Cuadros de Mónika Grygier y esculturas de Alfredo Sánchez en Espacio Adolfo Domínguez, Zaragoza

El Espacio Cultural Adolfo Domínguez, por la tienda en el Centro Comercial Puerta Cinegia, Coso, 35, organiza exposiciones en el sótano como sugerente espacio rodeado por restos de la muralla romana, siempre con Eugenio Mateo como coordinador de la sala.

El 4 de noviembre se inauguró la exposición doble con pinturas de la polaca Monika Grygier, nacida en Lodz, Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Opole (Polonia) y con numerosos premios, y las esculturas del salamantino Afredo Sánchez, con obras en espacios públicos y museos. Ambos residentes en Cataluña y, salvo error, exponiendo por primera vez en Zaragoza. Veamos, en síntesis, sus características.

Monika Grygier parte de estructuras geométricas que configuran un abierto y sugestivo entramado de planos, en muchas ocasiones delimitados o irrumpiendo unos con otros en una suerte de lazos fusionados. Dicho énfasis racional limpio, de colores con tendencia a huir de cualquier exclamación pero con el negro para desequilibrar el cromatismo dominante, se rompe mediante impulsivos trazos, cambiante chorreo y algunos planos negros con enigmáticas sensaciones que muy bien podrían ser, como tales, un solo cuadro. Estamos, al respecto, ante ese marcado dinamismo irracional, sin lógica, que altera toda racionalidad mostrada mediante el cuerpo geométrico, de modo que combina ambas realidades para mostrar, con ímpetu y delicadeza, avatares propios de la condición humana.

Alfredo Sánchez utiliza madera, bronce y hierro, como norma al servicio de fuertes abstracciones geométricas capaces de engullir el espacio circundante. Obras con tendencia natural para espacios públicos y poderoso volumen, cuyas formas oscilan entre la forma en y griega, con dos brazos ascendentes que generan un  sugestivo hueco en su interior, y las filiformes ondulantes que trazan en la superficie cambiantes formas geométricas. También gusta, entre otras aportaciones, por apoyar la obra con dos brazos y mostrar un juego de delicadas formas. Énfasis formal con dosis imaginativas que rompen el entorno.


AMASOL y sus vínculos con el arte

El 10º aniversario de la Asociación de Madres Solas, en Zaragoza, bajo la presidencia de Cristina Beltrán, conocida pintora, se celebró inaugurando una exposición de arte en el Centro Joaquín Roncal de la CAI desde el 30 de septiembre, con el objetivo de que el público interesado viera numerosas obras para adquirir en la posterior cena subasta, que tuvo lugar el 22 de octubre en el restaurante Bahía en beneficio de Amasol.

El catálogo, un tríptico, tiene dos textos, uno de Cristina Beltrán y otro nuestro, con el listado de las obras y su ficha técnica. La participación de los artistas fue excepcional, pues figuran las obras de 70 pintores, 16 escultores, nueve fotógrafos, nueve obras entre dibujos, grabados y diseños, una cerámica y un esmalte. Datos completos que no figuran en el catálogo. Asimismo, cabe destacar la participación de la galería Itxaso en la subasta, no en la citada exposición, con 14 cuadros de conocidos artistas, algunos fallecidos.

Dejamos constancia de una exposición y una noche, con escaso éxito en la subasta pese a precios muy favorables, que demuestra de nuevo la generosidad de los artistas, siempre inclinados a mostrar su predisposición para con los demás en causas benéficas.


La puerta abierta: el inicio de la abstracción. Grupo Pórtico y Grupo Zaragoza

La Puerta Abierta: el inicio de la Abstracción. Grupo Pórtico y Grupo Zaragoza es, como título, quizá confuso porque puede llevar a malentendidos a quien no comprenda que lo que sigue a los dos puntos es una acotación, y piense en cambio que el subtítulo se hace equivaler con el título principal. 

Veamos, en síntesis, la realidad histórica, tras recordar que fuimos comisario de la exposición Primera Abstracción de Zaragoza: 1948-1965, como exhibición itinerante entre diciembre de 1984 y marzo de 1985, que reflejaba la realidad histórica de la abstracción pictórica en Zaragoza, siempre mediante obras de Fermín Aguayo, Teodoro Asensio, Otelo Chueca, Julia Dorado, Antón González, Eloy Giménez Laguardia, Santiago Lagunas, José Orús, Daniel Sahún, Ricardo L. Santamaría y Juan José Vera. En cambio, la comisaria de esta exposición, Dolores Durán Úcar ha propuesto una exposición a Ibercaja centrándose en unos pocos nombres, y le ha sido aprobada, siendo inaugurada en Zaragoza el 30 de septiembre y hasta el 9 de enero de 2011.

Durante el primer período de la abstracción pictórica en Zaragoza, la comisaria, sólo presenta al grupo Pórtico, abril 1947 a noviembre 1950, el configurado por Fermín Aguayo, Eloy Giménez Laguardia y Santiago Lagunas. Entre 1947 1964, año que comienza el grupo Zaragoza, en Zaragoza, además de los citados, tenemos los pintores abstractos Antón González, desde 1947-1948, Juan José Vera, desde 1948, José Orús, desde 1949, y Francisco Benessat, hacia 1957, mientras que viviendo fuera de Zaragoza tenemos a los pintores José Luis Balagueró, desde 1957, y Manuel Viola, desde 1950. Todo sin olvidar los collages abstractos de Miguel Pérez Losada, desde 1952, José Baqué Ximénez, de 1948 a 1951, y un segundo período vinculado con el año 1958, y el poeta Raimundo Salas, desde 1953.

El segundo período de la abstracción pictórica en Zaragoza, según la comisaria,  tenemos al grupo Zaragoza, octubre 1964 a 1967, del que incorpora en la exposición a Daniel Sahún, Ricardo L. Santamaría y Juan José Vera, no incluyendo de los abstractos de dicho grupo a Teo Asensio, desde 1959, Otelo Chueca, desde 1960, y Julia Dorado, desde 1961. Todo sin olvidar, fuera del grupo y con fecha límite el año 1967, a los pintores Pilar Moré, desde 1959, y José Ignacio Baqué, desde 1963.

En el apartado sobre Bibliografía se sabe que cuando el catálogo tiene un marcado límite, en cuanto a número de páginas, es ineludible realizar una selección, tal como se indica en la presente exposición de Ibercaja. Pero, claro, la selección tiene que vincularse con su relevancia desde un ángulo cronológico. Cuando nos cita como autor de la historia del grupo Pórtico publicada en el Diccionario Antológico de Artistas Aragoneses 1947-1978, editado en 1983, la comisaria omite que también escribimos la historia del grupo Zaragoza. Ni digamos nuestro comisariado, ya citado, Primera Abstracción de Zaragoza: 1948-1965, como exhibición itinerante desde diciembre de 1984 hasta marzo de 1985, bajo el patrocinio del Departamento de Cultura y Educación de la Diputación General de Aragón. Para concluir, cabe citar nuestra Abstracción Plástica Española. Núcleo aragonés: 1948-1993, Mira Editores, libro publicado en 1995.

Lamento que nada de esto figure reseñado en el catálogo de esta exposición pero por lo visto  su comisaria  y yo tenemos perspectivas muy distintas sobre los orígenes y desarrollo de la primera abstracción de Zaragoza. Quizá con La Puerta Abierta:. El inicio de la Abstracción. Grupo Pórtico y Grupo Zaragoza, la comisaria haya querido hacer un homenaje al Grupo Pórtico como iniciadores de la abstracción española de postguerra y al Grupo Zaragoza como sus herederos morales, pero a mi juicio, la exposición hubiera quedado completa si se hubiera realizado una revisión global de la primera abstracción de Zaragoza.


Esculturas de Martì Morròs

En el bello y sugerente Espacio Fundación Labordeta, paseo de los Ruiseñores, 39, inaugura exposición Martì Morròs Valls (Sallent, Barcelona, 1963), con obras en ciudades como Toledo, Damas del Agua, 2009, Huesca, Portal de los Pirineos, 2009, o Badajoz, Danzas de la Tierra, 2010, que ofrecen con exactitud su categoría como escultor, en tiempos partiendo de un matiz superado vía Eduardo Chillida, tan capaz de concluir esculturas mediante cierta poderosa fluidez a través del sentimiento aderezado por el justo brochazo racional, siempre con el objetivo de que en su resultado gobierne la máxima naturalidad. Todas sus esculturas, por cierto, son de hierro y acero corten. El 20 de noviembre, día de la inauguración, nos afirmó: El hierro es el lápiz de la escultura, con lo cual señala su grado de refinamiento, de dura delicadeza, aplicado al metal.

La exposición tiene su complejidad, pues el escultor ha contado con tres artistas para que intervinieran en tres obras. Sebastià Plans termina una obra plana, tipo cuadro, con técnica digital sobre acero e incorporación de evocadores fondos cual sinuosas grietas, sobre la que Morròs añade expresivas y ondulantes formas emergentes de la superficie como diáfano contraste. Una especie de parto metálico. El japonés Mirai Kobayashi también concluye obras tipo cuadro con fondos oscuros y formas expresionistas, sobre las que destaca el nacimiento de lo escultórico en el lado izquierdo, de modo que permite ese vacío general inundando el soporte para que cierto misterio aflore desde la superficie pensada por el artista japonés. Mientras, el pintor José María Martínez Tendero tiene experiencia de intervenir en una escultura, pues basta recordar cuando pintó un león, en 2006, del escultor Francisco Rallo Lahoz, justo con motivo del 25 aniversario de El Corte Inglés en Zaragoza. Cuelga un dibujo como Estudio para obra conjunta con el escultor M. Morròs, basado en una fachada de vivos colores, y otro que evoca a la escultura para trasladarla junto con el edificio a la superficie escultórica mediante abstracciones expresionistas.

En cuanto al resto de la obra conviene detenerse en la escultura Infinito, que está basada en la Cinta de Moebius, por el científico alemán del siglo XIX Amadeo Moebius, sin que el propio Morràs lo supiera, tal como nos indicó el día de la inauguración. Ya resulta sorprendente, por el número de casos, que un escultor, o un pintor, termine una escultura basada en dicho concepto científico sin saberlo, o en otros, hasta el punto que se detecta, de nuevo, la íntima fusión de las artes plásticas con la ciencia. La escultura citada, sin principio ni final, tiene un perfil angular y está hueca, de manera, según nos señalaba el artista, que posee una sorprendente capacidad para sacar cambiantes sonidos, algo realizado ya por músicos. A los días de inaugurarse la exposición, hacia el 17 de diciembre, el percusionista Javier Villar intervino con motivo de una cata “sensorial”, en la que los asistentes disfrutaron de los aromas y sabores de los nuevos Latidos de Vino 2010.

Otras esculturas tienen un ámbito formal muy distinto al señalado. Se parte de una fuerza excepcional o de una delicadeza extremada en perfectas composiciones, con algunas obras caracterizadas por el movimiento de una zona o el cambio manual, según se quiera, cuando la obra está formada por dos o tres volúmenes separados. Voladoras II, por ejemplo, está configurada por dos volúmenes ascendentes, mientras que Llamas del corazón, por ejemplo, está integrada por tres volúmenes ascendentes y ondulantes para ofrecer mayor complejidad formal.

Las esculturas son fascinantes estudios de las formas con definido estilo, de manera que las abstracciones geométricas se alargan ondulantes casi paralelas al suelo o ascienden entre cambiantes quiebros, como si rociadas de enigmas cubrieran la superficie escultórica, que como tal tiene dispares texturas del propio metal para enriquecer el ámbito externo. Pero existen otro tipo de esculturas abstractas relacionadas con el cuerpo humano, como por ejemplo la obra con dos volúmenes reproducida en la tarjeta de invitación. Antes citábamos a Morròs como artista capaz de posar en sus obras fuertes sentimientos con impecable naturalidad, sin forzar nada. La obra de dicha tarjeta de invitación es un idóneo ejemplo, pues estamos ante dos figuras, muy abstraídas, de cuyo interior fluye y emerge ese vibrante amor pasión, único, irrepetible, entre hombre y mujer, que traslada al exterior vía campo formal, pero con tal delicadeza que la ternura perfora cualquier mirada.

Muy buen escultor con hermosa capacidad de trasladar su pensamiento hacia el metal todavía sin nacer, siempre con dominante control para eludir extrañas conclusiones o dejándose arrastrar por el aludido sentimiento en una especie de gozo, como si el propio artista se transformara en escultura. Su interior hecho exterior. Todo natural.


Sala de lectura: Alicia Vela y Lina Vila.

 

Alicia Vela y Lina Vila se conocieron en la Facultad de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona a finales de la década de los noventa y, desde entonces, profesora y alumna han compartido espacio expositivo en tres ocasiones. Entre ellas la complicidad brota de una manera tan natural como la vida misma lo hace en sus trabajos. Ambas afrontan sin miedo ni pudor una reflexión femenina de tintes autobiográficos que explora la fragmentación vital. Con la instalación Sala de lectura, que puede visitarse en la Sala Juana Francés de la Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Zaragoza desde el 21 de diciembre del 2010 hasta el 10 de febrero de 2011, Alicia Vela y Lina Vila nos invitan a conocer, “reconocer” y recuperar la sabiduría ancestral de un universo femenino que se ha ido tejiendo, hilo a hilo, entre vivencias durante siglos compartidas, anhelos y dudas, gozos y desventuras, pasiones y recatos, confidencias y lamentos.

Alicia Vela (Villalengua, Zaragoza, 1950) vive y trabaja en Barcelona. Profesora titular de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, compagina la docencia con la producción artística. Además de haber recibido importantes becas y premios, como la beca para la investigación de nuevas formas expresivas de la Generalitat de Catalunya que le fue concedida en 1983 y el Primer Premio de grabado en IBIZAGRAFIC ’84 convocado por el Museo de Arte Moderno de Ibiza, desde 1976 participa en destacadas exposiciones en Europa, Japón y Estados Unidos. Pintura, grabado, instalación e imagen digital se ponen al servicio de la creación de un imaginario existencial y simbólico, entre la abstracción y lo figurativo, que analiza el movimiento y experimenta con la ocupación de los espacios. Su dedicación a la docencia le permite compartir y alimentar su pensamiento, lo que enriquece su obra.

Lina Vila (Zaragoza, 1970) vive y trabaja en Zaragoza. Licenciada en Bellas Artes por la Facultad de San Jorge de Barcelona, en 1995 cursó “El dibujo como instrumento científico” y tres años más tarde “La obra gráfica hoy: de la impronta grabada a la impronta digital”, ambos postgrados de la Universidad de Barcelona. Entre 2002-2004 disfrutó de la Beca de Artes Plásticas “Casa de Velázquez” en Madrid, concedida por la Diputación de Zaragoza. Entre los numerosos premios que ha recibido cabe destacar El Primer Premio de Arte Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal en 2003 y el Primer Premio en el Concurso de Obra Gráfica y Estampa Digital. Dibujante, pintora, escultora y grabadora, Lina Vila relata en sus obras un mundo simbólico que nace de su propia experiencia vital. La fragilidad de la vida humana, el sufrimiento, la enfermedad y la lucha contra los fantasmas pasados y presentes se dan cita entre los paisajes y animales de su imaginario particular. Lo que se inicia como un relato propio, íntimo y, por lo tanto, subjetivo, se convierte de la mano de la maestría de la autora en una experiencia universal que apela al espectador, le conmina a participar, sin reservas ni temores, en la “danza macabra” que es la vida.

Sala de lectura ofrece dos focos de atención. El centro de la sala queda ocupado por una gran mesa camilla. Su tapete llama poderosamente la atención. Las ciento ochenta “redondas” que lo conforman remiten a los tradicionales trabajos en ganchillo o bordado, tratándose en esta ocasión, en realidad, de delicados grabados sobre papel Japón. La xilografía es la técnica empleada por las artistas para este particular tapete, tan artesanal y remoto como la capacidad reparadora y regeneradora de las mujeres. Originaria de China, concretamente del siglo V d.C., la xilografía es la técnica del grabado en madera. El boceto de la obra que se va a grabar se calca sobre el taco o plancha de madera y se talla con la ayuda de instrumentos específicos como la gubia o el buril. Los blancos del dibujo quedarán vaciados en la madera y los negros en relieve. Obtenida la plancha, se entinta ésta con el rodillo y se procede al estampado de la pieza, bien a mano por frotación o mediante el tórculo. La palabra y la imagen perviven en nuestra memoria. Lo que hace que un objeto cotidiano se transforme en símbolo o bien icono de una identidad colectiva es su uso compartido por los miembros de una misma comunidad. Esta identidad colectiva se va enriqueciendo con individualidades, con nuevos objetos, con nuevas voces. Y es entonces cuando podemos hablar de la memoria, esa memoria que vivimos porque se nos es transmitida directamente o porque palpita en nosotros como un saber atávico. Esa memoria nos permite afrontar y soportar la celeridad con la que pasa el tiempo. Voces conocidas y anónimas nos hablan desde esta mesa camilla, donde la palabra y la imagen nos permiten bucear de manera casi inconsciente en una memoria colectiva femenina tan popularmente conocida como omitida.  Oímos a Alejandra Pizarnik: Affiche. Me esforcé tanto por aprender a leer en mi llanto, y la vista se nos dirige a esas manos que tanto dieron y tanto anhelan recibir, esa cama de las noches en vela llorando al amor no correspondido, al amor que no regresa, cama de parto, de nacimiento, de enfermedad, de muerte, de velatorio, cama como trono de la vida. Los pájaros y alas sueltas de ave de Lina Vila gritan con sollozo contenido el deseo de huir, de abandonar esta vida para emprender una nueva, más allá del horizonte conocido; su batir de alas será el eco de las palabras de Louise Bourgeois: Para poder escapar has de tener un lugar donde ir. Dos corazones bien distintos se suman al diálogo. El de Alicia Vela como exvoto que recuerda el amor divino, símbolo del sacrificio de la divinidad cristiana por sus hijos. Sin embargo, el de Lina Vila es un corazón anatómico, pleno de vida humana, irrigado por la sangre, líquido vital que tan bien representa la capacidad de la mujer como dadora de vida. Y son estos corazones y las rosas de espinas que evocan el amor pasional los que beben de la frase de María Zambrano: El agua ensimismada ¿piensa o sueña? Si tú me miras ¿qué queda? A éstas y otras voces se suman las de las artistas. Acumulo, junto y guardo para que la muerte no me encuentre entre tanto trasto, manifiesto vital y artístico con el que Lina Vila nos presenta una de las constantes de su obra: el enfrentamiento a la muerte, realidad con la que hay que convivir, a la que hay que comprender y aceptar, no sólo la propia sino la de aquellos seres queridos que, ausentes, forman parte fundamental de ti. Para Alicia Vela Hilos de seda rompen silencios escondidos como delicados son los hilos con los que las mujeres realizan labores textiles rompiendo el silencio de sus vidas, compartiendo confidencias; como sutiles son los hilos con los que las Parcas manejan nuestras vidas; como imperceptibles son los hilos que unen recuerdos creando memoria; como mágicos son los hilos que conectan al espectador con la obra y, por ende, con su autor, en este caso, autoras. Pero obligado resulta reparar en una palabra que planea majestuosa por encima de este conjunto de retales de almas de mujer, una de las primeras palabras que aprende un ser humano, sin duda la que más presente tiene a lo largo de su vida, probablemente la última que repite para sí al cerrar los ojos para siempre en el sueño de la eternidad: “madre”. La palabra “madre” da unidad al conjunto. Homenaje a la madre primordial, a la divina y a la humana, a la tuya, a la mía, a sus madres, a las nuestras. Madre de la vida, de los hijos, de la familia, de la creación artística, del día a día. Palabra que parece encontrar su correlato en la figura de un árbol de cuerpo femenino, símbolo de la mujer como origen y sustento de la vida, cuyo cuerpo hunde sus raíces en la misma tierra, la mujer como la madre naturaleza, en la línea de la tradición representada de manera sublime por Ana Mendieta. 

Alicia Vela y Lina Vila han querido así participar de un discurso tantas veces hablado en la intimidad del hogar, espacio históricamente reservado a las mujeres, lugar de reclusión forzada pero también de protección y de desarrollo personal gracias al apoyo de la igual. Ellas han podido recoger el testigo de las artistas de los años setenta del pasado siglo que, valiéndose de las teorías del feminismo, pudieron hacer uso de su propio cuerpo para hablar abiertamente de sus propias vivencias, de las pérdidas, del amor, del sexo, de la maternidad, en definitiva, de las particularidades que experimentaban por su condición bilógica, social y cultural de mujer. Y lo han hecho de la forma más bellamente evocadora: muchas de nosotras ya no hemos vivido, al menos no de manera habitual, esa intimidad de mujer, de mujeres, pero gracias a la humildad y sencillez con la que Alicia y Lina unen sus voces y recuerdos al universo femenino ancestralmente transmitido, en la Sala Juana Francés queda suspendida en el tiempo y en el espacio la mesa camilla donde se gesta buena parte de la identidad de ser mujer, realidad amorosamente tejida por nuestras antepasadas, que no debemos denostar sino heredar con la felicidad que da como mujer el sentirse unida a todas las mujeres, más allá de fronteras, ideologías, religiones, etc. Unidas, simplemente, al concepto de mujer del que deberían participar los hombres, gestados, amamantados y criados por mujeres, en pro de la consecución de la igualdad efectiva entre nosotros.

Un dibujo mural completa la instalación, segunda parte de la muestra. Se trata de dos hojas de un cuaderno de artista. Cada una de las autoras se ha valido de una de estas hojas para abocetar sus pensamientos, sus sentimientos. Dibujos y frases rápidas que mente, alma y cuerpo necesitan comunicar. Lina Vila acompaña la representación de una figura femenina que carga con la humanización de sus preocupaciones, de sus fantasmas, con el susurro Se me clavó una espina de carne de tu carne, sufrimiento de amor sobre el que posan su insistente vuelo siete moscas. No en vano, la mosca es símbolo de la tenacidad, del valor, y también de la muerte como recordara el poeta Antonio Machado. Alicia Vela, más optimista, anota Ellas, en duermevela, sólo recordaban las bolsas de los besos, dibujando además una bolsa que más bien parece una constelación de sueños de amor acompañada de gráciles libélulas, animal que evoca con toda la fragilidad de sus alas, presentes también en el tapete de la mesa camilla, el éxito, la felicidad, el coraje y la pureza.

Alicia Vela y Lina Vila conciben el arte como un mecanismo de autoconocimiento. Expresiones diferentes de un sentir compartido, un sentir femenino, que parece que empezamos a perder en la era de la igualdad mal entendida, confluyen en la Casa de la Mujer -es impensable escoger mejor espacio para desarrollar un proyecto de tales implicaciones- para transmitirnos, después de todo, un mensaje que va dirigido a todos, hombres y mujeres, expertos, aficionados o neófitos en la materia: el arte es la sublimación de los valores universales.


Espacios alternativos en Zaragoza que nos han brindado importantes novedades

 

Por espacios alternativos entendemos, entre otros, el Espacio de Arte Yus, en el Coso bajo, con sala de exposiciones y el estudio al fondo del pintor y propietario Miguel Ángel Yus, el bar Bonanza, en la calle Refugio, fundado por el pintor Manuel García Maya, el café-bar Nerea y el estudio de varios artistas llamado K-Pintas, en la calle Doctor Palomar, que organiza constantes actividades artísticas bajo el criterio del pintor José Luis Gamboa. Espacios que contribuyen de forma decisiva a la cultura por sus dispares enfoques artísticos, en muchas ocasiones mostrando a incipientes artistas reconocidos con el paso del tiempo. Todo muy natural, abierto, libre y con éxito de un público muy concreto, en número a determinar del propio barrio, como en K-Pintas y el Espacio de Arte Yus. Pero no parece inapropiado incluir también la sala de exposiciones más "alternativa" de la Diputación Provincial de Zaragoza.

Postales desde el limbo es una bella idea, nacida en Nueva York pero con aportaciones zaragozanas, que como exposición se inaugura en el Cuarto Espacio, de la Diputación Provincial de Zaragoza, el día 10 y se cierra el 12 de diciembre. Tres días. ¿Razón? Cientos de obras, unas 1500, realizadas por numerosos artistas, todas tamaño tarjeta postal y con los datos al dorso para evitar quien es el autor. Obras de artistas españoles y extranjeros. Precios: el primer día a 40 euros, el segundo a 30 y el tercero a 20. Todo bajo la organización del zaragozano Estudio Versus en beneficio del Centro de Solidaridad de Zaragoza // Proyecto Hombre, con cuyas ventas se apoya la rehabilitación de personas con problemas de drogas. Pocas veces se puede hablar de un éxito de tal magnitud, por ventas y por asistencia de un público masivo que abarcaba muy diversas edades. El pintor y diseñador gráfico Javier Almalé, de Estudio Versus, nos comentaba el último día por la tarde que escuchó el siguiente comentario perfil exclamación feliz: ¡Es la primera vez que compro una obra de arte! Aquí está el asunto. Tal como hablábamos con Javier Almalé, mucha gente tiene una especie de miedo a entrar en una galería de arte, quizá pensando que sólo se admiten a personas tipo clientes, cuando resulta que es lo contrario. Los galeristas están deseando que vaya el mayor número de personas. Y hay precios accesibles. Mi consejo a Javier Almalé, según hablamos, es que se repita la exposición el próximo año.

En el Espacio de Arte Yus, el 13 de diciembre, se inauguró la exposición individual del pintor y dibujante Manuel García Maya. El acto de presentación, tras ver la exposición, lo protagonizó Carlos Calvo, que definió con precisas y escuetas palabras, como a tajos, la personalidad del artista. Después, micrófono en mano, siempre al fondo de la sala, intervinieron espontáneos con temas de muy diversa índole, como Salvador Dastis declamando Sonetos Lujuriosos de Pietro Arentino, hasta el grado que el suculento ambiente, tan respetuoso, se animó con vino sin medida y un hermoso jamón cortado por cada uno a su aire. Como remate, hacia las once de la noche, canciones de los visitantes.

La obra de Manuel García Maya ni requiere un análisis, pues de sobras conoce todo el mundo esa línea inconfundible que matiza cada milímetro pintado. Dibujos con sus peculiares rostros y cuadros de intensos colores con mezcla de abstracción y figura a través de rostros que juegan con la geometría desde la perfección formal. Abstracciones mediante bandas paralelas y planos, en ocasiones vacíos, que potencian el ámbito figurativo, tan sugerente y cercano, ni digamos con sus peculiares nalgas femeninas, más que modélicas por su elegante y sutil erotismo vía insinuación. También presenta las expresionistas abstracciones mediante derroches de colores y el dinamismo general al servicio de ámbitos con el caos como gran protagonista, de modo que cualquier ángulo racional humano es inviable. También conviene insistir, tal como hemos indicado en otras ocasiones, que la otra gran virtud de García Maya es la frescura de todas las obras, como si el artista tuviera 20 años e inaugurase su primera exposición individual. Todo late con impecable ritmo formal y cromático, con dispar musicalidad que llena la mirada.

Primero fue a Kafka, en 2008, luego a Nietzsche, en 2009, y ahora la exposición Homenaje a Miguel Hernández, con motivo del 100 aniversario de su nacimiento, inaugurada el 16 de diciembre en el bar Bonanza fundado por Manuel García Maya. Se trata, como siempre, de un homenaje a García Maya, de ahí que exponga obra en cada exhibición, y, por supuesto, al personaje, sin olvidar que los restantes seleccionados son clientes del bar Bonanza. Como catálogo un marca páginas diseñado por Paco Rallo. Artistas seleccionados bajo nuestro comisariado: Miguel Ángel Arrrudi, Cristina Beltrán, Antonio Ceruelo, Jesús Fraile, Manuel García Maya, Rafael Gómez, Javier Joven, José Ramón Magallón Sicilia, Pilar Moré y Débora Quelle. Tras nuestra presentación, con el agradecimiento a los artistas, tomó la palabra el pintor José Luis Gamboa, que leyó unas líneas de Juan Ramón Jiménez alusivas a Miguel Hernández. Poco después participará El Silvo Vulnerado con la intervención de Luis Felipe Alegre acompañado por Carmen Orte y su nostálgica voz teñida por la guitarra española. Luis Felipe, con un pie en el banco corrido junto a la pared y otro en una silla, declamó con voz vibrante y emotiva todo un repertorio de Miguel Hernández. Noche intensa por dispares vivencias compartidas.

El café-bar Nerea ni tiene el prestigio del bar Bonanza, ni el espacio adecuado para colgar cuadros, pues se ubican en un espacio del lado izquierdo cuando entras con mesas llenas de clientes que impiden ver la mayoría de las obras. Pero Alejandro Molina, por sugerencia de un amigo, aceptó exponer en sitio tan inadecuado. Aquí lo importante es seguir la trayectoria de este escultor y pintor de sobras conocido, también con potentes e imaginativas instalaciones, de siempre con trayectoria excepcional y, sobre todo, muy singular. Seguir porque se prodiga poco en cuanto a exhibiciones pese a tan dilatada carrera artística, pues no olvidemos que nació en Zaragoza el año 1948.

La exposición son esculturas porque hay volumen generalizado, pero no son pinturas, en sentido estricto, porque no ha pintado los volúmenes pero, sin embargo, hay color. Veamos. La exposición, con un total de diez escultopinturas, se titula Verde Lejos y las obras se titulan por ejemplo, Verde que espera, Reunión de verdes o Verde y gris. El lagarto, con lo cual ofrece cierta sugerencia sobre el tema. Diez obras de pequeño formato, enmarcadas y, lo importante, con fondo blanco para que resalte cada escultopintura sobre el espacio plano circundante. Los materiales empleados, en síntesis, son musgo seco, telaraña, lo que parecen ser flores secas y ramas secas con múltiples texturas y colores como consecuencia de la acción natural en pleno campo, aquí zona muy fría pro sus características externas. Se trata, por lógica, de una selección en plena naturaleza que acopla para componer cada obra, de manera que en su resultado final existe fuerza y delicadeza, pero sobre todo un diáfano y trascendente poso por acción del tiempo, capaz de generar la muerte del ámbito vegetal para cobrar vida y significado a través del arte. Sus impecables composiciones adquieren, por tanto, latente hondura, pues hablan de tiempo y muerte, siempre a través del absoluto refinamiento capaz de trastocar aquella materia vegetal de la que se partió para crear cada obra.

 

De los espacios alternativos sobre arte queda K-Pintas, que el 18 de diciembre, a las 20 horas, presentó Performances K-Pintas, es decir, lo que se entiende en arte como representación. Bajo la dirección del pintor José Luis Gamboa intervinieron los siguientes artistas: María Jesús Bruna en Sino, con texto y escultura de María Jesús Bruna y acción representada por Asun Trallero. Juan Agustín Baldellou, en la representación Es Enterrada una Obra Zombi, con acción de Juan Agustín Baldellou y la actuación de Luciano García (letra, música y guitarra) y Paco Caraballo (cantante y guitarra). Miguel Ángel Gil e Isabel Marta, en la acción de ambos, titulada Juego de Damas, enfrascados en una partida de damas con las fichas transformadas en tapas que debían comer conforme se perdían. Sergio Muro con su acción Tu futuro ya es de alguien, visto como la extremada violencia. Acción de Paco Rallo, José Juan Clavel Cortés, ambos con dos espadas, y Yalamoussa Soro Soro, los tres con máscaras, en la representación El Mago y la Caza del Hipopótamo, basada en narrar cómo se cazaba el hipopótamo en Costa de Marfil. José Luis Gamboa en la acción ¡Crisis! ¿Qué crisis?, representada por Barce (Ana Cristina Barceló) y María Urra. Antonio Chipriana, en sustitución de Daniel Rabanaque por enfermedad, con su acción titulada i. Y, para concluir, la acción Al fen al Arabi, realizada por Ismail Al Saharaui, Hamza y Sabbir Haddi, tres marroquíes con instrumentos musicales, y la bailarina Marta. Todo como excusa para reclamar el Sahara de Marruecos.

Performance de Miguel Ángel Gil Performance de Paco Rallo


X Premio Ahora de Artes Visuales

El X Premio Ahora de Artes Visuales se entregó, en La Bóveda, el 17 de diciembre a las nueve de la noche, bajo la coordinación de Marga Barbáchano, que enfatizó sobre el carácter privado del Premio y comentó las singularidades de los premiados. Premiados: el pintor José María Martínez Tendero, entrega el premio Paco Rallo; el pintor Enrique Larroy, entrega el premio Carmen Inchusta; los especialistas en acciones y representaciones Antonio Chipriana / Sergio Muro, entrega el premio José Luis Gamboa; la historiadora y crítica de arte Desirée Orús, entrega el premio Pedro J. Sanz; y, para concluir, el escultor Francisco Rallo Lahoz a título póstumo, entrega el premio Manuel Pérez-Lizano Forns. Fotografía final con los premiados y los que entregaron cada premio. Con la asistencia de 70 personas, en su mayoría relacionadas con las artes plásticas, de dispares generaciones, y la cultura, se sirvió una cena. Premio consolidado que se otorga cada tres meses y sirve para mostrar la valía de los artistas y de aquellas personas relacionadas con el ámbito artístico.


La plaza de Santa Cruz de Zaragoza y el arquitecto Heliodoro Dols

La plaza de Santa Cruz, en Zaragoza, siempre la hemos percibido con cierto deje romántico y con esa impecable armonía entre el tipo de los edificios y un tamaño que determina su bella y sentida intimidad oculta para turistas ansiosos.

Antes de abordar el edificio del arquitecto Heliodoro Dols caben otras consideraciones, siempre en el ámbito de dicha plaza. Un gran cartel dice: Ministerio de Fomento. Rehabilitación del Palacio de Tarín. Cartel que debió ser un pálpito consecuencia de un mal enfoque mañanero. Si cualquier edificio se mide por los espacios interior y exterior, aquí por rehabilitación se entiende vaciar el edificio y dejar la fachada. Esperemos que, en un gesto de imaginación, también se conserve la bella escalera por la que tantas veces subimos hace años para tomar vinos en la Peña El Cachirulo. Dicho vaciar el interior de un edificio también ocurrió con el añorado cine Goya, en plena calle San Miguel, y, salvo error, con el único palacio ducal que había en Zaragoza, justo en la calle San Vicente de Paul. En los tres ejemplos felicitemos iniciativas con tan altas dosis de inteligencia artística.

Veamos un hermoso ejemplo sobre cómo se proyecta un edificio, en la plaza de Santa Cruz, que respeta el entorno. Se trata del número 2-4. Proyecto, del año 1987, de los arquitectos Luis Fernández Ramírez, Teófilo Martín Sáenz y José María Martínez Ágreda. Edificio con una fachada perfecta, siempre mediante criterios como consecuencia de una visión propia de aquel año, de modo que estamos ante un impecable control de las formas para eludir la ruptura gratuita respecto a los demás edificios del entorno. En concreto: se integra en la plaza con delicada personalidad y se evitan absurdas dosis exclamativas, de manera que vibra un intachable respeto de los tres arquitectos evitando protagonismos absurdos.

Pero, ¿y el edificio proyectado por el arquitecto Heliodoro Dols? Se respeta la altura del entorno. Aquí se acaba todo. Lo demás, por tanto, la fachada, es la típica ruptura del equilibrio circundante, a través de un ámbito formal que demuestra el dominio del volumen, una de las positivas singularidades de Dols en anteriores proyectos, pero aquí mediante el exceso formal que altera, de manera radical, el equilibrio y la armonía de toda la plaza Santa Cruz. Edificio, en definitiva, que ni encaja en la plaza, ni adquiere esa especial belleza de un auténtico proyecto artístico. Ni digamos el espanto de lo que puede definirse como planta calle, con ventanucos corridos y poderosas rejas que recuerdan a cualquier cárcel siglos atrás. Opresión general. Proyecto que puede definirse de manera vulgar: el arquitecto Heliodoro Dols ha posado la guinda, su edificio, en la tarta equivocada, la plaza de Santa Cruz. ¿Quién aprobó tal desastre?


Una aportación imprescindible para el conocimiento de la ciudad.

“Si el conjunto de las artes ha sido siempre el más fidedigno correlato de cómo hemos ido pensando, habitando y conociendo el mundo y también nuestro lugar en el mundo y la justicia de esta distribución, debemos considerar a las ciudades como obras de arte supremas, el signo aúreo de nuestro jeroglífico.” Tomo prestadas las palabras del filósofo y escritor Félix de Azúa publicadas en la introducción a un sugerente texto: La invención de Caín (Madrid, 1999), en el que se evidencia no sólo la fascinación del autor por la vida urbana sino el hecho de que esta es el único marco posible para la producción de la cultura, a la vez que la manifestación más fiel de los valores y los gustos de cada momento. Una cita que quiero utilizar para introducir una magnífica obra dedicada a una ciudad, Zaragoza, y a un siglo, el XX, enmarcado por dos grandes hitos que transformaron decisivamente la fisonomía de la ciudad y con ello la vida de los ciudadanos: la Exposición Hispano-Francesa de 1908 y la Exposición Internacional de 2008.

Un libro necesario que se ha convertido, desde el momento mismo de su publicación, en una referencia ineludible para cualquier interesado, especialista o no, en la historia de la ciudad, y que ha recibido el reconocimiento público e institucional mediante la concesión del Premio a la difusión de la arquitectura en Aragón en la XV edición del Premio de Arquitectura García Mercadal (2010), y el Premio Especial Goya 2010 concecido por AEAGA (Asociación Empresarial de Artes Gráficas de Aragón) al libro mejor editado el año pasado. Una obra que ofrece una visión global de Zaragoza a través del análisis de la forma urbana y de los edificios, y que nace de diversos eventos organizados a partir de la Exposición Internacional de 2008: las exposiciones “Un siglo de arquitectura en Zaragoza: 1908-2008. Historicismo, Vanguardia, Divers-idad” con sede el Colegio de Arquitectos de Zaragoza (2008), “Genius Loci: Visiones Artísticas de una ciudad. Zaragoza 1908-2008” con sede en Cajalón (2009), y “Zaragoza 1908-2008, la evolución urbana de una ciudad. Registros urbanos de una centuria”, celebrada ese mismo año también en el Colegio de Arquitectos. Actividades que se completaron con la publicación de un plano guía de los edificios más significativos en la historia de la ciudad, Zaragoza: itinerarios, arquitectura, espacios, lugares, paisaje, y el catálogo Genius Loci. Visiones artísticas de la ciudad, en el que se recogían las visiones y los sueños de los artistas sobre Zaragoza. Por tanto, nos encontramos no ante un texto aislado, sino frente al voluminoso (por su tamaño y su contenido, 500 páginas en concreto) resultado de un ambicioso proyecto cultural promovido por la Demarcación de Zaragoza del Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón. Una iniciativa desarrollada a lo largo de los últimos dos años, que venía a llenar un vacío en el conocimiento de la historia de la ciudad, continuando, por otro lado, con actividades previas de esta misma institución como fueron la exposición “Cartografía y Grabados” organizada en 1980 bajo el comisariado de los arquitectos Luis Faci y Ricardo Marco, que dio lugar a la publicación Evolución histórico-urbanística de la ciudad de Zaragoza, editada en 1982.

Es preciso comentar todos estos antecedentes para comprender la trascendencia que en la reconstrucción de la historia de la ciudad está teniendo una institución: el Colegio de Arquitectos de Aragón (Demarcación de Zaragoza), quien junto con la Universidad de Zaragoza (a través de las aportaciones de numerosos historiadores de la Facultad de Filosofía y Letras, de todas las áreas del conocimiento: historia antigua, medieval, moderna, contemporánea e historia del arte, además de geografía), ha realizado las aportaciones más relevantes para conocer mejor el pasado de nuestra ciudad, lo cual sin duda debería permitirnos construir un mejor futuro para ella.

Pero no es este el momento de hablar de otros especialistas o instituciones, sino de centrarnos en quienes han promovido la mayúscula obra que tenemos entre nuestras manos, porque en cualquier proyecto humano al final (o al principio), siempre hay que encontrar a personas concretas que son las que ponen en marcha la tarea, asumen los retos y las dificultades de llevarla a cabo y luego, saborean (si es reconocida su labor) los resultados. En este caso se trata del tandem arquitecto/historiador conformado por Ricardo Marco y Carlos Buil, quienes desde hace años nos vienen sorprendiendo con excelentes productos culturales en los que la arquitectura, la historia, el urbanismo y el arte actual se mezclan en un diálogo interdisciplinar sin alharacas ni estridencias y con resultados muy notables.

En este caso, el desafío era importante, puesto que se trataba no sólo de recoger la cartografía histórica y contemporánea, las imágenes históricas y actuales de los espacios y edificios fundamentales, sino de combinar todas estas fuentes con la redacción de un exhaustivo catálogo urbanístico y arquitectónico, acompañado de estudios puntuales sobre ambas disciplinas en su relación con Zaragoza que han sido redactados por diferentes autores (arquitectos, urbanistas e historiadores), y a todo ello darle forma de la mejor manera posible. Y, para tranquilidad y satisfacción de los editores y de los lectores, puede decirse que el resultado ha sido, sin duda, espléndido, y no sólo por el cuidado diseño (que se debe a Entornoqbico) y las magníficas fotografías (Daniel Salvador), sino por el atractivo y extenso contenido.

El libro presenta una lógica estructura: en primer lugar, tras las inexcusables presentaciones institucionales y de los coordinadores, la parte dedicada a la arquitectura reúne dos extensos e interesantes textos de análisis de la arquitectura del siglo XX (arquitecto Carlos Labarta Aizpún) y de la arquitectura del cambio de siglo (arquitecto Miguel Ángel Alonso Val), que se completan con un catálogo de fichas arquitectónicas de 66 edificios construidos entre 1908 y 2008. A continuación, en la segunda parte, se dedica una serie de capítulos al estudio de la evolución urbanística de la ciudad, contando para ello con profesionales expertos en la materia como en la primera parte (arquitectos José Antonio Lorente, Fernando Aguerri, Manuel Ramos y Ramón Betrán); esta parte se completa, igualmente con 37 fichas en las que se plantean cuestiones fundamentales para el crecimiento de la ciudad, desde la política de la vivienda, la evolución del tejido residencial o de los principales espacios urbanos, la intervención en el casco histórico de Zaragoza, el papel del ferrocarril y su relación con la ciudad, o el desarrollo industrial. Fenómenos, todos estos, en los que participan factores y agentes que tienen que ver con la economía, la sociedad, la población y el crecimiento demográfico, que no pueden obviarse y que ponen de manifiesto que el estudio de la ciudad debe ser abordado necesariamente desde una perspectiva múltiple, tal y como se ha hecho en esta publicación. De ello dan fe la larga nónima de autores que han colaborado bien en la redacción de las diversas fichas (y cuyo recuento, dada su extensión, omito remitiendo a la consulta de la obra), bien proporcionando documentación, o en la redacción de la tercera parte, el imprescindible atlas histórico y arquitectónico de Zaragoza (realizado por Andrés Álvarez, Antón Castro y Guillermo Fatás), en el que se resumen cronológicamente los principales acontecimientos del siglo XX. El libro concluye con la indispensable bibliografía y, por si fuera poco, con un extraordinario CD en el que se recoge la planimetría y las fotografías aéreas de la ciudad, y un plano desplegable en el que aparecen reunidas más fotos y un plano localizador de los espacios y monumentos principales. Como resulta evidente tras este mínimo recuento de los contenidos, se ha realizado un trabajo ímprobo que no hubiera sido posible (así lo recalcan los editores), sin el apoyo de instituciones como el Ayuntamiento de Zaragoza, la Institución Fernando el Católico y Cajalón.

Quizás una breve (y entusiasta) reseña como esta no sea suficiente para subrayar los logros conseguidos con esta publicación, que son muchos, pero para concluir quiero insistir en algunos aspectos que considero aportaciones fundamentales de este proyecto. La obra no sólo proporciona un conocimiento riguroso, preciso y pormenorizado del proceso de crecimiento y transformación de la ciudad en un período fundamental para la misma, sino que contribuye a la conservación de su patrimonio al llamar la atención sobre edificios o conjuntos arquitectónicos hasta ahora inadvertidos o minusvalorados como las viviendas para obreros o la arquitectura escolar, destacando el papel de arquitectos poco conocidos como José Romero o poniendo nombres y apellidos a los edificios actuales, es decir, identificando a los arquitectos que han trabajado en Zaragoza y de los que poco se sabe fuera del ámbito arquitectónico, lo cual sirve para completar el panorama de los profesionales que han ido construyendo la ciudad a lo largo del siglo XX y en la primera década del siglo XX. No es menos importante el hecho de que este libro es una fantástica carta de presentación fuera de nuestra comunidad autónoma, pues permite establecer comparaciones y relaciones con otros arquitectos y ciudades a lo largo de diversas épocas, a la vez que situar a Zaragoza en el nivel que le corresponde al nivel nacional, dando a conocer en otros territorios las obras, algunas muy singulares, que se han levantado en nuestra ciudad y que están a la par de lo construido en el resto del país y en el mundo como, por ejemplo, evidencian los edificios realizadas por José de Yarza García en los años cincuenta (el cine Palafox o la estación de servicio Los Enlaces). Un texto, en suma, de lectura imprescindible no sólo para los especialistas, sino para cualquier ciudadano interesado en la historia reciente de Zaragoza, su hogar, que nos enseña a saber ver y mirar la arquitectura contemporánea.


Anarquismo y heroína. Dos modelos artísticos para criminalizar la historia

 

 

¿Por qué no remitir la historicidad a la inconciencia? ¿No existe el Aquí para coger todos los problemas? ¿No es el lugar privilegiado de las dificultades, el que las recibe y las embalsama o las sepulta? ¿Acaso después de la muerte de Dios y del desengaño de la religión, no es el nuevo opio de los pueblos?
Henri Lefebvre, La violencia y el fin de la historia, Ed. Siglo XX, Buenos Aires, 1973, p. 140
 
 
            El enorme despliegue de los medios de comunicación al que venimos asistiendo en la contemporaneidad, azancadillado con las prematuras vejeces de muchos de ellos, existencias efímeras al servicio de una economía idealista contraria a su propia realidad técnica, a las órdenes de un código ético que sumerge la actividad, la dedicación y el esfuerzo en la obediencia, ha desembocado en un fenómeno más o menos reciente –y hasta cierto punto inconsciente-, consistente en la construcción de la historia a partir de la mitificación y las leyendas institucionalizadas. En esta endogamia espectacular participan muchos factores y disciplinas, no tan distendidas como el cine narrativo (El rey Arturo pacificador de la Britania romana, un Ala Triste amigo de Quevedo, trescientos espartanos enfrentados a los horrores ficticios de la barbarie persa, las máquinas dictatoriales que anulan la capacidad de elección del consumidor medio, persistentes conspiraciones rusas ahora en la oscuridad de la mafia, etc.) o el periodismo, los debates televisados o las exposiciones, ora esnobistas ora instructivas de las masas denostadas. Me refiero por ejemplo a la historia o historiografía, y su compañera de viaje la sociología.
 
El resultado de todo ello es el ofrecimiento al “pueblo”, cada día más popular y sencillo (y me temo que folclórico) a los ojos de buena parte de las instituciones públicas, sobre todo aquellas representadas por administradores auto-contemplados hacia la izquierda, sobre los espejos de las sotanas de una compasividad burguesa decimonónica y bucólica que hunde sus raíces en una mediocridad de catequesis de tintes rurales y de alma terrateniente, de su propia historia desplegada en algunas de las instalaciones inspiradas en un hacer artístico institucional que, hace ya unas cuatro décadas, se presentó como la esperanza progresista y elitista de ciertos emuladores y reificadores de la vanguardia histórica: la abstracción analítica en Europa y sus padres del BMPT, Art & Language, las instalaciones de los poetas pro-situs de los setenta, las ocurrencias de los events, antes vacíos y ahora rellenos como rollos de primavera en centros de interpretaciones y exposiciones que abordan otros terrenos tan trascendentales como la historia, la sociología, las ciencias e, incluso, la medicina: ¿el arte se ha diluido en la vida o la vida ha caído presa entre sus marcos?
 
Hoy quiero incidir en el hecho de cómo estas nuevas proposiciones artísticas actúan de manera directa en la memoria colectiva acerca de nuestro pasado (¿inconsciencia colectiva jungiana?), hechos que apenas han recibido daños colaterales por parte de la estética y del arte y que, sin embargo, han sido dispuestos recientemente de una manera escenográfica, una vez que el arte y con ello la museología (los centros de interpretación) han sido absorbidos por la escenificación y la teatralidad, tal y como ya apuntó en su momento Michael Fried. La escenografía vuelve a ser confundida con la perspectiva y, como si de una batalla de Paolo Uccello se tratase, nuestros antepasados bailan al son de los mecanismos conceptuales y abstractos de los profesionales de la historia: ¿qué clase social es capaz de abordar una revolución? ¿dónde se encuentra? ¿en mi biblioteca? ¿sobre mi tablero particular de ajedrez?. El arte no es inocente, y aquí nos encontramos hoy en día frente a sus consecuencias, si bien este fenómeno ya fue anunciado por Walter Benjamín respecto al fascismo: ¿el arte se politiza o la política se transfigura en arte? Dado el origen mercantil del concepto contemporáneo de arte, la vanguardia se localiza en la propaganda y en la publicidad, y no necesitamos ya citar los últimos nombres memorizados de las páginas de las revistas artísticas más prestigiosas. 
 
Walter Benjamín propuso el concepto de aura única de toda obra de arte para poder estudiar sus relaciones con los medios de reproducción mecánica derivados del despliegue industrial contemporáneo. La aportación de este gran filósofo del siglo XX ha sido mil veces aludida, pero no el origen exacto de este aura: la memoria, la singularidad de un acontecimiento que permite ser recordado. En el momento en que una pintura alude a este recuerdo, también lo sustituye como a ésta una fotografía, aun si el grado de su eficacia es menor, dado que este aspecto depende tan sólo de una habilidad, una insignificancia en la complejidad propagandística del medio que habitamos. 
Este punto de vista benjaminiano, revolucionario en su momento (y en muchos aspectos lo es todavía, sobre todo respecto a los problemas planteados en torno a la propiedad intelectual frente a las posibilidades técnicas de la civilización, hoy en día criminalizadas por entidades lucrativas), no debe eludir otros aspectos fundamentales y trascendentales acerca de la naturaleza histórica de nuestro concepto de obra de arte. Aludiendo a fuentes que abarcan desde Giulio Carlo Argan y Erwin Panofsky hasta el mismísimo Vitrubio, entroncamos el arte con una puesta en escena que, desde la conformación de los modernos estados, ha obedecido a los marcos institucionales artísticos, desde las academias decimonónicas hasta su mercado. De esta manera y con la ayuda de la progresiva desmaterialización del arte en los últimos sesenta años, los medios artísticos sirven hoy a buena parte de la presentación de la propaganda. Los constructivistas y productivistas de la primera Rusia Soviética lo sabían muy bien con sus quioscos, exposiciones, teatros populares y pabellones que mostraban los progresos de los esfuerzos comunitarios, aunque pronto caricaturizadas por la histeria del fascismo italiano y del nacional socialismo alemán.
 
En este sentido y como otros buenos registros operísticos, por ejemplo el cine, las exposiciones pueden servir para expresar la historia que toda civilización construye, ya sea de procedencia popular o institucional. Precisamente, en la ciudad de Zaragoza hemos disfrutado este último otoño de dos ofertas expositivas de esta naturaleza, y aseguro que no serán las últimas sino que, dado el éxito obtenido cada una de ellas en el terreno de sus propias intenciones, avecinan un despliegue cada día más condicionado por los intereses de las políticas erigidas a sí mismas como mayoritarias.
 
La primera de ellas muestra un perfecto ejemplo de actividad cultural progresista por muchas razones, aunque la más importante por ser crítica consigo misma, con su propia naturaleza en tanto que exposición, al abordar un fenómeno popular alimentado por los medios de masas a lo largo de la década de los años ochenta. Me refiero a la exposición itinerante titulada “Quinquis de los 80. Cine, prensa y calle” celebrada recientemente en el Centro de Historia, la cual realiza una importante labor, casi quirúrgica, de los factores enfrentados en una cadena de sucesos, declaraciones, impresiones, miedos, mistificaciones, la mayoría manifiestos aunque los más significativos ocultos, y en donde se han dado cita los intereses de los poderes más relevantes del país: la política, el gobierno, la prensa y el cine, instaurando los conflictos necesarios que justifican sus propios roles intermediarios, siempre en el marco y a expensas de lo que la exposición entiende en su terreno por “calle”, es decir, la realidad. Esa musa maquillada, olvidada, travestida, vendida una vez descuartizada, mutilada, pero siempre inmaculada a nuestras espaldas. En cambio, la exposición ha sabido crear treinta años después, una dimensión histórica a través de esta imposibilidad para enfrentarla con otra realidad que, por entonces, quienes hemos vivido aquellos años -sobre todo siendo muy jóvenes-, nos envolvía con su lógica aplastante conformada por un perverso conglomerado de injertos de ficción y narración que aspiraba a presentarse como la versión populista de la “natura” de los humanistas del Renacimiento.
Las noticias de la prensa y de la televisión se entrecruzaban con las escenas de un nuevo género de cine español, donde los propios delincuentes, quinquis, yonquis y demás maleantes, venían a interpretarse, no sabemos si a sí mismos o a lo fantasmas que en forma de alter-egos coronaban sus psiques y la de los guionistas y realizadores. ¿Acaso no es este el drama de todos nosotros? Se trata de una forma de cine que alcanza el reverso de su propia naturaleza. Sólo he conocido algo parecido en el maridaje poético entre realidad y objetividad mecánica del primer cine soviético encabezado por Dziga Vertov, o en aquellos geniales humoristas del cine cómico clásico que película tras película se interpretaban a sí mismos, o a unos personajes que en su vida real eran incapaces de extirparse, desde Chaplin y Buster Keaton hasta Harold Lloyd y los Marx Brothers aunque, en este caso y sin querer aspirar a traspasar ni tan siquiera las recias fronteras entre la serie B y el cine de autor, con la capacidad de desvelar los rígidos esquemas del cine narrativo.
Este aparato ficticio-real, -monstruoso-, es enfrentado por la exposición (por ejemplo en las carteleras tras las vitrinas expuestas en la vía pública, a la usanza de aquellos años previos a la expansión del vídeo doméstico) con la heroízación llevada a cabo por la prensa de ciertos delincuentes famosos por sus hazañas, documentado al final con otra realidad, esta vez olvidada en una sucesión de datos urbanísticos acerca de la creación de nuevos guetos a partir del chabolismo, realidades económicas y sociales como el paro, un mercado de narcotráfico archivado y hoy todavía de origen desconocido, una aglomeración tardía de la población en las grandes urbes como motor de la apatía, etc., etc., etc.
            Y no dudo en reconocer que me duele incluir con esta introducción tan crítica esta espléndida exposición, la cual ha sabido cuestionar de una manera muy sincera, -como pocas lo hacen tanto en el ámbito artístico como histórico-, las responsabilidades de los medios de comunicación y de la población en tanto que consumidora de su propia producción, de un fenómeno que, en algunas de sus vertientes como la heroína, ha marcado a toda una generación y ha causado estragos de manera muy próxima a todos nosotros. Con ello, la historiografia con sus instituciones, medios y canales de información, es la que en parte queda responsabilizada, aunque abriendo una ventana a la esperanza en tanto que, como muestra esta exposición en sí, es capaz de desvelar una realidad construida por una serie de poderes alejados de la verdadera realidad de nuestras vidas, de la que tan sólo podemos obtener, en el mejor de los casos, esporádicos espasmos de conciencia. 
 
            La segunda exposición que aquí desearía comentar al hilo de esta estetización de la historia (sobre todo la más reciente), también ha empleado medios expositivos propios del arte actual (aquél desarrollado en los últimos 60 años), aunque ya no para desvelar los mecanismos que conforman, escriben y publican las “historias institucionalizadas” (y con ellas de los nuevos mitos), sino precisamente y de manera inversa, para representar una de estas historias y para ocultar sus mecanismos de producción propagandística e ideológica. Me refiero a “Tierra y libertad. 100 años de anarquismo en España”, y para ello quisiera centrarme en la exposición en sí, al margen de las actividades paralelas, sobre todo en el grueso concentrado en el Palacio de Sástago de la Diputación de Zaragoza; es decir, aquella materialización en una colección de objetos y montajes dirigidos más bien a los espectadores, y no tanto a las elites profesionales de la historiografía.
            En su celebración confluyen dos hechos. El implicado más directamente es la celebración de los 100 años de la fundación de la CNT en España, aunque nada tenga que ver su organización con este sindicato, hoy presente en la realidad política del país con una fuerza considerable. El otro, más alejado temáticamente, responde a la oleada de reivindicación de la “memoria histórica” casi treinta y cinco años después de la “Transición” española, motivada precisamente por los medios de masas y por los debates espectaculares y politizados que protagonizan los protagonistas habituales. Sin embargo, una vez más debemos establecer las diferencias existentes entre memoria e historia, sobre todo entre memoria e historiografía, dado que los sinónimos no crecen en campos abiertos. A diferencia de lo que opinan buena parte de los poderes públicos, confío en el criterio de los espectadores y en sus capacidades críticas a la hora de juzgar si lo que están viendo representa y habla de una realidad política y social que ha caracterizado a buena parte de la historia contemporánea de este país, así como que todavía forma parte de nuestra realidad gracias a fundaciones como la de Anselmo Lorenzo en Madrid y la pervivencia de la Confederación Nacional de los Trabajadores, aunque ésta haya seguido su curso y su propia evolución como cualquier otra entidad, según la voluntad de sus integrantes. Evidentemente, ella ha organizado en las ciudades más importantes de España sus actos, representaciones y exposiciones legítimas.
            No voy a comentar el recorrido de esta exposición, tampoco lo he hecho con la anterior. Tan sólo decir que de los temas fundamentales abordados por el pensamiento libertario y anarquista en España -la educación (La Escuela Moderna y todas sus consecuencias nacionales e internacionales), la colectivización, la auto-gestión, la liberación de la mujer como cambio social esencial frente a la familia productiva, así como otros temas derivados, por ejemplo la conformación de una nueva cultura acorde a los nuevos medios de producción, el vegetarianismo, su oposición a los espectáculos taurinos y sus vinculaciones con otros pensamientos del momento como el regeneracionismo (en personalidades como Ramón Acín), no he visto nada.
Nada entre armas, imprentas y máquinas de escribir, alusiones bélicas, asesinatos, terrorismo, espionaje, propaganda, un disparo a cada minuto, fotografías de ilustres libertarios con una breve descripción de sus vidas y sus trágicos finales a modo de fichas policiales, etc. La criminalización podría haber sido más grave, relacionando comunismo libertario con los nuevos espectros del terrorismo internacional. Menos mal que el aspecto global de la muestra recordaba tan sólo a los novelescos ajustes de cuentas de la mafia americana, sobre un escenario cercano a los platós de series de televisión como Amar en tiempos revueltos o el culebrón ruso 1941. Tampoco encontramos un análisis del comunismo libertario, rama del anarquismo contemporáneo más extendido en España, y sí en cambio de nuevos oscurantismos como el “anarco-individualismo”, representado por personajes como Henry David Thoreau o Max Stirner, uno de los alumnos renegados de Hegel que, que yo sepa y a pesar de haberse interesado especialmente por la educación, jamás se consideró anarquista (su contemporáneo Proudhon sí lo hizo) ni tuvo una repercusión inmediata en los círculos anarquistas, constituyendo tan sólo una referencia filosófica como podría serlo por ejemplo Platón o su contrario Pirrón. Ni siquiera la Mano Negra, organización supuestamente anarquista de principios de la década de 1880, queda de una manera clara desmentida y vinculada a la Guardia Civil en esta exposición, en los vinilos referentes al origen del anarquismo en España. Y además, presenta este movimiento como un fenómeno tardío en la historia de Occidente debido al retraso del país, lo que lo denosta significativamente, cuando en realidad la fundación de las primeras entidades anarquistas en España en 1870 respondió a la todavía no creada oficialmente Asociación Internacional de Trabajadores anarquista (1872). En todo caso, en España hubo una amplia consecución del anarquismo porque aquí pudo superar las represiones sufridas en el resto de Europa, sobre todo en la Unión Soviética y en Alemania tras la I Guerra Mundial. 
            Independientemente de tratarse de un amplio movimiento que implica una filosofía de la que deriva cierta ideología (¡claro que sí, porque no reconocerlo!, y más en el mundo en que vivimos), una posición política, social, una serie de hábitos, una forma de vida… representa una buena parte de la historia contemporánea de España. Imaginemos una criminalización semejante por parte de ciertos sectores más obsoletos, del regeneracionismo, del krausismo o del socialismo de Iglesias. No creo que esto supusiese mayores esfuerzos. Y en estos años en los que se enardece con tanta facilidad y con tanta gravedad falsa, la bandera de la memoria histórica (capítulo que en las políticas de los países que en verdad han superado sus dictaduras, no ha conllevado conflicto alguno), debemos advertir en voz alta lo peligroso que resulta esta especie de condenas históricas, realizadas con medios excesivamente parciales, fragmentarios e interesados, valiéndose de viejos fantasmas, siendo que el anarquismo forma parte, queramos o no, del patrimonio cultural e intelectual de la humanidad entera y en concreto de este país: recordemos que Ramón Acín financió una película tan importante como Las Hurdes, Tierras sin Pan de Luis Buñuel en 1933, que investigó muy activamente nuevos medios pedagógicos para incrementar la autonomía creativa de los alumnos, como su dedicación a la difusión de las imprentas Freinet en diversos colegios de España, siendo él un ejemplo más de cómo las ideas anarquistas en muchos de sus representantes han animado la investigación en las artes plásticas (los artículos sobre arte y estética de Gil Bel es un claro ejemplo aragonés), mismo si no incluimos en ello la amplia aportación libertaria al arte de la caricatura y del cartelismo, medios modernos de expresión de los que Goya se erige como el máximo precedente. Recordemos que el anarco-sindicalismo impulsó la creación de una industria del cine en España con publicaciones como Popular Film, que las investigaciones de ciertos anarquistas y sus amigos acerca de la realidad de los pueblos, ha conducido a dar los primeros pasos hacia la creación de “museos etnológicos” y, por ejemplo, a que Rafael Sánchez Ventura, junto con el arquitecto que restauró La Aljafería tras la Guerra Civil Francisco Iñiguez Almech, descubriese en 1933 las iglesias del primer románico del alto valle del Gállego, aquéllas representativas de lo que luego el profesor Fernando Galtier denominó estilo románico “larredense”. Recordemos además que la industria catalana alcanzó con su sindicalización y auto-gestión en la década de 1930 el grado de vanguardia en toda Europa, siendo modelo para otros países. Y podríamos citar muchísimos ejemplos más que los terroríficos disparos de la exposición, secuenciados para cada minuto, no nos han dejado recordar. Si esto es memoria histórica, yo, particularmente, prefiero olvidarla.
Con esta actividad sindical el anarquismo (más concretamente CNT, dado que sus integrantes no tenían por qué ser anarquistas) estimuló la modernización de muchísimos sectores. En tanto que historiador del arte, conozco aquellos relacionados sobre todo con la cultura, pero no dudo que en otros campos de investigación abundan casos paralelos. Se trata de un capítulo de nuestra historia y de nuestra cultura todavía muy presente, cuyo recuerdo, estudio y asimilación, puede ayudarnos a afrontar los gravísimos problemas derivados de un mercado idealista y tumefacto, contrario a toda lógica económica real. En cambio, ahora asistimos a la puesta en escena artística para una criminalización y un consecuente destierro de la vida pública que, desde la “Transición” española, ha perseguido a CNT a través de instrumentos políticos y policiales.
 
No trato de desviarme de la naturaleza de esta publicación con el comentario de estas dos exposiciones, una acusadora de los medios de historización y la otra, al contrario, empeñada en criminalizar a tiros la historia misma. No las habría comentado aquí si no hubieran recurrido a montajes artísticos y escenográficos para abordar estos dos temas de tanta trascendencia política y social. No he sido yo, sino ellas las que han levantado la barrera-tabú que separa las disciplinas. Que el arte y la cultura siempre han sido parte de una misma realidad junto con lo social, no es nada nuevo. Podemos cerrar los ojos y creer lo contrario. A partir de ese momento me dedicaría tan sólo a comentar la pintura y la escultura (o las instalaciones y los happenings) línea tras línea, forma tras forma, figura tras figura, para adjudicarles luego mi juicio paternalista.
            Cuando alguna institución pública habla de arte y cultura, sobre todo en lo que a subvenciones se refiere, y aún más en momentos de crisis, siempre lo hace con un “y también”, un “y además”, como si se tratase de algo agregado a los problemas de la supervivencia que la política y sus medios representan. Pero cuando asistimos a exposiciones de este cariz, vemos lo importantes que resultan para ella. No nos debe extrañar. Ya hemos asistido a exposiciones que de manera más que sospechosa representan intereses propagandísticos e, incluso, personales, como las recientes exposiciones de temática taurina, o acerca de una cultura ibérica cristiana con motivo de la Expo de Zaragoza de 2008 en el Museo Camón Aznar. No digo que sean ni buenas ni malas, hace mucho tiempo que sustituí el maniqueísmo por la toma de conciencia, por lo que recomiendo que agudicen sus criterios a la hora de visitar los montajes que acondicionan con nuestros impuestos. Todo el mundo es capaz de hacerlo. Yo aquí sólo hago mi trabajo que es investigar sobre los contenidos de los eventos artísticos, más o menos pintorescos. E insisto, habrá muchos más.