Cualquier observador despistado, es decir, la mayoría de los mortales que no existen solo para el microcosmos autocomplaciente de elite artística, podría pensar en los últimos años que, para que algo sea catalogado como trabajo dentro del campo de las artes plásticas, necesariamente ha de constituir un sobresalto para la normalidad.

Descuartizar y dejar un cuerpo con las vísceras al aire, por ejemplo, se ha convertido en algo tan normal en el campo de la escultura contemporánea que ya no es raro encontrar comentaristas ahítos de sangre y tripas, dispuestos a dudar del fundamento artístico de tanto matadero internacional. Algo parecido ocurre, por ejemplo, con los montajes al aire libre de grandes piezas, cuya única finalidad es convertir en noticiables a sus transportistas, más que creadores, al estar colocados en espacios próximos a las grandes ferias  internacionales del arte. Las agencias y los medios de comunicación, con frecuencia, ni siquiera certifican la realidad de dichos montajes. Se limitan a transcribir las noticias que los propios "artistas" o sus próximos redactan.

Parece ser que el trabajo callado en el estudio ha perdido enteros ante la avalancha de actividades semicircenses de todo tipo, y con todo lujo de posibilidades de fabricación de imágenes. Hasta los nuevos sistemas, como la fotografía, que ya dejaron de ser nuevos hace más de un siglo, parecen haber caído en la espiral de sorpresa que tiene atacadas las artes en los últimos tiempos. Afortunadamente, podemos seguir disfrutando el valor de las grandes fotografías históricas, lejos del bosque cada día más espeso de posibilidades y engaños ofertados por los soportes digitales.

Añadamos el hecho evidente de la colocación de miles de millones de fotografías en la red con todo tipo de intereses. El panorama resulta desalentador y es difícil, por no decir imposible, discernir sobre qué podamos considerar arte y qué constituye un simple engaño en el campo de la fotografía contemporánea. No es de extrañar que una buena parte de las exposiciones fotográficas tengan cada día con mayor frecuencia carácter histórico en cuanto a los contenidos, y tiendan a ofrecer a los visitantes preciosos datos sobre las técnicas que, pese a su relativa juventud histórica, resultan totalmente arcaicos.

Encontrar algunas colecciones de fotos de Estrella Adé, parte de su trabajo de final de licenciatura en Bellas Artes, me ha proporcionado, en principio, la posibilidad de reivindicar la belleza de lo cotidiano, cosa que agradezco no solo como comentarista de arte sino como mero espectador. Y dentro de lo cotidiano, de lo diametralmente opuesto a ese concepto de belleza convencional y universalmente reconocida, producto del trabajo de tropeles de especialistas en brillos, especialmente en los de los metales dinerarios.

Entre las diferentes colecciones que he podido ver de esta joven fotógrafa, me ha interesado especialmente la que lleva por título LaGuanderfulLive, que para nada necesitaría de mayor comentario que la propia serie de imágenes que expresan por sí mismas las excelencias de lo normal. Se acompaña sin embargo de un pequeño texto que reproduzco:

El chiringuito, rincón de encuentro; la canción del verano, la sombrilla y la partidita; los pareos y liposucciones; los chopitos y el vino tinto… Tardes con la arena pegada al cuerpo. Costumbres y personajes singulares y grotescos no desaparecen jamás de la cómica estampa playera.

The refreshment stall, the meeting point; the summer song, the parasol and the games; the pareo and liposuction; the "chopitos" and red wine…. Afternoons with sand stuck on our body. Customs and eccentric and grotesque people are always present in the comic aspect of the beach.

Le «chiringuito », endroit de rencontre; la chanson d´été, l´ombrelle et la partie de cartes; les paréos et les liposucions; les « tapas » et le pinard… Après-midis avec du sable collé au corps.  Habitudes et personnages singulières et grotesques font toujours l´image de la typique estampe de plage.

La aparición de ese sentido del humor burlón, somarda diríamos en Aragón, entre las composiciones encontradas más que buscadas, suponen una mirada diferente sobre la realidad que no necesita mayor capacidad de sorpresa que la que le brinda la morbidez de una existencia recostada sobre sí misma. Una mirada que presagia un futuro esperanzador y que cuenta ya con un evidente presente.