In Memoriam Francisco Fuertes, Paisajes interiores.

Desde el 23 de noviembre de 2012, hasta el pasado 31 de enero, hemos tenido la oportunidad de contemplar parte de la obra de Francisco Fuertes; es la primera vez que se ven trabajos de este polifacético artista en la provincia de Teruel, concretamente, en Monreal del Campo, en la Sala de Exposiciones de la Casa de Cultura. Esto ha sido posible gracias a la iniciativa del Centro de Estudios del Jiloca, que, durante 26 años, ha desarrollado una intensa y destacada labor cultural en esta Comarca, y a la colaboración de los familiares del artista. Quiero destacar la importancia que, para núcleos urbanos situados en la periferia, como es el caso de Monreal del Campo, tienen iniciativas como la presente.

En esta exposición hemos podido ver una selección de pinturas, dibujos y esculturas, quedándose fuera su trabajo fotográfico (principalmente sobre figura humana), otra de las grandes aficiones del autor además del grueso de su obra, que está custodiada por sus herederos, integrada por: 600 dibujos (de distintos tamaños), 220 óleos, 23 esculturas y dos series de fotografías (con 26 y 42 piezas respectivamente). La muestra se encuentra repartida por los cuatro espacios de la sala de exposiciones. La naturaleza y el paisaje son su fuente de inspiración y le sirven como excusa para desarrollar su trabajo, que evoluciona, desde una copia del natural, inicial, hasta casi la abstracción de sus últimas pinturas, y la aproximación al constructivismo en sus relieves y esculturas. Con motivo de esta exposición se ha editado una pequeña publicación con un texto del profesor de Historia del Arte de la Escuela de Arte de Teruel, Ernesto Utrillas Valero.

El artista Francisco Fuertes Martín nació en Singra (Teruel) en 1946, murió en Barcelona en 1994, y pasó los primeros años de su vida en su pueblo natal. Se trasladó a Zaragoza en 1964, lugar al que encaminan sus pasos todos aquellos aragoneses que tenían alguna inquietud cultural (y como él, otros creadores, turolenses fueron a la capital del Ebro). En esta ciudad, empezó su formación, o como él indica, su “deformación” en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos. Con sus compañeros de estudios (entre los que se encontraba José Manuel Broto con el que compartía caballete) participó en varias exposiciones colectivas, como la del curso 1966/1967, en el Salón de Exposiciones del Centro Mercantil Industrial y Agrícola de Zaragoza. También, en esta ciudad, hizo su primera exposición individual, en el año 1969: “Exposición Pintura. F. Fuertes” en la Sala de Exposiciones “BAYEU” de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, mostrando óleos de temas clásicos: bodegones, paisajes, pueblos de Aragón (Alquezar, Albarracín, Muel, Cuarte) y rincones pintorescos de Zaragoza. En este periodo participó en varias exposiciones en Francia y logró premios en Zaragoza, Burdeos y Toulouse. Además, y por deseo familiar, se formó como tornero entre 1964 y 1967.

Tras realizar el servicio militar, en 1969, se fue a Barcelona, donde continúo su formación, realizando estudios de arte, en las especialidades de policromía y retablo, logrando, en 1981, el título de profesor de dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge. Entre 1983 y 1987, se dedicó a la docencia en las Escuelas Pías de Sarriá en Barcelona. Y, en 1986, le fue convalidado el título de Licenciado en Bellas Artes. En la ciudad condal, realizó su segunda y última exposición individual (en vida), en 1988, en la Galería Lleonart, situada en la Calle Palla, número 6, y, como hiciera en la primera individual de Zaragoza, sólo mostró óleos. Quiero destacar su admiración por el pintor catalán Joseph Roca-Sastre (1928-1997), que evolucionó de una etapa surrealista a una pintura matérica de base figurativa.      

Centrémonos ya en la exposición: “Francisco Fuertes. Paisajes interiores”. Se trata de una muestra de enorme interés, que consta de dibujos, pinturas y esculturas.

Los dibujos, están la mayor parte, elaborados con carboncillo y lápiz conté, entre los que destacan tres grandes obras de 205 x 150 cm., junto a unos pequeños apuntes. Además,hay uno hecho con tiza de colores, muy rico en matices, donde se aprecia, en su totalidad, la grandeza del paisaje que marcó a Fuertes. Este artista fue un excelente dibujante, dominaba tanto la línea como la mancha; en sus obras, prescindió de la figura humana (por voluntad propia) siendo su musa la naturaleza; dibujó árboles y rocas construyendo, con ellos, formas realistas de fuerte efectividad poética. En los pequeños apuntes, jugó con el tiempo y su paso, vemos árboles solitarios con ramas cortadas, viejos, deshojados, olivos con troncos resquebrajados, y paisajes rocosos (influencia directa de su pueblo natal). Su trazo era firme, seguro, pulcro y limpio, creando una atmósfera casi de ensueño que nos remite, en parte, al surrealismo de Dalí. Sobre sus dibujos dijo (en una entrevista que se le hizo en 1988 y que no se llegó a publicar):

Me gustan los árboles. Y con bastante frecuencia hago dibujos sobre árboles que no existen en la realidad, en el momento que los hago no siento que estoy expresando tal o cual sentimiento. Pero, cuando han pasado unos días y miro aquellos dibujos, me hacen, ver con una gran claridad, sentimientos que en un momento dado han existido en mí interior y que yo he sido más consciente de ellos después de dibujar estos árboles y analizar sus formas.

Las pinturas son en su totalidad óleos. Diez, de 65 x 81 cm., hay dos de gran formato de 146 x 146 cm. Todas ellas tienen rasgos impresionistas y su protagonista es la naturaleza de su tierra natal. Un paisaje de montaña, a más de 1.000 metros de altura, dominado por la violencia de la luz, pero cultivado y sometido por la mano del hombre. Sus óleos los podemos situar en la línea de algunos de los mejores paisajistas de nuestro país, como son: el aragonés, Virgilio Albiac  (1912-2011); o los castellanos, Juan Manuel Díaz Caneja (1905-1988) y Benjamín Palencia (1894-1980); este tipo de pintura estuvo de moda en los años cuarenta y cincuenta, con ella intentaban redescubrir la realidad española del momento. Fuertes, en sus lienzos, no pretendía describir lo anecdótico, o lo particular, sino quedarse con la esencia. Le interesaba, el ritmo de los caminos, los surcos, los senderos, los límites de los sembrados y los perfiles de las montañas, que en su obra cobran una gran  importancia, definen la imagen e imponen, a su pintura, una estructura cada vez más abstracta. En ocasiones, el horizonte aparece en la parte superior del cuadro, convirtiendo el lienzo en el campo de batalla de las masas cromáticas, que luchan en esta superficie, sin la oposición de ningún elemento figurativo. Francisco Fuertes (en 1988) manifestó, respecto de la ausencia de personajes en sus obras:

sí, es cierto, y tiene sentido concreto. Si yo me encontrara a gusto en la sociedad que me toca vivir, pues, posiblemente, pondría a alguno de sus miembros en mis cuadros. Pero, como detesto esta sociedad, mis cuadros se convierten en un espacio donde no entra el Hombre, sino el espíritu”. Su pintura se hace cada vez más matérica, más “pintura”, pero sin abandonar nunca su condición de paisaje, evoluciona hacia masas cromáticas distribuidas sobre la superficie del lienzo, ricas en matices y texturas.

Las esculturas, que podemos considerar como conclusión del trabajo de Fuertes, las podemos enmarcar dentro de la corriente constructivista, que estuvo de moda en los años 70 y 80 en España, con una evolución  lógica de todo su trabajo, de todo su aprendizaje: el dibujo, la pintura matérica, la policromía, las técnicas para construir  retablos… todo esto quedó reflejado en sus esculturas. La escultura era su segundo amor artístico, se autodefinía como abstracto y prefería la madera como material de trabajo. La muestra consta de cinco relieves de grandes dimensiones: dos obras de 207 x 108 x 15 cm.; una de 250 x 107 x 30 cm.; una de 180 x 107 x 10 cm.; una 70 x 50  x 10 cm.; y una escultura de bulto redondo sobre peana de 42 x 30 x 30 cm. En sus relieves, las ramas de los árboles de sus dibujos se han transformado en formas geométricas que se superponen en las obras, y las pinceladas de los oleos quedan reflejadas en la textura de las esculturas, ricas en matices y tonos. Están elaboradas con madera policromada, técnica que descubrió durante sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona. Sus relieves se componen de planos y cilindros distribuidos en la superficie, ordenando el espacio con cierto sentido óptico-cinético, con una poética vibrátil cuya expresión cobra su máximo vigor en la parquedad del empleo de color, monocromo, con dominante verde. El artista, en su proyecto de exposición de 1988, indicaba:

Estas piezas son muy grandes, son de madera, una vez construidas en yeso, de forma que consigan una cierta textura, las plateo con plata fina, después las quemo con un corrosivo, les doy goma laca y las patino, de esta manera queda un acabado muy agradable, pues parece metal. Aunque yo, entre ellas, encuentro una relación, son muy distintas pues creo expresar en ellas los distintos estados de ánimo, en algunas ocasiones esa cierta tensión que existe dentro de la persona y que busca una salida.