Javier Balda: Líneas de enfoque

Javier Balda (Pamplona, 1958) vuelve a las salas zaragozanas después de más de una década de silencio expositivo en nuestra ciudad. Esta vez, presentando en la sala Luzán de la Caja de Ahorros de la Inmaculada una muestra compuesta por un total de 13 piezas a modo de compendio de su labor pictórica de los tres últimos años.
            Las obras de este creador navarro, que vive y trabaja esencialmente en San Sebastián, han recorrido en los últimos tiempos dos líneas paralelas de actuación que quedan en esta sala magníficamente representadas: las obras más puramente pictóricas y las que combinan pintura con impresiones digitales.
En las primeras, Balda reúne y superpone siguiendo los preceptos del collage, herramienta habitual para el artista, una serie de cajas, que él mismo fabrica, y que pese a su aparente volumetría tienen una vocación bidimensional. Es decir, sus creaciones nunca dejan de ser pinturas, pero traslucen, sin duda alguna, un interés hacia la tercera dimensión heredado de su pasión por la arquitectura. No en vano, Balda estudió durante dos años esta profesión en la Universidad de Navarra, y por tanto, apenas sorprende que sus pinturas den la impresión de tratarse de maquetas trasladadas al muro.
Consecuencia también de ello, y quizás una de las aportaciones más potentes de sus trabajos, es que nunca se abandona en los mismos la idea de obra pictórica como un ente vivo que está inserto en un lugar con el que debe convivir y complementarse. De ahí que en sus cuadros subyazcan estructuras blancas que conectan las diferentes partes de la pieza entre sí y al mismo tiempo con la pared donde se colocan y que el blanco puro de ambas, sea en realidad, junto a la fría y ácida policromía que, a menudo, los puebla, receptor y transmisor de flujos de luz, elemento necesario para generar  cualquier espacio. Algo que es posible también gracias al contrapunto que crea el irregular y discontinuo tejido negro que también habita los cuadros. 
Por otro lado, se intuye un diálogo con el medio pictórico, ya sea aplicado con pincel o con paleta, creando diferentes texturas, pero siempre evidenciando una relación entre el hombre y la materia. En este sentido, aunque se observan, sobre todo, anchas  superficies de pintura, tanto de óleo como de acrílico y otros materiales creados por el propio artista, éstas logran originar distintas calidades y empastes, así como también se combinan a veces con ciertas notas más gestuales, que son la huella de su formación autodidacta.
            La segunda línea de trabajo señalada, aunque es en realidad una prolongación lógica de las anteriores, tiene su origen en la monumental pieza de 2007 titulada ¿Qué fue de vuestra perspectiva?, que surge ante el planteamiento de cómo llevar al gran formato nuevamente la idea del collage. De este modo, Javier Balda decide recurrir a las nuevas tecnologías para llevar a cabo impresiones digitales sobre materiales textiles de acabado mate o sobre lona de PVC, entre las que destacan, sobre todo, éstas últimas por la mayor clarividencia que consiguen en relación a los conceptos que el autor maneja. En ellas, se observan fragmentos de instantáneas tomadas en su taller que son, a menudo, imágenes efímeras de sus propias obras inacabadas que Balda compone creando un caos aparentemente desordenado y nublado pero fijado y concretado gracias a las bandas horizontales en las que nuestra mirada puede alcanzar un ansiado y merecido reposo. Frente al trasiego y el vértigo de la ciudad y de la vida contemporáneas el autor propone esas líneas de enfoque, que -tal y como deja traslucir el título del texto de Camino Paredes escrito para el catálogo de la exposición-, son metáforas. Metáforas quizás de su personalidad y de su propia necesidad de articular la turbia y confusa existencia cotidiana.
Transitar ante estas obras, conduce al espectador a un mundo de sensaciones complejas pero que alcanzan elevadas cotas de sutileza gracias al entramado de fantasmas -así los denomina el propio artista- que pueblan el interior de los lienzos. Se trata de nuevo de una serie de franjas blancas y negras pintadas sobre la tela y que se cuelan visualmente en la superficie a través de las microperforaciones de la lona de PVC, creando diversos matices y ciertos guiños, incluso, a algunos planteamientos del Op art.   
En definitiva, Javier Balda materializa en sus obras principios relacionados con la luz, la estructura y el tiempo, tres dimensiones de una misma realidad aparentemente deconstruida que nos absorbe y nos trasporta, que nos exige volver a mirar y replantearnos qué es la pintura y cuántos caminos quedan todavía por recorrer. Unas piezas bien pensadas, pese a su aspecto azaroso y quebrado, y bastante inusuales en el campo de las artes plásticas actuales, puesto que en su extraña y valiente dureza está, quizás, la clave de su excepcionalidad.