografías de Steichen o Man Ray a “completar las visiones del universo femenino”.  Pues bien,  quizás en este sentido deberíamos aprender de las exposiciones de la Joyeria de Mademoiselle Chanel en los años 30 que, proponían estilismos concretos sobre los maniquíes de la haute couture y prendían la piezas de joyería sobre los maniquíes y modelos prêt-à-porter. Aquí los modelos de vestido se disponen en un lado de la sala sin explicación alguna, como “caídas del cielo”.

De cualquier forma, ya sea en forma de experimentaciones creativas o confidencias, esperamos que caigan  del cielo a Montjuic,  muchas exposiciones como ésta, que nos ayuden a redondear o cerrar los discursos creativos de nuestros artistas.



[1] De la misma forma nos ha extrañado la ausencia de piezas en la exposición de Alfons Mucha que también diseñó algunas de las piezas que lució la actriz francesa en sus estrenos.

[2] Los metales y demás materiales inorgánicos se mantienen inalterables al calor.


Luces y sombras de Manuel Bayo Marín

Es 5 de octubre de 2010 y en las instalaciones de La Moderna, como siempre, se entremezclan el olor a tinta y a papel nuevo con el ruido ensordecedor de las rotativas que trabajan a un ritmo desenfrenado. Por la bandeja empiezan a salir los primeros ejemplares de la obra que hoy se imprime, Bayón Marín entre luces y sombras: 102 años después, el dibujante de Teruel vuelve a nacer, esta vez del puño y letra de Eduardo Laborda gracias al patrocinio del Instituto de Estudios Turolenses, que ha editado la lujosa publicación.  

Aunque lo descubrió en 1990, no fue hasta 1995 cuando se despertó su interés por la figura del mago del aerógrafo, sobre el que inmediatamente comenzó a indagar hasta culminar la obra que hoy tenemos en nuestras manos. A lo largo de estos quince años de investigación, ha desarrollado una auténtica labor de detective que le ha conducido hasta su círculo de discípulos, amigos y familia que le hablaban del Bayo Marín artista, juerguista y hombre. Mientras conversaba con sus allegados, también le seguía la pista a la obra del turolense a través de las publicaciones en las que colaboró (La Voz de Aragón, Crónica, Cinegramas, Mundo Gráfico, Relieves, Rojo y Azul), de las exposiciones en las que participó y de los coleccionistas que podían tener entre sus posesiones alguno de sus carteles, llegando a dar con el que fue su archivo profesional. Entre la información obtenida, las obras encontradas y aquellas que Laborda y la familia poseían, prácticamente había conseguido reunir toda la vida de Bayo; la misteriosa figura que había descubierto hacía más de una década se había vuelto nítida y cercana hasta conocer casi todo de él. Era el momento de que los demás también lo conocieran, no sólo como el genial dibujante que fue sino también como el hombre fascinante que vivió la vida como una “locura de humor”.

Como si de un puzzle se tratara, Eduardo encaja en este libro estructurado en dos bloques todas las piezas halladas durante estos años hasta dar con el rico mosaico que fue la vida del turolense, del que ofrece una completa visión basada en su faceta personal y profesional. Siguiendo el característico estilo acuñado en Zaragoza. La ciudad sumergida, el autor crea una biografía en la que los testimonios recogidos se hilvanan con las imágenes de su vida y de su obra, todo ello dispuesto ante un telón de fondo formado por el contexto social y cultural en el que Bayo se movió. Sus comienzos en la creación artística en Zaragoza, su marcha a Madrid y el posterior retorno a la capital aragonesa son los tres grandes episodios de la vida de Bayo que Laborda desgrana a lo largo de la primera parte del libro, mostrando con una buena dosis de humor, literatura y rigor la situación personal y la actividad artística de Bayo Marín en cada uno de esos momentos. Destacan en este sentido la aventura emprendida en 1927 por la Escuadrilla Patinesca Ebro, su incesante actividad como dibujante en La Voz de Aragón o su ajetreada vida en los círculos artísticos de Madrid donde se codea con figuras como Federico Ribas, por citar algunos de los muchos momentos que quedan atestiguados en divertidas fotografías como las correspondientes a la cofradía de las barbas, el baile de antropófagos, el veraneo en San Sebastián o la magnífica estampa en la que aparecen retratados, junto a otros, Bayo Marín, Marín Bagüés, Félix Burriel y José Luis Pomarón.

La segunda parte del libro queda reservada en exclusiva a la producción del artista, que se organiza en cinco apartados temáticos en los que Laborda ha conseguido reunir hasta casi doscientas ilustraciones. Además de conocer en profundidad su obra, mientras recorremos estas páginas podemos reconstruir el panorama general de la época al quedar plasmada la situación política y sociocultural en el amplísimo repertorio de imágenes que ofrece y que incluye caricaturas de políticos como Niceto Alcalá Zamora, Alejandro Lerroux, José Antonio Primo de Rivera o Dolores Ibárruri, de estrellas del cine y de la cultura como Greta Garbo, Joan Crawford, Margarita Xirgú, Harry Fleming o literatos como Jacinto Benavente. La vida social y los gustos de la época están reflejados en los carteles de fiestas realizados para Zaragoza y Teruel, en los correspondientes a la Feria Nacional de Muestras, en los anuncios publicitarios de Granja Dorée, Las Nuevas Sederías, el jabón Norma, Gran Mogol y las Gafas de sol Zatorre, para terminar todo este relato con la entrañable caricatura que Chas dedicó a su amigo Bayo.   

Gracias a la labor de investigación desarrollada y a la pasión puesta en este empeño, las sombras que todavía ocultaban las vivencias del artista, Bayo Marín, y del hombre, Manuel, salen a la luz en esta publicación que se convierte en la monografía definitiva sobre este sorprendente personaje.  

 


Los intrincados dédalos introspectivos de Pablo Palazuelo

 
           
Las formas ramificadas de la obras de Pablo Palazuelo son grafías, letras, escrituras crípticas que abren el camino del tránsito hacia la revelación del tiempo circular, al acceso a los extremos de lo infinito y lo infinitesimal y descubrir por ello el tiempo circular, la vida sin antes ni después, el siempre del estar y ser. Un recorrido sinuoso fundamentado en el laberinto; simbología del viaje del nacimiento hasta la muerte y el renacimiento, con el centro como el lugar de la muerte y el renacimiento, o de introversión y extraversión, viaje a las profundidades y subida a las alturas. Un trabajo cuyas de sus manifestaciones boscosas geométricas hacen presentir el misterio, explicar lo invisible.

Aunque me entretendré un poco porque creo es importante para el desarrollo y el objetivo de este ensayo y tratar de llegar así al origen proposicional y del conocimiento Pablo Palazuelo, quiero comenzar recurriendo a uno de los libros, sin duda, más complejos escritos durante el pasado siglo XX, el “Ulises” del irlandés James Joyce. Un libro que desde el inicio ya advierte de la dificultad de su acceso al llamar al protagonista de su historia Stephen Dedalus, y que complica aún más al enfrentar en la misma historia pero con diferentes nombres al mismo protagonista siendo joven y siendo un hombre maduro. Al primero lo llama Stephen Dedalus y al mayor lo llama Leopold Bloom. Compleja y enrevesada historia de avances y desenvolvimientos por intrincados caminos de la mente y de la vida, como responde simbólicamente el nombre del protagonista al llamarlo Laberinto (Dedalus, dédalo).

 
            Un libro tan críptico y tan laberíntico que hubieron de escribirse algunos libros por otros tantos autores con la pretensión de desvelar los misterios que, a juicio de esos exégetas, masivamente se encierran en esa narrativa. De momento, y así nada más arrancar la obra, y es asunto principal, la disposición argumental de la narrativa al hacer enfrentar el comienzo de la vida con su final recurriendo a la construcción literaria de hacerse con una sola y misma persona, referida en dos identidades, extrañas, incluso ajenas, y por supuesto con caracteres distintos.
 
El libro abre la entrada a un mundo excedido y magnificiente, inmenso por el solo hecho de ser, por su tantísima complejidad, por su hondura abstrusa y cabalística, acaecido en una sola jornada. Desde el amanecer hasta el anochecer (Stephen Dedalus y Leopold Bloom), encontrados en un mismo referente proposicional. O lo que es lo mismo la transición de la vida misma, de la evolución de los individuos. Pero su lectura, su acceso, avanzar hasta su centro, no es una tarea sencilla, más bien todo lo contrario, de extraordinaria dificultad.
James Joyce en este libro nos impone todo tipo de dificultades. De principio al exigírsenos que resolvamos el porqué del ser y del estar al referir que el protagonista recurrido es uno solo desde dos por la intención de recrear la transición de la vida, la implacabilidad de las metamorfosis naturales por el hecho de levantarnos cada mañana. Podríamos abundar mucho más en esto. Pero en este libro esto sólo es el comienzo. La verdadera dificultad de acceso al corazón de este libro y a sus entrañas se nos impone por el sofisticado y enredado laberinto terminológico y conceptual practicado. Esa, hay muchas otras obviamente, es la razón principal por la que hemos recurrido a esta obra dificilísima.
 
El “Ulises” de James Joyce, por su enorme dificultad de lectura, por sus constantes obstáculos redaccionales, por sus continuas variantes terminológicas, nos facilita el planteamiento y el propósito de nuestra intención de horadar hasta los confines más recónditos y, probablemente, secretos de las manifestaciones artísticas de Pablo Palazuelo, además de revelarnos de alguna manera la hondura intelectual y raciocinadora de este artista abiertamente introspectivo e inaccesible, según podemos testimoniar al acercamos a cualquiera de sus producciones y en especial las posteriores.
 
Recurrir a Joyce y a su “Ulises” es porque lo considero uno de los mejores, significativos y enriquecedores ejemplos, como figura retórica, para hacer activo el complicado, oscuro e intrincado propósito de cimentar el procedimiento de acceder al centro del laberinto, a la verdad absoluta, al principio del saber. Y sin duda alguna el más quimérico, complejo, umbrío y difícil de recorrerse es el de sabernos a nosotros mismos, dónde y cuándo se establece su final, su arranque, el nacimiento de las identidades.     
 
Al comienzo de elaborar este texto sobre la universalidad de Pablo Palazuelo, y en concreto al deber ceñirme a sus aspectos más arcanos referidos a sus incursiones y desplazamientos por un gran número de culturas comprometidas con la espiritualidad y las creencias de la metempsicosis, de la continua transformación (lo que yo vengo en llamar tiempo circular); se me impuso de inmediato y con una conciencia absoluta, el nombre de Joyce a semejanza con el de Palazuelo, y su libro “Ulises” con la profundidad abstrusa de la obra de éste causado por las numerosísimas coincidencias que encuentro entre ambos, para el desarrollo de mi argumento y como claro exponente de representación metafórica en mi disquisición.
 
Una circunstancia que curiosamente no se debe a sus referentes instructivos ni a sus fuentes inspiradoras ni a la causa de desvelamiento de los fondos intelectuales de cada uno, sino, lo hemos dicho más arriba, como recurso dialéctico para establecer y reflejar la imagen de la evolución intelectual desde dos campos recurrentes distintos de ahondamiento a la sabiduría, a las respuestas insondables e imposibles, a la revelación de un recorrido intricado y sinuoso por llegar al centro del dédalo, al fondo de nosotros, al lugar donde parte el conocimiento y también nuestro verdadero yo, y al que regresamos una y otra vez según avanzamos en el saber, según dos personalidades facultadas con extraordinarios fundamentos ilustrados, como son los dos autores nombrados.
 
Leer el “Ulises” de Joyce y pretender arribar en sus recónditos exige un esfuerzo formidable y una erudición amplísima; idéntica la necesidad que se requiere si la pretensión es la de aproximarnos a los confines iconográficos y raciocinales de Palazuelo; infinitos en cada uno de ellos por su naturaleza misma.       
 
Todos nosotros somos un dédalo, un laberinto escabroso y enredado que se configura y agiganta a determinación del saber. Cuanto mayor sea el conocimiento reunido, el saber acumulado, mayor el hermetismo y la inasequibilidad de hallar el principio, el centro del dédalo, o lo que es lo mismo la existencia absoluta. Siempre todo. Permanentemente siendo y estando. Ni principio ni fin. El círculo perpetuo estando y siendo consecuenciado por la transformación permanente admitida. No obstante, y aceptando esa conjeturable inacababilidad del ser y el estar, cada dédalo, (cada ser configura el suyo propio e independiente, como hemos dicho), es quien establece la identidad representativa de cada individuo y el tamaño de su dimensión según la particularidad de cada uno, sus condiciones sociales, sus entornos circundantes, sus capacidades intelectivas, su sensibilidad destacada.
 
En fin, como puede entenderse, toda una larga retahíla de causalidades configurativas del laberinto incógnito e inexplicable de donde suponemos y argumentamos arranca y confluye el saber hasta lo infinito y lo infinitesimal, el círculo total.
 
Abundar en estas conjeturas del laberinto, de crecer por el hecho de regresar a nuestro yo más arcano (hemos venido calificándolo como el centro del dédalo, el lugar de donde partimos para hacernos) cada vez que aprendemos y registramos una nueva información debido al acto natural de expandirnos por nuestra condición misma evolutiva, necesitamos volver al principio de nosotros para comprender el saber de lo nuevo que no sabemos.
 
Esto es, podemos saber, reconocer y por ello evolucionar, en tanto que aplicamos lo que ya sabemos (por el retorno continuo a nuestros internos) para comprender, o al menos convivir sin temor, los misterios que puedan encerrarse en cada nueva información que llegue.
 
Lo que quiero decir con todo este aparente galimatías de ires y venires de nosotros a nosotros, se debe a mi propósito de referir que la evolución intelectiva se produce por efecto de un feedback incesante a lo largo de toda nuestra transición. El conocimiento que cadenciosamente vamos adquiriendo consciente o inconscientemente cada día por nuestra sola condición biológica de crecer, es expansivo porque previamente se ha interiorizado, y una vez registrado y clasificado, autoriza su continuación expansiva del saber. No hay otra manera.
 
Imaginemos. Estamos en una playa escondida de cualquier lugar de la costa mediterránea de arena muy fina. Por las fechas que queremos apenas unos pocos estudiantes erasmus bastante distanciados. ¡El día es tan claro y limpio…! ¡El mar tan plácido, tan quieto, tan ruborizado diciéndose, tan transparentes sus aguas! Y entonces su inmensidad majestuosa, su imponencia, su inmarcesibilidad imposible tan cercana, tan próximo, tan abarcable por nuestros sentidos al mostrarse así de calmo, que resulta imposible resistirse a la tentación de adentrarnos ínfimamente en su desmesura. Y es entonces allí, al hamacarnos abandonados a un silencio inaudito y sin miedo alguno por su envergadura, su tamaño excesivo, su gigantismo, que no puede por menos que pensarse en el océano del conocimiento y del saber humano y a su inabarcabilidad imposible. Nos lo descubre cada brazada que avanzamos que al saber un poco más del mar también sabemos lo imposible que es nadarlo entero y por tanto necesitamos regresar a la orilla (a nuestro fondo del Dédalo) para descansar (registrar lo último sabido) y avanzar más después por haber sabido un poco más en cada zambullida, aún siendo conscientes que nunca podremos nadar el mar entero como tampoco alcanzar el saber absoluto.      
 
La recreación de este acontecer cotidiano, se debe a la intención de recrear la explicación del proceso regresivo a nuestro yo profundo, a lo que he venido en llamar el centro del laberinto, al hallarnos inmersos en una consciencia evidente de la enormidad y magnitud del conocimiento, como reflejo aducido la ilimitud del mar, y debido a ello, sabernos por desconocer y la necesidad de retornar a nuestro interno con lo aprendido en busca de respuestas para salir de nuevo y regresar más adelante y salir y regresar hasta lo infinitesimal y poder expandirse hasta lo infinito y establecer el círculo de la totalidad, del siempre, de la sabiduría multiplicándose eternamente. Porque a medida que vamos sabiendo, descubriendo por expansión, automáticamente, lo trasladamos a nuestro dentro, a ese lugar de origen de donde partimos para crecer y conocer, des-conocer hasta el infinito por infinito y regresar de nuevo a ese mismo punto infinitesimal indefinible por infinitesimal produciéndose el laberinto total e inabarcable.    
 
En este sentido aceptaríamos lo que Platón mantiene en su teoría de la metempsicosis, de la transmigración, de que al morir no morimos ni desaparecemos. Es el fin y el principio a la vez, porque al morir regresamos a ser, al ser de no saber, y que al crecer, ir sabiendo, en ese proceso de movimiento circular vamos recordando lo que ya aprendimos anteriormente cuando éramos otro ser y aumentamos el conocimiento porque es la vida misma, vamos extendiéndonos, expandiéndonos, en el universo, aumentando el infinito hacia el infinitesimal. El punto de unión, inexplicable, es lo que determina el centro del laberinto, el centro de la materia, de las formas, de las ideas.
 
Dice Palazuelo en unas de sus cartas dirigidas a Claude Esteban, en 1980, “Creo que las ideas viven y/o están incluidas en la vida, que no mueren, como se cree, sino que perviven pasando a través de las muertes sucesivas”.
 
La obra de Pablo Palazuelo es un proceso continuo de descubrimiento, pero no en la invención de nuevas formas. Y lo es en su trabajo y en su esencia, en la razón de su naturaleza. Este descubrir perpetuo que guía su trabajo y su estar, se traduce en una tensión manifestada a través de las variaciones interminables de las formas, y como dice en otra carta a Claude Esteban, “con la necesidad ineludible de conocer la realidad profunda de la naturaleza. Creo que lo que dio origen al nacimiento del arte fue el presentimiento de esa necesidad. La idolatría del objeto, de la realidad objetiva, se insinúa poco a poco en la historia del arte como en la del hombre; no tanto para mejor disimular un temor, un lejano murmullo insidioso, sino por causa de la fascinación que los objetos ejercen, sometiendo y esclavizando a las facultades de percepción externa, (sentidos), al mismo tiempo que ofuscan y ciegan las facultades de percepción interna. La facultad estimativa, la facultad meditativa y la memoria forman parte de lo que llamamos imaginación activa, y constituyen un verdadero órgano de la visión interna, de la función visionaria. La causa de esta fascinación que provocan los objetos podría muy bien provenir del tremendo poder ejercido por aquello que se manifiesta en ellos, de lo cual ellos son parte. Tú dices, “una presencia más lejana”.
“Esa idolatría sería una pasión desviada de su verdadero objeto, es decir no sólo del objeto sino de todo aquello que le precede y constituye hasta llegar a su aparición o manifestación concreta. No sé si me explico bien, pero me parece que cuando Kandinsky se pregunta “por qué cosa substituir el objeto”, no hace más que expresar la angustia que le produce esa fascinación que esclaviza los sentidos, y el presentimiento del largo camino que le falta por recorrer para traspasar la barrera o el velo de las apariencias. Para mí no se trata de substituir el objeto, sino de buscar en él, para tratar de descubrir algo más profundo que también es él, y poder plasmar y transmitir así la comprensión cada vez más completa de su verdadera realidad, la realidad que creo trasciende los objetos. La materia encarnada es forma. Los objetos son formas, los lenguajes verbales plásticos y sonoros son formas y para mí son formas las ideas.” 
 
Como podemos entresacar de esas palabras, se trata de una permanente inmersión hacia lo más hondo, oscuro, recóndito, incógnito, para ser descubierto, interiorizarlo y registrarlo en nuestro saber para poder así progresar, trascender incesantemente, impulsar el movimiento continuo, la vida infinita que nombra Palazuelo.
 
Y seguimos en ese proceder cuando escribe “La imaginación verdadera, visionaria, los sueños del hombre revelan lo que se hallaba escondido, y los signos y las palabras imaginadoras fluyen por siempre en una emanación transformante y reveladora: son verdaderas formas que se encarnan en la materia para que ambas, materia y forma, puedan manifestarse y construir los lenguajes del hombre”. “Creo firmemente que las ideas son formas de la materialidad del mundo. Entiendo por materialidad la totalidad de los estados en que se encuentra toda la energía en cualquier momento de cada uno de los innumerables procesos durante los cuales las frecuencias vibratorias de esas energías activas, pasivas y neutras aumentan o disminuyen.”
             
            Tras esto, entiendo que Pablo Palazuelo en todo este laberinto que hemos creado en esta intervención de ires y venires del conocimiento en su proceso infinito, lo manifiesta o lo representa con las formas lineales, organizadas que nos presenta. Continúa en otro de sus escritos: “las energías no traducen sus procesos de manifestación si no es en las formas o a través de las formas. La fuerza o la energía se recibe por el intermediario de la forma.”
            “Las formas verdaderas (por oposición a las formas aproximadas o abocetadas o bien mal llamadas inductivas o épicas por la intuición del artista) adquieren una forma verdadera por la progresión o el latido rítmico resurgente que procede de infinitas fuentes extra-espacio-temporales pero que mantienen su imagen o su eco imaginal en el mundo”. “La imaginación activa revela la realidad escondida, mundo real igualmente. La imaginación activa aprehende el objeto, no su particular objetividad, sino como indicio, como signo”. “La idea es que el mundo físico es infinito y eterno; se destruye y se renueva a sí mismo en parte, pero no en el todo. Así, nuestras vidas particulares tan sólo son aspectos pasajeros de lo que podemos llamar Vida Infinita, que posee un movimiento continuo y raudo. Nosotros vivimos muy poco comparado con la infinitud de la Vida Inagotable e Inacabable. Lo que llamamos muerte no es más que una transformación de la vida porque nuestro cadáver cuando se pudre se llena de animales vivientes que proceden de “eso” que ha muerto. El cadáver ha muerto para nosotros, pero sigue siendo vida. La vida es inmortal. La muerte es en realidad una transformación en otras formas de vida.”
 
            Más arriba citábamos a Platón y su concepción de la metempsicosis. Como ya avanzamos en el título, esta conferencia pretende esclarecer de algún modo lo que hemos venido en llamar “los intrincados dédalos introspectivos en Pablo Palazuelo”. Y lo hemos metaforizado como un salir y entrar permanente del no-saber al saber, la vida, la muerte, la energía, su transformación, y que queremos reflejar siguiendo el proceso metafórico y metamorfósico de su pintura hacia un laberinto inextricable.
 
            Para abundar un poco más en este propósito, recogemos un fragmento de la entrevista que le realizó Jaume Vidal Oliveras para El Cultural del diario El Mundo, publicada el pasado 13 de marzo de 2003 por el que se va configurando la intención de esta conversación.
            “-Pero ¿qué relación existe entre la geometría y ese movimiento o Vida Infinita a la que alude? ¿Y qué tiene que ver la pintura?
            -Aquí empieza la pintura: la pintura puede ser una aproximación a las estructuras últimas e infinitas y sin fin de la materia.
            -Su pintura, que es una pintura de estructuras y geometrías, ¿es una expresión de esta transformación de la Vida o el movimiento de la Vida?
            -Efectivamente. Esa geometría es una producción y reflejo de la Vida.
            -Pero ¿por qué estas formas geométricas?
            -Porque somos carne y la carne es materia.
            -¿Quiere decir que bajo la materia o la naturaleza, existe una geometría, una clave numérica?
            -Dicho a la ligera, esa geometría o esa clave numérica es lo que uno ha presentido del misterio. Es una especie de escritura para explicar lo invisible.
 
            Pero antes de seguir avanzando en la exploración del Dédalo de la naturaleza de Palazuelo considero primordial para su esclarecimiento, profundizar un poco más en sus cogitaciones sobre la materia, forma, lenguaje, para la explicación del proceso de transformación constante en ser la vida que él mantiene. Para ello nos hacemos eco de un fragmento de la conversación que mantuvo Pablo Palazuelo con Santiago Amón para la Revista de Occidente, en mayo de 1976.
 
            -¿Podrías ampliar el tema (tema tan obvio como olvidado) desde tu concepción o asimilación general en cuanto a la materia y a la forma, y, especialmente, desde tu interiorización, desde tu experiencia)?
            -“La raíz de la palabra materia (mat-mater-matriz) indica que la materia prima o substancia primordial es la matriz en que germinan las formas o se produce su encarnación (mar-mari-María). Se trata de una germinación misteriosa que, a partir de un momento dado, se hace aparente a través de la medida u orden. En sánscrito la palabra MATRA quiere decir medida (metro), siendo además el equivalente etimológico de materia. Esta medida es del dominio de cantidad continua (una o uno). En el momento de la manifestación o aparición (fiat lux-génesis), la cantidad continua o una se hace discontinua, se coagula cualitativamente (número-energía-cualificadora-nombrante) en o como vibración sonora, tiempo, espacio, línea, superficie, volumen. Por esta transformación, la cantidad se hace orden (orden y medida se nos dan íntimamente unidos). En sánscrito, orden se dice rita (de la raíz ri=fluir), implicando la idea de fluidez o ritmo. La materia-medida (MATRA) se convierte, así, en son primordial, como antes dije, en vibración energizante. Parte de esta energía coagulante, las letras son (en y para el hombre) sonidos que nombran. Matra es, por consiguiente, la manifestación del logos, es decir, lenguaje. El caos, identificado con la tiniebla (antes lo llamábamos materia oscura), es potencialidad, el lado sub-tancial en el que irrumpe o salta la manifestación de la esencia de la forma (rayo luminoso) reveladora de lo escondido. Los rayos emanados de un punto en el espacio realizan ese espacio. La experiencia de la materi-medida (MATRA) es una geo-metría. No sin razón, los hombres primitivos, y otros no tan primitivos, consideraban geómetras a sus dioses. (“Con un rayo ha medido los límtes del cielo y la tierra”, dice el Rig Veda.).
         -“Y toda esta tan clara concepción de la materia y de la forma ¿transciende la pura teoría y cobra cuerpo de experiencia para quien interioriza su proceso o lo convierte en proceso operativo a través de la obra?”
            -“Desde luego. Es, justamente, un proceso vivo, de interiorización y de experiencia. Esto ya se sabe, suele decirse. Y yo respondo que no, que no se sabe, si no se siente en la práctica, si realmente no se interioriza. Lo que no se siente ni interioriza, acaba en el olvido. Nuestro tiempo es tiempo de olvido.”         
 
            Al introducir el sánscrito, hemos llegado al punto de indagar sobre sus fondos informativos. ¿Dónde se educa el pensamiento de Palazuelo, su capacidad analítica; qué corrientes culturales y filosóficas le conducen a horadar por este universo sin fin? El misterio y el secreto de Pablo Palazuelo es tan abstruso que en una ocasión le preguntaron cuál era su secreto y respondió que un libro chino que encontró en París después de muchos años de búsqueda a través de pistas, enseñanzas e intuición. Muchos años después, en un encuentro con Tápies, éste le preguntó, “Oye, Pablo, ¿y cuál es el título de ese libro?”; “Eso Tony”, respondió, “no se lo digo a nadie”. Lo que está claro, y así lo ha manifestado siempre, es que sus fuentes de pensamiento se han hallado en las culturas orientales, en el Taoísmo, en el Budismo, en el Brahman hindú, en el Dharmakaya budista, en la cábala, en el laberinto, en el Islam, especialmente.
 
            Haciendo referencia a la cábala, se entiende, como la ciencia que no habla de nuestro mundo, y por esta razón, su verdadera esencia no es captada por las personas. Es imposible comprender lo invisible, lo imperceptible, y lo que no ha sido experimentado. Según Yehuda Ashlag, “Esta sabiduría es, ni más ni menos que una secuencia de raíces que penden a razón de una causa y efecto, en reglas fijas y determinadas, entrelazándose en un única, meta exaltada descrita como la revelación de su divinidad hacia sus criaturas en este mundo.”. Tal como podemos entender las ramificaciones exuberantes hacia una sola conformación que propone Palazuelo.
 
            En cuanto a la confirmación de todas las corrientes culturales que le interesaron a Pablo Palazuelo, provienen en su mayor parte de Oriente, entendemos que debemos proseguir con la entrevista de El Cultural, en la que se añade:
 
“Me interesaron muchísimo las religiones orientales, el Taoísmo –sobre todo-, y el budismo –en menor medida-. Las religiones como el Taoísmo son una suerte de misticismo en sí mismas. Tal vez diga una barbaridad, pero la religión puede ser una cosa posterior a ese universo místico; es decir, un conocimiento humano que posteriormente se ha dado en llamar religión; lo cual es perfectamente natural: observe la palabra re-ligar; esto es volver a conectar con…”
-“Su obra en cierto modo sería re-ligar…”
-“En cierto modo sí: es tratar de conectar o re-conectar con algo y en parte acercarse en la medida de sus posibilidades”
-“Conocimiento, espiritualidad… ¿No hay nada más? ¿No hay un goce o sensualidad en el arte?”
-“Yo creo que toda práctica artística es sensual aunque la persona que la está haciendo no sea del todo consciente. Puede ser tenue, poco perceptible o instintiva, pero la práctica artística lleva consigo un placer o un estar producido por algo que completa y que es benéfico. Lo que no quita que en esta práctica –como en todo- pueda haber accidentes, tropiezos. Mi obra es una exploración para conocer. Pero ese conocer está dotado de un placer, porque uno encuentra una satisfacción y porque uno halla un completarse y un mejorarse a sí mismo, como quien se cura. Hay que ir con cuidado con la palabra placer porque abarca muchas cosas: la sensualidad, el sexo, el gusto… El arte no es un placer físico. Es un sentimiento de equilibrio… No hay inquietud, no hay malestar… Aunque no se llega a ninguna conclusión definitiva, es una exploración muy gratificante porque me produce un “contentamiento” –iba a decir placer- que me fascina y me atrae.”
 
Sobre la misma cuestión de las procedencias y fuentes formacionales de las ideas de Palazuelo, recurrimos a la referencia de otra charla que mantuvo con Kevin Power, en Granada en 1995, que dice así:
-“¿Y es quizás, la misma presencia de los ritmos musicales en el arte árabe lo que tanto le impresiona y le atrae?
-“El arte árabe se fundamenta en la utilización de estructuras gráficas geométricas que son manipuladas con gran imaginación y habilidad. Otras artes orientales, para mí más interesantes, como el arte chino, también empleaban como base los trazados o estructuras gráficas geométricas y los desarrollaban en formas y conformaciones marcadamente rítmicas. Durante la época en que yo buscaba una geometría diferente, estas artes orientales me impresionaron fuertemente y me ayudaron a orientarme.”
“Hay textos que han ejercido una gran influencia en distintos sectores, dentro de lo terreno y dentro de lo divino. Estoy pensando, por ejemplo, en el I Ching, un texto de suma importancia. A mí la geometría me ha demostrado, a lo largo de mi obra, que funciona como algo vivo. Algunos filósofos occidentales han utilizado todos estos conocimientos para sus propios fines. No hay más que pensar en Leibniz como uno de los casos más destacados, ya que estaba en contacto con los jesuitas que vivían en China y que le mandaban informes sobre el taoísmo y las matemáticas.”
-“El arte islámico nunca logró llevar la geometría a su máxima `potencia. Sin embargo, propuso otros sistemas de pensamiento muy influidos por las matemáticas y la geometría.”
-“Los matemáticos y los filósofos occidentales se han servido de los sistemas de pensamiento orientales hasta el presente, y todo indica que van a continuar haciéndolo.”
-“Los temas ornamentales del Islam, están relacionados con el número?”
-“Claro que está interrelacionado con el número, puesto que es geometría científica. Es obra de geómetras.”
-“Y para los árabes, era cosmología?”
-“Para los árabes fue algo más que pura geometría, aunque tenían geómetras trabajando en los patrones, o en lo que podríamos llamar pautas. Había geómetras que definían e inventaban estos patrones. Creo que este tema se menciona en los versículos religiosos que están escritos en las decoraciones de la Alhambra, o sea, que había cierta intención religioso-cósmica.”
-“¿La geometría que usted pretende revelar, consiste en las formas que residen en la base de todas las formas?”
 -“Se trata de geometrías que residen en las bases de todas las formas, que se multiplican sin límite.”
-“¿Se podría decir que son los chinos los que proporcionan conceptos teóricos que le ayudan a aclarar su visión?”
-“La filosofía china, las matemáticas y las artes adivinatorias basadas en el número son muy importantes para mí y me han ayudado mucho a hacer más claro el camino. A propósito del li y el che, antes dije que para mí orden no es ley sino relación. La relación entre dos cosas es movimiento y el movimiento es vibración y vida.”
 
Antes de avanzar hacia el final del planteamiento de mi ensayo, quisiera ampliar un poco más la influencia del Islam en el pensamiento y en la manera de hace de Palazuelo. En esta misma entrevista, Kevin Power le pregunta:
 
-“Cuando dice que el Islam es la “memoria de la sangre”, ¿qué es lo que quiere decir usted con esto? Todavía estoy intrigado por saber exactamente qué es lo que le ha impresionado del arte y del pensamiento musulmán.
-“La sangre trae consigo memorias, la sangre del mundo nuestro sería otro mar de la tierra donde van a parar todos los ríos, todas las memorias de la vida.
“En España la civilización árabe impregnó profundamente las civilizaciones o culturas anteriores que también eran de origen oriental en gran parte, exceptuando Roma. Esta impregnación de una civilización a otra tuvo lugar durante los ocho siglos de convivencia de la cultura árabe en España. El efecto de aquella acción se ha dejado sentir llegando hasta nuestros días. Las memorias que trae la sangre han de permitir siempre remontarse al pasado, en busca de lo inmemorial de una manera más profunda, de lo extraño que uno quiere conocer. “Entonces el alma imaginativa sustituye al alma sensitiva para acceder al conocimiento por la visión…” Son palabras de Henri Corbin en su estudio sobre la obra metafísica y mística del poeta persa Sohravardî. Creo que este fragmento puede muy bien hacer comprender por qué me conmueve el arte y el pensamiento del Islam.”
 
Y llegados a este punto nos toca abordar la esencia de nuestro propósito didáctico. El tema del laberinto. En la misma entrevista con Kevin Power, le pregunta a nuestro autor.
 
-“¿Cuál es para usted el significado del laberinto en aquellas obras en la utiliza la línea para definir de tal manera que ésta, finalmente nos derrota? ¿O es que está diciendo que la línea no puede entender la forma por completo, que no podemos saber hacia dónde vamos? ¿Es el laberinto una metáfora de los límites de la imaginación? Recuerdo que Charles Olson, el poeta americano, escribió que conocerse a sí mismo es conocer nuestros límites, y nuestra tarea es aprender a trabajar dentro de esos límites. El laberinto, en otras palabras, no es tanto un lugar donde perderse como un lugar cuya capacidad para engendrar formas no se puede conocer nunca por completo. Permítame que lleve la noción de lo que se entiende por límite un poco más lejos. La imaginación necesita de estos límites y nuestras mentes se mueven dentro de o hacia estas configuraciones que a menudo son inconscientes. La delimitación misma, así como lo que se halla contenido dentro, está sujeta a un proceso continuo de metamorfosis. Lo que quisiera preguntar es si el universo tiene únicamente los límites que imaginamos. Cada pasoque da la ciencia es una nueva frontera imaginada y cada frontera nos trae una nueva figura del universo. Todas estas figuras son imaginadas. Algunas de estas fronteras parecen encajar bien hasta que aparece un nuevo factor y aquella frontera deja de ser tal. Cuando esto ocurre la imaginación busca soñar con una nueva comprensión del universo. ¿Su sentido de una nueva geometría es a determinado nivel un modo de establecer un lenguaje para soñar?”
 
-“Déjeme volver a esta frase de Paul Klee cuando nos habla de “una línea que sueña”. La línea ve y abre nuestra visión”, pero, al mismo tiempo, nuestra capacidad de ver de esa manera aumentada, impulsa la visión de la línea. Cuando nuestro soñar, nuestra visión, desvaría, nuestras líneas vagan desorientadas porque ya no comprendemos, y nuestros sueños se pierden en su deambulación a través de las orientaciones innombrables del espacio: es el laberinto. La línea puede hacer visible lo invisible. La línea sería vehículo de energías que proceden del trasfondo de la materialidad. La energía toma cuerpo, forma, para conformar el mundo. El artista traza las líneas –vuelve a soñar con aquellas energías-, que son la huella de aquel acorde.”
“Es posible que la línea en tanto que grafismo humano no sea capaz de comprender totalmente la forma, pero la línea es una imagen arquetípica que describe el movimiento del punto (número-unidad), a través del espacio. Como ya he dicho, en palabras de Jung, “el número es gráfico”, y tanto el número como las líneas estaban antes que el hombre y estarán después.”
“El laberinto es por eso el lugar o conformación cuya capacidad para la generación de formas es abismal, no tiene límite.”
“Aunque todavía no podemos saberlo, yo creo que el universo no tiene límites, las fronteras son interiores: algunas son reales, otras son imaginadas, soñadas por el hombre. Dentro de los límites interiores, la imaginación trata de ver más allá para alcanzar una comprensión más profunda y más completa del universo.”
“La geometría siempre ha sido un lenguaje para la comprensión del mundo. Y mi forma concreta de operar con la geometría ha significado para mí el descubrimiento de otro lenguaje que aporta otras imágenes y que al mismo tiempo promueve e impulsa la capacidad de ver.”
           
            Como puede comprenderse el mundo interior de Palazuelo es un continente extraordinario de enlaces ideales de gran complejidad. Por su lenguaje artístico, hemos sabido que las formas son fragmentos de la materia, de la naturaleza. El fondo de Palazuelo, el Dédalo profundo de su yo infinito, lo hallamos al recorrer su intrincada introspección hacia él, hacia él mismo, mediante el laberinto de sus líneas, hacia el infinito, hacia lo infinitesimal. La vida inacabable, como él acepta. El abismo sin orillas.
 
            Otro día y en otra ocasión, para el diario El País, le preguntaron ¿cómo le explicaría el mundo a un niño?
 
             “Le diría que es una cosa que ni empieza ni termina, que se mueve todo el tiempo como si creciera, y nosotros con él, y que es preciso que sea así; una cosa que no empieza ni termina, y que da mucha ilusión, y que es como una película que te gusta y que no se va a acabar .”
            “Mi pintura representa formas que pueden continuar hacia arriba y hacia abajo sin fin. Expresan la continuidad, esa emergencia constante y renovadora que busca otros horizontes. Un día mi hermano me hizo mirar la corteza de un árbol y vi que eran líneas de abajo arriba, la realidad de la naturaleza, las formas de la naturaleza.”
            “Yo interrumpo mis obras por saturación, no porque contengan más posibilidades.”
 
            Para acabar, quisiera recoger un fragmento de una conferencia que impartió en marzo de 1998 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
 
            “Hablando desde los puntos de vista psicológico y gráfico, cuando estamos dibujando, imaginamos más o menos conscientemente el punto como la primera y última forma. Pero no existen primeras y últimas formas en la Naturaleza infinita, donde principio y fin, alfa y omega, son lo mismo. Si el punto lo miramos con lupa se convierte en un círculo, porque en realidad es un círculo siempre y a través de la infinita cascada de las dimensiones del espacio, de la extensión material. En los yantras o mandalas tántricos, el punto se designa como intensidad, representa la intensidad. Así la primera forma que podemos imaginar, y que sería el invisible centro del punto, no se manifiesta, no aparece, porque siempre se halla más allá de nuestra capacidad de percepción, y es como el horizonte al cual nunca se llega.”
 
El simbolismo del laberinto se ha sugerido como una forma de retorno al Centro; iniciación, muerte y resurrección; los misterios de la vida a través de las dificultades y engaños del mundo hasta llegar al Centro, que a su vez simboliza la iluminación o el cielo. También se dice que simboliza el mundo; la totalidad; la inescrutabilidad; el movimiento; cualquier problema complejo; SU LINEA CONTINUA ES LA ETERNIDAD, LA DURACIÓN INTERMINABLE; LA INMORTALIDAD; EL HILO QUE CONSTITUYE LA CUERDA DE LA QUE DEPENDEN Y CON LA QUE ESTÁN ENHEBRADAS TODAS LAS COSAS.
 


Notebook: Exposición colectiva de arte conceptual en un espacio alternativo

El intento de comisariar una exposición colectiva con un grupo numeroso de artistas sólo puede dar lugar a un resultado irregular si el comisario no se fija una estrategia consistente de comunicación entre las distintas obras. Por eso, para que una colectiva con trece artistas tan diferentes entre sí sea coherente, lo que hay que plantearse es qué pueden tener en común tan heterogéneo grupo de creadores. Y la respuesta en este caso no reside en su obra ni en su técnica ni siquiera en su filiación plástica, sino en el probablemente único terreno que todos comparten, aquí y ahora. Ser artistas residentes del centro de producción e investigación Hangar.

 

Y este es el primero de los aciertos que la zaragozana Carlota Santabárbara tiene cuando recibe el encargo de comisariar una exposición colectiva con trece artistas en el espacio alternativo KKKB, en pleno barrio del Raval barcelonés. Siendo los trece residentes de un centro de producción comparten el lugar desde el que trabajan, y por tanto en vez de buscar coherencia y estabilidad en el ámbito expositivo, lo busca en el ámbito inmediatamente anterior, el productivo.

 

A nadie se le escapa que para que una exposición se materialice ha de haber un esfuerzo potente de estudio, horas de investigación, de pruebas, de ensayo – error, de dialéctica entre las ideas y su resolución material. Así planteado parece bastante natural visibilizar que la obra de arte no es (sólo) de carácter objetual, sino que es, ante todo, un proceso mental, un discurso creado por el artista.

De este modo se plantea la exposición Notebook, cuyo título no puede ser más adecuado y ajustado a lo que pretende. Un cuaderno de notas, un soporte de experimento, borrones, esquemas y bocetos. Un lugar privilegiado desde el que seguir el proceso, que al aumentar su resolución y enseñarse en público consigue implicar al espectador en los avatares de la producción artística.

 

Este acento en la reflexión previa y la idea se ve apuntalada por la elección de un soporte común para mostrar esta hoja del cuaderno de notas de cada artista. La elección del A3, un formato comercial estándar más cercano a la impresora y la oficina que al taller artístico, no hace sino reforzar en esa idea de registro de procesos mentales que acerca Notebook al arte conceptual. Accesible y barata, la hoja A3 aleja estas obras de la comerciabilidad y la espectacularización. Segundo de los aciertos de esta exposición.

 

Por último la insistencia en el proceso productivo además de dar pistas sobre el marco referencial – no siempre evidente – que hay en cada obra, inscribe al trabajo artístico en un sistema económico con una cadena de valor de la que la exhibición pública de la pieza es sólo un eslabón. Tercer acierto del proyecto.

 

Vista Notebook cabe preguntarse por qué en el sistema artístico tiene más predicamento la exposición que la creación y cómo no hay, al menos, tantos centros de producción como museos.

 

 

Por la línea conceptual se moverán la mayoría de los artistas que abren su libro de notas:

Diego Pujal se basa en una obra de Jorge Luis Borges para crear un código manuscrito que esconde una imagen que sólo se hará visible al ser transcrito en el ordenador, editado, guardado y abierto con arreglo a ciertas instrucciones.

Guillermo Pfaff se aleja de la plasticidad en la expresión artística al escribir en su A3 con una caligrafía medida y perfecta una frase escrita en diferentes lenguas, cuestionando el signo como elemento que convierte ideas en obras.

Jordi Ferreiro elabora un “calendario de adviento” del mes de septiembre, en el que cada día se descubre una de las fotografías que forman el póster y que resulta ser el registro de una serie de acciones conducentes a crear una obra de arte diaria.

Mónica Heller plasma el inicio de su manera de trabajar, que parte de infinidad de fuentes literarias y visuales que clasifica y transforma. Cada elemento se relaciona con los otros de manera aparentemente indescifrable pero acaban por construir un lenguaje personal y cada objeto adquiere una entidad diferente.

Rubén Verdú parodia la estructura social del arte con una sonrisa – clave de acceso a  la esfera de lo público – estirada hasta convertirse en mueca.

Mercé Hernández por su parte se enfrenta a su papel en blanco durante los días en los que la exposición se mantiene abierta y realiza su obra in situ, desdibujando así el límite entre producción y exposición, sin posibilidad para el error. El borrador es literalmente la obra de arte.

Joan Cabrer en cambio presenta un boceto como elemento de trabajo, un acto puro de trabajo plástico que posteriormente trasladará al lienzo.

Alberto Gracia expone un fotograma del vídeo, expuesto en la sala, en el que cada artista explicaba sus intereses creativos, y que al pasar a papel evidencia sus imposibilidades.

Lo que propone Rita Rodríguez es una presencia activa y participativa del espectador que no puede acceder de manera pasiva a su trabajo ya que está enrollado y atado, de este modo se recrea en el placer del secreto, la posibilidad de lo que esconde y en la sorpresa de descubrirlo.

Lola Lasurt presenta una alegoría de la sensación de desnudo que experimenta el artista al desvelar la intimidad de su proceso creativo. Como su modus operandi se basa en la recreación pictórica de imágenes anteriores a su nacimiento, lo que muestra es una ilustración tomada de la Enciclopedia de la Mujer de Salvat de 1970 en la que se enseña cómo desollar una Lamprea.

Sergi Botella centra su trabajo artístico en su realidad más cotidiana, partiendo de vivencias personales que le permite evidenciar los engranajes afectivos y emocionales de las rutinas diarias. La pieza que presenta es uno de los retratos que realiza en los Monegros durante el festival anual de música electrónica.

Samuel Labadie fotografía un cuaderno de notas cuadriculado cuya trama ha marcado un dibujo con rotulador fluorescente, un gesto entre la actividad meditativa zen y la compulsión de seguir mecánicamente las líneas manufacturadas.

Por último Mariana Zamarbide se autorretata como Saturno devorando a sus hijos, que representa la angustia que genera el paso del tiempo y el ritmo de trabajo actual. De esta manera la artista se ríe de sí misma ante la imposibilidad de abordar su trabajo sin dramatismo y complejidad.

 

El trabajo de cada artista se puede consultar en los dossieres on line del Centro de Producción e Investigación de Artes Visuales Hangar, dependiente de la Fundación Asociación de Artistas Visuales de Cataluña http://www.hangar.org/gallery/album02

Así como en la web de la sala KKKB donde fue realizada la exposición http://www.kkkb.es/programacion/exposicion/notebook-36.html

 

Comisaria: Carlota Santabárbara

Artistas: Alberto Gracia, Diego Pujal, Guillermo Pfaff, Joan Cabrer, Jordi Ferreiro, Lola Lasurt, Mariana Zamarbide, Mercé Hernández, Mónica Heller, Rita Rodríguez, Rubén Verdú, Samuel Labadie y Sergi Botella.