Paradójicamente, para disfrutar del mejor arte africano no hay que viajar África, sino a los museos de las antiguas metrópolis coloniales. La extraordinaria colección de arte africano del flamante Musée du Quai Branly, en París, no es la única cita imprescindible con la escultura negro-africana en la capital francesa. En el siempre recomendable Musée Dapper (35, rue Paul Valery) se está celebrando, desde el 10 de octubre de 2008 al 12 de julio de 2009, una destacada exposición que bajo el título Femmes dans les arts d’Afrique subraya la gran importancia de la representación de la mujer en el arte africano tradicional, mal llamado “primitivo”. El enfoque de la exposición, comisariada por Christiane Falgayrettes-Leveau, consiste en una amplia selección de las principales tipologías de la escultura tribal africana. En este sentido, la temática de Femmes dans les arts d’Afrique en absoluto se corresponde con el oportunismo de algunas exposiciones bajo el amparo de la moda por los estudios de género, sino que más bien, sirve para reforzar uno de los principales rasgos de la escultura africana: su orientación humanística, la cual se concreta en la representación de dos temas básico, la vida (la maternidad o fertilidad) y la muerte (el culto a los antepasados).
Detrás de una antesala con fotografías de la camerunesa Angèle Etoundi Essamba (que expone también en Casa África de Fuerteventura del 5 de marzo al 9 de mayo), una artista cuyo tema predilecto es precisamente el cuerpo de la mujer africana, nos encontramos con la mirada tradicional hacia este tema, recogida en la magnífica exposición de un variado repertorio de tallas, máscaras y objetos rituales de madera. Las piezas proceden del propio Musée Dapper, con préstamos de importantes museos como el Musée Royal de l’Afrique Centrale (Tervuren, Bélgica), el Louvre (París), el Afrika Museum (Berg en Dal, Holanda) y el Barbier-Mueller (Ginebra), entre otros.
Además del denominado “arte tribal”, la exposición también exhibe algunas piezas del arte de antiguos estados africanos, realizadas en bronce, como la célebres cabezas de las Reinas Madre del Reino de Benín (Nigeria) del siglo XVIII. Cierto es que en modo alguno el arte africano forma una unidad y que las variaciones culturales en África son de igual complejidad que riqueza. Sólo nuestra valoración etnocéntrica de “primitivos” otorga cierta homogeneidad a la escultura africana. No obstante, aceptado el convencionalismo, es todo un acierto presentar y resaltar el papel de la mujer en las culturas tradicionales africanas y su plasmación en el arte tribal. El cuerpo femenino, “culturizado” en las distintas tradiciones africanas, mediante deformaciones, complicados peinados, geométricas escarificaciones sobre la piel, es el gran tema de la escultura tradicional africana.
Es necesario indicar que el arte africano esta ligado a los ritos de iniciación y distintas ceremonias del ciclo de la vida: un ciclo marcadamente separado para los hombres y las mujeres. En la gran mayoría de las ocasiones, la escultura africana gira en torno a los ritos masculinos, aunque en las máscaras y tallas se representen mujeres. La utilización de máscaras en ritos femeninos es excepcional, como el caso de la sociedad Sande del pueblo Mende (Sierra Leona), una de piezas más interesante de la muestra.
Las piezas no siguen un itinerario cronológico ni geográfico marcado, tampoco tipológico. Más bien las obras se agrupan según criterios funcionales y temáticos. Las diferentes líneas de investigación seguidas en la exposición se aprecian mejor en el gran catálogo editado que en las propias salas, cuya tenue y dirigida iluminación invita más a disfrutar de la originalidad y talento de los “anónimos” escultores africanos, que a la lectura etnográfica de las esculturas. Por otro lado, el habitual olvido del arte del antiguo Egipcio en la cartografía del arte africano ha sido ya superado y en la exposición aparecen varias estatuillas para indicar paralelismos y huellas de la escultura egipcia en el arte negro-africano.
El recorrido por Femmes dans les arts d’Afrique nos obliga a detenernos a apreciar la composición de las exuberantes nyeleni de los Bamara (Malí), las figuras andróginas de los antepasados primordiales Dogon (Malí), las exquisitas tallas de esposas del más allá bloblo ba de los Baulé (Costa de Marfil), las encantadoras muñecas biiga para las niñas de los Mossi (Burkina Fasso) o las akuaba para las niñas Ashanti (Ghana) o las tallas de los Bwende o de los Luluwa (República Democrática del Congo) con sus delicadas escarificaciones. Los admiradores del arte de las primeras vanguardias históricas inevitablemente apreciaran la gran deuda de nuestro arte moderno con el arte africano: lo que denominamos Primitivismo. Aunque no es la intención de esta exposición tratar este asunto, la presencia de la talla Bangwa (Camerún) que fotografió Man Ray nos hace recapacitar sobre la intensidad con la que seguimos apreciando el arte tribal africano desde su feliz encuentro con el arte moderno a pesar del desconocimiento general que tenemos de la cultura tradicional africana: una parte del patrimonio cultural de la humanidad que desaparece entre guerras, genocidios, hambrunas, desertización y nuestra indiferencia. La acertada, rigurosa y atractiva programación del Musée Dapper es una referencia en la investigación, promoción y difusión de la cultura africana y una visita obligada en la inabarcable oferta cultura de París.


